Capítulo 10: ¿Qué hay después del universo?
Capítulo 10: ¿Qué hay después del universo?
Era la primera vez que alguien me decía que yo le gustaba.
Sentí cómo mi rostro se encendía. El frío hacía que mis dedos se entumecieran, y me estremecí, aunque no sabía si era por su confesión o por el aire helado.
Tuve la extraña necesidad de huir y entrar a casa.
—Qué gracioso —dije, intentando evitar que el momento se volviera incómodo.
—¿Gracioso por qué? —preguntó, arqueando una ceja, con esos ojos marrones que me observaban con detenimiento—. No estoy bromeando, Bellota.
Creo que empezaba a acostumbrarme a que me llamara así.
—"Me gustas" puede significar muchas cosas, como que disfruto de tu compañía… —continuó, para mi decepción. Había empezado a ilusionarme pensando que realmente le gustaba... En sentido sentimental.
Tenía que ser realista. ¿Cómo iba alguien a fijarse en una chica enferma como yo? Había miles de chicas más guapas, más inteligentes, más... sanas.
Intenté no mostrar ninguna señal de desilusión, pero sus palabras se me quedaron atravesadas en la garganta, como un nudo.
De repente, alzó la mano y apartó mi cabello del hombro. Sentí que la camisa se deslizó bajo la chaqueta. Sus ojos se entrecerraron al ver mi piel expuesta. Me aparté, sabiendo que estaba mirando el moretón oscuro en mi pecho. Me apresuré a arreglarme la camisa, agradeciendo que fuera de noche y que probablemente no pudiera distinguirlo del todo.
Él no dijo nada al respecto, y se lo agradecí. No quería dar explicaciones.
Wilson alzó la vista al cielo, su mirada parecía perdida.
—Tú y tus comentarios tontos —dije, tratando de desviar la atención.
No reaccionó, seguía mirando al cielo.
—Hey... ¿hola? —dije, algo confundida.
—¿Eh? —respondió de repente, volviendo a prestarme atención. Parecía que por un momento se había desconectado de la realidad.
—¿No me escuchaste? —pregunté, extrañada. Normalmente, siempre respondía a mis comentarios.
—Perdón —dijo, señalándose el oído—. A veces se me va el audio.
No sabía si lo decía en serio o en broma.
—Vale, ya voy a entrar —dije, despidiéndome—. No puedo estar tanto tiempo al frío.
Me quité la chaqueta para devolvérsela, pero él me detuvo, tomando mi mano sobre mi hombro. Dejé de respirar por la impresión, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba solo con su toque. Mi rostro se sonrojó por completo. Cuando volví a mirarlo, sus ojos estaban fijos en los míos mientras murmuraba:
—Me la das mañana —sonrió, dejando ver los hoyuelos en sus mejillas—. No quiero que te resfríes.
Era tan considerado... me gustaba.
—Gracias —murmuré.
Iba a darme la vuelta para irme, pero me detuve cuando él dijo:
—Oye, ¿alguna vez has pensado en lo que hay después de la muerte?
Fruncí el ceño, mirándolo sin comprender.
—¿Tú sí? —pregunté. Era un tema que evitaba a toda costa, porque si lo pensaba, caería en una espiral de tristeza.
Wilson volvió a mirar al cielo.
—Estrellas —respondió.
—¿Estrellas? —pregunté, confundida y con una pizca de burla.
—Sí, es lo más hermoso del universo —afirmó—. Así que, al morir, debe de haber estrellas de muchos colores.
Este tema empezaba a incomodarme. Saber que tenía poca esperanza de vida me hacía pensar en la oscuridad que me esperaba, y no quería enfrentar esa idea.
—No hablemos de la muerte, ¿sí? —susurré.
Wilson me miró, notando que no me sentía cómoda, y cambió de tema.
—Te paso buscando para la fiesta de Gina —dijo.
Hice una mueca. Se me había olvidado esa fiesta del fin de semana a la que me invitaron solo porque querían que él fuera.
—Ya dijiste que sí —insistió, al ver mi expresión.
—Dije que lo pensaría —repliqué, girándome para ir a casa. La verdad es que estaba tan a gusto con él que no quería irme, pero sabía que ya era tarde...
Con Wilson, todo se sentía tan natural.
—Gracias por el libro —comenté.
—Gracias por ser bonita —respondió, y su sonrisa marcó esos huecos en sus mejillas.
¿Eh?
No le respondí. Apreté los labios y caminé rápidamente hacia mi casa, como si estuviera huyendo.
Entré y, mientras cerraba la puerta y me quitaba los zapatos, me di cuenta de que una tonta sonrisa se formaba en mi rostro. Wilson Walter me había llamado bonita y, además, iría a una fiesta por primera vez.
Sabía que siempre había evitado enamorarme porque nunca terminaría bien, pero empezaba a sentir algo por él... y no podía evitarlo.
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