Capítulo 7: Despacho
Byakuya Kuchiki
Volví a mi despacho tras haber ido a ver a mi teniente, la verdad es que me extrañó mucho cuando no le vi en su puesto, porque siempre era el primero en llegar, no faltaba ningún día a su puesto y por un momento, llegué a pensar que era mi culpa, porque ayer estaba tan enfadado de haber fracasado en nuestra misión, que me pasé con él. Quería sacar mi frustración y lo había pagado con Renji, era quien estaba por allí y quien más me excitaba, me dejé llevar por mis más bajos instintos y yo no podía permitirme algo así, era un noble ¡Maldita sea! No entendía como había permitido que pasara algo así, de hecho ni siquiera entendía porque estaba haciéndole esto a Renji, ya no era mi teniente, me lo estaba follando en cuanto tenía la mínima oportunidad y no quería que él pensase que sólo me interesaba para el sexo, porque no era así, era alguien importante para mí, para mi escuadrón.
Supongo que la misión de ayer no fue ni de lejos como esperaba que fuera. Le había pedido a Ichigo que me acompañase, por una sencilla razón, él vivía en el mundo real y podía guiarme por allí y además... porque era el novio de mi hermana y según ella, nos llevábamos muy mal y me pedía constantemente que intentase mejorar mi relación con él, así que preferí hacer esta misión con él y tratar de llevarme mejor. Hacía tanto tiempo que no salía de misiones que me estaba oxidando... y es que hasta cuando decidía ir a alguna misión, Renji siempre me acompañaba para "protegerme" y se ocupaba de todo, era el mejor teniente que un capitán podía tener, él habría dado su propia vida por mi sin pensarlo, era fuerte, había tenido una carrera casi meteórica, porque desde que entró en la academia a cuando se licenció y llegó a mi escuadrón, lo había hecho en tiempo record, llegando hasta el cargo de teniente y teniendo que soportarme precisamente a mí, pero tenía un grave problema... ¡Estaba muy acostumbrado al escuadrón décimo! Porque utilizaba siempre el cuerpo a cuerpo y creía que la magia y los hechizos de shinigamis no eran útiles y sí lo eran, sólo que tenía demasiado poder y no sabía controlar la cantidad necesaria, por eso siempre le estallaban encima las habilidades, pero entrenando, yo sabía que podía llegar a ser muy bueno, hasta el Shunpo lo empezaba a controlar. Quizá no era tan rápido como yo, pero era rápido, era fuerte, era trabajador y extremadamente fiel, siempre me seguía, siempre me admiraba, siempre trataba de hacerlo lo mejor posible para que le reconociese y es que... aunque no se lo dije, era el mejor teniente del Gotei.
Me sentía un poco culpable ahora mismo, primero por lo que le había hecho anoche y él ni se quejó, pensó que ser mi teniente me daba derecho a hacerle cualquier cosa y no era verdad, no tenía derecho a tener sexo con él cuando me diera la gana, él no tenía que estar para mí cuando yo quisiera y aún así, no se quejaba, cada vez que había querido tener sexo con él, lo había tenido sin escuchar un reproche, me dejaba hacerle lo que quisiera y me excitaba demasiado su actitud, me encantaba que fuera tan endiabladamente sumiso, que tuviera tanta admiración por mí como para dejarme elegir y hacerle lo que quisiera.
Por otro lado, también me sentía mal porque le estaba ocultando la misión, se lo había dicho a Ichigo en lugar de a él, pero es que sabía que si se lo decía, no entendería por qué prefería ir con Ichigo en lugar de con él. Todas las misiones las hacía con Renji, no había ni una que yo hubiera hecho realmente solo, porque siempre estaba conmigo, me había acostumbrado demasiado a que Renji pelease por mí mientras yo miraba, porque me sentía demasiado superior para perder el tiempo con seres inferiores a mí, pero aquí estaba, queriendo ocuparme de estos hollow con Ichigo... aunque Ichigo se ocuparía de ellos mientras yo miraba, él podía limpiar la basura con facilidad sin tener que mancharme yo las manos.
De todas formas, había algún imbécil haciendo mi misión, porque no entendía que los hollow a los que íbamos a cazar, desaparecieran así como así, pero cuando encontrase al desgraciado que estaba arruinándome la misión, se iba a enterar de quien era Byakuya Kuchiki. Nadie se metía conmigo y salía impune así como así.
Me fastidiaba mucho que hubiera gente que me quitase mi misión, porque era yo el encargado de acabar con esos hollow y no me costaría nada, pero claro... había alguien exterminándolos y yo no soportaba una humillación así, no necesitaba ayuda, era uno de los capitanes más fuertes de aquí y lo que menos necesitaba, es una niñera tras de mí, ni siquiera a Renji le dejaba hacer mi trabajo... a excepción de las batallas y sólo porque no me apetecía mancharme las manos.
Entré en mi oficina cogiendo informes y rellenándolos de mala gana cuando no pude evitar pensar en las cosas que había dicho Renji, en cómo no había conocido a sus padres o como le habían vendido a ese club ¿Cómo unos padres podían hacer algo así? Aunque claro... yo no entendía lo que ocurría en el Rukongai, siempre decían que era el peor barrio, donde estaba la gente más pobre, de hecho, recordaba como a Renji le llamaban sus compañeros el perro del Rukongai a modo de insulto antes de convertirse en mi teniente. Yo no había vivido nada de eso, nací en una buena familia, de gran reputación, con gran capacidad económica y me agobiaban para que fuera perfecto y llevase la honra de nuestro apellido bien alto, tenían muchas expectativas sobre mí y les defraudé ya una vez casándome con la hermana de Rukia, una chica del Rukongai, pero para ser sinceros... ¿Qué tenían los del Rukongai? Porque todos los nobles pagaban millonadas por acostarse en el club con mi teniente, yo pagaba por acostarme con él, me sentía atraído por su actitud, su fortaleza, su lealtad, su sensualidad...
La puerta se abrió de golpe y me sorprendí al ver a Renji con su uniforme pidiéndome permiso para entrar ¿No le había dicho que se lo tomase hoy de descanso? Este chico de verdad que no podía estarse quieto ni un momento. Me levanté de la silla y fui hasta él sosteniéndole cuando cerró la puerta y ayudándole a sentarse en la silla frente a mi escritorio.
- ¿Qué haces aquí Abarai? – le pregunté – tendrías que estar descansando.
- Es mi día de trabajo – me dijo – y no voy a escaquearme de él.
- Te he dado el día libre, así que puedes ir a descansar.
- No necesito tu caridad – me dijo – me hice teniente y tengo una responsabilidad, protegemos a nuestros capitanes y les ayudamos con los asuntos del escuadrón y eso es lo que voy a hacer, así que deme unos informes y empezaré a rellenarlos.
- De verdad que no hay remedio contigo – le dije
- Quiero ayudarle ¿Qué problema hay en eso?
- No necesito ayuda hoy con los informes
- Es mentira, siempre tenemos muchos informes – me comentó.
- Hoy no – le mentí
Renji se quedó sentado mirándome con esos ojos dudosos y no podía dejar de mirarle, porque aunque siempre pensé de él que era un bruto, ahora viéndole con claridad, era guapo, un chico muy interesante, fuerte, me encantaban sus tatuajes, me excitaba verle desnudo, tenía un cuerpo de escándalo y aunque venía del Rukongai y tenía ese semblante de bruto, me encantaba, era muy dulce en el fondo, tenía mucha ternura dentro, siempre se preocupaba por sus amigos, por los suyos, hacía cualquier cosa porque estuvieran bien, incluso conmigo lo hacía y no es que nuestra relación fuera precisamente buena...
- Renji – le llamé y me miró extrañado porque le llamase por su nombre y no por su apellido - ¿Por qué te vendieron tus padres?
- No lo sé – me dijo – yo era muy pequeño, no recuerdo nada de todo aquello. Siempre he estado en ese club, es lo único que conocía. Antes me acostaba con los clientes por comida y ahora... supongo que para pagar la deuda, porque no quiero estar ahí – me dijo – ahora tengo dinero para poder comer, mi puesto de teniente me da cierta libertad, pero... no hay forma de que renuncien a mí en el club y ya no sé cómo salir.
Creo que quería encontrar información sobre él, quería saber quiénes eran sus padres, quería saber por qué venderlo sabiendo lo que le harían, quería saber muchas cosas y es que me importaba mucho, quizá más de lo que estaba dispuesto a admitir. Miré hacia fuera del despacho pero las persianas estaban cerradas, así que aproveché para acercarme y besarle, no podía evitarlo, necesitaba besar aquellos sugerentes labios.
Renji se dejó y ya empezaba a dudar si se dejaba porque quería, si era porque estaba obligado por el club o si era porque sentía que necesitaba complacerme en todo porque era su capitán. Tenía la esperanza de que fuera porque quería besarme, porque sentía algo por mí pero sinceramente... creo que no era así ¿Cuánta gente pasó por sus piernas? Era normal que no sintiera nada, quizá para él sólo era una obligación más, estaba acostumbrado desde pequeño, como él decía, era lo único que había vivido, practicar el sexo con los clientes para poder sobrevivir.
- Lo siento Renji – me disculpé por el beso, por el impulso porque sabía que estaba mal.
- Me gusta – me dijo en susurro – me gustan tus besos
- ¿Enserio? – pregunté dudando.
- Sí, son muy cálidos, no son como ninguno de los que haya probado antes, los demás son muy fríos, no tienen sentimiento alguno, pero no sé... los tuyos son diferentes – me comentó.
- No me hagas esto Renji – le dije
- ¿El qué? – me preguntó.
- Ser tan tierno, porque haces que me sienta más culpable por lo de anoche, de verdad que me duele ver cómo te he dejado, ni siquiera podías levantarte de la cama y lo lamento de verdad, no debí hacerlo, no tenías la culpa.
- No me importó – me dijo
- Ese es el problema Renji, que debería importarte, me pasé, no tenía derecho a hacerlo.
- Pagas por mis servicios, sí tenías derecho a hacerlo.
- No Renji – intenté hacerle entender – que pague por ti no me da derecho a hacerte daño ¿No lo entiendes? No sé qué te habrán dicho en ese club, pero tú vales más que esto, no tienes porque permitir que te hagamos esto.
- Pero yo quiero hacerlo contigo, ya te lo dije una vez Taicho – comentó llamándome aún por mi cargo y no por mi nombre – siempre le he admirado, siempre he querido serle útil y ahora lo soy, si quiere mi cuerpo... pues es suyo, puede tomarlo cuando quiera, siempre se lo daré a usted.
No pude evitar volver a besarle mientras colaba mis manos bajo su kimono tocando con suavidad el abdomen... aquel abdomen tan bien trabajado que tenía. Su cuerpo era un pecado, me hacía caer una y otra vez y su lengua era aún peor, no podía decirme que tomase su cuerpo cuando quisiera y luego no esperar que reaccionase, me encendía demasiado, me excitaba todo de él, sus manos, su tacto, su cuerpo, sus palabras... Al final... acabé volviendo a hacerle el amor encima del escritorio de mi oficina, pero esta vez, con mucha más calma, no quería hacerle daño.
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