Capítulo 21: Octava espada
Renji Abarai
Dormí en aquel sofá toda la noche, no era para nada cómodo y era bastante frío, Grimmjow tuvo que ponerme una manta por encima cuando empecé a temblar, pero al menos, había un techo sobre nuestra cabeza aunque el aire se colase por los cristales rotos. No era un lugar ideal y menos para alguien en mi estado, pero al menos era un lugar a resguardo de la lluvia si se que llovía algún día.
Prefería estar en esta fábrica abandonada que durmiendo en un banco, aunque realmente era lo mismo, estaba abandonado como un perro al que su familia ya no quería y sólo Grimmjow pareció entender mi dolor para ayudarme. Por la mañana cuando me desperté, supe que había estado llorando, aún tenía marcas de los caminos que habían dejado mis lágrimas por las mejillas, pude verlas en uno de los cristales rotos. Me las limpié con la mano y me giré hacia el sofá donde debería estar Grimmjow, pero no estaba allí, supongo que se habría ido con los suyos o no lo sé.
Me sorprendió escuchar su voz a la espalda, pero me sorprendió aún más verle venir con una bolsa llena de bollos recién hechos. Ni siquiera sé si los había comprado o robado, de Grimmjow no me fiaba nada en estos temas, pero me daba igual, era algo caliente para mi dolorido y frío cuerpo, habría podido comerme cualquier cosa en este momento.
- ¿Qué tal has dormido? – me preguntó acercándose para tocar mi vientre con cuidado.
- Estoy bien – le dije aunque creo que por mis ojeras no se lo creyó y es que hasta él había tenido que venir a taparme con la manta al verme temblar de frío.
- Lo siento, yo tengo que volver a mi base pero buscaré otro sitio más cómodo para ti, te lo prometo.
- Grimmjow no pasa nada, ya has hecho suficiente por mí.
- No entiendo como tu capitán pudo dejar que te marchases.
- No lo hizo – le dije – intentó que me quedase pero los superiores cuando toman las decisiones nadie puede hacerles cambiar de opinión. Le agradezco el gesto porque sé que estaba enfadado conmigo y aún así trató de ayudarme, hasta sacó a Zabimaru para mí cuando no debía hacerlo.
- ¿Es de él? – me preguntó Grimmjow – El niño me refiero.
- Sí – le dije
- ¿Lo sabe?
- No le dije nada y supongo que ahora no podré decírselo, no dejarán que nadie hable conmigo, lo tendrán vigilado para impedirle poder venir a verme – le comenté.
- De verdad que los shinigamis sois muy raros – me dijo – te abandona y aún le defiendes – comentó y me cabreó.
- No me ha abandonado – le grité – fue a esa reunión a defenderme, me trajo la katana para que pudiera defenderme incumpliendo las normas...
- ¿Entonces tú le traicionaste? – me preguntó con una sonrisa
- Yo... - no supe que contestarle porque en parte era así, yo le había hecho daño a él. Byakuya sólo trató de defenderme todo este tiempo y yo había traicionado su confianza.
- Tengo que irme Renji – me dijo Grimmjow – si tardo mucho en regresar al club empezarán a sospechar que pasa algo.
- ¿Vais a matarles? – les pregunté
- No nos gustan los shinigamis, pero tranquilo, estoy seguro de que tu capitán no estará por la batalla y si lo está, creo que él o Kempachi podrían ser los únicos en este momento capaces de hacer frente a cualquier oponente.
Ciertamente ellos dos eran los capitanes más fuertes del Gotei, pero aún así me asustaba pensar que Byakuya podría estar envuelto en todo esto. Sentía un dolor inmenso en mi pecho con tan sólo imaginar al padre de mi hijo involucrado en esta guerra, porque aunque todos decían que era frío y sin sentimientos, era el ser más tierno y dulce que yo había conocido. Él siempre era bueno con todos, incluso había intentado ayudarme cuando se enteró de mi traición, cuando se enteró de todo lo que estuve dispuesto a hacer con su padre. No sé si llegaría alguna vez a merecerme a alguien tan bueno como él, tan honesto.
Grimmjow se marchó al club, tenía trabajo y no me gustaba nada el que tenía, porque iba a ir contra mis compañeros, contra los shinigamis. Me quedé allí comiendo solo, pero al menos tenía algo que comer y un lugar aunque fuera un desastre. Estaba agradecido a Grimmjow, pero no sé si podía perdonar que intentara matar a mis compañeros por mandato de Aizen.
Me sentó muy bien el bollo recién sacado del horno, estaba calentito y para mi cuerpo ahora congelado por la noche tan fría, me estaba ayudando mucho pero aún así, yo seguía pensando en Byakuya, porque él también había tratado de ayudarme en todo pero supongo... que no podía hacer nada contra su abuelo, tenía más poder que él y tenía las manos atadas, su abuelo siempre conseguía salirse con la suya. Sólo esperaba que estuviera bien, porque conociendo a su abuelo, sé que le tendría en vigilancia continua y que le estaría amargando para no dejarle acercarse a mí.
Paseé por los alrededores cuando acabé de desayunar, más que nada... porque no tenía nada que hacer, estaba solo, sin dinero, sin casa, viviendo prácticamente en la calle, embarazado y sin posibilidad de contactar con mis amigos, ni siquiera con Ichigo, porque cuando fui a su casa a intentar hablar con él para que le explicase a Byakuya la situación, vi que su casa estaba rodeada de guardias de la sociedad de almas, todos vigilando que yo no pudiera acercarme a nadie.
Pude ver por la ventana a Ichigo con Rukia en su cuarto, ambos quejándose al resto de shinigamis por la continua vigilancia, porque me trataban casi como a un criminal y yo no iba a hacerles nada, sólo quería acercarme para informarles de todo lo que estaba por ocurrir, porque Aizen iba a empezar a mover su plan y cuando eso pasase, nadie estaría a salvo, ni siquiera yo que ya no pertenecía a esta gran familia del Gotei. Sólo quería que me escuchasen una última vez, que me dejasen ver a Byakuya, pero sé que no me dejarían, menos a mi capitán, lo tendrían demasiado vigilado.
Estaba observando la casa de Ichigo para encontrar algún punto menos vigilado y poder entrar a contarle todo lo que sucedía, cuando una mano tapó mi boca y me arrastró hasta un vehículo metiéndome dentro con violencia. Me quejé del golpe cuando me soltaron y cogí mi vientre en un intento desesperado por proteger al niño, aunque por las risas de los otros, creo que algo sabían y les daba igual. Pude identificar al menos a tres de ellos como los hombres que se ocupaban de la seguridad del club y sabía... que me llevarían allí.
Cuando el vehículo se detuvo, me sacaron casi a la fuerza de nuevo y me llevaron dentro del club. No quería entrar ahí pero no me quedaba más remedio que hacerlo. Me llevaron hasta la oficina de mi jefe y me sentaron en una silla cogiéndome con fuerza para evitar que me levantase o pudiera defenderme contra ellos.
Esperé allí sentado varios minutos hasta que vi a mi jefe entrar por la puerta tirando delante de mis ojos a Grimmjow, quien cayó como un muñeco roto en el suelo sin poder moverse. Seguramente le habían dado una buena paliza pero no entendía el motivo, aunque al ver a Aizen entrar detrás mirándome como quien mira a un insignificante insecto... creo que Grimmjow estaba en ese estado por mi culpa, Grimmjow le había traicionado para ayudarme a mí y eso, hizo que me sintiera aún peor, porque él sólo había hecho que ayudarme una y otra vez, no merecía ser tratado así, no era una mala persona.
- Renji... Renji – dijo Aizen pronunciando mi nombre casi con asco – no esperé volver a verte por aquí ¿No estaba tu capitán ayudándote? – me preguntó.
- Está ocupado.
- Eso no es lo que dicen, me ha llegado rumores de que ya ni siquiera perteneces a los shinigamis ¿Te han exiliado? No era buen follarte a tu capitán – me dijo con ironía.
- No me hables de quien se follaba a quien siendo capitán – le dije por los rumores que yo también había oído cuando él estaba en su escuadrón – no eras un santito y todos lo sabían.
- Puede... pero a mí jamás se me ocurrió follarme a un noble y mucho menos al Kuchiki – me echó en cara.
- Peor para ti – le dije – tú te lo perdiste, tampoco se habría fijado mi capitán en ti, tiene más clase para elegir que follarse a un traidor como tú.
- ¿Clase? – me preguntó riéndose – sólo eres un chucho mugriento del Rukongai, un shinigami que no sabía dónde estaba su sitio. Supongo que Byakuya ya no es ese hombre tan noble y orgulloso que solía ser, sólo es un imbécil más que cayó en las garras de un doncel como tú.
- No vuelvas a insultarle – le grité intentando alcanzarle, pero volvieron a sentarme en la silla con fuerza.
- No he acabado Renji... porque encima... no llegaste a estar conforme que tuviste que quedarte embarazado de él.
Miré hacia Grimmjow en el suelo convulsionándose por la paliza que le habían dado y supuse, que le habían sacado la información a él, pero no supe ni siquiera cómo se la habían podido sacar, porque no creía que Grimmjow hablase, quizá Aizen había hecho cosas mucho peores para poder acceder a la información, pero lo que tenía claro... es que yo estaba perdido.
Mi jefe me miraba con una gran sonrisa en la boca mientras Aizen iba hablando, hasta llegó a contarme como pensaba destrozar a los shinigamis, yo no entendía el motivo por el que quería vernos muertos a la mayoría, supongo que me lo explicó, pero yo pasé de sus palabras, no era él lo más importante en mi vida y no debió sentarle muy bien cuando me vio ignorarle, porque me abofeteó con tal fuerza, que mi labio sangró, pero no sólo eso, detrás del primer golpe vino otro y otro más... yo sólo esperaba que el niño estuviera bien, por suerte, no me habían pegado en el vientre aunque a mí me dolía todo el cuerpo, pero más me preocupaba Grimmjow en el suelo.
Sólo escuché a Grimmjow una vez quejarse e insultar y fue cuando entró por la puerta otro espada, uno al que llamaron Szayelaporro Granz. No me gustó nada ni la intervención de Grimmjow a quien le cerraron la boca de una patada ni la pinta de científico macabro que tenía y es que yo ya había tenido bastante de científicos, ya teníamos al loco de Mayuri en la sociedad de almas y siempre estaba buscando cosas nuevas.
Se acercó hasta mí preguntándoles si era yo el nuevo sujeto en quien iban a probar la nueva sustancia y eso me asustó, no quería que metieran nada en mi cuerpo más que nada porque viniendo de ellos no podía ser bueno, pero no tuve oportunidad de quejarme. Intenté levantarme de la silla para marcharme, para defenderme o hacer algo para que no me inyectasen eso, pero no hubo forma, me retuvieron entre los vigilantes de seguridad y noté el pinchazo en mi cuello.
Caí al suelo retorciéndome del dolor y pude ver a Grimmjow a mi lado intentando hablar, intentando preguntarme si estaba bien, intentando luchar contra ellos para sacarme de aquí, pero era imposible para los dos. A él se lo llevaron antes que a mí tras explicarle lo que me habían inyectado y ahora todo empezaba a tener sentido para mí, todo lo de las desapariciones del club... veneno, me estaban matando lentamente y dolorosamente, me mataban con veneno, lo inyectaban y te tiraban a la calle como a un perro para que murieses solo.
No fui diferente a los demás a los que les habían hecho esto pero yo sólo pensaba en una cosa... necesitaba un médico para mi bebé, no podía permitir que el veneno se expandiese y le afectase también a él, aunque por lo que habían dejado caer, era su nuevo proyecto, no había cura aún para este veneno, así que lo único en que podía pensar, es en que me estaba muriendo, en que perdería a mi hijo por culpa de esto y me sentí aún peor, no quería perder a mi hijo, no quería que Byakuya no pudiera conocer la verdad, que iba a ser padre, que me estaban matando, que atentaban contra su hijo, porque de una cosa estaba seguro, si Byakuya se enteraba de esto, sería el primero en destrozar y asesinar de las peores formas posibles a todo el que le hubiera hecho daño a su hijo.
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