Vacío al alma
Frunció el ceño pensativa, a sus ojos había una gran variedad de flores, mordió su labio inferior con nerviosismo. Decidir entre un ramo de la selección presente era un martirio, y si tomamos en cuenta el hecho de que su conocimiento de ellas era nulo...necesitaría de mucha suerte sí querría conseguir la correcta por ella misma
Un toque a su hombro la devolvió a la realidad, giró su rostro para ver quién era la persona, lo que vio fue la sonrisa dulce de la florista quien la miraba con un toque de diversión.
—¿Problemas en su decisión?—sonrió, apenada para rascar su mejilla derecha.
—Hay tantas que el solo hecho de elegir una me abruma...—como si hubiera llegado la navidad el rostro de la mujer se iluminó, aplaudió levemente para sonreírle con más júbilo
—De ser así entonces déjamelo a mí—se acercó al mostrador donde estaban las muestras, deslizó su mano acariciando los pétalos de algunas rosas.
—Cada flor tiene un significado especial, no importa si es pequeño...—entonó suave para girar su rostro mirando con un poco de seriedad—¿Que buscas transmitir exactamente?
—Alguien importante para mí está en el hospital esperando para operarse, quería regalarle algo para demostrar mi apoyo...—ante la información la dependiente tarareo en afirmación para tomar unas rosas a la derecha, dichas rosas eran de color amarillo. Luego de atarlas y envolverlas en un ramo las extendió hasta ella con una sonrisa de oreja a oreja
—En el lenguaje de las flores las rosas amarillas siempre han sido símbolo de muestra de amor y preocupación genuina hacia una pronta recuperación.—dijo con elocuencia y sus ojos tomaron un brillo suspicaz—Recomendaría otras más, pero siento que deseas darle algo más simple y sincero, así que las rosas son la mejor opción~
Sonriendo tomó el ramo con sumo cuidado
—Normalmente te cobraría el precio completo pero te daré un descuento de 10%—Mei miró confundida a la empleada.
—¿No sería algo raro dar descuentos así de fácil a clientes primerizos?
—Para nada~ al contrario solo haría que las personas vean confiable mi negocio.
Asintió con comprensión para darle el dinero a lo cual sonrió complacida
—No hay palabras que pueda decir para expresar lo agradecida que estoy por la ayuda que me diste—dijo Mei con profunda sinceridad.
—Me alegra haber sido de ayuda...
—Mei, Raiden Mei—dio su nombre viendo que no sabía cómo dirigirse a ella.
—Un nombre muy bonito a mi parecer~
Habiendo obtenido las flores giró su cuerpo rumbo a la puerta, tomó el pomo de la misma no sin antes mirar por última vez a la empleada
—Nunca supe tu nombre...
—Elysia, espero que me llames así la próxima~
Asintiendo por última vez abrió la puerta directo a la calle, el aire de la ciudad revolvió sus hebras azabache donde cerró sus ojos, parpadeó acostumbrándose a la luz para luego mirar a su reloj, faltaba una hora hasta la operación por lo que todavía había tiempo de ir al hospital caminando.
A unas cuadras lejos de la florería su teléfono vibró en su pantalón; confundida tomó el móvil sonriendo con fuerza ante el remitente de la llamada, pulsó el botón colocando su celular en el oído.
—¿Impaciente como siempre, Kiana?—un resoplido se escuchó en el otro lado de la línea, haciéndola reír
—Meiiiii ¿Cuánto falta para que llegues?—la impaciencia se podía notar en su voz, tanto que podía imaginarla dando pequeños brincos en su lugar
—Estaré ahí en unos veinte minutos—la confirmación al parecer la había calmado, pero con ello se afianzó un silencio tenso entre las dos.
—¿Nerviosa por la operación?—preguntó con suavidad mientras detenía sus pasos en un pare peatonal, en espera de la señal para cruzar al otro lado.
—¿N-nerviosa yo? No me hagas reír, no hay nada que pueda hacerme temblar de miedo...
—Kiana
—Ok ok, tal vez estoy un poco nerviosa—admitió con renuencia—pero...
—¿Pero?
"Una vez que sane podré ver el rostro de Mei otra vez...¿Verdad?"
Mei abrió los ojos ante la declaración, mas una sonrisa de felicidad se abrió paso en su rostro
—Por supuesto, hehe—divisó la luz del pare cambiar al verde—Ya debo colgar Kiana.
—Ah bueno, ten cuidado Mei, te veo luego—la llamada finalizó, donde deslizó la pantalla del móvil, alejando la aplicación de registro mientras suspira de forma alegre.
Sin embargo no esperó lo que sucedería en cuestión de segundos...
Por el rabillo del ojo observó acercarse a gran velocidad un camión en movimiento, la expresión de su cara se volvió más temerosa al darse cuenta de que no daría tiempo para siquiera apartarse.
El impacto fue inevitable, la fuerza del camión contra su cuerpo hizo que fuera lanzada hacía unos metros. El ramo de rosas estaba a su lado ensangrentado, a unos centímetros de distancia estaba su propio celular.
Abrió los ojos con pesar, dolor era lo único que parecía registrar en su mente, gritos y más gritos se escuchaban a la lejanía. Trató de enfocar su audición pero fue en vano, si el hecho de que las notas discordantes de sus alaridos eran una molestia hacia ella. Mientras más pasaba los segundos la opresión en su pecho no hacía más que aumentar, la sangre salía libre de sus heridas como agua fluyendo por el río.
La cabeza palpitaba sin parar, por cada segundo que transcurría sentía que su conciencia se iba perdiendo lentamente, el frío recorrió cada fibra de su ser, y el solo hecho de respirar se iba haciendo más doloroso y difícil.
"K-Kiana..."
Intentó, en vano alcanzar el móvil, pero lo único que logró fue pulsar la pantalla con su dedo índice.
Su visión comenzó a volverse borrosa, ya no distinguía las voces a sus alrededores.
Por primera vez sintió la desesperación cernir su corazón. Pero sobre todo...
Sintió profundo pesar y arrepentimiento
Cerró sus ojos, dejando que el abrazo de la muerte la llevará lejos
Destellos de su propia vida aparecieron frente a ella, la mayoría de ellos ligados a aquella chica de cabello blanco y ojos zafiros.
Su primer encuentro en aquella azotea en la escuela secundaria, donde fue el momento en donde sellaron su amistad
Cuando la propia escuela se volvió en su contra al enterarse del crimen que había cometido su padre, la primera vez que fue defendida ferozmente por alguien que solo había convivido unas semanas con ella
La vez en la que intentó suicidarse presa de la presión en ella, la mirada de horror y miedo que vio en aquellos ojos azules solo para convertirse en alivio cuando logró tomarla de la mano.
Miles y miles de momentos que se volvieron su razón de existir.
Un fragmento de memoria sobresalió de los demás, sus ojos se suavizaron al darse cuenta de cuál era.
—¡Hey Mei, mira esos puestos de comida! ¡Creo haber visto uno de udon!—el entusiasmo de Kiana hizo reír a Mei, quién entrelazó su mano con la de la contraria.
—Kiana más despacio—apretó suavemente su mano—por mucho que estés ansiosa, no creo que quieras atropellar a alguien con ese entusiasmo—Kiana la miró con un puchero
—Pero Meiii, si no vamos ahora de seguro se acabar-
Paró en seco, llevó su mano libre a su ojo derecho ante el dolor repentino. Mei a su lado giró su rostro, preocupada.
—¿Kiana...?
La mencionada levantó la vista hacia Mei, donde se quedó shockeada ante la visión borrosa de la figura de la mayor.
La escena cambió, está vez las dos estaban en una habitación de hospital con Kiana acostada en la cama y Mei a su lado sentada.
—Los médicos...dicen que se puede curar, pero necesitó ir a cirugía...
Agarró con fuerza las sábanas donde el temblor se notaba en sus manos, Mei habiendo observado su comportamiento movió su mano hacia su dorso, eso hizo que se calmara.
—¿Mei?
—Estarás bien, se que saldrás perfecta de esa operación.
"Después de todo, Kiana Kaslana no se rinde de los desafíos"
Escuchar su frase en la boca de la pelinegra provocó una sonrisa en Kiana, Mei viendo que había dejado la tristeza a un lado sacó un anillo de su bolsillo.
—Quería dártelo en la cita como obsequio, pero parece que al final tendrá un nuevo significado—dice mientras toma su mano derecha
—Mei...
—Cuando sientas tristeza, recuerda que siempre estaré ahí para apoyarte, no importa si la distancia sea larga o si estemos separadas. Porque así como eres mi rayo de luz entonces yo seré tu luna en el cielo
—Eso fue muy cursi, Mei—pero a pesar de la queja, la sonrisa y las lágrimas de alegría de la Kaslana se mantuvieron en su rostro, denotando sus verdaderos sentimientos.
—Pero soy tu idiota cursi, no acepto devoluciones~
Las dos se rieron al compás donde la imagen se congeló, Mei extendió su dedo tratando de tocar la proyección solo para desaparecer y acoplarse a las otras imágenes.
Miró el celular, lo último que vio fue un mensaje ya escrito en el buzón del email que había sido enviado a su destinatario. Cómo si fuera pétalos de flor el objeto electrónico se desvaneció en el aire, y con ello también su cuerpo comenzó a descomponerse lentamente.
La imagen de una albina sonriente llegó a su mente
Sintió sus mejillas manchadas, la voz falló en intentar emular un solo sonido donde sus manos tocaron se juntaron en un rezó lamentable.
"Adiós...Kiana"
Fue su última oración para desvanecerse como polvo.
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—¿Ya puedo quitarmelo?
—Espera el visto bueno del médico, pequeña
—Pero viejo, la ansiedad me está matando...
—No hay nada malo señor Kaslana, su hija no presenta ningún síntoma negativo ni reacción adversa a los analgésicos ni afectación por el método usado, diría que ya puede quitarse el parch-
—¡Que bien!—antes de dejar que el médico siguiera con su plática la Kaslana menor levantó el susodicho parche para quedarse maravillada ante el paisaje en la ventana.
—Viejo, ¿sabes si Mei ha llegado?
—¿Mei?—Siegfried miró confuso a su hija—Pensé que ella estaría aquí junto a ti
Kiana agarró con fuerza las sábanas, sentía un mal presentimiento
Un estruendo se escuchó afuera sacándola de su ensoñación, exaltados corrieron hacia la puerta abriéndola para presenciar lo que sucedía, el corazón de la ojiazul se desgarró al ver quién era la que estaba en la camilla.
—¿M-mei?—era imposible para ella confundirse, no cuando aquella cabellera cuerva se encontraba postrada sin señales de reaccionar.
La camilla paso rápido hacia el salón de urgencias, en frente de las puertas de la sala estaba Raiden Ryoma, su semblante estaba oscuro escuchando atentamente las palabras del doctor. Kiana preocupada caminó hacia ellos.
Pero era mejor haberse quedado en su lugar
—...Tiene una herida muy grave en el estómago, varios huesos rotos producto del impacto, fisuras en la costilla derecha, y encontramos una herida abierta en el costado derecho de su cabeza—por cada palabra que decía el médico parecía que espinas se clavaban muy hondo en su corazón
—Doctor... dígame la verdad. ¿Que posibilidades tiene mi hija de sobrevivir?—preguntó mientras un leve temblor en su tono se notó afectado por la noticia.
—Señor Ryoma...estaremos trabajando duro para evitar que la señorita Mei decaig-
—Doctor, no me mientas—interrumpió con un tono más desesperado. El hombre frente a él ajustó sus lentes mientras miró al Raiden con empatía
—No tenemos la certeza señor, sin embargo me temo que debemos esperar lo inevitable...
La conversación siguió, pero Kiana ya no tenía los ánimos para escuchar a los dos hombres, sus ojos estaban abiertos obsevando el suelo impotente ante aquella información. Las manos formaron un puño temblando sin parar, sintió el dolor en sus palmas producto de sus uñas, pero la opresión en su pecho ante la noticia era más dolorosa que el dolor físico.
No era verdad; definitivamente Mei no iba a morir, se repitió varias veces tratando de convencerse a sí misma, no obstante, era evidente en lo profundo de su razón que la verdad estaba a sus ojos y oídos.
—¿Pequeña...?—la voz de su padre provocó que levantará su cabeza hacia él, en su rostro notó preocupación de su reacción desvío la mirada hacia un lado
—E-ella se va a recuperar...no hay manera de que caiga...
—Hija...
—Mei es fuerte, no importa el obstáculo ella siempre lograra salir a flote...
—Kiana
—No hay manera de que se rinda tan fácil...
—Kiana—Esta vez el tono fue más fuerte. Sintió un peso en sus hombros, las manos de su padre apretaron con fuerza haciendo que ella mirará hacia su cara, en su rostro las lágrimas comenzaron a salir sin parar.
Siegfried viendo su estado la atrajo hacia un abrazo, Kiana misma no pudo aguantar más y terminó colocando su frente en su pecho, los dedos agarraron la camisa para apretarla con fuerza.
—¿Por qué ella?—su propia voz se quebró mientras escondía más su rostro y el temblor en sus hombros aumentaba—¿De todas las personas por que Mei....?
—No lo sé pequeña...
—Y-yo n-no se que hacer...—sollozos escapaban de sus labios.—M-mei...
Siegfried no dijo nada, solo siguió abrazándola mientras acariciaba su espalda, esperando que su acción logrará calmar su estado angustiado. Si hubiera sido Cecilia; en su lugar encontraría una manera de calmar con palabras a la chica en sus brazos, pero ella no estaba por lo que, solo podía mirar impotente en su propio abrazo a su hija.
Fueron 10 minutos largos, ahora la chica se encontraba en los asientos de la sala - mirando atenta a las puertas - rojo e hinchados estaban sus ojos por las lágrimas derramadas.
Bajo su rostro, sus dedos se movían nerviosos en su regazo denotando su ansiedad. El anillo en su mano derecha fue extraído de su dedo donde abrió los ojos, al ver lo que se encontraba en el interior de él.
"Siempre contigo"
Rechinó los dientes sintiendo la opresión en su corazón volver a atacarla, apretó con fuerza el objeto en su mano. Ahora en aquella sala desolada sentía fuertemente la sensación de asfixia atormentarla, su respiración se volvía tortuosa cada segundo que pasaba.
Cerró los ojos intentando controlar sus latidos erráticos, pero su propio cuerpo no hacía más que rebelarse, como si se burlara de si misma
Vio a Ryoma salir de dónde debía estar Mei siendo operada, las esperanzas se destruyeron al ver su semblante
El nudo en la garganta se volvió más fuerte al contemplar aquella mirada desolada y desgarrada. No había otro significado, ella misma sabía la respuesta.
No sabía que pasó a continuación, su propia mente parecía haberse cerrado. Solo corría y corría sin parar, sus piernas no se detenían bajo ningún contexto, escaló y escaló hasta llegar a la azotea del edificio. Caminó lentamente con la respiración agitada mirando hacia el frente, hacia el cielo despejado.
En algún momento de su vida la vista la habría ayudado a calmar su angustia, ver aquel lienzo azulado con aquellos borrones grises sería suficiente para hacer que olvidará sus penas y sonriera.
Lástima que hoy ese día sería diferente.
Una mano atrapó el tubo que estaba unido al soporte del borde. Agarró con fuerza la viga observando la superficie que la mantenía en tierra. Miles de pensamientos azotaron su mente, muchos de ellos provocaron que su dolor se agravará, pero uno logró calar profundamente en ella.
"Si salto...¿Podré reunirme con Mei?"
La pregunta hacia que ella misma se sintiera ansiosa; no había nada que la atará a este plano, sus padres y hermanas de seguro se sentirían un poco tristes. Tal vez su propia mentora estaría decepcionada por su decisión y sus amigos traicionados
Pero la entenderían...¿Verdad?
A su cerebro llegó en sucesión todos sus momentos con Mei, Kiana no tenía que pensarlo más, la racionalidad la había abandonado desde el momento en que vio a Mei en aquella camilla y ahora que no había nadie que la detuviera la conclusión parecía cada vez más atrayente. Preparándose movió su mano para intentar saltar
Se detuvó al sentir una "mano" tomar la suya, confundida de repente fue "abrazada" desde su espalda. Sus ojos se abrieron girando desde su eje, una vista que no pensó que volvería a ver
Una chica de cabellos azabache mirándola con una forma incorporea, el corazón se apretó sintiendo sus lágrimas volver a inundar sus ojos y descender a sus mejillas.
— M-mei...
La mencionada solo sonrió, por un momento pensó que todo estaba bien, que aquella escena en su mente era producto de su propia imaginación, sin embargo su cuerpo se estaba desvaneciendo en pétalos de flores, alarmando a Kiana quien dejó su lugar en el borde del tejado para ir hacia ella.
—¡Meiiiii!
Mientras más corría sentía que sus propios movimientos eran lentos, el cuerpo de Mei se volvía cada vez más claro. Sus ojos amatista se cerraron y los labios se movieron lentamente hasta formar una frase
"Vive...Kiana"
La mano de Kiana había sido extendida hacia ella, pero era muy tarde, los pétalos de flores llenaron su visión para luego desaparecer y cerrar sus ojos en reflejo. Al abrirlos se encontró la azotea limpia, sin la presencia de la otra chica. Sus rodillas cayeron estrepitosamente al suelo, el brazo extendido volvió a su lugar lentamente, la punzada en su corazón se volvió más dolorosa.
En su conciencia se repetía segundo tras segundo las últimas palabras dichas por Mei, como un mantra extendiéndose en su psique.
¿Vivir?
¿Cómo podría vivir si su propia luna ya no estaba a su lado?
¿Cómo querer seguir en esta vida si su corazón se sentía vacío ante la idea de no tener a Mei a su lado?
Lo único que sabía era que un mundo sin Mei no tenía sentido
Un ruido la despertó de sus pensamientos tormentosos, con temblor alcanzó su móvil desbloqueando la pantalla. Sus ojos zafiros temblaron
"Te amo"
Era el mensaje de Mei hacia ella, como si eso hubiera derramado copa sollozos abandonaron sus labios, sus manos agarraron con fuerza el aparato tecnológico donde lo llevo hasta donde estaría su corazón. Lloró desbordando todo su dolor y su tristeza, el único testigo era el vástago horizonte y la brisa fresca de la tarde revolver sus cabellos con suavidad.
Cuando ya no había lágrimas para derramar levantó su cabeza, miró hacia el cielo con miles de emociones a flote en su rostro.
Dolía como el infierno, dolía pensar que ya no volvería a ver aquella sonrisa y aquellos ojos amatista que calentaba su alma, no volver a escuchar su voz clamar su nombre ni sentir aquellas manos acariciar su piel y abrazarlas. Dolía pensar que ya no sentiría el calor de su cuerpo.
La sensación de saltar a través de la azotea todavía persistía...pero las últimas palabras de la pelinegra provocó que abandonará cualquier idea referente al suicidio.
Mordió su labio inferior mientras limpiaba sus ojos eliminando los pocos rastros de sus lágrimas, levantándose de su posición hizo una promesa.
La promesa de vivir no por ella, sino por Mei, quien no querría que ella destruyera su vida de esa manera. No importa cuántos años tomará, mantendría sus palabras como su propio mantra hasta que la muerte la reclamará.
Solo así podría reunirse con ella.
"Porque una Kalsana siempre cumple sus promesas"
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