La primera cita
Eran días fríos cuando mi sobrina, Pebbles; llegó a nuestra vida. Pocos días antes de Navidad y Año Nuevo.
Cuando la vi, era la cosa más tierna que había visto. Parecía una muñeca de porcelana y de nuevo pensé que las creaciones de Dios eran perfectas.
Reflexioné un poco sobre el asunto. El doctor se acercó a mí para recordarme que en el mes de marzo sería mi inseminación y yo no tenía ninguna duda de que quería hacerlo. Moría por tener a mi bebé en mis brazos como lo hizo mi hermana y ahora mi cuñada.
Pensaba que la vida nos regalaría mucho momentos juntos; que nuestros hijos o hijas crecerían siendo como hermanos y que se tendrían el uno al otro. Me paseé por el hospital viendo al rededor. Y vi diferentes escenarios.
Madres con muchos hijos, madres solteras, madres que no soportan a sus hijos, madres jóvenes, madres de edad mayor. Nunca sabemos qué tipo de madres vamos a ser. Posiblemente lo descubrimos una vez que sabemos que tipo de hijos tendremos. De repente vibra mi teléfono; un mensaje de What's App.
Hola
Excelente viernes
Y ¿Ya sonreíste hoy? -escribió Antero en What's app.
-De hecho si. Al parecer hoy tengo más de una razón para sonreír -respondí.
-¿Te sientes mejor cierto? Después de poder decirle adiós a Yefua.
-Si. Tenias razón.
-Ya lo sabes. Es que soy Tauro.
-¡YA BASTA!
-¿Podemos vernos hoy? -preguntó Antero.
-Estoy en el hospital.
Inmediatamente recibo la llamada de Antero entrando a mi celular.
-¿Qué te pasó? -preguntó asustado.
-Nació mi sobrina -reí a medias de decirlo.
-Ya veo ¿Y cómo crees que sea? ¿Se ve latosa?
-Es recién nacida así que pienso que se ve dormilona
-¿Sabes? Aunque no es tan mi sueño como el tuyo, también me imagino siendo padre. Me encantaría tener una niña.
-¿Y tú cómo crees que sea?
-Seguramente callada como su papá
-¿Qué te gustaría tener a ti? -pregunta curioso.
-Dicen que en mi familia hay una maldición gitana; y que todos los primogénitos serán mujeres.
-¿Tú crees en eso?
-Yo que sé. Yo creo en muchas cosas. Pero al final si es niña o es niño me da lo mismo. Por cualquier cosa, ya tengo el nombre de la niña preparado.
-¿Cómo se llamará?
-Makayla Margoth.
-Suena muy rimbombante. Me gusta el nombre de Lovissa. Podría ser Lovissa Margoth.
Puse una mueca de desagrado frente al teléfono. "¿Quién se cree que es para cambiarle el nombre a mis hijos?", me pregunté. Y después, el viento me trajo la respuesta.
-¿Y si es niño? -pregunté.
-Bueno, podría llamarse como yo. Sería Antero Valo segundo.
-Suena a que no tenemos muchas ideas para un niño.
-Tienes razón. Supongo que tu universo podría decirnos como ponerle. Yo no creo en las casualidades. Como no creo que fue casualidad encontrarte. Y es que si en algún momento pierdo la cabeza, espero que sea por unos ojos así. Esos lindos ojos de una loca como yo, entre tantos cuerdos.
Comenzamos a reír.
-¿De verdad te gustaría que fuera más amoroso? -interrumpió.
-Sería lindo sin llegar a cierto exceso.
-De acuerdo. Lo intentaré, pero no te prometo nada -respondió-. Además yo soy la persona que se preocupa por ti, en saber cómo estás, en mostrarte que cuentas conmigo; creo que esas son las palabras de amor más bonitas que te puedo decir ¿No crees?
-Por favor, deja de tener la razón por una vez -dije fastidiada-. Cambiando un poco el tema ¿Trabajaste hoy?
-Claro. Hoy me toco trabajar en las carnitas de cerdo. Hay una parte pegajosa que sabe muy bien pero es muy grasosa.
-Andas conociendo todo lo que México tiene para ofrecer.
-Yo conocí todo lo que México podía ofrecer cuando te conocí a ti.
Hubo un silencio y posteriormente me ganó la risa.
-¿De qué te ríes ahora? -preguntó intentando contener su risa- ¿No eras tú quien quería más amor de mi parte?
-El problema ahora es creerte -comenté entre risas.
-Bueno, Te dejó disfrutar de tu sobrina. Espero mañana podamos salir. Te parece si nos vemos en el centro de la ciudad a las cuatro de la tarde.
-Suena a que es una cita.
-Porque es una cita -contestó dejándome muda.
Tras colgar el teléfono decidí seguir imaginando. Dicen que nada perdemos por soñar. Y me preguntaba, si Antero y yo tuviéramos un fruto; que tipo de fruto sería. Él tan frío, yo tan dulce. Tal vez tendríamos una sandía. Me preguntaba si estaría tan loco o loca como su padre y madre. Una personita muy honesta quizá. Tal vez alguien a quién le gusten los idiomas o cocinar. La verdad es que, son esas las sorpresas que nos da la vida. Jamás podremos adivinar cómo será nuestro fruto, pero imaginarlo; siempre será como un dulce algodón de azúcar.
Durante el tiempo en que mi cuñada había dado a luz, se había quedado en casa de mi madre a vivir. A veces las visitaba; pero al día siguiente de que nació, yo estaba comprometida de salir a dar una vuelta. De nuevo regresaban a mí las ganas de confiar en la gente. Decidí escribir otra carta de nuevo para Antero antes de salir con él; aunque cuando regrese igual volví a escribir.
Nunca me había sentido tan inspirada antes. Tal vez eran sus ojos, su cabello, o su perfume. Jamás lo he sabido a ciencia exacta. Pero con él, todos esos mitos sobre el amor cobraban sentido.
Así que aproveche para ponerme mi mejor ropa abrigadora y partí con rumbo a mi destino; el cual en ese momento, era desconocido para mí. Antero me esperaba en medio de la isla de comida. Llevaba unas botas ronqueras puestas; y como siempre, su vestuario eran colores oscuros. Un pantalón de mezclilla negro y una playera color vino. Una chamarra de cuero que hacía juego color negro.
-¿Tienes mucho esperando ? -pregunté acercándome.
-No, pero preferí llegar temprano a dejarte esperando por mi. Mi madre suele decir que los príncipes y los reyes siempre llegan temprano.
-Soy fan de tu mamá.
Antero y yo comenzamos a avanzar, sin rumbo. Caminamos por todas las calles del centro mientras platicábamos.
-¿Cómo es tu familia? -preguntó.
-Ahora mismo somos muchos. Mi mamá y yo; Mi hermano, su bebé, su esposa; Mi hermana, si hija y su esposo.
-Vaya que son muchos.
-¿Que hay de la tuya?
-Ya te conté parte de la verdad. Estoy aquí porque mi familia se mudó a Brasil. Mi hermano conoció a su esposa en Mexico, ambos estaban de intercambio estudiando en Monterey. Mi mamá no es precisamente madre soltera, pero mi papá nunca vivió con nosotros durante mi infancia. Entonces mi mamá está divorciada y puede hacer lo que quiera. Decidió venirse a Latinoamérica con mi hermano. Intentaron convencerme de venir a vivir aquí...
-Ya veo, suena complicado.
-No quiero mentirte -sonrió nervioso-, pero yo nunca me iría de Finlandia. Allá se vive muy bien y dejar Finlandia por una aventura que no se sabe a donde llevará; no es precisamente mi estilo. Me gusta más analizar todo. Así que acepte venir aquí, como si viniera de gira gastronómica. Tomar lo mejor de cada lugar que me deje trabajar y llevármelo a Finlandia. Quisiera abrir un restaurante o un bar algún día. Inicie mi viaje en Brasil, luego fui a chile, y finalmente llegué aquí.
-Ese es un gran sueño...
-¿Tú tienes sueños?
-Quiero se mamá. Y estoy próxima a embarazarme.
-¿Por qué? ¿Cómo? -preguntó con sorpresa.
-Inseminación. Porque es mi sueño -respondí cortante; pues había entendido que no todos estarían de acuerdo con mi decisión.
-Ya veo. Bueno, supongo que debes de hacer lo que tú creas necesario para cumplir tus sueños.
-¿No crees que es estupido?
-No. Todos tenemos derecho a tener el sueño que queramos. Seguramente mucha gente dirá que estupido o imposible. Pero al final del día, seguirá siendo nuestro sueño. La gente no tiene nada que opinar al respecto.
Antero a diferencia de todos los hombres que había conocido se dedicaba a observar y analizar. Él simplemente observaba y oía; para posteriormente sacar conclusiones. Yo pienso que a veces escuchaba cosas que no le parecían; y aún así, también las escuchaba. Pero antes de dar un punto de vista, analizaba lo que había observado u oído; y posteriormente decía su opinión de forma franca.
-¿Y tú nombre es muy común en Finlandia?
-No diría que tanto. El nombre más común es Mikko. Tengo como 15 conocidos llamados así.
-¿Y tú apellido?
-Mi apellido... no tengo idea si es finlandés. Pero soy el único que conozco que tiene este apellido. En Finlandia puedes tener dos apellidos o puedes tener uno. También se puede escoger el del padre o la madre. Somos muy flexibles.
-¿En tu caso?
-Soy Antero Valo. Sólo tengo un nombre y el apellido es de mi padre.
Antero y yo encontramos un café donde sentarnos. Pedimos unos cafés calientes para disfrutar del clima de invierno que por fin había en mi ciudad. A nuestros cafés les pusieron una forma de corazón en la espuma. Antero vio el detalle y sonrió. Posteriormente, comenzó a sorber su café lentamente. Era callado, serio, misterioso y varonil; alguien digno de belleza.
-¿Eres muy callado o todos los finlandeses lo son? -pregunté.
-La verdad es que soy demasiado amistoso y parlanchín, como para ser finlandés.
-Ustedes si que están hechos de hielo entonces.
-A ti siempre te veo hablando. Y cuando no estás hablando estás escuchando música. Incluso escuché que cantabas el otro día en el baño mientras te duchabas.
-Hago mis intentos de canto -respondí con la cara roja- ¿Tú no cantas?
-Claro. Me gusta el karaoke. Pero ciertamente, los finlandeses preferimos el silencio. Por ejemplo, cuando vamos al sauna; sólo escuchamos el agua caer y estamos ahí pensando mientras sentimos el calor.
-¿Por qué no escuchas música?
-Porque estar ahí, es estar con uno mismo. Y cuando entras con más personas puedes platicar de tu día a día. Ustedes por otro lado pueden estar juntos y sin embargo estar todo el tiempo en el celular.
-Odio eso -interrumpí molesta.
-También yo. Pero nosotros en Finlandia intentamos ser sociables en nuestro día a día. Deberías considerar vivir en Finlandia. Estoy seguro que a alguien como tú, le gustaría.
-No lo dudo. He visto fotos y a veces parece que son ediciones.
-Los paisajes de Finlandia son indescriptibles y ni siquiera las imágenes de alta definición logran captar su belleza. Podríamos ir algún día si gustas. De paso podrías quedarte -sonrió como si hubiera hecho una travesura.
-¿Te llevarás a Nipsu?
-Claro, no me gustaría que estuviera aquí. Además, me hace falta una mascota ya que no tendré familia en Finlandia. Por favor, no menciones lo de mi familia. Me molesta que la gente aparente lastima por mí. La verdad es que no me gusta hablar al respecto.
-Está bien. Aunque tal vez deberías considerar quedarte aquí.
-Lo haría tal vez, si tuviera una razón.
Entonces él me miró, su mirada atravesó mi piel. Fue un par de segundos y después cambió su mirada de dirección.
-¿Patinas? -preguntó de repente.
-¿Sobre hielo? -respondí viendo hacia la pista de hielo que habían puesto a mitad del zócalo; justo donde había colocado su mirada.
-Es una lastima que no haya traído mis patines. Vamos a patinar después del café -sugirió.
-¿Sabes hacerlo?
-Claro. Siempre fui parte del equipo de hockey en la escuela hasta graduarme. Me llevaban a campionatos. Incluso tengo algunas fotos a la mano.
-Aquí nadie juega hockey. Y no, no sé patinar.
-Perfecto. Entonces, te enseñaré -dijo animado.
Tras terminar el café y platicar un poco más sobre su hermosa Finlandia; Antero me tomó de la mano. Ambos caminamos hacia la pista de hielo. Pedimos unos patines, que por supuesto, seguramente muchas personas habían usado antes. En cuanto toqué el piso se hielo sentí que caería; congelándome en mi lugar. Me aferré a la barra de la esquina con todas mis fuerzas intentando no moverme. En cuanto él piso el hielo, parecía que caminaba sobre pavimento; se movía sobre él con naturalidad.
-Debes soltarte de la barra.
-Voy a caer.
-Voy a sostenerte.
-Entonces vamos a caer los dos -dije riendo.
-No caerás. Toma de mis manos.
Antero me tomó fuertemente, mientras me veía fijamente y me alejaba de mi zona de seguridad: la barra.
-Confía en mí. No te dejare caer mientras sostengas mis manos.
Sus palabras eran dulces manjares que salían de su boca. Posiblemente, nunca antes, me había sentido tan segura.
Una vez que pudo ponerme de pie y tenerme sostenida me agarro de la cintura y comenzó a patinar ayudándome y mostrándome como se hacía. Primero, fue lentamente y después un poco más rápido. La gente nos veía como si fuéramos una telenovela romántica. Pero sólo éramos amigos. En una ocasión dimos una vuelta y quedamos uno frente al otro; pero Antero suele sólo besar con la nariz como si fuera un esquimal. A su lado me sentía en Finlandia, y es que parecía que el universo incluso hizo lo posible por regalarnos esa atmósfera. Entre el frío que había en México, la neblina y las granizadas; México dejó de parecer México. Sin embargo, ya que Antero me había mostrado algo de su mundo; decidí mostrarle el mío. Lo tomé de la mano en cuanto salimos de la pista y lo llevé al bar karaoke con mejor ambiente en toda mi ciudad. Antero se veía muy emocionado desde que estaba afuera del lugar.
-¿Sabias que en Finlandia la gente no baila?
-¿De verdad?
-En las fiestas uno va a platicar y a comer. Pero en mi caso, si me gusta bailar. Soy el loco del pueblo, cuidado.
Sonreí -Somos los locos de nuestros pueblos.
-Me muero por entrar a este lugar. Creo que no hay lugares así donde vivo. O tal vez si pero nunca he ido porque no conozco a nadie que tenga gustos como yo -Volteó a verme, y permaneció pensativo mientras sonreía.
-¿Qué pasa? -pregunté.
-Nada -dijo moviendo los hombros y negando con la cabeza, posteriormente la agachó junto con su mirada-, será mejor ir entrando.
Antero tomó mi mano y caminamos rápidamente adentro de bar karaoke donde había suficiente espacio para bailar. No lo dudamos desde que vimos ese letrero lleno de notas musicales. La gente estaba cantando aquella cumbia, que se llamaba "Que nadie sepa mi sufrir" y algunos más bailaban cerca de su lugar.
A pesar de no estar tomada del todo, y Antero tampoco; nos sentíamos contentos al estar ahí y bailamos sin exceso. De repente empieza a sonar una canción infantil llamada "Baila sin cesar".
-Esa canción es un juego de palabras ¿Verdad? -pregunta observando el espectáculo.
-En realidad, sólo es una canción infantil, pero es muy buena. Me siento muy contenta de estar aquí.
-Me gusta verte contenta.
-Me gusta verte contento; hasta quiere salir en ti una pequeña sonrisa de monalisa -digo burlándome a lo que él sólo sonríe.
-¿Vamos a cantar ? -pregunta finalmente.
-Claro ¿Qué canción te sabes?
-Más bien ¿Qué canción te sabes tú? -cruzó los brazos y arqueó las cejas.
-Yo se canciones en finlandés. Me gusta el grupo PMMP es mi favorito.
-Es un grupo de chicas, vamos... -refutaba.
De repente comenzaron a fumar cerca de nuestro lugar. Antero alzó la mesa y alejo las sillas del lugar -¡Odio el cigarro! -exclamaba al hacerlo.
-También lo odio. Soy asmática -agregué.
-Perfecto. Así nunca habrá humo de cigarro cerca de nosotros.
-¡Mira! -grité- Está vacío, vamos a cantar.
-¿Qué canción? -preguntó mientras yo lo jalaba hacia el escenario.
Le susurré una canción al encargado mientras Antero subía. Su rostro estaba nervioso y también quería reír de nervios. Pero su mirada no le ayuda y se veía más ansioso que de costumbre. Tras varias repeticiones de la canción al DJ, por fin logra encontrarla; así que me dispuse a subir al escenario.
-¡Te la he puesto fácil! -exclamé viendo a Antero.
En el ambiente se observó cómo se apagaron las luces y prenden algunas más moradas y azules. Comienza a sonar la canción "Tässä ëlämä on" de PMMP. La cual como no se encontraba en karaoke; se reproduce con video en la parte de atrás del escenario. Comencé a contonearme frente al micrófono y empecé a cantar la primera parte de la canción, siendo la voz de Mira. Después comenzó a cantar Antero siendo la segunda voz. Ambos estábamos meneándonos mientras cantamos esa canción. Él me vio sorprendido al escuchar que yo sabía la letra la canción, y yo lo volteé a ver contenta al ver que él estaba disfrutando de la canción a mi lado. La gente no entendía ni una palabra; pero de sólo ver nuestra energía, se empezaron a mover también. México es empatico con los extranjeros y posiblemente eso ayudó también.
Tras haber cantado nuestra canción, y tras muchos aplausos volvimos a nuestra mesa; terminamos nuestra bebida y salimos. Caminamos hacia el zócalo de la ciudad; todo estaba cerrado, oscuro y frío. Lo que para los locos, es el clima perfecto para el amor.
Pero tal vez no estábamos preparados. Sólo teníamos esa emoción que con los años se pierde y que una vez que son una pareja deja de existir. Tal vez éramos demasiado egoístas para dejarla salir. Éramos demasiado infantiles para aceptar pérdidas. Y quizá, sólo teníamos miedo, a saber que nada dura para siempre. Que cambiaríamos y tomaríamos distintos rumbos cuanto nuestro destino decida qué así debe ser.
Tal vez era una combinación de todo aquello que se reflejaba en el piso húmedo por donde cambiábamos. Lo único que sé, es que ver sus ojos azules; hacían que la ciudad se iluminara para mí. Y de repente todo cobraba sentido. Era curioso pues, la ciudad en general me daba miedo. No es que México sea el lugar más seguro en la tierra. Pero con Antero, la vida se sentía distinta.
Antes de él, tenía miedo a todo; después de él, no tuve miedo a nada. Antes de él, el tiempo se iba lento; después de él, el tiempo se iba deprisa; y yo odiaba que el tiempo se fuera de prisa cuando estaba con él; era justo ahí que deseaba que el tiempo fuera despacio.
Corríamos agarrados de la mano; caminábamos agarrados de las manos. Y nuestras huellas transparentes que dejábamos en el pavimento, esas invisibles que nunca veremos; sabíamos que se quedarían ahí para siempre.
Y comenzó a llover. Inmediatamente, se quitó esa chamarra negra de cuero que llevaba puesta. La puso sobre mí; cálida y suave. Y caminamos aún más rápido bajo la oscuridad de la noche. Él me vio, con aquellos ojos azules que parecían tener una flor miel dentro de ellos. Justo ahí, cuando su nariz acarició la mía suavemente; de nuevo sentí que estaba viviendo.
Fuimos a su departamento donde nos esperaba Nipsu moviendo rápidamente su cola. Antero era una persona muy abierta. Me mostraba todo lo que tenía que ver con él, yo por otro lado; tras el miedo de mi experiencia no tenía prisa por mostrarle quién era yo. Poco a poco él descubría lo que me gustaba.
Por ejemplo, un dia en la escuela me descubrió dibujando para el libro "Lo qué guarda la oscuridad". En otra ocasión me descubrió escribiendo la parte final del mismo libro. Aquella vez en su departamento miramos hasta quedarnos dormidos "La bella y la bestia". Hablamos de lo lindo que sería vivir en medio del bosque sin vecinos que fastidiaran y al parecer era de esos sueños que sólo Finlandia puede cumplir.
Antero no comprendía por qué a veces me ponía tan nerviosa y tenía miedo a mostrarle mi lado más íntimo. Pero aprovechando que ya había superado mi miedo; sin lágrimas pero con un nudo en la garganta pude contar lo que me paso.
Él me abrazo y me explicó, que ese tipo de cosas podrían pasarte en cualquier lugar del mundo. Que nada justicia a lo que me habían hecho y que lamentaba no haber estado ahí cuando pasó. Me consoló al igual que Pierre, haciéndome sentir menos tonta y menos culpable. Me abrazó a su fuerte pecho de nuevo, haciéndome sentir protegida.
-Pero me alegra que estés aquí -confesó en el abrazo-. Si no estuvieras aquí; posiblemente seguiría pidiendo mi cambio de escuela a escuela para rodar por Latinoamérica. Me diste una razón para buscar una estabilidad en el lugar que menos pensé.
-Yo habría preferido nunca haberme ido a Europa... -comenté riendo pero con lágrimas intentando salir.
-No digas eso. Esa experiencia seguro te trabajo algo bueno. Gracias a eso aprendiste algo. Ahora sólo debes superarlo y seguir. Esa gente recibirá su merecido tarde o temprano. No tienes por qué preocuparte por ellos nunca más.
Justo entonces me percaté de que estaba sonando la canción de "Miss you" de la banda Blink 182. Parecía que algún vecino la había puesto a todo volumen. Pero parecía encajar tan bien al vernos a los ojos.
"No pierdas tu tiempo conmigo cariño, tú ya eres la voz dentro de mi cabeza".
Aquel abrazo parecía eterno y lleno de calor ante el frío invierno que atravesábamos. Y después de muchos años, dejé de sentirme sola. Pues mi soledad, estaba siendo abrazada como nunca antes.
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