Epílogo
Era un día de diciembre y estaba todo cubierto de nieve. En las noticias habían notificado que nadie debía salir de su casa. Por suerte, la casa de la familia Valo contaba con chimenea y calefacción. La familia de enfrente, a la cual suelen llamar "Familia Wilson" tenía sus luces apagadas y sólo se encontraba prendida la que estaba ubicada a en su cocina.
Se escuchó que se abrió la puerta e inmediatamente, las orejas de la señora Valo se movieron como si fueran las de un perro. Se comenzaron a escuchar unas pisadas sobre la densa nieve y la nevada no cesa. No se trataban sólo de las pisadas de aquella pequeña niña que vivía frente a su casa, Ruth Wilson; sino también las de su valiente cachorra, Guinesse, que la acompañaba a cruzar el camino de tierra al que se refieren como calle.
La señora Valo sabía que Ruth venía de visita a ver a Risto y que posiblemente, más tarde, llegaría su otro amigo, Lauri; en cualquier momento. Caminó hacia la puerta, preguntándose por qué los padres de esos niños no se hacían cargo de ellos.
Risto estaba frente a la chimenea intentando calentarse poniendo sus manos frente al fuego.
-Ruth ¡Qué sorpresa! -dijo la señora Valo abriendo la puerta, intentando aparentar asombro.
-Hola, señora Valo. Mi mamá se ha quedado dormida y me preguntaba si podía estar aquí un rato. Hace mucho frío en nuestra casa.
-¿No tienen calefacción? -preguntó la señora Valo espantada.
-No, pero tenemos chimenea y mi abuelito corto suficiente leña para estos días de nevada. Sin embargo, sé que su casa es mucho más caliente que la mía -Ruth asomaba su mirada hacia Risto viéndolo sólo desde su espalda.
-Pasa... -sonrió la señora Valo, sabiendo lo que esa mirada significaba-. Espero tu madre no se moleste cuando despierte.
Ruth caminó hacia la chimenea y se sentó a un lado de Risto en la misma posición. Puso sus manos hacia la chimenea. Este la vio seriamente y dio un gran suspiro hacia la chimea con su cara seria. Guinesse también entra a la casa, y la señora Valo le prepara algunos restos de comida que tiene en el refrigerador para que se alimente.
-¿Viene Lauri? -preguntó Risto con cierto cansancio.
-Espero que no, está nevando mucho y puede ser peligroso -respondió Ruth- ¿Por qué estás tan serio hoy?
-Se ha metido una rata a la casa. O tal vez es un ratón; soy el hombre de la casa ahora así que tengo que buscarlo y matarlo.
-Podemos pedirle a Guinesse que lo busque.
-No creo que tú perra pueda. Es sólo una cachorra. Si Nipsu y Lizzie estuvieran aquí...
-¿Quiénes son?
-Unos perros que teníamos antes...
De nuevo sonó en la puerta unos golpes pequeños. Risto y Ruth voltean a ver con algo de curiosidad; y las opciones de visitas cada vez disminuyen más. La señora Valo se apresura a abrir la puerta encontrando a Lauri cubierto de nieve y su pelo se encuentra totalmente congelado.
-¿Ustedes no saben que es quedarse en casa verdad? -pregunta la señora Valo.
Lauri sólo negó con la cabeza mientras moría de frío e intentaba calentarse los brazos con sus manos. Su cuerpo temblaba de frío y caminó meneándose hacia la chimenea. Risto de nuevo no hizo ni un gesto y Ruth lo recibió con una gran sonrisa haciéndole un espacio en medio de ambos.
-No debiste salir de casa -menciona Risto-, el señor del clima ha dicho que está nevada es peligrosa.
-¿Lauri todos están bien en tu casa? -preguntó la señora Valo a lo lejos.
-Si señora. Estamos con calefacción y nuestra pequeña chimenea, aunque no tenemos tanta leña.
La señora Valo puso cara de molestia sin poder entender porque los amigos de Risto forzosamente quieren pasar todos los días metidos en su casa. Se dirigió a la cocina, resignada; para prepárales un chocolate caliente que comerán con el pan dulce que había sobrado de la noche anterior.
-Lauri -musitó Ruth-, Risto tiene un ratón en casa.
Lauri puso una cara de sorpresa; pero seguía demasiado ocupado intentando descongelarse frente a la chimenea. Risto llevó sus dos manos hacia sus mejillas y se recargó sobre ellas.
-¿Por qué no llaman a un exterminador? Ustedes son ricos... -finalmente dijo Lauri.
-Porque soy el hombre de la casa -insistió Risto-, ese es mi trabajo. Mi papá me dijo que cuidara a mi mamá.
-Podemos intentar hacer una trampa -dijo Lauri.
-¿Cómo? -preguntó Risto sorprendido de la astucia de Lauri.
-Mi abuelita pone trampas de metal. Las habría traído de saber que las necesitabas. Pero si tienes queso y una caja de zapatos podría funcionar.
Los niños pusieron mucha atención a las palabras de Lauri, pues de los tres el era el más sabio de todos.
-Debemos dejar la caja de forma vertical, dentro de ella meteremos un pedazo de comida. De preferencia, debe ser queso. Una vez que esté dentro, nos avalanzaremos sobre el y le pondremos la tapa a la caja. Lo echaremos afuera, y con el frío que hace morirá congelado y no volverá.
-¡Qué buena idea! -dijeron Risto y Ruth con un increíble brillo en los ojos que destellaba como el hielo mismo.
Corrieron por las cosas que necesitaban. La señora Valo estaba concentrada escribiendo y aunque los vio moverse y hacer ruido; sabía que los niños estaban a salvo y que seguramente lo que hacían no era más que una travesura infantil.
Risto tomó un pedazo de queso Gouda que su mamá había reservado para cocinar pizza el fin de semana. Pusieron la caja de tal manera en que el ratón pudiera entrar en esta y se sentaron en aquella pequeña mesa que estaba puesta en la cocina. Subieron sus pies a la silla y esperaron sin hacer un sólo ruido.
A veces susurraban de cansancio, pero su meta era fija. Guinesse se echó a dormir en el piso, esperando junto con los niños. De pronto, de entre las sombras; debajo de la estufa, se acercó aquella pequeña criatura. Una rata color gris y café con una coma alargada y calva color rosa. Ruth la vio y quiso gritar, más Lauri y Risto la detienen tapando su boca.
El roedor siguió caminando despacio hacia el queso. Este se detuvo por un momento y clavó en los niños sus enormes ojos color negro. Ahora erantodos los que querían gritar, pero se muer dieron sus labios, esperando que la rata se metiera en aquella caja que habían diseñado para ser su casa.
La puerta de la cocina se abrió, entró la señora Valo; quien se sorprendio al ver a los chicos tapándole la boca a Ruth mientras mantenían sus ojos bien abiertos y pierden sus bocas. Agachó la mirada y miro al ratón quien también voltea a verla.
La señora Valo comienzó a gritar como histérica mientras da vueltas zapateando en su mismo lugar. Los niños, muertos de miedo, comienzaron a gritar finalmente mientras se suben a las sillas. Gritaron y gritaron mientras miraban al ratón. Por su parte el ratón, comienzó a dar de vueltas en círculos en su lugar, como si estuviera imitando a la señora Valo; incluso se le escucha gritar.
Guinesse despertó y corrió tras el ratón que, a su vez, al verla, quiere salir corriendo. Este se metió dentro de aquella caja de zapatos. Y Risto, Lauri, y Ruth se abalanzan para cerrarla.
-¡AAAAAAH! -siguieron gritando una vez teniendo la caja cerrada con el ratón abierto.
Risto corrió a abrir la puerta y Lauri aviento la caja como si fuera un balón de fútbol. Esta se abrió, y el ratón salió volando.
Su madre comienzó a gritar de nuevo mientras corre a cerrar la puerta. Tras ese suceso, cuando lograr recuperar el aliento y notan sus gargantas raspadas de tanto gritar, comienzan a reír viéndose los unos a los otros.
-Este tipo de cosas, sólo me pasan a mí -dijo la señora Valo.
-Y a mí -dijo Risto.
-Y a mí -dijo Ruth.
-Y a mí -dijo Lauri.
Y la señora Valo supo entonces, que nunca más volvería a estar sola.
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