Capítulo 2. Grecia
Cuando el avión despegó, lo supe...
Sólo hasta entonces me di cuenta que no había vuelta atrás. Vi por la ventanilla al avión elevarse con pánico; sobre las casas y después sobre las nubes. Creo que me aferré con tantas fuerzas al asiento, que incluso se me quedó la tela marcada en las manos. La aeromoza se acercó a mí para ofrecerme ayuda por si no me sentía bien y también me regaló una bebida y una botana que la verdad no me sentía con ánimo de comer. Muchas escenas vinieron a mi me mente de repente, como si gracias al avión recuperara la memoria.
Recordé la primera vez que fui a despedir al Señor V al aeropuerto. También recordé la última en la que me aferré a él con todas mis fuerzas. Recordé incluso su vestimenta y la última vez que nos miramos a los ojos. Mi piel se erizaba y aunque intentaba detener esos pensamientos no dejaban de venir a mi mente; tapaban la vista de las nubes que tenía enfrente. Sin darme cuenta, dejaba de vivir el presente.
Y entonces no volvieron sólo los recuerdos del Señor V. Posteriormente, llegaron los pensamientos de Yefuá. Sus ojos verdes, su sonrisa al verme, y todos los días que pudimos pasar juntos y los que no de igual forma. "Elegiste mal Makayla, elegiste mal y por eso mereces quedarse sin nada", pensé dentro de mí,
En el avión había mucha gente preparada para el largo viaje. Yo jamás había viajado tan lejos y no quería pasar al baño aunque sabía que era inevitable. La gente bajaba para tomar su siguiente vuelo y a veces volvíamos a coincidir. No tenía entretenimiento aparte de la música y mis audífonos; que en algún momento se quedarían sin batería. Cerré los ojos deseando estar anestesiada y así no despertar hasta que fuera necesario.
Rayos, los asientos del avión pueden ser incómodos después de un largo rato de estar sentada. Y entonces lo vi. Ese hermoso momento en el que pasamos de la luz del día a la oscuridad de la noche. Habían pasado ya varias horas y esta era la recompensa. "¿Es demasiado tarde para pedir que me bajen?", me susurré a mí misma.
Era como cuando te subes a esos juegos atemorizantes en las ferias o parques de atracciones. Mis manos sudaban frío y mi corazón latía tan rápido. De nuevo cambiaba de dimensión dejando Makaylandia atrás. El avión seguía avanzando y yo sólo lo veía a través de la pantalla frente a mí acercarse cada vez más a su ciudad de destino mientras me sentía llena adrenalina. No es que Grecia sea un sueño hecho realidad para mí. Así que no me imagino cómo me pondría de poder volar a Finlandia.
Y entonces volamos sobre la ciudad griega. Era como la habías descrito siempre. Reí incrédula y levemente. No sabes cuanto te odié al ver que era tan bella como siempre la habías descrito. Ver la ciudad desde arriba sólo me hacía pensar en ti. La vi a ella, a esa bella ciudad y efectivamente te vi a ti. Comprendí por qué amabas tanto tu tierra. Comprendí tu orgullo griego y esa forma de ser que tanto odiaba.
La bandera de Grecia de agitaba con el viento. Hermosa bandera color azul con blanco, y de nuevo te vi en ella. Me preguntaba si tú me veías a mí en artículos mexicanos; y odiaba pensar que no fuera así. Cuando yo llegué a la ciudad, la mañana recién empezaba aunque para mí que había elegido mal el horario; porque yo moría de sueño por el cansancio del viaje.
Apenas bajé del autobús y sienta el aire de Grecia frío, ya que era invierno. Sentía que las piernas me temblaban por la emoción y el miedo. Se suponía que la escuela mandaría a alguien a recogerme y la verdad no sabía si me querrían dar un recorrido o llevarme directo al hotel, si sería hombre o mujer o si yo querría salir a más lugares.
Caminé hacia el lugar donde se recogen las maletas. Esperando la mía y después de tomarla y revisarla; seguí caminando hacia la entrada y salida del aeropuerto.
Fui viendo a toda la gente al rededor. Lo buscaba entre todo ellos. Esperaba verlo ahí, tal vez con problemas para reconocerlo, pero al final reconocerlo. Entonces justo en la entrada veo a una muchacha joven, con un letrero con mi nombre en él; le muevo la mano y ella medio sonríe; pero no del todo. Parece bastante seria o tal vez yo soy muy alegre.
Ella camina hacia mí, con seriedad y me da la mano.
-Soy Antea. Gusto en conocerte, Makayla. Te guiaré a tu hotel. Descuida, no te será difícil moverte por la ciudad -me dijo y comenzó a caminar.
-Hola, mucho gusto -comenté mientras la seguía.
-La ciudad es prácticamente un museo abierto. Aquí te encontrarás en las calles por donde caminó Sócrates, Platón...
"Blah, blah, blah, para lo mucho que me importa", pienso mientras la sigo escuchando con su tono prepotente.
-¿Entonces habrá un tour? -finalmente interrumpí.
-No conmigo, yo sólo vengo a recogerte. Pon atención. Puedes comprar un boleto de metro para un viaje por un euro, o puedes comprar para todo el día por 2 euros o para cinco días por 5 euros. Te recomiendo comprar por días. El metro te transporta por toda la ciudad. Supongo que no sabes griego...
-Pues...
-Si, ya me lo imaginaba -interrumpió-. Como Atenas es una ciudad turística; el metro está en inglés y en español y pues eres C1 ¿No?
-¡Si! -respondo molesta.
-Pues entonces no tendrás problemas y podrás moverte por la ciudad perfectamente. Nuestra escuela está como a un kilómetro del mar. Supongo que te encanta el mar...
-¡No! -apenas logró decir.
-Qué lastima -comentó barriéndome con la mirada.
Y fuimos calladas el resto del camino como si le hubiera faltado al respeto. Al llegar al hotel, que se encontraba cerca del mar también ella me entregó las llaves de mi habitación. Entró al hotel y comienza a hablar en inglés mientras la ven con rareza.
-Ella es la huésped que se quedará seis meses. Por favor se la encargamos mucho señor Zero -comenta al portero.
El señor Zero media aproximadamente 1.80 y parecía tener al rededor de 50 años.
-Si, estamos informados y encantados -le responde el señor Zero-. Señorita Antea ¿La sacaran de tour hoy?
-Por la tarde vienen por ella. Ya sabe que ella puede entrar y salir las veces que ella lo desee.
No podía evitar ver al rededor de todo y pensar que quería conocerlo todo. Nunca antes creí tener interés por aquella ciudad. Pero, mientras más veía, más ganas tenia de ver todo; incluyendo el mar.
-Bueno, vienen por ti en un par de horas. Si gustas mientras duerme una siesta -explicó despidiéndose.
-¿Cómo se llama la persona que vendrá por mí?
-Nikkos. Él vendrá por ti e irán a ver algunos lugares por aquí. La verdad es que no creo que termines de ver la ciudad en un día; pero si te quedas aquí los seis meses, podrás llenarte de nuestra hermosa cultura.
Ella guiñe el ojo, y se aleja caminando hacia una moto que la esperaba. El joven de la moto me ve y sonríe pícaro. No supe cómo interpretar eso. Pero, desde la primera vez que vi a Antea, tenía esa sensación de que ya nos conocíamos. Había algo en ella sumamente familiar. Es un poco complicado de explicar; no era como un dejavú. Tomé mi maleta y me metí, en el primer piso en la habitación 11, que no tenía vista a ningún lado más que al jardín al lado del hotel. No había alberca y no había bar. Era un hotel cualquiera; modesto y algo hogareño ciertamente.
Me acosté en la cama y al instante me di cuenta que me estaba quedando dormida. Y no pude evitarlo, sólo fue un parpadeo y después, tocaron la puerta. Volteé a ver el reloj de mi celular y ya era hora de irme al tour. Ni siquiera me había cambiado. Esa siesta parecía más un parpadeo que siesta; ni siquiera me había quitado el cansancio.
¡VOY! -grité tras la insistencia de la puerta.
-Señorita Cornejo, han llegado por usted -explicó el señor Zero.
-Por favor avise que me den sólo unos minutos más -comenté desesperada mientras me cambiaba la ropa.
-Está muy mal visto hacer esperar a la gente aquí -respondió.
-Créame, suelo ser puntual ¿Acaso no está mal visto apestar también? -pregunté mientras buscaba mi desodorante.
-Señorita... -insistió.
-Sólo unos minutos -comenté poniéndome un vestido rojo que era lo primero que encontré hasta encima de la maleta y unos aretes con la palabra LOVE. Y mi Tetragrammaton colgando en mi cuello discretamente.
Caminé rápidamente por el pasillo, subí las escaleras que había en la entrada del hotel y ví un joven encima de una moto. Él de me volteó a verme. Era el mismo que había recogido a Antea. Supuse que los griegos estaban más locos de lo que ellos pensaban. Él me sonrió y yo me acerqué.
-¿Entonces tú eres Nikkos? -pregunté.
-Si, disculpa tanto misterio. He venido a recogerte porque...
-¿Por qué?
-El día de hoy iremos a un lugar muy especial.
-Me dijeron que eran varios lugares -dije con cierta molestia y acercándome a él.
-Espero que si -comentó dándome un casco-, sube.
Subí a su moto y arrancó. El joven manejó por la ciudad, era mucho mejor que ir en metro. Podía sentir el aire de Grecia en mi cara y cuerpo.
Veía varios monumentos a lo mejor, en verdad era fascinante estar ahí. Pero, no era del todo tan diferente a México . También había gente tocando música en las calles y camionetas vendiendo fruta. Había bastante ruido, pensé que sería más calmado. Todo estaba lleno de gente y no parecía fácil lograr una buena foto. Moría por ver todo, y al mismo tiempo quería cerrar mis ojos para no ver nada. Pero tal vez, eso fue lo que había hecho todos estos años.
La luz del sol pegaba por todas las calles haciéndolas relucir. Había gente comiendo sobre las calles comiendo afuera de los restaurantes y entonces llegamos a una calle llamada Plaka donde se detuvo y me bajé.
Él voltea a verme y se arranca sin dar explicación alguna. Entré en pánico, no sabía que hacer. No sabía si volvería o no. Sólo lo veía alejarse cada vez más lejos a toda velocidad. Intentaba aparentar que todo estaba bien a los ojos de los desconocidos;?aunque eso eran, desconocidos y no debía importarme.
No sabía griego, pero según entendía; si yo hablaba inglés con eso bastaba así que pensaba buscar ayuda de alguien para volver a mi hotel y después meter una queja en la escuela sobre la poca hospitalidad que tenían sus anfitriones. Apenas entré a ese callejón y te vi a lo lejos.
Estabas sentando en una de las sillas de metal frente a una mesa que parecía de piedra, en un restaurante. Estabas sentado de espaldas y yo me quedé helada. Ni siquiera volteaste a ver atrás pero, te veías ansioso, como esperando algo. Eras tú, Señor V. Medio sonreí y solté una pequeña risa de incredibilidad.
-Dijo que no quería que supieras -dijo Nikkos quien había regresado caminando hacia el mismo lugar donde me había dejado.
-¿Esto lo planeó él? -Le pregunté.
-Debes ser especial para que él quiera hacer todo un circo por ti.
-¿Él sabía que venía? -pregunté casi con lágrimas.
-No sé cómo responder eso. Todos trabajamos en la misma escuela y él vio tu nombre.
Caminé hacia él, dejando a Nikkos parado ahí. Caminé poco a poco mientras mis piernas temblaban y yo sin saber cómo actuar. Él volteo atrás por fin y me vio. Como siempre, seguro de sí mismo. Erguido, frío y con una sonrisa en su cara y un brillo en sus ojos color miel. Se había dejado la barba cual si fuera Santa Clause y su cantidad de cabello era menor. Se levantó de la mesa y caminó hacia mí con esa misma cara.
Se paró a mi lado cuando pase por ahí y siguió caminando a mi lado; por toda aquella calle sin decir una sola palabra mientras sentíamos la caricia del sol. Yo sabía que estabas ahí, desde antes de tocar la tierra. Tanto como tú sabes que yo estoy ahí, incluso cuando sólo es el viento.
Ódiame, ámame, toma todo o déjalo todo. Esa es la intensidad con la que Makayla u Vassilis sienten... y no se puede cambiar.
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