Capítulo 1. Tú ya me conoces
"Tú ya me conoces", suena como un terrible eslogan. Han pasado ya tres años de mi vida desde la ultima vez que me leíste..., probablemente. Déjame ponerte en contexto.
Mi nombre, Makayla Cornejo. Vivo en México,. Cuando inicio mi aventura tenía 28 años, y ahora tengo 31. Antes tenía mi cabello corto, ahora largo. Para mí, es una metáfora de que no sólo creció mi cabello; sino que también crecí yo como mujer.
Conocí al hombre perfecto gracias a Couple, una app de citas. Se trataba de un francés adorable, que estaba de vacaciones en México. Su nombre era Yefuá. Pero cuando cambio de rumbo, se me ocurrió seguir en aquella app de citas y conocí a mi pesadilla más grande; quien también resultó ser quien yo pensaba sería el amor de mi vida. Nada más y nada menos que un griego, al que actualmente sólo nombro como "Señor V".
Cuando Yefuá volvió a Francia, yo no sabía si él quería ser mi pareja o no. Los franceses son muy extraños ¿Sabías que ellos no declaran su amor? Pues no lo hacen. Y bueno, cuando por fin supimos que el sentimiento era mutuo; yo ya había conocido al Señor V y eso no ayudaba.
Cuando Yefuá decidió volver a México para así empezar una vida conmigo... murió. Tuvo un accidente, y no volví a saber nada de él; excepto eso. Se llevó un pedazo de mi corazón con él, y aunque fue difícil de superar su partida; el Señor V me ayudó mucho para poder hacerlo; pero eso, no lo vuelve el héroe de esta historia.
El Señor V era un hombre egeocétrico, vanidoso; y bastante egoísta. Su mayor prioridad era él mismo. No te voy a negar que era un hombre con buen corazón, muy culto también; y que también puede ser bastante inseguro y vulnerable. Pero, hace los berrinches de bebé más grandes que te pueda imaginar viniendo de un hombre adulto de más de 30 años.
Aún así, debo de admitir; que yo le quería de verdad. Y que cuando partió a Grecia, no sólo se llevó un pedazo de mi corazón, más bien; se llevó mi corazón entero con él. Habían pasado un par de años, desde aquel día en el aeropuerto. Parecía fácil vivir con distintos dolores en mi vida; llegar al aula de clases donde trabajo siendo maestra de inglés, sonreír y dejar que mi cerebro hiciera el resto; pero sólo parecía.
Llegó el día en el que olvidé como se escribía el nombre del Señor V. Era "Vasilis o Vassilis" me pregunté al intentar volver a escribir de él. Recordaba a Yefuá, gracias a mi libro "Último Suspiro". Y resultaba que, decidía saltarme las partes del Señor V para permitirle a mi cerebro seguir borrando todo lo que tuviera que ver con él. Al grado que ya no recordaba su historia; la cuál había redactado como un capítulo especial. Cierto es, que nunca te imaginas que una historia de amor pueda quedar en el olvido. Muchas veces pienso que son ese tipo de cosas las que me pasan a mí y sólo a mí.
Pensé que todo seguiría bien. Este tipo de cosas me sigue pasando. Mi cerebro hace un trabajo impecable al protegerme. Al grado que olvidé incluso la razón por la cual te quería; estoy segura que si te quería.
Yefua dejó de doler una vez que logré la aceptación total de que ya no estaba en mi vida ni en la de nadie más. Su nombre y su vida fueron llevados por el viento hacia otro lugar donde pudiera ser libre, donde fuera él mismo. Aún guardo una foto suya; y algunos recuerdos en Facebook de pensamientos que le dediqué. El señor V, por otro lado, aún duele; y no necesita una razón para doler. Pero no duele con tristeza; duele con coraje. Duele al grado que al recordar algunas palabras que intercambiamos siento que es como estampar mi cara contra la pared varias veces.
No volví a saber de él, ni por teléfono, mail o alguna red social. Era como si se hubiera esfumado como la espuma del mar. Justo es que así es él, efímero y bello. Como las rosas en su punto máximo al florecer. Y aunque no estoy segura del por qué es así; estoy segura que lo describo correctamente.
Recuerdo que se acercaban las vacaciones; y por fin tenía ahorros suficientes para salir y conocer el mundo. Un lugar tal vez en Europa. Por su puesto, mi primer lugar en la lista: la bella Finlandia. Había visto distintas partes de Finlandia por documéntales y también había podido hacer amigos en internet que vivían ahí y me mostraban los bellos paisajes de su país. Nada de relaciones a larga distancia, mi objetivo era claro; yo sólo quería conocer Finlandia. Así que con la ayuda de Pierre, había decidido organizar mi viaje para viajar a Finlandia por lo menos dos semanas y conocer una pequeña ciudad llamada Kokkola.
Le había comentado mis maravillosos planes sobre mi búsqueda de superación personal e identidad. Esas ideas que Pierre considera ¡Locas! También había agendado mi proceso de inseminación para cuándo volviera de mis vacaciones. Mi vida había cambiado totalmente. Ya no era la misma chica de cabello corto y cóncavo; ahora mi cabello era tan largo que podía hacerme una trenza con él.
Pierre que era un experto en viajes, preparó mi hospedaje en una casa que se rentaba a los turistas de diferentes regiones incluyendo Finlandia. Me hospedaría con más gente y eso seguí él, me serviría para conocer más amigos. Para este momento de mi vida, yo ya ocupaba el puesto de subdirectora en la escuela de idiomas donde yo solía trabajar como coordinadora. No era mi propia jefa pero tenía un puesto bastante elevado. Sin embargo, la última palabra siempre la tomaba mi aún directora, María.
Y parecía que todo iría bien... pero la vida siempre trae consigo nuevas sorpresas.
¿Alguna vez te ha tocado ver como una flor florece? Sólo he visto documéntales al respecto. Por lo general una mañana amanecen abiertas. Tal vez lo mismo pasa con los seres humanos. Sin darnos cuenta y cuando menos lo esperamos, florecemos. Sigo esperando mi día.
El día en que todo empezó estaba tomando un café en mi casa con Pierre mientras afuera llovía tanto que parecía que se caería el cielo. El cielo se iluminaba con tanto relámpago. Vivía en mi propia casa; la cual estaba llena de goteras por lo que tenía trapos y cubetas por todos lados.
Mi casa no era perfecta; incluso en vez de cortinas, tenia amarradas unas colchas. Y también había una lámpara en medio del pasillo que prendía y apagaba pues nunca había logrado colocarla bien.
-¿Sólo planeas ir a Finlandia? Deberías visitar grandes ciudades como Paris... podría hablar con algunos amigos para que salgan contigo.
-No quiero ir a ver algo que me va a recordar ese capituló de mi vida. Por fin he comprendido que cada persona tendrá su lugar en mi vida y en el caso de Yefua; él está donde debe estar y debe ahí quedarse. Yefua no volverá, y no tiene caso que visite esos lugares sin él.
Pierre puso cara de incrédulo -¿Y Grecia?
-No mencionemos ese país de nuevo... -contesté molesta.
-De acuerdo, pero igual es bueno que sepas que si quieres cambiar de opinión; hay tiempo y tu capital puede rendir.
-De cualquier forma, quiero continuar mi vida sin ellos.
La foto de Yefua siempre estaba puesta en una mesita que tenía en una esquina al final de la sala junto con una veladora que en realidad era una lámpara. Y aclarando las heridas de mi corazón, no conservaba ni una sola foto de Vassilis; en digital o en físico.
El teléfono de la casa sonó repentinamente. Recuerdo que recién acababa de contratarlo una semana antes. Sabía que sólo podía ser del trabajo o de mi familia así que conteste velozmente.
-Makayla, -dijo una voz femenina- soy María; tu directora. Lamento mucho interrumpirte, sé que es fin de semana.
-No se preocupe, directora. Dígame.
-¿Podrías llegar temprano mañana a la escuela?
-Si, claro. ¿Pasa algo?
-Preferiría hablarlo en persona. Por cierto, ya me dijo la coordinadora que estás preparándote para salir de viaje a Europa.
-Si, es el primer viaje de mi vida. Aunque no sé si sólo debería enfocarme en un lugar. He ahorrado bastante para estar lista para este momento...
-¿Qué hay de Grecia?
Si es que tenía música en la cabeza, en ese momento se detuvo. No me gustó su insinuación y tampoco me gustó el lugar. Pierre me volteó a ver extrañado y siguió viendo opciones en mi laptop sobre viajes.
-¿A qué viene eso? -dije entredientes.
-Bueno, tengo una amiga que fue ahí sus últimas vacaciones y hablo maravillas de Atenas. Pero, sólo tómalo en cuenta. Nos vemos -cuelga repentinamente.
¿Saben? No hay nada peor que un adulto actuando como adolescente. Odio los misterios y todo lo que tenga que ver con ellos. Aunque en realidad, he notado que al envejecer no hay mucha diferencia de actitud entre mi yo de antes y mi yo de ahora. La única diferencia que he encontrado hasta ahora es que algunas cosas dejan de importar. Especialmente las que son efímeras.
-¿Agendo hoy? -preguntó Pierre extrañado.
-Mejor no. Algo me dice que debemos esperar un poco. Por ahora debo irme, así que tú también -aclare un poco insinuadora tomando mi abrigo del perchero viejo.
-¿A dónde irás? -preguntó extrañado mientras veía hacia el cielo nublado con promesas de lluvia.
-Este viaje no es lo único que representará un ciclo que se cierra. Debo ver a un viejo amigo.
Él también tomó su abrigo que había colgado atrás de su silla y dejó la computadora prendida en medio de la mesa al verme tan decidida. Con una mirada de extrañeza sólo murmuro "Me gusta esta nueva actitud".
Aún conservaba mi viejo carro rojo. Con un par de golpes más y algunas rayaduras. Lo saque del pequeño espacio de cochera que tenía en mi casa y manejé hacia una plaza comercial que quedaba algo distante a mi casa. En el camino iba hablando con Pierre sobre cómo funcionaban los viajes, mis futuros planes; y lo mucho que había cambiado mi actitud en un par de años.
Lo deje a unas calles de su casa. Bastante cerca como para evitar que la leve lluvia lo mojará. No lo vi llegar a su casa pues mi destino me esperaba. Aunque no lo había comentado con nadie; lo cual pudo haber sido un error muy grande. Ese día estaba destinado para volver a ver a Jonás. Jonás había sido la persona por quien sin querer había iniciado esta última aventura. Pero había algo que él tenía y que no le correspondía y que seguramente el en el fondo sabía que era verdad.
En la parte de atrás de mi carro había una bolsa con una bufanda azul que había tejido a mano; para recuperar mi antigua bufanda roja que nunca encontró un dueño que no fuera yo. Aquella bufanda roja la tejí con la promesa de darla al amor de mi vida; y había cometido un error al dársela a él. Con el tiempo comprendí, que el único amor de mi vida había sido yo.
Al llegar a la plaza y verlo parado, noté en su mirada cosas que jamás había visto antes. No puedo decir que note bondad, o maldad. Tampoco vi fortaleza o debilidad en él. Vi a un niño que en realidad, estaba atrapado dentro de un hombre. Cuando me vio cargando la bolsa, sonrió y me saludo como si fuéramos amigos. Nos sentamos a platicar en aquella banca donde solíamos sentarnos a platicar al ser pareja.
-No quiero hablar de ella -exclamaba cada que mencionaba a su última novia- ¡Qué mala experiencia!
-No quiero saber detalles. Sólo quiero que sepas que lamento que no haya funcionado.
Por un momento él me vio como si lo hubiera ofendido. Y no supe que decir...
-Lamento como terminó todo -finalmente dijo-. Lamento todas las cosas malas que dije. Ese no soy yo... -Suspiró- Jamás había tenido una novia. Tú lo sabes. Tal vez no supe como actuar al final. Lamento todo el daño que te hice y que te lastime.
Cada vez que escuché esas frases deseaba que fueran verdad. Le conozco, lo amé tal como era; y por lo mismo sabía debía escuchar y no sentir.
Jonás tomó la bufanda roja que cargaba dentro de una bolsa de plástico en la cual se la había entregado. Al verla mis ojos se iluminaron. Tomé la bufanda azul e intercambiamos. Abracé aquella bufanda roja, era un tesoro para mí.
Jonás se sorprendió al ver que la bufanda roja para mí era más que un simple objeto. Sonrió, sonrió y no pude deducir que quiso decir con esa sonrisa.
-Huele a humedad -después soltó-. Lo siento mucho. No se por qué pasó -comentó apenado
-¡No puedo creerlo! -solté feliz- Eso no importa. Me alegra recuperarla. Igual la lavaré, eso le quitará el olor.
Quería salir corriendo de ahí, porque la herida de Jonás; al devolverme la bufanda había dejado de doler. Él se colocó la bufanda azul sabiendo que no representaba lo mismo que la bufanda roja; la cual había tejido más de 10 años atrás. Tan larga, tan llena de amor que no debía ser portada por cualquiera.
-Maky, me mudaré de ciudad. No hay nada que me detenga aquí ya -soltó viendo al cielo.
-Entiendo. Entiendo qué está representando este momento para ti; porque para mí también significa decir adiós.
-¿Recuerdas cuando queríamos formar una familia juntos? Cuánto tiempo ha pasado desde entonces -comenté levantándome de la banca-. Cuando pienso hacia atrás se veía muy real.
-Se sentía real -añadió-, incluso le pusimos un nombre a nuestro futuro hijo.
-¡Cómo olvidarlo! -reí discretamente- Ren Risto....
-Pero -interrumpió-, si un día me necesitas, siempre podrás llamarme. No puedo ser tu amigo, pero si me necesitas ahí estaré.
-Tú también sabes donde buscarme -comenté mientras comenzamos a caminar hacia afuera de aquella plaza.
Al llegar al estacionamiento de la plaza nos abrazamos y nos despedimos como si fuéramos amigos aunque ambos sabíamos que no lo éramos. Hubo heridas hechas que jamás debieron hacerse. Hubo cosas que no se hablaron, que posiblemente quedaran para siempre sepultadas. Pero pese al dolor en mi pecho, desde el día que lo deje; siempre supimos que era lo mejor para uno y para el otro.
Al encender mi carro, en el estacionamiento subterráneo; mi felicidad era indescriptible por voltear a tener aquella bufanda roja. Era como una vieja amiga para mí y ciertamente hasta ese momento; sabía que yo debía ser la única portadora de ella. Manejé a casa de mi madre para poder celebrar el baby shower de mi cuñada.
Estaba apunto de volver a ser tía de otra bella niña que formaría parte de mi familia. Las cosas en la vida se acomodan solas. Nunca creí en la gente que lo decía; pero los hechos siempre me cerraban la vista y también sabían cuando abrirmela de asombro. Mi vida parecía mejorar en todos los aspectos. Para este momento de mi vida aún conservaba a mis mascotas y mi nivel de inglés había mejorado bastante.
-¿Ya reservaste tus vacaciones? -preguntó mi madre con algo de burla.
-Aún no... -dije un poco cabizbaja.
Mi mamá es esa persona con quien puedo ser yo misma. A quien siento que no necesito ocultarle nada. Y en el fondo yo creo que ella sabía que estaba cerrando mis ciclos porque estaba aterrorizada a abrir la puerta de mi pasado.
-Mamá ¿Crees que debería ir a Grecia y buscar a... ?
-No sé. Sabes que yo no doy consejos de ese estilo, es tu vida. Pero, si creo que deberías escoger un lugar donde sepas que serás feliz.
-Entonces Finlandia. Finlandia me hace feliz. Y compartiré la casa con más extranjeros. Tal vez conozca a alguien lindo.
-Y si no, igual tendrás la inseminación.
-Lo sé. También estoy nerviosa por eso.
-Veras que no hay nada por lo que tengas que sentirte nerviosa. Estoy feliz de que hayas podido dejar el pasado en el pasado y seguir adelante. Mira a tu hermano, ahora será papá. No abras esa puerta de nuevo, porque no sabes si la podrás volver a cerrar.
-Lo sé. Ahora sólo falto yo. Será genial ver a nuestros tres niños jugar juntos.
-Si tienes niña, serán 3 niñas.
-Y si tengo niño; tal vez se salve el apellido.
-Ve pensando en posibles nombres -dijo mi mamá.
Un aire de luz pareció iluminar aquella cocina; como si el sol hubiera iluminado radiantemente aquel día más que cualquier otro anterior. No sabía que significaba pero todo indiciaba que sería un buen inicio tras un buen final.
Mi sobrina ya era una niña grande y aún así estaba emocionada de ver a su prima. Y yo en verdad quería que nuestros hijos se amaran y se quisieran como hermanos. Tal vez la edad ya me estaba llegando al cerebro, pero igual me ilusionada. Sin embargo, nunca imaginé que muchas cosas más grandes me esperaban.
-Tomémonos una foto todos juntos -exclamó mi cuñada emocionada y reluciente con su enorme bebe de 8 meses en el vientre.
Todos nos acercamos lo más que pudimos los unos a los otros para salir en la foto. No sé en qué momento mi familia empezó a crecer tanto. Lo que si sé, es que en días como estos es cuando más agradezco a Dios y al universo por tenerlos en mi vida. A pesar de mis enfermedades, tristezas o corazones rotos.
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