IV

Fable despertó con una terrible sensación de premonición. Vistiéndose rápidamente, se sentó indecisa en el borde de la cama, abrazando sus rodillas contra su pecho mientras examinaba las sombras. Acunando el sable de luz en su regazo, tomó una profunda inspiración, segura de que estaba preparada para lo peor, fuera lo que fuera, cuando fuera que llegase.

El golpe familiar sonó en su puerta.

—Adelante —–respondió, ansiosa por comunicarle sus preocupaciones a Jaalib. Pero cuando la puerta se abrió, se encontró con la ominosa sombra de su mentor—. ¿Dónde está Jaalib?

—Jaalib es el único tesoro que le queda a mi miserable existencia —gruñó Brandl—. Prohíbo que esto suceda. ¡Lo prohíbo!

—¿Dónde está? ¡Quiero hablar con él!

Entrando al cuarto, Brandl la arrinconó.

—El teatro en Iscera abrirá en unos días. Lo envié allí para hacer los preparativos para nuestra producción. Para cuando regrese, tú te habrás ido.

Fable siguió a Brandl por el corredor con furiosas zancadas, permitiendo que sus emociones bulleran dentro de ella. Al límite del arrebato, se contuvo, mientras el sentido común la hacía entrar en razón. Había venido a Trulalis para mejorar, para sacar una ventaja sobre el enemigo que la perseguía, y entonces regresar, de ser posible, con sus amigos en la Alianza Rebelde. Enamorarse no tenía lugar en esos esquemas.

Brandl puso un tazón de caldo humeante en un extremo de la mesa y se sentó en el otro extremo. Fable se dejó caer con fuerza en la butaca apenas capaz de controlar su temperamento.

—Entonces, ¿qué se siente al ser un peón del Emperador?

—Llevé placer a mi amo a través de las lágrimas de sus súbditos. —Momentáneamente distraído por la sinceridad del espontáneo soliloquio, Brandl miró fijamente su tazón. Recuperando su cinismo, la miró con furia sobre la pequeña mesa—. Las ideas del Emperador son completamente nobles. Son sus métodos los que finalmente ofenden a aquellos de menor visión.

—Suena como si aun le fuera leal —respondió ella, con ojos entrecerrados—-. Por qué no, solo trató de matarte.

—Con el tiempo, descubrirás que un viejo amigo es muy parecido a un buen espejo. Cuando más tiempo lo miras, más difícil es encontrar los defectos.

Un chirrido agudo resonó desde arriba, enviando una resonancia peculiar a través del teatro. Fable sintió un escalofrío cuando sus oídos reconocieron el sonido inconfundible de una lanzadera volando por encima de ellos.

—Es Vialco, ¿verdad?

Brandl cerró los ojos y permaneció silencioso. Fable enderezó sus hombros mientras dejaba la mesa, dándole la espalda al Jedi.

—No más pesadillas —susurró con resolución y salió de las sombras del teatro al amanecer. Su cuerpo conocía cada hueco y subida del sendero sin marcar que conducía a los pintorescos lugares del cementerio de Kovit. Miró fijamente a través del montículo de la entrada hacia donde Viaico estaba parado entre los sepulcros y lápidas deslustrados. Por un momento, el miedo y el horror de su primer encuentro volvieron con toda su fuerza.

—Has madurado mucho más rápido de lo que esperaba —declaró Viaico—. Jamás imaginé que Lord Brandl fuera un anfitrión tan amable.

Viaico caminó entre las tumbas levantadas, deslizando sus manos enguantadas sobre la piedra áspera y desgastada, como si extrajera poder de las sombras que acechaban en cada sepulcro. Su rostro era desgarbado y angular, poco atractivo, con mejillas demacradas y cejas grandes. Detectando sus pensamientos periféricos, él susurró:

—No, no más pesadillas, muchacha. He venido por la cosecha. —Una siniestra determinación ensombreció su rostro pálido—. ¿Cuál será, hmm?

Fable descansó su peso en un pie, ladeando su cadera en un gesto arrogante. Cuando Viaico encendió su sable de luz, ella extrajo el suyo tranquilamente, asumiendo la posición de defensa. Ella bloqueó sus primeras tentativas de penetrar sus defensas, sin perder terreno, y respondió a su sorpresa con una sonrisa tímida.

—Hemos mejorado mucho —comentó él—. ¿Te he dejado demasiado tiempo para prepararte?

—Lord Brandl dijo que eras un cobarde —se burló Fable—. Pero yo ya lo sabía.

El rostro de Viaico enrojeció con rabia mientras comenzaba una serie de estocadas cortas, forzando a Fable a retroceder a lo largo del perímetro de la fangosa depresión. Simulando un ataque a la izquierda, ella giró detrás de él, dando una patada rápida al trasero de Viaico. Enfurecido por su insolencia, Viaico giró, sosteniendo el sable de luz firmemente en sus manos. Forzando deliberadamente sus defensas, procuró penetrar su confianza.

—¿Fable?

Fable escuchó la voz suave surgida del pasado, y sin volverse hacia la vaga imagen en el límite de su visión, supo que la ilusión era Arecelis. La imagen agitó su mano y rió, sonando íntimamente como su amigo muerto.

—No —susurró Fable—, no lo creo, Viaico. Vi lo que le hiciste. ¡Lo vi! —dijo con furia. El extremo de su sable de luz cortó fácilmente a través del hombro de su manto—. Y ese fue tu primer error.

—¿Y el segundo?

—¡Dejarme con vida para recordarlo! —ella se lanzó salvajemente contra él, golpeando a Viaico contra la tumba de la esposa de Brandl. Interrumpiendo el asalto, dio una voltereta en el aire c

ayendo otra vez en la depresión. Desactivando su sable de luz, permaneció parada allí desafiante—. ¿Jugaré contigo como tú jugaste con él?

—¡Muchacha despreciable! —siseó Viaico, y la saliva voló por las comisuras de su boca—. ¡Si no te conviertes, morirás! —-Convocando las energías corruptas del lado oscuro, Viaico sintió la energía corriendo a través de él. Extendió sus brazos, curvando las yemas de sus dedos mientras los primeros zarcillos de rayos surgían de sus manos.

Fable se estremeció, tambaleándose torpemente mientras intentaba retroceder. El arco del relámpago la atravesó, rasgando su carne. Gritando de dolor, cayó a tierra, enroscándose en posición fetal mientras la agonía barría a través de ella. Antes de que pudiera recobrarse, un segundo y tercer ataque dejaron su cuerpo torturado temporalmente paralizado.

—¿Hemos llegado tan lejos para caer tan bajo? —se burló Viaico—. Tsk, tsk, qué lástima — chasqueó sus labios finos.

Tambaleándose bajo la oleada corrupta de energía, Fable se puso de pie de un salto. Mientras Viaico apuntaba, saltó sobre su cabeza, soltando un chillido cuando el pulso de electricidad alcanzó su hombro. Esgrimiendo el sable de luz con ambas manos, comenzó los movimientos sutiles de la primera cadencia. A medida que cada zarcillo de relámpago se arqueaba hacia ella, ella movía la hoja del sable de luz, desviándolo con eficacia. Imaginó que cada arco era una nueva serie de líneas. Cada punto era la reflexión metálica de una bola de cojinete, la mecha brillante de una vela.

Veinte, treinta... ella perdió la cuenta del número de desviaciones acertadas. Incluso cuando el arco del relámpago se arqueó por detrás, deslizándose sobre su cabeza, simplemente llevó el sable de luz en una trayectoria sobre su hombro. Sin volverse nunca a mirar, su cuerpo reaccionaba a medida que sus ojos diseñaban la siguiente trayectoria.

Fable se abrió camino hacia la cima del montículo. Derribando a Viaico, lo empujó haciéndolo caer en la depresión. Miró con horror como los zarcillos de relámpago se rebelaron contra su amo, quemando a través de su ropa y su carne. Él se tambaleó buscando su sable de luz y arrojó el arma fuera de su alcance.

—¿Hemos llegado tan lejos para caer tan bajo? —se burló Fable. Ella se deslizó por la cara del montículo, levantando su sable de luz para acabarlo.

Viaico se encogió atemorizado debajo de ella, retorciéndose en el fango. Algo de su postura humillada hizo que Fable vacilara, dejando caer los brazos a la altura del pecho, mientras el sable de luz zumbaba insistente en sus manos.

—¿Le darás la oportunidad de traicionarte otra vez? —manteniendo sus ojos en Viaico, Fable sintió la presencia oscura de maestro—. Mátalo y termina con esto —susurró Brandl—. Sólo entonces sabrás que la pesadilla terminó.

Fable desactivó el sable de luz y enfrentó a su mentor Jedi.

—Ya terminó. ¿Por qué matarlo?

—Recuerda lo que es y lo que ha hecho. Traicionará tus sueños, como lo ha hecho antes y lo usará en su favor. Termina la pesadilla, Fable. Mátalo.

Fable escuchó el pulsar de un sable de luz antes de verlo. Preguntándose como Viaico había recobrado su arma sin que ella lo sintiera, giró, encendiendo su sable de luz. Viaico balanceó su hoja hacia sus piernas vulnerables. Con un golpe salvaje y sin perder impulso, ella separó la cabeza de sus hombros. Pero mientras él caía, vio claramente sus manos vacías. El sable de luz estaba aun en el suelo, a varios metros de su cuerpo.

—¿Quién está engañando a quién? —siseó Fable, enfurecida por el cuidadoso engaño de Brandl. Arremetiendo contra su mentor, encontró la abrupta embestida de su sable de luz. Dominante y poderoso, arrojó a Fable al suelo y la arrinconó contra el montículo opuesto—. ¡Me mintió! —–jadeó ella, masajeando suavemente su dolorida mejilla—. ¿Qué ha hecho?

—He puesto tu lugar a la mesa del Emperador —respondió Brandl—. Pronto, me pondré de nuevo al lado de mi amo y tú estarás a mi lado—. La miró con desprecio, burlándose del dolor en sus ojos—. Sabías que habría un precio.

—¿Qué precio?

Brandl sonrió, posando arrogante para su pequeña audiencia. Ofreciendo su mano, susurró: —Adórame y llámame amo y todo lo que tengo será tuyo, incluyendo el afecto de Jaalib. No hay forma de combatirlo, Fable. Acepta y cuidaremos bien de ti, eso te lo prometo. —Brandl se volvió para marcharse—. No te molestes en huir hacia tu nave. Los detonadores termales son herramientas muy efectivas —rió, acariciando suavemente las cicatrices en su sien—, yo debería saberlo.

Encerrada en su habitación, Fable se balanceó en silencio de lado a lado, limpiando sus lágrimas con su manga. Sus dedos estaban cubiertos de sangre y negros con suciedad, sus uñas destrozadas en una reciente rabieta en el sitio de su Ala-X. Intentando evitar su inminente destino, había huido al vehículo y había encontrado los restos destripados de su caza en el diámetro ennegrecido de una explosión. Solo el marco central del Ala-X había sobrevivido a la ráfaga inicial. La lanzadera de Viaico también había sido consumida por la explosión, esparcida a través de una depresión de tierra chamuscada. Maldiciendo a Brandl, se balanceó más rápido y con más fuerza, desesperada por encontrar alguna manera de escapar de él.

La puerta se abrió lentamente, una grieta pequeña que se hizo más grande mientras la figura encorvada entró furtivamente en el cuarto. Los ojos de Fable se iluminaron inmediatamente, reconociendo el rostro.
—Jaalib —susurró, corriendo a sus brazos—. Tu padre...
—Shh, lo sé —la tranquilizó. Sentándose en la cama a su lado, atrajo gentilmente su cuerpo tembloroso contra él—. Acabo de ver los registros de respaldo de mi nave y descubrí el desvío de mi padre a Byss.
—¿Byss?
—El mundo de placer del Emperador. Me apresuré a volver tan pronto como pude y encontré lo que quedaba de tu Ala-X. No fue difícil imaginar lo que seguiría. —Él tomó un bolso pequeño con sus cosas y lo lanzó sobre sus hombros.
—¿Qué estás haciendo?
—Te vas de aquí —contestó concisamente—. No hables. No pienses. Ni siquiera respires con fuerza o él nos descubrirá.

—Lo sabrá finalmente, tan pronto como salgamos de este teatro—Y eso no nos da mucho tiempo —replicó él—. Así que corre.

Siguiendo el sendero fuera del establecimiento, Jaalib trotó hacia la cadena de montañas, usando la saliente de las Cumbres Khoehng como guía bajo los cielos iluminados por la luna de Trulalis. Fable igualó sus grandes zancadas y juntos corrieron el breve kilómetro hacia el campo del trigo, donde una nave familiar los esperaba.

—¡El Pródigol! —gritó—. ¡Deke!

—Oí que te metiste en problemas —gruñó el socorrano con alivio—. No creíste que te dejaría sola, ¿verdad? —Al escuchar una alerta de proximidad de dentro de la nave, Deke hizo un gesto a Jaalib—. Fijé los sensores como me dijiste —–él miró su nave dudoso—. Algo o alguien acaba de activar el sensor de perímetro.

—Es él —tembló Fable, echando su mirada hacia la lejana aguja del teatro.

—Entonces es mejor que te vayas —susurró Jaalib.

—¿Qué pasará contigo? —protestó Fable—. Ven con nosotros.

—Él es mi padre, Fable. No es tan fácil.

—¿Y llamas a esto fácil? —dijo con voz quebrada por las lágrimas. Viendo la negación en sus ojos, Fable suplicó—: Jaalib...

Cortando sus objeciones con un beso, Jaalib la empujó suavemente hacia la nave.

—Por una vez en tu vida, escucha, y vete antes de que él llegue.

—Pero...

—¡No, Fable! —siseó Jaalib—. ¡No eres más que un premio de consolación para el Emperador!

—Él tiene razón, capitán —insistió Deke—. Es tiempo de salir de aquí.

Suplicando desesperadamente a sus ojos desafiantes, Jaalib sonrió, ansioso por someter su genio.

—Nací para desempeñar este papel, ¿recuerdas? Soy el Príncipe Edjian. —Tragando su dolor, la abrazó con afecto.—. Es el último acto, Fable. Tengo que quemar el bosque.

—Entonces quémalo —sollozó ella, apoyando la cabeza contra su hombro.

—No puedo. No mientras aún estés aquí.

Fable subió a tropezones por la rampa y accionó los controles de la escotilla. Reclinándose pesadamente contra la puerta cerrada, limpió ausentemente una lágrima, sintiendo el calor del roce de Jaalib en su mejilla.

Protegiendo sus ojos del escape del carguero, Jaalib caminó nuevamente dentro de los ondulantes campos de trigo. Con los motores brillando de un rojo intenso por el esfuerzo de la súbita aceleración, el Pródigo se ladeó agudamente contra la base de las montañas, llevándose a Fable lejos. El relámpago señaló su partida, trayendo un diluvio de lluvia muy fría. Jaalib tomó una profunda inspiración, preparándose para la cólera de la presencia que subía lentamente detrás de él.

Brandl echó un breve vistazo hacia arriba, buscando alguna señal de Fable, su premio malgastado. No había ninguna y su mirada austera cayó pesadamente en Jaalib.

—Muchacho arrogante y mentiroso —gruñó.Sintiendo la sutil constricción de su garganta, Jaalib resistió el pánico mientras su tráquea se contraía, asida por dedos invisibles.

—No menos arrogante que mi padre —–dijo con voz áspera. Desesperado por aire, cayó de rodillas, perdiendo lentamente el sentido mientras el apretón se cerraba en su garganta. Su padre lo liberó abruptamente y el aire fresco y húmedo fluyó en su cuerpo.

Mirando fijamente la figura de su padre que se retiraba, Jaalib se puso precariamente de pie. Obligado a seguir, gritó:

—¡Larga... vida...al rey!

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