III
Mientras su eje orbital empezaba su inclinación estacional, Trulalis fue arrojado en una estación tempestuosa de lluvias torrenciales y tormentas eléctricas. Las lluvias del amanecer se convertían en constantes aguaceros por la tarde, inundando las tierras bajas con agua barrosa y el persistente sonido del trueno. Por encima de la cortante brisa de otoño, el zumbido del sable de luz era interrumpido por el sonido de pedestales, cilindros de cera y bolas de cojinete caídos mientras Fable se esforzaba vanamente con el ejercicio.
Brandl observaba con creciente descontento. Cuando el último pedestal cayó a la tierra saturada, bajó furiosamente de su elevado montículo.
—¡Tú, pequeña tonta! ¡Hazlo otra vez!
Fable se preparó para enfrentarse a la voz malévola, mirando al suelo, demasiado asustada para enfrentar los ojos crueles de Brandl. A pesar de mostrar cierto progreso, estaba perdiendo terreno constantemente y su frustración era prueba de eso, al igual que las vehementes obscenidades susurradas entre dientes. Ella miró sus anchos hombros mientras el Maestro Jedi regresaba al montículo a su pétreo trono-sarcófago.
—Con cuanto entusiasmo, jóvenes presuntuosos, se entregan a la Fuerza, demandando tributo de ella, como si fueran la fuente de su poder. ¡La Fuerza no prospera según vivas o respires! ¡Existe porque siempre ha sido así! ¡Empieza otra vez!
Sintiéndose agradecida por la lluvia que ocultaba sus lágrimas de humillación, Fable guardó el sable de luz en sus pantalones embarrados y empezó a subir el montículo opuesto. Desafiando la orden de Brandl, se dirigió al oscuro refugio del teatro, donde Jaalib la estaría esperando con una manta tibia y una muy necesitada palabra amable.
Enfurecido por su negativa a obedecerlo, Brandl la persiguió, lanzando acusaciones y amenazas de castigo. Aunque Fable solo había entrevisto algunos rastros, reconoció el temperamento y la arrogancia que debían haber sido el principio del descenso de Brandl en el poder del Emperador. Y aunque se sentía entumecida por el asalto de sus lúgubres emociones, había superado sus barreras mentales y se había convertido en testigo admirada del esmero y la dedicación que lo habían mantenido entero a través de las pruebas de su vida. Era un hombre que no se detendría ante nada para lograr sus metas y la mataría en un instante, si eso sirviera a su propósito. Y el tiempo que habían pasado juntos, aprendiendo y creciendo, no pesaría en su decisión. Enferma ante la idea, Fable se encontró en posición de admirar y detestar al Jedi caído.
Fable empujó lentamente la puerta del teatro. Era temprano y Jaalib no estaba allí como había esperado. Emocionalmente agotada y desmoralizada, casi se derrumbó justo allí en el umbral, desesperada por el apoyo del joven actor después de otro triste día de entrenamiento. Mientras salía de la lluvia, Brandl llegó justo detrás de ella con otro asalto mordaz.
—¡La Fuerza es tu enemiga! ¡Dale la espalda y te destruirá! ¡Es tu amante! ¡Siente lujuria por ella! ¡Despréciala y te devorará en llamas! Pero ve a ella, como un niño a su madre, hazte humilde ante la omnipotencia de su existencia y te guiará más allá de los límites triviales de este mundo mortal!
Alarmado por la conmoción, Jaalib entró apresuradamente en la antecámara, colocándose entre Fable y su padre. Bordeando una obvia histeria, ella cayó en sus brazos, humedeciendo su hombro con merecidas lágrimas. Poniendo la manta sobre los hombros temblorosos de Fable, Jaalib la envió suavemente fuera del cuarto.
—Tu baño te está esperando —-susurró en voz baja—-. Estaré allí en un momento.
Esperando que la sombra de la joven desapareciera en la oscuridad contigua, Brandl siseó:
—¡Ella es imposible!
—Extraño —–rió Jaalib, alcanzándole a su padre una taza humeante de caldo—, ella dijo lo mismo de ti.
—¡Está tan cargada de emoción y sentimiento! —–gruñó, permitiendo que sus emociones aparecieran a través de su fría apariencia—. Es como si tu madre nunca... —su voz se interrumpió bruscamente—, como si tu madre nunca nos hubiera dejado.
—Ella no nos dejó —respondió Jaalib, con un tono práctico—. Ella murió, defendiéndome de las tropas de asalto. Tropas de asalto y cazadores de Jedi que vinieron buscándote a ti. —Dijo con desdén ante el absurdo de la devoción de su madre por el hombre que los había abandonado, solo para regresar ocho años después, trayendo con él la oscuridad de su vida—. Cuando no te hallaron, encontraron una manera de justificar el costo de su visita destruyendo la aldea.
—La cortesía cuesta poco, Príncipe Edjian, y la descortesía puede despojar aun al hombre más rico de su fortuna.
Fingiendo ira, Jaalib se apartó de su padre, reconociendo la famosa línea.
—¿Cortesía? —declaró travieso—. Entonces no me llames más Príncipe Edjian. Vísteme con harapos y déjame ser un hombre pobre y grosero.
El rostro de Brandl se iluminó ante la espontánea actuación.
—¡Has estado practicando! ¡Excelente! Estás encontrando la voz correcta para el papel. Ven —susurró con entusiasmo, atrayendo a Jaalib hacia él—, debemos usar este momento
para completar el acto final.
Juntos se desvanecieron en las sombras de un corredor contiguo. Relajada y caliente bajo los suaves acolchados, Fable se resistió ante la idea de levantarse. Permaneció muy quieta, esperando el inevitable golpe en su puerta.
—Adelante.
—¿Estás despierta? —–preguntó Jaalib, asomándose.
—Siempre estoy despierta —rió ella—. Solo finjo estar dormida para que así sientas lástima de mí.
—¿Por qué querrías que sintiera lástima por ti?
—Vamos —dijo ella con una mueca—. Tu padre es el hombre más difícil que jamás conocí. — Incorporándose sobre sus codos, ella bromeó—: Mira por lo que he pasado y dime que no sientes algo de simpatía.
—Considérate afortunada. Era mucho peor, créeme.
—¿Peor? —se burló—. ¿Qué quieres decir?
—En los últimos cinco años, tuvo que ser un padre, una madre —Jaalib suspiró con tristeza—, y también un mentor. Eso lo cambió.
—Sabía que tendría que trabajar duro —dijo Fable—, pero estaba segura de que todo el trabajo evitaría que me atrajera al lado oscuro.
—¿Lo ha intentado?
—No lo creo. Cada vez que lo siento acercarse, él me detiene y me dice que haga la decisión correcta. Mi elección. —Bostezó, apartando el acolchado—. Será mejor que vaya.
—Mi padre no está allí —–dijo Jaalib—. Va a estar lejos por unos días; así que no hay entrenamiento, al menos que lo hagas por tu cuenta. —Él se forzó a enfrentarla abiertamente, permitiéndose solo la protección de las sombras para ocultar su aprensión—. Esperaba que quisieras ir de picnic conmigo. Como reparación por mi comportamiento.
—¿Tu comportamiento?
—Recuerdas, cuando recién llegaste —rió suavemente—. Prácticamente te ataqué. Fue inexcusable.
—Y perfectamente justificado. Estabas protegiendo a la persona más importante para ti. Yo hubiera hecho lo mismo. —–Palmeando el costado de la cama, lo invitó a sentarse junto a ella—. Mi madre era una Jedi. Ella entrenó a mi padre y después lo vio morir a manos de un rival. Después de eso, pasamos la mayor parte del tiempo huyendo del Emperador. —Fable meneó su cabeza con tristeza—. Yo era solo un bebé, pero lo recuerdo bien. Viviendo con un Jedi —hizo una pausa, pensativa—, aprendes a esconder tus emociones, especialmente las hirientes. Mi madre nunca supo como me sentía —Fable suspiró mientras la tensión de esas emociones regresaban—. Entonces un día, tomé un sable de luz ¡y me dejé llevar! —rió ella—. No sé quien estaba más sorprendida, si mi madre o yo. Fue entonces cuando comenzó mi entrenamiento, aunque me gustara o no. —Fable se sacudió los difíciles recuerdos—. Con respecto a ese picnic, estoy hambrienta.
—Tendremos que caminar, me temo. El Imperio no dejó mucho en lo que a medio de transporte se refiere. Ni siquiera un bantha. ¿Te importa?
—Será relajante. Vamos.
Las Cumbres Khoehng se encontraban casi cinco kilómetros fuera del perímetro del Asentamiento Kovit. Cubierto por trigo salvaje, el sendero que conducía al paso de la montaña se había hecho más angosto, al no ser marcado ya por las pisadas de los granjeros que una vez lo habían cuidado. Era una mañana rara, despejada. Las nubes de tormenta asomaban en la distancia, contenidas por una onda persistente de brisas cálidas que soplaban a través de las tierras bajas. Desde las Cumbres, Fable exploró la vista panorámica del campo. Podía ver el sinuoso sendero que llevaba a la base de las montañas más bajas. La senda subió para ofrecer a sus ojos inquisitivos la vista completa.
Fable suspiró con placer inconmensurable, su estómago repleto de dulces tortas calientes y barritas de miel. Ella permitió la caricia apacible de Jaalib en su mejilla, mientras limpiaba juguetonamente el exceso de polvo dulce de su cara.
—He estado demasiado tiempo en el espacio —susurró, tomando una profunda inspiración—. Esto es tan hermoso.
—Después de que se fueron —susurró Jaalib—, quedamos aislados. Sin abastecimientos, suministros médicos, nada. Había mucho alimento listo para cosechar, pero no quedaba nadie para hacerlo.
Fable tarareó una tonada melancólica. Temblando en el aire de la montaña, se volvió hacia Jaalib y sostuvo su mirada mientras él envolvía su manto sobre sus hombros.
—¿Por qué llaman a este lugar las Cumbres Khoehng? ¿Es corelliano antiguo?
—Hay un teatro al aire libre construido en el costado de esta montaña —contestó él, indicando una cresta leve y pedregosa—. Este lugar lleva el nombre de la primera obra que se representó allí hace casi quinientos años.
—¿Quinientos años? —jadeó ella.
—Fue Uhl Eharl Khoehng. Khoehngis significa rey en corelliano antiguo. El ehad viene de la mitología socorrana. —-Él se encogió de hombros, inseguro—. Significa duende o timador.
Recordando a su compañero socorrano, Deke, Fable sintió una punzada de remordimiento por dejarlo. Sus pensamientos fueron desviados repentinamente por el sonido de un trueno sobre sus cabezas. Los cielos dejaron caer un diluvio de lluvia fría. Recogiendo frenéticamente las mantas y las cestas de comida, Fable tomó la mano de Jaalib mientras corrían sobre la cresta. Sus voces y risa resonaron contra el lado cóncavo de la montaña, mientras resbalaban por la precaria cara del terraplén cubierto de musgo y entraban en la sombría protección del antiguo teatro.
Un alero de roca sólida cubría el escenario principal y las primeras filas de la audiencia. Llena de telarañas y humedad, la antigua estructura se erguía como un tributo silencioso a sus creadores. Harapientos tapices colgaban de las paredes de roca, cubiertas con moho, suciedad y arcilla de la estructura decadente. Algunas espadas y trajes de utilería estaban acomodados en los paneles internos del escenario y una multitud de velas y candelabros se ubicaban a cada lado del foso del público, reliquias de siglos dejadas atrás por una edad más despreocupada y tolerante.
—Solía venir aquí cuando era un niño —confesó Jaalib. Extendiendo sus brazos a ambos lados declaró—, esto era verdadero teatro, a la luz de las velas, en una época que entendía y valoraba a sus artesanos.
—Uhl Eharl Khoehng —-susurró Fable insegura—. ¿De qué se trata?
—Transcurre en un mundo distante, en un reino construido en el centro de un bosque oscuro. Después de muchos años de gobernar este reino, el rey bueno y sabio muere, y su apuesto hijo —dijo Jaalib con un guiño—, el Príncipe Edjian, toma el trono.
—Pensé que habías dicho que era una tragedia.
—Es una tragedia —la regañó Jaalib—, y esto se hace aparente cuando el Príncipe Edjian decide expandir el reino y comienza a enviar expediciones al bosque para marcar árboles para talarlos. Los hombres que envió nunca regresaron —entrecerró sus ojos, moviendo su cara muy cerca de la suya—. Y fue entonces cuando los más viejos comenzaron a susurrar sobre Uhl Eharl Khoehng.
—¡Basta! —siseó Fable, apartando sus manos mientras él intentaba asustarla.
—El Príncipe Edjian estaba intrigado. Comenzó a enviar a diario mensajeros al bosque, llevando su invitación al Eharl Khoehng para cenar con él en el palacio. Ninguno volvió. Cuando ya no quedaron mensajeros, envió pequeños ejércitos, manteniendo solo a los guerreros mejores y más fuertes para proteger el reino. No regresaron. Cuando la gente del pueblo exigió un alto a esta ambición peligrosa, el Príncipe Edjian ordenó al ejército restante conducirlos todos al bosque. No volvió a saberse de ninguno de ellos, ni siquiera los soldados. —Encendiendo dos velas, llevó los candelabros al centro del escenario—. Solo quedaron el Príncipe Edjian y su viejo y fiel criado de caza.
—¿Envió al viejo? —siseó Fable, palmeando el muslo de Jaalib—. ¡Es una historia terrible! ¿Qué le sucedió al Príncipe Edjian después de que el viejo se fue?
—Cuando su sirviente no regresó, el Príncipe Edjian se atrincheró en el palacio. Sin sus ejércitos o sus súbditos, no había nada que impidiera que el Eharl Khoehng atacara. Una noche tranquila —susurró Jaalib—, el Eharl Khoehng vino, invadiendo los sueños del Príncipe Edjian. Prometió pasaje seguro a través del bosque. Ansioso por hacer las paces, el Príncipe Edjian fue al bosque, donde permaneció por casi una década.
—¡Qué!
—El Eharl Khoehng lo engañó. Si bien le dio pasaje seguro a través del bosque, comida, vestidos y refugio, el Eharl Khoehng lo mantuvo prisionero, usando ilusiones para atraparlo en el laberinto del bosque —Jaalib sopló una de las velas—. Diez años de culpa dejaron su marca. El príncipe creía que podía escuchar las voces de sus súbditos llamándolo. Entonces un día, fue sorprendido por el espíritu de su amado criado. El viejo le informó que el Eharl Khoehng había convertido a la gente del pueblo en árboles y los había dejado allí en el bosque, conscientes, pero incapaces de moverse o hablar, excepto cuando el viento soplaba entre sus ramas.
—¿Y entonces?
—Y entonces —susurró Jaalib—, sin ser afectado por las ilusiones del Eharl Khoeng, el cazador guió a su amo en un viaje al límite exterior del bosque, donde el Eharl Khoehng los estaba esperando. —Una sombra malevolente cayó sobre su rostro cuando Jaalib caminó al centro del escenario, posando junto a la vela encendida—. ‘Adórame y llámame maestro y todo lo que tengo será tuyo, incluyendo tu reino’, dijo el Eharl Khoehng.
—¿Y qué hizo el Príncipe Edjian?
—Se volvió loco —empezó Jaalib con voz de narrador—. Volvió corriendo al bosque y lo prendió fuego. Para cuando terminó, no quedaba nada, ni siquiera un árbol. ‘Este es el único reino que merezco gobernar’, declaró, ‘y el único reino que el Eharl Khoehng puede reclamar. — Tomando uno de los oscurecidos tapices del muro, arrojó el espeso material sobre su hombro derecho y continuó la narración—. Vestido con los harapos de su antigua vida, con el rostro y las manos ennegrecidos con hollín, el Príncipe Edjian fue ante el Eharl Khoengh, cayendo de rodillas rindiendo homenaje. Con su voz más fuerte y más humilde, gritó ‘Larga... vida... al rey’.
Visiblemente conmovida, Fable aplaudió, sacudiendo su cabeza maravillada.
—¿Tu padre interpretó ese papel?
—El Príncipe Edjian fue el mayor papel de mi padre —dijo Jaalib, ausente—. Nadie ha sido capaz de aportar la misma dignidad al papel. —–Él se sentó en el borde del escenario—. Y cuando sea el momento, la produciremos otra vez y yo seré el Príncipe Edjian y él será mi Némesis, el mismísimo Uhl Eharl Khoehng.
Fable mordió nerviosamente su labio inferior.
—Jaalib, ¿por qué nunca te convertiste en un Jedi?
—Todo lo que siempre quise fue ser un actor —remarcó, balanceando sus piernas contra el escenario—. Y eso es exactamente en lo que me he convertido. He aprendido a manejar el sable de luz y otras meditaciones Jedi, más que nada para apaciguar mi inquieto sentido de lealtad. Más allá de eso, mi padre parece renuente a enseñarme más. Y yo soy renuente a pedírselo. Mirando las filas de velas, Fable recordó el ejercicio de los cilindros de cera.
—El ejercicio del sable de luz, aquel usando las bolas de cojinete, ¿puedes hacerlo con velas?
Jaalib se encogió de hombros.
—Así es como me enseñó. No usé los cilindros de cera hasta mucho después.
—¿Puedes mostrarme tu secreto? Tu ejecución es casi perfecta, elegante e igualmente efectiva.
Acomodando los candelabros en el familiar círculo, Jaalib le indicó que entrara al dilatado diámetro.
—¿Me permites? —bromeó abrazándola suavemente por detrás. Puso sus manos sobre las de ella y encendió el sable de luz. El cilindro alargado pulsó con magnificencia y poder, lanzando luz a través del escenario y los primeros bancos del foso. Fable se tensó por un momento, sintiendo su cuerpo tan íntimamente contra el de ella. Pero mientras él la dirigía a través de una lenta rotación con el sable de luz, se relajó y se concentró en sus directivas.
—¿Qué ves? —susurró él.
Bajando su vista a la línea de velas apagadas, los ojos de Fable trazaron el camino directo y angular.
—No —susurró Jaalib, leyendo la expresión de su cuerpo—. Es por eso que te está costando tanto.
—¿Me has estado mirando? —siseó ella, dándole un codazo en las costillas.
Jaalib rió suavemente.
—Estás tratando de pensar en términos lineales, dimensiones espaciales. Esto no es como volar una nave. Puedes dirigir tus ojos, lo que has hecho muy bien, pero tarde o temprano él te descubrirá. —Moviéndola gentilmente a un lado, agregó—: Puedes dejar que tus ojos dicten donde comienzan las líneas, pero deja que la Fuerza te guíe. No es como limpiar un cuarto y entonces continuar con el próximo. No hay secuencia, excepto la que creas a medida que te vas moviendo. Siempre hay muchos caminos, de derecha a izquierda, de arriba hacia abajo, cualquier combinación.
Le quitó el sable de luz de las manos y empezó la cadencia. Sus movimientos eran lentos y deliberados para que ella pudiera seguirlos, pero incluso esos movimientos eran más rápidos que sus intentos más frenéticos de completar el ejercicio. Cuando el sable de luz pasaba sobre los extremos de las velas, las pequeñas mechas explotaban en llamas, pero las puntas de cera permanecían inalteradas por el arma. Moviéndose rápidamente alrededor del círculo para apagar las velas, Jaalib le entregó otra vez el sable de luz.
—Ahora inténtalo tú.
Fable tragó indecisa, preguntándose cómo podría seguir una demostración tan perfecta. Encendiendo el sable de luz, sus ojos trazaron las numerosas líneas de velas que se extendían en todas direcciones. Describió rápidamente un arco a través del círculo, sintiendo que su antigua confianza regresaba. Diez, quince, dieciocho. Cuando estaba alcanzando los últimos movimientos de la cadencia, perdió el control, cayendo hacia delante, mientras giraba frenéticamente sobre sus talones.
—Despacio —murmuró Jaalib, atrapándola en sus brazos—. Lo estabas haciendo maravillosamente hasta que perdiste la concentración. —Soplando las velas, dijo—: Inténtalo otra vez. Y esta vez, recuerda, la Fuerza es una cascada. Nada puede detenerla o interrumpirla. Nada puede detener el flujo. —Regañándola con un dedo severo, agregó—: La duda y la inseguridad forman barreras, pero solo si lo permites.
—Ahora empiezas a sonar como tu padre.
A modo de respuesta, él se inclinó ceremoniosamente, y luego hizo un gesto hacia las velas. Esta vez, mientras se movía a través del círculo, Fable permitió que la lluvia la guiara y la abriera a la Fuerza. El golpeteo constante de las gotas contra los asientos de piedra ayudó a su concentración y completó la cadencia sin incidentes.
Desactivó el sable de luz, temblando levemente mientras se volvía del centro del círculo. La Fuerza fluía a través de ella, canalizando aun su mente consciente. Jaalib estaba detrás de ella y Fable podía sentir su corazón acelerado por sobre las suaves vibraciones de la Fuerza. Antes de perder el valor, Fable giró y lo besó apasionadamente.
—¿Lo intentamos otra vez? —–susurró él.
—¡Descarado!
Jaalib sonrió, guiñándole un ojo travieso.
—Me refería a la cadencia —Su sonrisa se acentuó mientras entraba al círculo y empezaba a soplar las velas.
La Fuerza estaba con ella y Fable la sentía, fluyendo a través de su cuerpo y mente. Imaginó el poder canalizándose a través de sus brazos y manos y tomó el sable de luz de su cinturón. Visualizando el camino en su mente, se movió a través de una serie de precisos bloqueos y ataques, y desintegró las primeras bolas con una ejecución intachable. Cuando empezó la segunda secuencia, Brandl susurró:
—Ejecuta cada movimiento como si fuera el último. Un día, tu vida podría depender de eso. O las vidas de otros.
Por casi dos horas, Fable trabajó con la primera cadencia y estaba pasando a la segunda. Obviamente fatigada, empezó a equivocarse y quemó los extremos de al menos diez cilindros, cortando el último al final. Ella asumió otra vez la posición de defensa, respirando pesadamente.
—A medida que progreses, aprenderás los límites de tus habilidades —declaró Brandl—. Estás excusada por el resto del día.
Inclinándose respetuosamente, Fable tomó su chaqueta de una rama cercana y emprendió el camino de regreso al teatro. Jaalib la estaba esperando con una torta dulce y la promesa de un baño y un beso.
—¿Cómo te fue?
—¡Llegué a la segunda cadencia!
—–susurró ella con excitación—. Y Jaalib, creo que lo vi sonreír.
—Esas son buenas noticias.
Echando un vistazo por sobre su hombro, ella le guiñó un ojo.
—Creo que me acostaré temprano esta noche, como recompensa. ¿Te importa?
—En absoluto. Padre y yo estamos trabajando en el último acto de la obra —–sonrió amablemente, traicionando su afecto—. Te veo por la mañana.
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