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Lunes 8 de octubre de 2025

Los árboles no desprenden hojas de la manera en que la gente piensa. Con su caída desaparecen los malos recuerdos y las malas emociones para sembrar nuevos comienzos y nuevas esperanzas.

Tal como sucede en estos instantes frente a la prisión Farol de Esperanza. Entre el centenar de hojas flotantes Gulf Orsway desciende del taxi que lo condujo hasta donde está. El cielo no coincide con la actitud del muchacho ni tampoco con la hora vista en su teléfono. Diez de la mañana con un cielo nublado y una autoestima soleada. Tan pronto como el enfermero agradece, el taxi se va. Sin tiempo a nada. —Ook. Bye. — Él refugia sus manos entre sí y voltea hacia la prisión. —Bueno, Gulf, ¡tú puedes! Vamos a hacerlo. — Ajusta la correa de la maleta sobre su hombro y con las mejillas llenas de aire, se dirige al lugar de trabajo. Dos guardias lo detienen y piden su identificación. —¡Oh! Sí. Un momento. — El enfermero busca en sus bolsillos delanteros, los laterales y lo encuentra en el bolsillo trasero. Ríe incómodo cuando la billetera se le escapa de las manos —ajeno a la incómoda mirada que comparten los guardias de seguridad, preguntándose por telepatía cómo él era enfermero— y Gulf les muestra la identificación de enfermero.

—Deberías comprar un collar para eso. — Sugiere un guardia.

—Debería, ¿verdad? Dios, siempre olvido hacerlo.

—Oye, pero creo aquí les dan un collar a todos los enfermeros. — Informa el otro guardia de seguridad.

—Ojalá que me den uno. — Ríe Gulf y los guardias de seguridad asienten, dejándolo pasar. Adentro, un guardia lo acompaña por el pasillo principal, protegido por rejas del tamaño de muros y con vista al patio de recreo de los reos. Cuando se menciona una prisión, las personas normalmente imaginan un lugar sombrío y hostil. Pero parecía una escuela de secundaria: habían hombres jugando volleyball, otros jugando cartas y algunos leyendo. Mientras Gulf tomaba un vistazo de los reos, uno llamo su atención.

Uno sentado en las gradas con un gato en su regazo. Aparentemente la criatura leía el libro que el dueño tenía abierto frente a él. Ambos aislados de los demás y enfocados en sus asuntos. — Siempre que entres estarás protegido por nosotros. Hay reglas a seguir entonces evita los peligros. Este es el patio de recreo, aquí se reúnen desde las... — El guardia explica y Gulf presta atención, pero no puede evitar mirar todo con asombro. Esta era su primera vez en una enfermería penitenciaria. Nunca antes había trabajado en una prisión. Al llegar al área de 'Enfermería', un pequeño equipo de tres leen los documentos de un prisionero. Todos convocados en un pequeño e íntimo círculo en medio del aula. Sus diferentes espacios de trabajo desatendidos mientras hablaban. Dos mujeres y un hombre.

—Bien. Acompañaré al paciente en el traslado. Ustedes quédense aquí. — Informo la mujer de cabello corto y voz ronca. Era vetusta y unos centímetros más alta que la segunda mujer. Giro a medias, apresurada, pero se detuvo al ver a Gulf. Sabiendo de inmediato que él era el chico nuevo.

—Buenos días. Soy Gulf Orsway. — Gulf se presenta con una reverencia.

—Buenos días, cariño, ellos te atenderán y te enseñaran todo lo que necesitas saber. Yo soy Roan, la supervisora, pero estoy algo apurada entonces hablaremos mañana. ¿Ok? Ok. — Tras palmear su hombro como si halagase a una mascota se fue. Otros guardias entraron sacando a un paciente encamado que gruñía por una notable apuñalada en el costado. Pasaron a los enfermeros de largo y Gulf aún procesaba lo recién visto. Todo ocurrió en un pestañear.

—Llegué en mal momento. — Intenta aligerar el ambiente. Afortunadamente, los compañeros ríen con su broma.

—¡Llegaste en el momento correcto! Mi nombre es Lingling y él es Sky. — El último mencionado alzó el mentón con un saludo guay. Gulf le devolvió el saludo con una copia del suyo. —Y bienvenido a La Enfermería Penitenciaria. Puedes decorar tu espacio como quieras, ¡oop! — Lingling tira a la basura un dulce antes de presentar el área con ambos brazos. Pero Gulf continúa mirando el caramelo en la basura. Esa golosina tan sencilla, pero tan nostálgica. A punto de sumergirse en sus recuerdos le presta atención a sus compañeros.

—¡Genial! Decoraré después. — Opina antes de sentarse. La silla giratoria se hunde y los compañeros se disculpan por eso diciendo que está descompuesta. Él dice que no hay problema. Al explicarle todo lo que tiene que hacer, un prisionero toca en la puerta y se asoma como un infante.

—Hola. — Saluda y los compañeros lo saludan. Confiados y despreocupados. —Es que me pinché el dedo.

—¡Genial! Ven, ven. Tenemos un nuevo miembro en nuestro equipo.

A ese prisionero lo sigue una línea de diez presos más. Todos mirando tiernos al nuevo enfermero y diciendo que quieren que él los atienda. Lingling y Sky quedan boquiabiertos.

—¡Vaya! Un día y ya eres popular, novato. — Lingling celebra.


°Nota de Autorita: Ella es Lingling Kwon°

Gulf se encoge de hombros tímido y sonrojado. —Pase. Déjeme ver su dedo.

El reo se sienta frente a él completamente emocionado. Cuando Gulf revisa su dedo, apenas hay un pinchazo. Un gramo de ceniza sería más visible que esto. Gulf le limpia la sangre y lo envuelve en una tirita. —Por favor tenga más cuidado la próxima vez que... ¿Cómo dice que se lastimo?

—En el taller de mécanica con los tornillos.

—Pues con los tornillos. Cuídese.

Todos los prisioneros tenían heridas tontas que aburrían a los compañeros, pero Gulf se divertía con sus preguntas, siempre que no se traspasaran. Uno le tocó el muslo y Gulf amenazó con curarlo con una inyección, a lo que el prisionero contestó: —¡Ya me siento mejor!

Tras una tonelada de prisioneros, llegó el que a Gulf le causó intriga, pero con una herida real. Tenía sangre en la cien y esta no hacía más que caer. —¡Cielos! ¿Qué te sucedió?

—Me golpearon con la pelota. — Achica los ojos como si intentara recuperar la vista. Gulf desliza la silla hasta sentarse frente a él, agarra una pequeña linterna y le alza los parpádos de par en par, iluminando los ojos. —¿Te sientes mareado o confundido? — El prisionero lo mira.

—Me siento cansado y sólo quiero dormir.

—Sólo sigo el protocolo. Si coopera esto no tardará nada.

—Estoy cooperando, pero usted es más lento que una tortuga.

El enfermero le alza los flecos del cabello con una horquilla rosada y le limpia la sangre con bastante si no es que demasiada presión. El prisionero gruñe ante la actitud del enfermero y Gulf le aplana la tirilla con ambas manos. Molesto. —Todo listo. Puede ir a dormir. — El prisionero 199 lo mira mal.

—Me dijeron que eras más agradable.

—Lo soy. Al menos que quieran ver mi otro lado.

El prisionero se quita la horquilla, depositándola en el escritorio, le agradece a todos y se va. —¿Cuál es su problema? — Refunfuña el enfermero. Los compañeros palmean su hombro entre risas.

—Ese es Mew. Le dieron un gato por buena conducta. No llama mucho la atención. Al contrario de los otros, parece que él no vino a conocerte. — Lingling destaca. El enfermero se cruza de brazos, ladeando la cabeza en confusión.

Para la noche, Lingling y los otros recogen sus cosas cuando Lingling le pregunta si ya se va a ir, pero él responde que no hasta organizar su maleta. Todos se despiden entre sí y se van. Cuando la oficina está desolada, él se dirige al estante de documentos y rebusca en cada una de las cajas. Buscando un archivo en especifíco. Al no encontrarlo, va al despacho de la supervisora Roan. Allí abre más cajas hasta que escucha un gato maullar en la puerta de enfermería. Él para en seco y al voltear ve al prisionero 199 en la puerta.

—¿E–En qué te puedo ayudar? Es tarde, no deberías estar aquí.

—El dinero compra la lengua más costosa del mundo. Estoy aquí porque sé quién eres y lo que buscas. Yo también era cercano a ella y estoy harto de que finjan que nunca existió.

Mew acaricia el escritorio mientras que el gato se frota en las piernas del enfermero. El enfermero mira abajo con miedo. Cuando alza la mirada, el prisionero lo acorrala contra la estantería de documentos. Colocando una mano al lado de sus rostros y acaparándolo con su sombra. Era inútil llamar a los guardias si este prisionero los había comprado entonces mejor lo miro directo a los ojos. —La enfermera que solía sentarse allí. La que encontraron colgando en su casa. Tú eres su hermano, ¿verdad? Y quieres saber qué le pasó a ella o qué le hicieron para que tomara esa decisión.

Gulf ennegrece el ceño. Formando los puños. Acto seguido le patea una rodilla, lo tumba de rodillas y le sostiene un brazo en dirección contraria. —Nunca amenaces a alguien sin saber si es cinta negra en karate. Dime, ¿tú tuviste algo que ver con la muerte de mi hermana?

Mew ríe, aún de espaldas a él. Oscila el brazo tan fuerte que tumba al enfermero al suelo y lo acorrala con ambas rodillas a los lados de su costado, sujetando sus muñecas en el suelo. Ambos se miran cara a cara y el fenino juega con el cabello del enfermero. Gulf lo mira debajo de los parpádos murmurando, '¿Es en serio?'. —Yo no la maté. Al igual que tú quiero saber qué sucedió con ella. No parecía el tipo de persona que quisiera morir. Y me hablo mucho sobre ti. Tengo sospechas no tangibles. Mi gato, Tharn, tiene una cámara en su collar. Hay grabaciones en el. Sólo podrás verlas si te comportas.

Ambos prolongan la mirada entre ellos. Escuchan al guardia saludar de nuevo a Sky. Escuchando que Sky regresó porque se le había quedado algo. Ambos miran a la puerta con miedo a ser descubiertos.

Sky abre la puerta y...

...

¡Holis chicos y chicas! Espero que les guste esta nueva historia. Damos inicio a una de las historias que más quería comenzar este año entonces espero que todos la disfrutemos, ¡nos leemos!

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