VIII. Realidades al descubierto


"El hombre es el ser que necesita absolutamente de la verdad y, al revés, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional."

-José Ortega y Gasset






La imponente camioneta hizo un brusco movimiento y cambió la ruta por la que iba por una más vieja y polvorienta que se hallaba a su izquierda.

Tal vez era peligroso, arriesgaba demás, pero Isaac de verdad creía que Chester debía alertar a sus familiares, era posiblemente lo único que podría hacer para retribuirle el enorme favor que el soldado le estaba haciendo. Además, sabiendo que Annabelle también estaba a salvo, tenía más tiempo.

Al cabo de una hora de viaje unas casas se hicieron ver a lo lejos.

El vecindario de Chester era uno bastante alejado de la enorme urbanización que era Los Ángeles. Y estaba más cercano a como se veía la ciudad antes de la invasión tecnológica de otros universos llegara.

Había casitas bastante simplistas contrarias a la de la ciudad que tenían los más curiosos diseños. Claro aquellos eran barrios para ricos y gente de clase media alta. Aquellos que podían a acceder a la tecnología que las grandes corporaciones ofrecían.

Y esto fue lo que ha Phoenix más extrañó. El jamás había visitado el lugar donde vivía su amigo, y no se esperaba algo así. Siendo aquel despreciable trabajo el que realizaba, Phoenix se había imaginado algún tipo de elegante suit, él conocía bastante bien las grandes remuneraciones que se daban a los mercenarios, no obstante...

Chester se dirigió a la puerta y la abrió lentamente, como si quisiera mantener alguna especie de suspenso. Y era algo así pero no por el suspenso en sí. Le preocupaba que al abrir la puerta se hallara con una escena desoladora. Con la casa destrozada y sus hijos y esposa muertos. Era verdad, había pasado poco tiempo y quizá se estaba dejando llevar por el temor. ¿Pero que tal si no?

Harto, abrió la puerta de un solo saque. La casa estaba en perfecto estado. En ese momento sintió veloces pasos que se aproximaban hacia él.

En tan sólo un instante tenía a dos pequeños niños prendidos a sus piernas quienes exclamaron "¡papi!" al unísono. Chester les acarició tiernamente la cabeza a ambos.

-Mami nos dijo que no vendrías hoy -dijo la niña soltando a su padre, ella era de cabellos oscuros y ojos marrones.

-¡Sí! Dijo que tenías que trabajar. -añadió el niño- ¿Vas a quedarte -inquirió con ilusionada mirada, su hermana también se veía igual.

Chester ingresó junto a ellos. Phoenix y Isaac prefirieron quedarse en la puerta.

-Me dejaron salir antes pero tengo que volver -contestó a lo que los niños agacharon la cabeza.

Los ojos del pequeño se encontraron con Isaac, luego con los de Phoenix, el niño lo miró con extrañeza. Su mano se aferró a la de su padre y parecía dispuesto a hacer una pregunta pero antes de que pudiera siquiera decir algo, una femenina voz se hizo oír.

-¡Chester! ¡estás aquí, cariño! -exclamó sorprendida, pero más fue su sorpresa al ver que venía con compañía- ¿Quienes son ellos?

Ella era la esposa de Chester, dedujo Phoenix. Chester anteriormente le había mencionado acerca de ella e incluso había llegado a hacerle una breve descripción, la cual, Phoenix confirmó, había sido muy precisa. La mujer que tenía en frente era tal cual su amigo había dicho: alta, delgada de largos cabellos negros y ojos cafés.

-Sí, ¿quienes son? -inquirió el pequeño hijo de Chester intrigado jalando a su padre de la manga.

-Son compañeros del trabajo -contestó Chester al niño con dulzura, luego dio una seria mirada a Talinda. Talinda comprendió al instante que su marido quería hablar.

-Vayan a jugar -ordenó Talinda a los niños. Ellos protestaron, pues querían quedarse con Chester, pero al final a regañadientes terminaron aceptando.

Talinda invitó con fingida amabilidad a los invitados a pasar y se acercó a su esposo.

-¿Qué es lo que está pasando? ¿Quiénes son ellos? ¿Por qué estas aquí tan temprano? -la preocupación era obvia en los ojos de Talinda.

Chester se mantuvo en silencio, lo que elevó la preocupación de su esposa.

-¡Habla! ¿Qué está sucediendo? -se exasperó la mujer.

-Y-Yo... Liberé a uno de los experimentos. Se supone debía matarlo pero no fui capaz y terminé sacándolo de allí junto con un compañero, el que ves allá -señaló a Phoenix disimuladamente-. Ahora nos están buscando. Por eso estoy aquí. Perdón, no pensé. No quise ponerles en peligro. Lo siento -dijo esto último casi en un murmullo

El rostro de Talinda no mostró expresión alguna al principio, pero en cuanto terminó de asimilar lo oído frunció el entrecejo y sin previo aviso le dio una cachetada a su esposo.

-Debiste de haberme consultado al menos, antes de arriesgarnos así -gruñó, pero luego su gesto se suavizó repentinamente-. Aunque... Aunque me alegra que lo hayas ayudado. Ése es el Chester del que me enamoré.

Chester algo aturdido sólo atinó a sonreír.

-Entonces... ¿No me odias?

-Debería, pero te conozco, Chester. Se que es lo que deseabas. Y... es lo que yo deseaba también.

Chester la tomó de las manos y compartieron una tierna mirada. Phoenix carraspeó dando entender que ellos también estaban allí.

Talinda soltó las manos de su esposo y sonrió, Chester también lo hizo.

-Entren, no se queden allí -invitó, esta vez fue más cordial.

Phoenix se aventuró primero, observó el lugar de arriba y abajo y se dió cuenta de que no todas las murmuraciones eran ciertas. Chester no era un hombre adinerado como tantos mercenarios lo eran. Entonces eso hizo surgir una nueva interrogante en él: ¿cual era el verdadero estado de Chester en el ejército? La palabra "esclavo" dicha por Chester vino a su mente. Pero antes de poder detenerse analizar aquella palabra la voz de Chester le sacó de sus pensamientos.

-Él es David Farrell. Es aquél de quién te mencioné. Dave ella es Talinda, mi esposa.

Talinda sonrió complacida.

-Tu eres el David que salvó a mi esposo en esas batallas ¿verdad? Chester habla mucho de ti. Te considera un gran amigo.

Phoenix esbozó una media sonrisa. Nunca había pensado que Chester le mencionara ante su familia, después de todo no hablaba mucho de ellos con él, Chester era bastante reservado.

-Yo también -dijo y estrechó la mano de la mujer-. Un placer.

-Y él es Isaac.

Talinda lo escaneó con la mirada sin disimulo alguno, como si se hubiera hallado a un gato de cinco patas, haciendo que Isaac se sintiera incómodo.

-¡Pero si es idéntico a nosotros! -exclamó en cuanto terminó de examinarlo.

-¿A qué se refiere? -inquirió Isaac.

-Bien, yo pensaba que lucirias más como esos hombrecillos verdes de las películas.

Isaac hizo una mueca de molestia, pero no sé atrevió a decir nada, él también lo había llegado a creer alguna vez.

Chester rodeó con el brazo a su esposa con cariño, mas lo hacía para, a su manera disimulada, callarla.

-No, cariño. Son tan normales como tú y como yo.

-Pero los de aquel universo los que aparecieron aquí no eran así. ¿recuerdas?

-Es porque son de un universo lejano y evolucionaron más -Phoenix se vió en la necesidad de aclarar-. En cambio su universo no tiene mucha diferencia con la evolución aquí.

Talinda escuchó atentamente y asintió con la cabeza, Isaac de manera automática también lo hizo, él también tenía interés en saber. Pero necesitaba saber más. Su curiosidad había vuelto a despertar y nadie iba a poder detenerla está vez. Sin embargo, había decidido guardarse sus preguntas para un momento más oportuno.

Chester decidió a contarle los hechos con más detalle a su esposa, cuando acabó Talinda sólo se limitó a comentar:

-Vaya veo que hubo invasión de heroes hoy ¿eh? ¿y que es lo que harán ahora? ¿lo devolverán a su mundo?

-Si, aun no sabemos cómo, pero lo haremos.

-Es que fuiste muy apresurado. Si lo hubieras pensado, si hubieras tomado el tiempo -Talinda trataba de ponerle ánimo a la situación pero le era difícil, Chester había hecho una acto de bien pero por hacerlo la estaba arriesgado a ella y sus dos hijos, si fuera a ella sola no le importaría pero lamentablemente estaban involucrados sus dos pequeños que todavía ni siquiera eran capaces de comprender el peligro en el que se encontraban.

-En su defensa, mis minutos estaban contados -dijo Isaac-. Y él era quién les pondría fin. Si su esposo no hubiera decidido lo que decidió yo estaría muerto. Y es algo que le agradezco.

-No tienes nada que agradecer -dijo Chester.

-Nos tenemos que ir -habló Phoenix mirando la hora en su teléfono móvil.

-Sería estúpido que se fueran ahora, con los ánimos como están -dijo Talinda-. Si esos otros hombres se fueron con aquella otra muchacha entonces deben estar en plena pesquisa y podrían terminar dando con ustedes en vez de ellos. No, mejor quedarse aquí. No creo que esos soldados los busquen aquí aún.

Chester objetó al instante, lo mismo Phoenix y Isaac en especial Isaac que no quería ser una problema para aquella familia, no sería capaz de tolerar que esos niños o aquella amable mujer salieran lastimados por su culpa. Pero Talinda era insistente, y con un intercambio de palabras más los terminó convenciendo.

-Solo hasta la madrugada -advirtió Chester-. Nos iremos antes de salir el sol. Y tú...

-Cuando salgan ustedes también nos iremos nosotros -completó la mujer.


****



Chester había dormido con un ojo abierto esas tres horas. Así que incluso antes de que el reloj despertador sonara él ya estaba levantado. No tardó nada en ponerse su uniforme militar. Mientras tanto Talinda también se levantó y se cambió

El militar dejo el cuarto y se decidió a despertar a sus compañeros, para su sorpresa ya estaban despiertos. Y prácticamente listos para salir. Confirmó así que nadie había tenido una buena "noche" ese día, y esto era más notorio en el muchacho del otro universo puesto que tenía unas grandes ojeras bajo los ojos. Isaac en efecto no había podido dormir todo lo que había vivido parecía no haberle afectado pero no era así. Balaceras, huir, haber estado al borde de la muerte no era algo que alguien como él pudiera pasar por alto como si fuera cosa de todos los días. Había tenido pesadillas toda la noche, en ellas veía a Annabelle desangradose con un balazo en la cabeza y varios otros cuerpos en estado similar a los que vagamente pudo reconocer como a las personas que le ayudaban, y lo peor a su "otro yo" como el culpable. No recordaba que había sucedido exactamente sólo recordaba esa sádica sonrisa y un revólver en la mano de su clon. Eran indicios bastante obvios.

Le había hecho saber del sueño a Phoenix, ya que era el único al que tenía cerca para contárselo, él le dijo que posiblemente fuera por la culpa que sentía. Y Isaac deseó que fuera eso, y no algún sueño premonitorio.

-Me los imaginaba aún dormidos.

-Mala noche, ¿tú igual, verdad? -dijo Phoenix.

Chester apretó​ los labios y estos formaron una línea recta, dando a entender que tenía razón.

Antes de que pudieran seguir, Talinda cruzó atareada rumbo al cuarto de los niños, según Chester pudo notar.

El mercenario dió un vistazo a Isaac.

-Ven acompañame a mi habitación -pidió Chester a Isaac haciendo un ademán con su mano-. Tú también, si quieres, Phoenix.

Phoenix asintió y caminó por el pasillo junto a ellos.

-¿Para qué? -inquirió Isaac, poniéndose a la par de Chester Bennington.

-Necesitas cambiarte esa ropa -contestó el soldado y se frenó repentinamente frente a una de las puertas, la cual abrió y el trío ingresó a la habitación.

Mientras Chester se acercaba a un gran ropero, Isaac inspeccionó el lugar con la mirada. Era un espacio bastante ordenado pero algo vacío de muebles, había un televisor de pantalla plana de 21 pulgadas, sobre una mesada; una cama de madera, frente a este con un cubrecama rojo oscuro bien tendido sobre la misma y una almohada blanca sobresalía por debajo de éste; al lado derecho, una mesa de noche color marrón claro que tenía una lampara y un retrato de una sonriente Talinda vestida de blanco y un Chester con lentes y smoking. No hizo falta que nadie le dijera que aquella era su foto casamiento, en otro portarretrato más pequeño y de forma circular había una foto de los dos niños que hacia un rato habían asaltado a Chester. «Bonita familia», pensó Isaac y su gesto se ensombreció. La culpa había vuelto, aquel sentimiento que le carcomía, culpa por haberlos metido en todo esto. Isaac tenía en claro que aquella idea del rescate no había sido suya precisamente pero eso no lo aliviaba. Porque esa cadena de acontecimientos no habían sido por casualidad no, pasaron por él, si tan sólo hubiera obedecido a su amiga...

-¡Ahí tienes!

La estrepitosa voz de Chester sacó a Isaac de sus pensamientos y al alzar la cabeza vio un bulto de ropa que venía volando hacía él cual misil. Justo a tiempo antes de que el paquete de ropa se estampara contra su rostro Isaac hizo la cabeza un poco hacia atrás y atrapó la ropa en el aire.

-Chico, un poco más atento para la próxima -río divertido Chester en lugar de disculparse. Incluso Phoenix, quién estaba con los brazos cruzados con la espalda afirmada en el marco de la puerta, había sonreído levemente.

Isaac le lanzó una mirada fulminante y luego le dio un vistazo a la ropa que tenía en sus brazos, consistía en un pantalón vaquero color azul marino, una remera de mangas largas color negro y una campera verde oscuro de doble forro. Isaac enarcó una ceja.

-Allá puedes vestirte -señaló la puerta del baño.

-No veo el porqué.

-No puedes andar vestido de soldado para siempre. Además así no engañas a nadie, más que al viejo de la caseta de seguridad.

-¿Y ustedes?

-Vistamos lo que vistamos nos reconocerán igual. No necesitamos otra ropa sino otras caras, pero no la cirugía no está lo suficientemente avanzada como para transformarnos en cuestión de minutos -bromeó Chester. "Al mal tiempo buena cara" se había vuelto su lema-. Además está ropa militar es más adecuada para tolerar los fríos matinales y para camuflarnos. La que traes también ayudará.

Isaac hizo una mueca de incredulidad y se metió al baño.

Chester se acercó a la mesa de noche y sacó del cajón el control remoto del televisor, acto seguido lo encendió. Phoenix se preguntó cuál sería el motivo por el cual Chester se había puesto a mirar TV en un momento como ese, pero no dijo nada y sólo se quedó observando desde su lugar lo que su compañero hacía.

Finalmente, el soldado pareció hallar un canal que le llamó la atención y se detuvo allí.

Una joven mujer de cabello castaño y vistiendo un traje color carmín se hizo ver en la pantalla, la joven tenía una notebook plateada enfrente suyo y la estaba leyendo. La reportera tenía una notebook enfrente suyo la cuál estaba leyendo.

"... además del anterior, se ha reportado un nuevo caso de deserción, esta vez no se trataría de científico sino de dos jóvenes pertenecientes a las fuerzas militares, ellos habrían sustraído al experimento 56_32, el segundo experimento, de Sarang, el cerrado complejo científico-tecnologico de nuestra nación. Según fuentes oficiales, se ha identificado a estos dos militares como el teniente David Michael Farrell y su compañero el Cabo Chester Charles Bennington.

Se desconocen cuales fueron sus intenciones al robar el segundo experimento.

Mas, algunos se atreven a afirmar que estos robos no han sido hechos aislados y que, de hecho, estarían conectados. Y que estás múltiples deserciones se deberían a que en realidad estos eran dobles agentes al mando de la rebelión. Como es ya sabido, estos criminales han estado inactivos por demasiado tiempo y es lo que ha llevado a nuestras autoridades a creer esto. No obstante, las averiguaciones continúan.

Por eso, se sugiere a las poblaciones cercanas a Sarang tener precaución al circular por las calles, ya que los militares no sólo han robado al espécimen 56_32, sino también varias armas; por lo tanto, de confirmarse las sospechas son altamente peligrosos.

Y a cualquiera que tenga información ya sea de los científicos o los militares comunicarse con la autoridad más cercan..."

Chester apagó el televisor y tiró con rabia el control a un costado.

-¡Por supuesto! ¿Qué otra cosa se podía esperar? ¡Siempre se las arreglan! -Chester empezó un monólogo que Phoenix no supo entender si iba dirigido a él-. Este maldito gobierno siempre se las arregla para salir bien librado. ¡Claro! ¡Como tienen casi todo los medios comprados! Ahora todos van a creer que nosotros los jodidos villanos del cuento. Además ¿ya viste? Dicen que estamos ligados a la rebelión. ¡Eso es falso! Por qué no dicen cuáles eran los tales experimentos. ¡A ver si se atreven! Claro que no lo harán porque buscan que se sepa todo lo que les conviene a ellos y nada más. Hacerse ver ellos como los "héroes" y cualquiera que se ponga en su contra los villanos. Los rebeldes en eso no se equivocan: sólo engañan a la gente. Les pintan un mundo perfecto peor que el de esa máquina MORFEO. ¿No lo crees así?

Phoenix sólo se quedó mirando a Chester con expresión neutra, sin saber que contestar; y no era sólo por el hecho de que estaba conociendo, por primera vez, el verdadero pensamiento de Chester hacia el gobierno, sino porque aquellas palabras eran la transcripción casi exacta de las que aquel amigo le había dicho hace algunos años atrás. En aquel momento él había sabido replicar, pero ahora, viendo las cosas desde el bando opuesto, solo podía guardar silencio.

-Lo siento -masculló Chester, ante el mutismo de su amigo. Chester conocía las fuertes convicciones de Phoenix a favor del gobierno, pero jamás se había atrevido a sacarle de su error, al principio porque temía que algun otro soldado le oyera y tomaran represalias en contra de el y luego porque no queria iniciar una discusión innecesaria con la única persona que valía la pena allí-. Se que tú...

-No importa -lo interrumpió Phoenix.

Antes de que Chester pudiera hablar, la voz de Isaac se hizo oír.

-¿Por qué nos hacen esto?

Chester y Phoenix voltearon a ver hacia donde provenía la voz del muchacho, él estaba parado al lado del ropero tratando de subir el cierre la campera. La ropa otra vez no era de su medida, las mangas de la campera le quedaban largas y el pantalon vaquero se notaba que estaba doblado hacia adentro. No era de extrañar ya que Chester le llevaba al menos diez centímetros de altura al joven. A ambos soldados les hizo gracia, pero ninguno estaba con ánimos de reír.

-¿Por qué nos hacen esto? -volvió a insistir el muchacho. El tenía aquellas preguntas atoradas en su garganta desde que había despertado y esta era la única que había podido formular- Mi amiga y yo ¿que es lo que buscaban de nosotros? ¿Por qué nos persiguen con tanta insistencia? No somos criminales hasta donde sé.

-Esa es una pregunta interesante y difícil de contestar. Realmente no sé que pasó por sus cabezas cuando iniciaron con esto. Pero creo que buscaban experimentar, fortalecerse. Poder desvanecer sus propias deficiencias. -contestó Chester luego de un rato de pensarlo; como Isaac pareció no comprender, agregó-: Ustedes no son los primeros que han sido traídos aquí. Tú y muchos... ¿Cómo se dice?... Seres interdimensionales... Sí, eso. Seres interdimensionales, fueron traídos aquí para formar parte del proyecto "Acquire The Ezhel".

Él comenzó a explicar brevemente parte de la historia de los universos paralelos, y para su fortuna, descubrió que Isaac estaba mejor informado que él acerca de ese tema en particular, evitándose lo engorroso de explicar acerca de un tema del poco y nada conocía. Así que sólo se dio a la tarea de hablar acerca del gobierno y su intento de eternizarse en el poder y usar los conocimientos que obtenían de los interdimensionales más listos y aptos para ese propósito.

-¿Entonces hubo más antes que nosotros?

-Así es. Varios.

-¿Pero que beneficio obtienen? ¿Quién o quienes reciben ese beneficio?

-Mira es un proyecto y para financiarlo necesita de empresarios, inversores, no sé, mierda como esa. La principal es una gigantesca compañía tecnológica (no recuerdo el nombre y la verdad no me importa). Ellos obtienen grandes ganancias con cada viaje realizado. Pues muchos soldados que son enviados a los diferentes "mundos" traen los más avanzados objetos tecnológicos que la compañía copia y luego se encarga de venderlos en masa a la población en general. Como este aparatito de aquí -Chester metió la mano en su bolsillo y sacó un teléfono móvil plano color azul eléctrico y se lo enseñó. Chester lo sostenía con la punta de los dedos como si el objeto fuera algo repulsivo y de alguna manera así lo consideraba-. Lo trajeron hace meses, no está a la venta pero no dudo que salga el mes que viene y sea un éxito. La gente compra cualquier cosa que le vendan. Y así ellos continúan trayendo alguna innovación. Traen tantos de diferentes lugares que ni sé de que universo provenga este.

Isaac, que desde hace rato observaba maravillado el teléfono, trató de tomarlo, pero Chester en un rápido movimiento lo regresó a su bolsillo. Phoenix dejó escapar una pequeña risa.

-Por lo visto del tuyo no -rió Chester-. No me lo tomes a mal pero no podemos darnos el lujo de usar esto. Pueden tratar de rastraernos. En fin, chico... Los científicos también se benefician pues mientras los viajes les sigan dando más productos para vender a la compañía, los socios seguirán financiando el proyecto y los viajes continuarán hasta que ellos lo decidan.

-¿Pero por qué acabar con todos los "seres interdimensionales"?

-Veras, es difícil de explicar pero digamos que en el multiverso existen reglas, reglas que en tu mundo por ser poco evolucionado no conozcan; pero existen (esta es una de ellas). Son reglas que impiden que se desaten conflictos entre habitantes de cada universo. Y una de ellas es que ningún universo puedo viajar a otros universos y mucho menos para un proyecto como "Acquire The Ezhel". Serían castigados severamente de ser descubiertos, así que la mejor alternativa para que estos no abran la boca
es acabar con los sujetos de experimentación ¿no te parece?

-¿Y la máquina? -Isaac recordó repentinamente a su doble. Su sueño perfecto.

-No conozco mucho acerca de ella, sé que la usan para mantener dormidos a cada sujeto de investigación que traen. Algo así, ¿Verdad, Phoenix? -el aludido asintió con la cabeza- Cuando yo llegué era sólo un prototipo. Recuerdo que como conejillos de indias usaron varios rebeldes que tenían presos, pero pocos la sobrevivieron.

-¿Rebeldes? -le interrumpió Isaac.

-Son civiles y algunos soldados que se rebelaron contra el gobierno -Phoenix intervino, había un tono melancólico en su voz que ninguno de los otros dos notó-. Son considerados enemigos del país.

Isaac asintió algo confundido, pero viendo como Chester pintaba al gobierno y como él y su amiga eran perseguidos no le sorprendía que hubiera gente que se rebelara contra el sistema.

-Sí, eso exactamente. En fin, yo los he visto y no deseo esa suerte a nadie. Yo mismo casi termino en ese lugar.

Phoenix puso especial atención esta vez.

-¿Tú? -dijo Isaac aún más extrañado- ¿eras parte de los rebeldes?

-No. Pero, bueno, no siempre fui este soldado que ves aquí. Pero, no quieres escuchar mi historia. Ninguno quiere -agregó mirando a Phoenix.

El tiempo había pasado pero Chester siempre se sentiría avergonzado del monstruo que alguna vez había sido.

Isaac ya no preguntó y Phoenix aunque se veía tentado a conocer aquel pasado delictivo de su amigo finalmente decidió no hacerlo. Cuando él era un soldado raso había oído muchas habladurías en el cuartel por parte de otros soldados e incluso de profesores acerca de Chester; una era peor que la otra. Phoenix ahora sabía que algunas eran totalmente ciertas pero no sabía cuales. Sin embargo, lo mejor era dejar ese pasado enterrado y jamás averiguar cuales afirmaciones eran las falsas y cuales las verdaderas. Era lo mejor que podía hacer para seguir manteniendo en alta estima a Chester.

Tras volver a quedar sumidos en un profundo silencio, Chester pareciendo recordar algo, tomó una llave del cajón de la mesa de luz y rápidamente se encaminó al armario, seguido por la atenta mirada de Isaac y Phoenix. Abrió una de las puertas, se arrodilló y usó la llave para abrir el último cajón.

Sacó un par de armas y algunas municiones que era el contenido guardada en aquel cajón bajo llave (el soldado no quería que sus hijos tuvieran acceso a él y esos mortíferos objetos).

Chester les dio un vistazo, los rifles estaban cubiertos por una capa de fino polvo blanco que Chester hizo volar con un soplido. ¡Las tenía hace tanto tiempo! El soldado no estaba seguro de para qué las tenía, o mejor dicho sí lo sabía. Las tenía para acabar con el general y sus mandamáses. Jamás las utilizaría en realidad, pero el hecho de tenerlas significaba que existía la posibilidad de hacerlo, una muy vaga posibilidad pero existía. Ahora, sin embargo, las destinaría para una buena causa y no para una venganza personal. El darles esta nueva utilidad lo reconfortaba.

Tomó las armas y le lanzó una a Phoenix, quien la atrapó en el aire sin problemas y se la colgó al hombro, la otra se la lanzó a Isaac quien también pareció atraparla fácilmente pero pronto el soldado notó que se frotaba los manos disimuladamente, la parte metálica del arma había chocado contra los frágiles dedos del muchacho de otro universo.

-¿Para qué es esto? -inquirió Phoenix.

-Nos harán falta -contestó y les entregó las municiones a cada uno-. Los rifles que trajimos y sus municiones no nos durarán eternamente.

-Pero yo no sé disparar -aseveró el muchacho. Aunque no había sido necesario, eso era algo obvio para Chester, pues le bastaba con ver lo mal que sostenía el arma para darse cuenta de ello, y aún si no lo hubiera visto, Isaac no tenía la complexión de un tirador experto, su cuerpo era escuálido y tenía un infantil rostro que reflejaba cierta inocencia; se notaba que jamás en la vida había visto la muerte de frente ¿siquiera habría visto un herido de bala aunque sea en las noticias?

-Apunta y jala el gatillo. Es todo -instruyó Chester, no podía decir más, no tenía tiempo de sentarse a enseñarle a enfocar al objetivo, la posición al disparar, etc... Todo aquel tecnicismo que en algún momento había explicado a Phoenix y lo habían convertido en el más eximio tirador. Además llegado el momento de un enfrentamiento, confiaba en que bastara con él y con Phoenix y así Isaac no tuviera necesidad de usarla-. Apunta y jala el gatillo -volvió a repetir haciendo el ademán de disparar un rifle invisible cuando Isaac hizo una mueca de incredulidad.

-No te preocupes. Dudo mucho que tengas que usarla -trató de tranquilizarlo Phoenix.

-Así es -convino Chester-. Sólo es por seguridad.

Isaac pareció recobrar la calma pero no lo suficiente, el chico estaba más que seguro que si tenía que llegar a usarla posiblemente terminaría dándose un balazo a sí mismo por error.

Chester guardó el resto de las municiones en sus bolsillos y el trío abandonó la habitación. Allí en la sala estaban esperándole Talinda con rostro compungido e igual los niños; los pequeños no tenían idea de porqué, simplemente se habían contagiado del mal semblante de su madre. Chester pidió a Phoenix y Isaac que se adelantaran al vehículo y estos así lo hicieron, no sin antes darle un corto adiós a la familia de Chester.

Talinda, por su parte, murmuró algo a los niños y estos se fueron corriendo rumbo a sus cuartos.

Chester se acercó y tomó de las manos a su mujer. Talinda trató de sonreír pero se le estaba haciendo complicado.

-Tengo que irme -dijo el soldado- ¿Tienes todo listo?

-Sí, ya he preparado todo. Ya le hablé a mi hermana por teléfono, está encantada de recibirnos. Claro no sabe porqué. Pero se lo diré allá. No quiero engañarla.

-Tal vez no debería ir. Tal vez debería quedarme con ustedes y protegerlos. No debí de meterme ni meterlos en este lío.

Por un momento, pasó por la mente de Talinda el darle la razón a su marido y rogarle que no vaya, pero no se atrevió, ella más que nadie sabía cuán importante era para Chester lo que estaba haciendo. Había sido testigo de su cambio por años y sin embargo su marido seguía atormentado por los fantasmas de su pasado. Debía permitirle esto más si de alguna manera le ayudaba a expiar sus culpas.

-No. Ni lo pienses -la mujer hablaba con convicción-. Ya te has comprometido. Nosotros estaremos a salvo en la granja de mi hermana, nadie pensará en buscarnos allí. Además sabes que no soy una inútil. Sé como defenderme, a mí y a mi familia -Talinda movió su camisa color esmeralda y dejó ver un revólver que ocultaba bajo la prenda- ¿O acaso olvidas en donde nos conocimos?

Chester sonrió, claro que recordaba. Ambos eran un par de jovencitos en esa época. Chester llevaba pocos días de ingresar obligado al ejército y un día cualquiera su mirada se había topado con una joven recluta que hacía prácticas en el campo de entrenamiento. Todo de ella había llamado su atención desde su figura delgada y rostro moreno hasta la diestra y ágil manera en la que manejaba un rifle de entrenamiento. Sí, aquella jovencita era quien se convertiría en su esposa, Talinda

-Lo recuerdo bien. Pudiste haber sido una gran soldado -comentó.

-Pude... pero no -Talinda dijo en tono neutro. Ella había abandonado el ejercito pocos meses después de entrar. Era verdad que tenía grandes facultades para las tropas, pero ella había visto el lado oscuro del ejército, y en gran parte gracias a Chester, sabiendo lo que lo obligaban a hacer. No, ella no quería ser parte de eso.

Chester le sonrió y luego dio un vistazo a su reloj pulsera.

-Debes irte -le dijo Talinda, antes de que la cobardía en ella regresara y le pidiera que se quedara-. Debes irte... y yo y los niños también. Nuestro taxi vendrá de un momento a otro.

-Lo sé -murmuró Chester, soltando sus manos.

-Vuelve con vida, por favor -le pidió la chica con una mirada suplicante.

Chester depositó un corto beso en sus labios y se lo prometió, haría todo lo posible. Se despidió de los niños y dejó la casa, aun seguía preocupado pero no como antes: Talinda los protegería.

-¿Has hablado con ellos? ¿Está todo bien? ¿Ya podemos irnos? -inquirió Dave cuando Chester subía a la camioneta.

Chester se quedó en silencio por un momento como reflexionando algo y luego contestó.

-Sí. Está todo bien. Ellos se irán a un lugar seguro también. Ya está todo arreglado.

-¿No te preocupan? -habló Isaac desde los asientos de atrás, mientras se recargaba en el asiento de Chester.

-Sí. Pero Talinda sabe protegerse. Confío en ella -Isaac hizo un gesto que Chester logró ver a través del espejo de la camioneta y no era el único que la traía, Phoenix también. Entonces agregó:- Ella era una soldado por si lo querían saber. Así que no hagan esas caras.

Entre interrogantes a Chester acerca de esta última sentencia y las negativas de este a contar la historia pasaron todo el camino. Sin embargo, el silencio reinó cuando se hicieron ver los escombros de lo que antes había sido un imponente edificio. Parecía ser la salvación, pero lograron ver moverse unas sombras en el interior del edificio. Phoenix disminuyó la velocidad al notarlo. ¿rebeldes? ¿soldados? No estaban seguros. Pero sus suposiciones estaban bastante lejanas de la verdad...


Fin del capítulo ocho.



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¡Qué misterio! ¿Quienes serán los instrusos? (? 😜😜 Jaja ok no.

¡Ya sé que me perdí por tres meses! Pero... bueno es una larga historia. Se resume en: me cambié de carrera este año de ingeniería a comunicación (ya sé: números x letras 😅), mi carrera nueva absorbe más mi tiempo. Me la pasó ocupada. Por fin, esta semana me pude hacer un tiempo para terminar de editar y escribir este capítulo. Y no sé cuando será el próximo porque tengo más parciales la semana que viene. Ni sé si todavía se acuerden de esta historia. 😥😥 En fin, el próximo lo subiré en 2018... Jaja no, mentira. Lo voy a tratar de subir lo más pronto posible.

Como adelanto, en los próximos capítulos (no el siguiente) se vienen nuevos personajes.

Voten y comenten ¡por favor!

Annie B.

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