V. Un abrazo eterno (Parte I)

"Un solo rayo de sol es suficiente para borrar millones de sombras"

-San Francisco de Asis


—Es ese de allá —dijo Robert Bourdon, indicando hacía un edificio que asomaba por entre la enorme arboleda, sonriendo, o eso intentaba al menos

El camino no había sido fácil para ninguno de los cuatro y más que nada para Bourdon, y no porque el camino hubiera sido muy sinuoso y difícil de transitar (la mayor parte del trayecto la habían hecho por ruta hasta que se internaron en el bosque y allí su mayor complicación fue alguna raíz saliente o algún arbusto espinudo que se atravesaba en su camino), sino porque desde la confesión que el asistente se había atrevido a hacer, sus dos ex jefes no le dirigían la palabra y no hacían sino clavarle la mirada de manera inquisidora. Rob iba delante de ellos guiandolos pero podía sentir aquellos ojos fijos en él como si estuvieran  caminando con el propio enemigo. Estaba seguro que ni con Henrik habrían actuado así.

Habían perdido la confianza hacia él. Tal vez tenían razón: él no era de confiar, desde siempre había ocultado cosas. Cosas que debieron de haber seguido ocultas. Rob sabía que no debía de haber revelado nada, pero ¿qué otra opción tenía? Si no les decía el resultado iba a seguir siendo el mismo.

Annabelle parecía haber sido la única que no le juzgaba, aunque quizá era porque estaba más ocupada en liberarse del agarre de Michael Shinoda, quien la llevaba bien sujeta de la muñeca para evitar que huyera. Annabelle puede que no desconfiara de él, pero sí lo hacía de  Shinoda y Delson.

No era el ambiente más agradable.

El grupo no podía seguir así, Rob pensó, debía recuperar la confianza, al menos de sus jefes. Pues si esa división continuaba serían atrapados como ratas. Sin embargo le sería bastante difícil, pues para hacerlo tendría que revelar el resto de aquella verdad a medias que les había contado y era algo que no quería. Sería un suplicio para él hablarles acerca de aquel evento que, a pesar de que ya habían pasado varios años, le causaba tanto dolor. Tal vez podría encontrar otro manera, se dijo esperanzado.

—Conque allí está ¿eh?—masculló Brad. Él realmente había esperado que el edificio no estuviera allí y que el asistente solo estuviera fanfarroneando. Prefería eso a creer que Robert fuera un traidor. Aun no tenía pruebas concretas para acusarlo, pero bien podría haber inventado la existencia de aquel hermano solo para justificar su conocimiento y ocultar lo que era en verdad, otro criminal más, un miembro de la rebelión. Mike le decía que no y que sólo se estaba dejando llevar por sus propias especulaciones, pero no iba dejarse convencer por Mike otra vez. Razones de sobra había para desconfiar de Rob.

No obstante, Mike se había dejado contagiar de Brad y desconfiaba de Bourdon, tanto había argumentado su amigo en  en contra del pobre joven que había terminado creyéndolo. Además Bourdon tampoco ayudaba, había soltado esa verdad tan grande y no dio más explicaciones. No podía negar que eso era bastante misterioso. Era verdad que Rob siempre había sido un hombre misterioso, que jamas conversaba con nadie más que de lo laboral; pero en ese momento a Mike no le había importado de hecho hasta lo prefería. Él tampoco era el más conversador y el plano laboral era lo único que le importaba de sus empleados. Y Rob en lo laboral era bastante bueno. Pero ahora que estaban solos los cuatro en medio del bosque siendo guiados por Rob las dudas y desconfianza acerca de su empleado habían crecido. Le preocupaba que las preocupaciones de Brad se confirmaran y que en aquel edificio hubiera de verdad una emboscada rebelde, que se llevaran a Annabelle... Mike intentó de dejar de pensar en lo peor. Brad de verdad había logrado sembrar la semilla de la duda en él. No quería decirlo para, como se dice vulgarmente, no avivar más el fuego, pero estaba preocupado. Preocupado de que si algo de lo que Brad le había dicho terminaba siendo cierto sería su culpa y nada más que su culpa.

Estaban a sólo metros de aquel edificio. De momentos a Mike se le pasaba por la cabeza hacer caso a las especulaciones de Brad.

El sol asomaba por entre los árboles y el frío se acrecentó al punto que Annabelle tiritaba con aquella remera tan fina que llevaba puesta.

Mike la miró, él también tenía frío pero a Annabelle parecía afectarla más.

Aquel edificio debía suponer una bendición para ellos, iban a poder descansar y sobrellevar el frío

En esas cavilaciones estaban cuando avistaron el imponente edificio que se alzaba frente a ellos. Pese a esto, estaba completamente derroido, los vidrios de los ventanales estaban, en su mayoría resquebrajados; las paredes habían perdido el típico color blanco mármol que tenían por el grisáceo cemento del que habían sido hechas entremezclado con el verde claro del moho con el que habían sido cubiertas y además varias plantas trepadoras habían crecido pegándose a los primeros pisos del edificio.

Para Mike y su amigo no cabía suda que el edificio debió de haber sido de los primeros que se construyó y que debía de abanderlo abandonado al menos diez años atrás antes de que ellos ingresaran. Ambos habían oído hablar un poco de él. Había funcionado como un laboratorio similar en el que ellos trabajaban; pero la rebelión, que también estaba en sus inicios, lo había invadido y había logrado destrozar gran parte de la maquinaria y el instrumental, incendiándolo. El destrozo había sido tal que prefirieron reconstruirlo  en otro lado en otro lado en lugar de reparar las instalaciones.

Habían sido solo comentarios al azar que Mike y Brad habían escuchado por los corredores, acerca del edifico, así que Brad y Mike no habían creído que el laboratorio en verdad existiera.

Sin embargo, allí estaba. Y la historia de su destrucción también parecía ser cierta pues aun tenía recuerdos de este, algunas manchas negras de quemaduras y en algunas partes el hormigón había caído dejando ver el metálico esqueleto del edificio.

Mike y Brad se miraron entre sí  y disminuyeron el paso dejando que Robert Bourdon se adelantara. Mientras tanto, ellos mantenían sus cinco sentidos atentos a su alrededor en caso de que sus temores de una emboscada se confirmaran.

—¡Apresurense! —dijo Rob con solícito tono, tan típico de él, mirándoles por sobre su hombro, él ya se encontraba en la entrada del edificio.

Los científicos volvieron a intercambiar miradas y apresuraron un poco más el paso, pero solo cuando Rob ya se traspasaba la entrada del edificio que antes había tenido una tecnológica puerta recubriéndola y ahora solo quedaba un hueco rectangular en la pared.

Ingresaron ellos también. Revisaron cada recoveco con la mirada, a su paso. Nada. El edificio parecía estar vacío.

Por dentro, la vista no era mejor que por fuera.

Se encontraban en lo que había sido la recepción. Había una fila de sillas ubicadas a un costado, la mayoría en pésimo estado, algunas sin respaldo, otras sin patas. Había otras más dispersa en el lugar, pero también en el mismo estado. Solo dos o tres estaban en lo que se podría decir buenas condiciones.

Los mosaicos del piso estaban en su mayoría rotos y era difícil diferenciarlos de la tierra y de los objetos que estaban regados por el suelo, tubos de ensayo y otros objetos de laboratorio, papeles con la tinta corrida por la humedad, lapiceros entre otros.

Mike y Brad contemplaban boquiabiertos el pésimo estado del edificio, mientras que a Annabelle parecía no importarle.

No se veía como un nido de rebeldes, había pensado Brad, quién se había imaginando encontrar el edificio en mejores condiciones, porque en la manera en la que estaba era inhabitable para personas comunes.

Un helado viento entró silbando por las ventanas resquebrajadas, Annabelle se abrazó a sí misma y tembló al sentir aquella brisa matutina atravesar la delgada su fina vestimenta y pegarle de lleno en la piel. Los otros disimulaban más, pero también habían sentido aquella baja de temperatura.

Rob entonces se acercó a lo que antes había sido la mesa de recepción y buscó algo allí. Mike y Brad se miraron entre sí preocupados de lo que fuera que Robert Bourdon quería allí. Ambos clavaron los ojos en el muchacho y Delson no dudó en acercar su mano hacia su rifle y estar preparado en caso de que se tratara de una mala jugada del asistente de Mike.

Sin embargo, Rob volvió a asomarse por el escritorio cargando unas empolvadas mantas blancas que estaban lejos de ser las peligrosas armas que Brad Delson imaginaba. Aun así el científico prefirió continuar alerta.

Rob Bourdon sacudió las cobijas y una nube de polvo cubrió aquel pequeño espacio. Tosió un poco y pensó que había pasado más tiempo del que recordaba desde que esa base había sido usada. Una memoria de esa época le llegó a la mente y sintió algo de nostalgia. Antes de sumirse en recuerdos que llevaba tiempo tratando de eliminar, decidió lanzarles las cobijas a su jefe, quien las atrapó en el aire.

—Esta helando, lo mejor será que las usen —dijo el muchacho con la voz algo ronca por la tierra que había tragado—. Llevan mucho tiempo aquí, pero aun sirven.

—Gracias —agradeció Mike en tono neutro.

Mike le ofreció una a Brad y éste se mostró renuente a aceptarla, pero en vista de la insistencia de su amigo y de que el frío ya le estaba traspasando la campera, (aún cuando ésta era mas o menos gruesa) se vio obligado a aceptar el objeto aunque no de muy buena gana.

—Parece que te conoces demasiado bien este lugar —soltó Brad irónico

Mike le lanzó una mirada fulminante, pero a Brad pareció no importarle y tan sólo esperaba alguna clase de contestación por parte del Bourdon, sin embargo Rob no dijo nada. El asistente no tenía interés de iniciar una discusión con Delson, pese a que ya le estaba comenzando a molestar que lo tratasen como a un enemigo, él era un hombre bastante cerebral y sabía que una pelea entre ellos tres era lo que menos hacía falta. Aunque si seguían tratándolo así, Rob tenía la certeza de que iba terminar dejándose vencer por el enojo y dejar escapar aquel fuerte temperamento que tenía y que rara vez usaba.

Con Annabelle, Mike, tuvo el mismo problema que con Brad al ofrecerle la cobija, excepto que ella resultó ser más testaruda que su mejor amigo y se negó sin importar lo que le dijera. Incluso aprovechando que Mike le había soltado la mano, se alejó de ellos y se fue hacía el otro extremo de la recepción y ocupó  la única silla buena que allí encontró. Y ahí de quedó observando a aquellos a tres.

La chica había pensado en huir pero no podía hacerle aún, apenas si sentía sus piernas después de esas arduas caminatas, así que se había decidido a descansar por un momento y luego aprovecharía algún momento de distracción y abandonaría a aquel grupo rumbo a donde sea.

Brad también necesitaba descansar aunque sea por un segundo, los años de inactividad le estaban pasando factura, así que tomó asiento en una de las sillas, pero de dejó muy en claro que el no quitar la vista de Bourdon, quien se había quedado tras el mostrador. Su amigo, imitándolo, tomó asiento en otra de las más aceptables sillas que había, pero el miraba hacia Annabelle.

Y así quedaron uno frente a otro en cada esquina del edificio, clavando sus ojos entre sí, como si fueron enemigos, en espera de una posible traición, de una posible huida. Había tantas posibilidades.

Una pesada atmósfera se había generado, en donde todos parecían estar enemistados con todos. Pero esta se fue esfumando a medida que uno tras otro fueron sintiendo el peso de la huida y las constantes caminatas.

Entonces ya no hubo más especulaciones, ni planes de escape, ni de invasión; ni vigilancia.

Pues víctimas del cansancio, las horas sin dormir y el frío matutino todos cayeron rendidos ante el sueño, en los respectivos lugares en donde se hallaban.

****

Un rayo de sol ingresó por entremedio del rajado ventanal del laboratorio pegando exactamente en medio de los ojos de Mike Shinoda. El científico fruncio el entrecejo y se removió en su asiento tratando de esquivar la molesta luz que perturbaba su apacible sueño. Pero estos movimientos casi provocaron que Mike caiga de la silla y en consecuencia terminó de despabilarse. Todas las memorias de lo sucedido hasta el momento regresaron como un rayo a su mente, así que se reubicó en la silla y frotó con ambas manos sus rostro. El molesto rayo de sol volvió a pegar en sus manos, generando esa sensación de tibieza, y Mike miró hacia el lugar donde provenía. El sol ya se estaba perdiendo tras unas colinas. Mike se preguntó cuánto habia dormido.

Buscó con la mirada al resto de sus compañeros, con el primero con el que se topó con su amigo Brad Delson, y descubrió que él no era el unico que se había dormido, a su amigo Brad Delson también le había ganado el cansancio. Brad dormía en otras de las sillas,aunque no lo hacía tranquilamente, pues tenía el entrecejo fruncido y su cabeza reposaba sobre el hombro mientras que sus brazos estaban cruzados sobre su estómago y la manta que tanto se había rehusado a aceptar sobre sus . Mike no tardó en notar el porqué de aquella posición, su silla estaba ubicada en la pared opuesta al mostrador quedando así en frente de donde su asistente dormía, se había dormido vigilándolo. Robert Bourdon por su parte también se había quedado dormido y sí parecía disfrutar mucho más que su amigo del descanso que le proporcionaba su propio sueño, pues su cabeza se había ido hacia adelante y había quedado colgando en el aire, con todo el largo cabello negro cayendole como lluvia hacia adelante, también tenía los brazos cruzados pero en una posición más relajada.

Negó con la cabeza pero pronto la imágen de Annabelle Dillinger llegó a su mente. Mike se puso de pie de un salto dejando caer la cobija, que tan bien le había servido, al suelo. Urgentemente recorrió con la mirada todo el lugar en busca de la joven.

Mike Shinoda suspiró aliviado, se había dejado llevar por el nerviosismo, pues Annabelle se encontraba en el mismo lugar que había quedado la noche anterior y cubierta con la misma cobija que le había puesto cuando la chica se había dormido.

Se acercó hasta ella y se quedó contemplándola, la joven dormía en esa incómoda silla y con la cabeza afirmada en la pared pero tan plácidamente que incluso parecía sonreír. Ni siquiera estando en su laboratorio conectada a aquella máquina la había visto tener un descanso tan apacible como el que ahora parecía tener. Annabelle se movió un poco y Mike quitó la mirada. ¿Quien sabe que llegaría a creer la pobre si lo descubría observándola? La chica ya le tenía un gran miedo si ahora depertaba y lo descubría infranganti viéndola, cual depravado, perdería la poca confianza que le tenía. Sin más Mike se alejó y se decidió a despertar a su amigo y su asistente. Ya era suficiente descanso.

—¡Hey chicos! Arriba, despierten —habló en voz alta pero tratando de modularla para no despertar a la joven.

El primero en despertar fue Brad.

—¿Eh? —murmuró soñoliento, mientras las borrosas cosas a su alrededor empezaban a tomar forma. Se irguio y lo siguiente que sintió fue un terrible dolor en el cuello por haber dormido en una muy poco confortable posición y murmuró algún que otro improperio mientras se frotaba el cuello.

Cuando la somnolencia por fin se le hubo pasado Brad se puso de pie repentinamente y buscó con la mirada a Robert Bourdon. Robert seguia en su mismo lugar desperezándose tranquilamente. Brad dejó escapar un suspiro de alivio, Bourdon no se había atrevido a hacer ninguna mala jugada contra ellos, aún. Brad había llegado a creer que aprovechando que se habían dejado vencer por el cansancio, el asistente había aprovechado para buscar a sus cómplices y tomarlos a ellos tres por rehenes, más sin embargo la escena de película  que se había maquinado no había sucedido. Aunque claro Brad no iba bajar la guardia pues que no haya sucedido no significaba que fuera pasar en cualquier otro momento. Bourdon no era de confianza. Su instinto de militar se lo decía.

—¿Cuanto dormimos? ¿Que horas son? —preguntó Delson sin quitar la mirada de Robert Bourdon.

—¿No tienes ahí tu reloj de última tecnología?

—Sí, pero está muerto; mientras no encuentre un cargador y dudo que hallemos alguno en estas ruinas.

—Siete y treinta —contestó Rob a la pregunta mientras daba un vistazo a su reloj pulsera de correa negra.

Brad fingió no escucharlo y no contestó, de Bourdon desconfiaba hasta cuando le decía la hora.

—Gracias —dijo Mike—. Sí, es mas o menos esa hora. Ya está anocheciendo.

Brad asintió y sus ojos pronto se centraron en la durmiente Annabelle.

—¡Despiertala también! —espetó malhumorado, estado de ánimo generado por tener que tolerar a un rebelde y por el típico malhumor con el que siempre despertaba cuando dormía incómodo—. No estamos seguros podrían aparecerse soldados o... rebeldes... —Brad señaló disimuladamente a Robert Bourdon con la cabeza— y con ella medio dormida no seríamos capaz de huir rápido.

—No aparecerán. Nadie lo hará —aseguró Rob.

—¡Claro!  Es verdad, se me olvidaba que aquí tenemos información de primera mano —soltó Brad con ironía—. ¿Que esperas, Mike? ¡despiertala!

Mike dio un vistazo a su amigo pero no replicó y se decidió a obedecerle. No quería tener que lidiar con el temperamento de Brad.

Se acercó a la durmiente jovencita, que aun se encontraba  sumida en aquel mundo onírico, Mike no tenía duda ella, estaba en paz y tranquila y podía olvidar por esa fracción de tiempo todas sus desgracias. ¿Por qué sacarla de allí? Podía dejarla permanecer en aquel pacífico lugar con el que la joven estaba soñando, aunque sea unos minutos más.

—¡Ya despiertala! —habló Brad desde su lugar—. O sino lo haré yo.

Mike resopló y acercó su mano hasta la joven pero se detuvo dudando de nuevo si hacerlo o no, al final decidió hacerlo. La tocó en el hombro. Al tiempo que le decía suavemente:

—Hey, despierta.

Annabelle parpadeó repetida y lentamente, alzó la cabeza y abrió los ojos. En cuanto se percató del hombre que tenía al frente hizo la cabeza hacia atrás de manera tan brusca que la golpeó contra la dura estructura de cemento que era la pared de aquel laboratorio abandonado.

—Au... —murmuró llevando su mano hasta la zona dolorida.

Mike Shinoda cambio su amable sonrisa por una mueca de preocupación.

—Lo siento, no quería asustarte ¿E-estas bien?  —inquirió tratando de llevar su mano hasta la cabeza de la muchacha para revisar que no tuviera alguna lesión de gravedad.

La joven sacudió la cabeza y se puso de pie al instante para mantenerse lo más alejada de Michael Shinoda.

—Sí, estoy bien. ¡Solo... alejate de mi! —bramó la chica frunciendo el entrecejo. El golpe le había dolido más de lo que le quería hacer ver, pero lo que más quería era mantenerse lejos del asesino de su mejor amigo. Tal vez el no había apuntado, pero era parte de ese plan siniestro que había acabado con la vida de su amigo.

—Pero...

—Vete. No me hiciste más daño del que ya me has hecho.

—Ya dejala tranquila, Mike. ¡Qué se las arregle sola! —intervino Brad, él se oía enfadado, pero trataba de ocultar una sonrisa que se había formado por tan patético espectáculo que estaba dando su amigo.

Brad Delson había estado observando la escena y no podía más que sentir pena ajena por su amigo y sus intentos por agradar a la jovencita. Para el científico Mike lucía como si estuviera tratando de entablar amistad con un gato arisco que rescató de la calle. Una empresa muy difícil que conllevaba tiempo y paciencia en el caso del animal, pero imposible en el caso de la malcriada muchachita, al menos desde su punto de vista. Pues era claro que la chica no quería tener a Mike cerca ni a diez kilómetros de distancia. ¿El motivo? Brad no lo había pensado ni le interesaba; pues en cuanto  regresara a la chica a su universo todo estaría finalizado con ella y su única preocupación sería arreglar las cosas con los altos mandos.

Mike no quería obedecer pero una mirada fulminante por parte de la chica hizo que se diera cuenta que quizá, esta vez, Brad tenía razón. Cabizbajo, se alejó de la chica y regresó junto a su amigo.

Annabelle ya no teniendo al científico molestándole se dejó caer pesadamente en el asiento. Llevó su mano derecha hasta su zona dolorida otra vez y luego la observó en busca de rastros de sangre, pues el dolor era tan potente que por un pensó que el golpe había sido más fuerte de lo que parecía, pero se sintió aliviada al ver que no había nada allí y que pronto el dolor empezó a amainar. Aunque ese dolor era insignificante comparado al dolor que era la pérdida de su mejor amigo.

Con el dolor cada vez más calmo, Annabelle aprovecho para recorrer con la mirada el edificio.

«Es verdad, aun sigo aquí. Otra vez, todo fue un maldito sueño», se dijo.  «Otra vez un maldito sueño. Sigo atrapada aquí en este lugar de locos, como una estúpida rata de laboratorio»

Enterró la cabeza entre sus manos y trató de rememorar aquel sueño. Aquella era la única manera que tenía para verlo

Y lo que le extrañaba era que no le había parecido un sueño. Había sido demasiado nítido, demasiado vívida, demasiado real. Annabelle incluso creía que la máquina aquella podría equipararse.

En el sueño, ella llegaba tarde a la universidad como todos los días y al ingresar al aula en la que debía de tener clases se hallaba con el hecho d e que Isaac no había llegado. Tal vez porque aun se negaba a creer en su muerte o por el simplemente hecho de que era un sueño, ella mecánicamente dejaba su campera en la silla contigua para guardarle el lugar, a pesar de que era consciente de que él jamás llegaría. Los minutos comenzaban a pasar y el aula hasta ese momento con poca gente comenzó a cobrar vida, hasta que quedó casi repleta como si fuer a el inicio de curso. Había algunos rostros familiares pero a la mayoría no era capaz de reconocerle. Entonces, el profesor ingresaba, Annabelle entonces miraba hacia la silla de Isaac, aun vacía y luego miraba hacia la puerta con la absurda esperanza de que su amigo apareciera. Sin embargo, no sucedía. Annabelle se vio obligada a abandonar su posición vigilante y fijar la vista al pizarron pues el viejo y calvo profesor ya había terminado de acomodar sus cosas y se disponía a dar la clase.

Ya se había resignado a que no viniera y tenía en claro el porqué.

Fue en ese momento que vio su campera empezó deslizarse hacia atrás y luego sentir que alguien la ubicaba tras el respaldo de su silla. Annabelle, de inmediato, se giró a ver quién era el que se había atrevido a tocar sus cosas, pero al verlo no pudo emitir palabra alguna, todas habían quedado atoradas en su garganta. Sus ojos se habían puesto acuosos y su labio inferior le temblaba.

Era Isaac.

«Hey Anna, gracias por guardarme el lugar. Se me hizo algo tarde», había dicho sonriendo infantilmente al tiempo que rascaba su nuca con la mano derecha.

Él lucía exactamente a la última vez que lo había visto, llevaba la camisa a cuadros perfectamente arreglada, los vaqueros grises y el cabello negro corto. Lo único que no tenía era la bata de laborario.

«Isaac» había sido la única que pudo escapar de sus labios.

«Sí, soy yo».

«Pensé... Pensé que estabas... m-muerto», ella había dicho esto sin pensar.

«¿Yo muerto?¡Por dios, Annabelle! ¿Qué te hace pensar eso?» había exclamado el chico indignado «¡Por supuesto que no!».

«Pero yo... Ellos me dijeron que...»

«¡Ay Anna!, la interrumpió el chico,  claro que no. Ese sí fue un sueño, nada de lo que crees pasó. Estoy perfecto, solo mirame.  Tocame si no me crees» dijo extendiendo sus manos hacia adelante.

Annabelle acercó con cautela su mano derecha a la mejilla de su amigo y la palpó con un poco de desconfianza, su piel estaba un poco áspera y tibia... ¡tibia!, señal de que era cierto lo que Isaac había dicho. Sin dudar más, se lanzó a los brazos de su amigo.

Pero antes de que pudiera tener el más mínimo contacto con su mejor amigo, había despertado.

Aquella bella fantasía  se había difuminado ante el primer toque de Michael Shinoda.

Tal parecía que aquel hombre le agradaba hacerla sufrir.

Ya le había arrebatado a Isaac en la vida real y ahora también al de sus sueños

«¿Por qué me tuvo que despertar? ¿Por qué tuve que despertar?»

Aquellas interrogantes llegaron a su mente, y no solo eran acerca de su sueño con Isaac sino del anterior también. De aquel sueño artificial. Y por primera vez pensó que aquella máquina no era tan mala, la había mantenido en la ignorancia, e ignorante de todo era feliz. Sí era una felicidad falsa, pero felicidad al fin, en dónde había vivido una impresionante aventura y luego se había reencontrado con Isaac. Una realidad en donde no estaba sufriendo por la pérdida de aquel a quien consideraba su hermano.

La sola idea de pensar en el fallecimiento de Isaac, hizo que nuevas lágrimas pugnaran por salir de sus ojos, así que ella volvió a hundir la cabeza entre sus manos tratando de contenerlas.

Entre tanto, Michael, Brad y Rob se encontraban en otra sección del laboratorio. Parecía haber sido un lugar de experimentos o algo así, pues había dos largas mesadas rectangulares en el medio, dos lavatorios pegados a una de las paredes y varios tubos de ensayo, pipetas y otros objetos de laboratorio enterrados en lo que antes había sido un piso de cemento.

Ellos se habían dirigido allí para platicar acerca de su plan, por supuesto, Rob era quien les había indicado donde estaba; sólo generando más desconfianza en los dos científicos pero más en Brad.

Michael y Brad trataban de elaborar un plan de invasión que fuera lo suficientemente perfecto para salir bien librados, y no terminar atrapados solo al ingresar a la fortaleza blindada. Pero cada cosa que proponían parecía tener siempre una vulnerabilidad y siempre llegaba a lo mismo: La chica muerta y ellos presos o, tal vez, muertos también. El problema principal era que Michael Shinoda por más listo que fuera desarrollando informes y formulando teorías químicas, no era precisamente experto en estrategias militares, de hecho desde ese momento había demostrado su casi nula habilidad; Brad, resentía bastante esto, él era un habilidoso estratega, pero planear una invasión a un lugar blindado solo no era algo sencillo. Y además se negaba rotundamente a oír cualquier plan o idea que Robert Bourdon intentaba dar, al punto que él asistente de Michael había decidido relegarse de la conversación y ser sólo un observador, antes de que ellos mismos lo hicieran por él, y si eso sucedía, se iba a ver obligado a cantarle unas cuantas verdades a esos dos. Trataba de ser tolerante pero la desmedida desconfianza que le tenían sus jefes lo estaba llevando al hartazgo. ¡Los había ayudado desde que habían comenzado con esa locura, después de todo!

—Bien, esto es lo mejor que tenemos hasta ahora —dijo Brad con poca emoción, él se encontraba afirmado en uno de los lavatorios.

—Es de noche, incluso podríamos ir ahora —sugirió Mike que estaba al lado de Brad, viendo la hora en su teléfono, un aparatito rectangular y plano— El horario me parece el más propicio. Son cerca cerca de las nueve y habrá menos gente.

—No, al menos que lo que busques es que nos atrapen y que tu damisela en peligro termine con una bala en la cabeza o peor. No importa si hay poca o mucha gente, el plan aun no está completo hay muchas cosas por ajustar.  Primero debemos volver a revisar las instalaciones así que..

—No puedo creer que aun sigan con eso —Annabelle había ingresado a la sala. Sus ojos volvieron a estar vacíos y libres de emociones y el único rastro que quedaba de sus lágrimas eran unos surcos en sus pomulos que se habían formado por las manchas de tierra que se había acumulado en su rostro los días capturada y durante su huida—, yo no pretendo abandonar este maldito universo. Pensé que se los había dejado claro.

Brad hizo una mueca de fastidio.

—Otra vez con esa idea absurda.

—¡No es ninguna idea absurda! Es lo que deberían de hacer.

—Annabelle... —Mike trató de intervenir; la había tomado por el brazo delicadamente, pero la joven se deshizo de su agarre en un brusco movimiento.

—Tú... Tú no me digas nada, todo lo que me está pasando es en parte tu culpa —luego se volvió a dirigir a Brad:— La de ambos, por incluirme en ese siniestro proyecto. Bien, pues, terminen con lo que empezaron. Entreguenme a su gente y dejen que el destino que ya me habían deparado se cumpla, sólo lo están retrasando. Él ya lo cumplió y yo estoy lista para seguir su mismo camino. ¡Entiendan!

—La que no entiende eres tú —dijo Brad con el tono de voz más elevado—. ¿Qué acaso no te das cuenta de lo que sucederá en cuanto pongas un pie allí? ¿Quieres morir?

—¡Sí! ¡Exactamente eso es lo que quiero! —confesó la chica y una pequeña lágrima escapó de su mejilla y cayó al piso—. Que sentido tiene que yo viva, si Isaac no.

—¿Y que hay de los tuyos? Tu familia, tus amigos. Me presupongo que los tienes —dijo Brad esta vez con tono más calmo pero de regaño—. ¿No valen para ti?

—Claro que sí —murmuró la chica, pensando en sus padres, sus amigos y su gatita y en lo mucho que los añoraba—. Pero, también pienso en los familiares de Isaac. Si volvía debía ser con él. Pero él esta... muerto y yo debere de decirles. ¿Pero como ah? Ellos querrán explicaciones, querrán ver su cuerpo. No puedo aparecer por allá con una fantasiosa historia de ciencia ficción y esperar que me comprendan ¿Como puedo confesarles algo así, eh? ¿Como puedo confesarles que perdieron a su hijo y que ni siquiera podrán ver su cuerpo, llorarlo como se debe? ¿Cómo haré? ¿Como diablos puedo dar la cara por algo que ni siquiera fue mi culpa ni la de Isaac? ¿Eh? ¿Cómo? ¡Hablen! Ya que tanto dicen querer ayudarme. Ya que parecen tener la respuesta a todo —hubo un silencio sepulcral, Mike y Brad intercambiador miradas. Ninguno sabía que decir. Annabelle continuó:— No pueden. Claro que no... Ustedes no tienen ni la menor idea de lo que es perder a un ser querido. Y mucho menos tener que dar el gran anuncio. No entienden nada...

Y estaba segura, porque hasta hace poco ni ella lo sabía.

Annabelle ya no pudo continuar hablando, pues sollozaba amargamente. Ella siempre trataba de mostrarse fuerte delante de cualquier persona, pero esta vez la tristeza le había vencido y había dejado escapar todas las lágrimas que no se había permitido desde que había despertado, por su suerte y por haber perdido de manera tan brusca al hermano que la vida le había dado.

En ese momento, una mano se posó con suavidad sobre su hombro. Annabelle se giró de inmediato a ver de quien se trataba. Era Rob. Él la observada serio pero compasivo a la vez.

—Yo sí lo entiendo. Entiendo, porque yo lo pasé —dijo, y Annabelle se mostró desconcertada por aquella inesperada confesión; pero no era la única—. Mi hermano mayor era parte de la rebelión. (Aunque creo que ya se los había dicho) —miró de reojo a Brad como haciéndole saber que lo que decía una también para él. Sonrió, pero sus sombríos ojos demostraban que se había forzado a hacerlo—. Él tenía una misión  con su equipo debía tomar por asalto al sector tres y recuperar unos importantes papeles que contenían pruebas que los incriminaban, era una misión sencilla, pero como era de esperarse algo salió mal. La seguridad se había duplicado y su división fue sometida, al parecer habían sido delatados o los militares simplemente lograron conseguir la información. Realmente no me importó en ese momento y no me importa aún. Pero como resultado de ello mi hermano murió acribillado por esa gente. Él tenía sólo 24 años cuando pasó.

»Por seguridad, yo era el único que tenía contacto con él. Así que cuando su novia (que también era parte de la rebelión) me informó de lo sucedido, me tocó a mí darle la noticia a mis padres y creeme que fue la empresa más imposible que hice en mi vida.

»Ellos me habían dicho que él había muerto como un héroe, quedándose para permitir que su división escapara, pero eso no fue consuelo para mí y sabía que menos los sería para mis padres. Y así fue.

Rob guardó silencio y agachó al cabeza. Habían pasado cerca de cinco años pero aun tenía las imágenes de ese trágico día tan nítidas en su mente, pese a que tanto deseaba borrarlas. El teléfono sonando insistentemente, la triste voz de la joven comunicándole la fatalidad entre lágrimas, los lerdos pasos que había dado para bajar las escaleras hasta donde estaban sus padres para retrasar lo inevitable. Luego, su madre rompiendo en llanto y la sonrisa de su padre desdibujándose de su rostro, al mismo tiempo que les comunicaba lo sucedido.

Cada imagen se había vuelto a reproducir flash por flash en su cabeza.

Ese día, él no había soltado ni una sola lágrima solo se había quedado allí impávido observando aquella desgarradora escena que brindaban sus padres. Y ahora, aunque sentía las lágrimas querer escapar de sus ojos, tampoco era capaz de hacerlo.

Recordaba que desde ese momento había odiado a ambos bandos por igual. Aquella guerra para él se había convertido en un sinsentido que lo único que había hecho era arrebatarle a su querido hermano. Pero no fue hasta que oyó hablar a la chica que se dio cuenta de quién estaba en lo correcto. Aunque parte de su ser ya lo sabía, y por eso había ayudado a sus jefes en el rescate de la joven.

«Algún día lo entenderás», le había dicho su hermano, cuando Rob le había interrogado acerca de por qué arriesgaba su vida por extraños ideales. Y resultó ser cierto, al fin lo había entendido. Al fin era capaz de escoger un bando, aunque de hecho, ya lo había escogido.

—Fue por lo que sucedió con mi hermano que comencé a trabajar para el gobierno —continuó Rob con si narración y esta parte iba dirigida a sus jefes—. Mi madre no quería que siguiera sus pasos, no quería que terminara como él. Y yo no quería que ellos tuvieran que sufrir por otro hijo y acepte todo. Fui a la universidad, me recibí, y comencé a trabajar en su equipo. Sé que piensan que soy un infiltrado de la rebelión pero no es así.

El semblante de Rob había cambiado, y aunque aun mantenía un aura de tristeza, se lo veía más calmado, él mismo se sentía en calma, en paz. Tal vez soltar todo aquello le había ayudado.

—Perdón... Rob... Yo... no sabíamos —se disculpó Brad, apenado y avergonzado por su comportamiento para con Rob. Después de todo él les había ayudado. Aunque Brad muy por dentro suyo seguía creyendo que tenía derecho a desconfiar.

—Sí, verdaderamente lo sentimos —dijo Mike. Y no mentía, pues sabía que se habia dejado llevar por palabras de Brad—. Te juzgamos mal.

—No tienen por qué disculparse, entiendo que tuvieron sus motivos —Rob miró a Annabelle. Ella estaba en silencio contemplandolo

La joven lo había estado haciendo desde que su narración había empezado, buscaba algo en su rostro, en sus ojos marrón oscuro que le hiciera ver la falsedad de su historia, que todo era  un cuento, un cuento inventado para que ella les dejara de molestar, pero nada de eso había hallado; por el contrario, ella pudo ver la tristeza en sus ojos mientras hablaba. Apenas si lo conocía pero ella sabía que el muchacho era transparente y que jamás podría disimular aquel sentimiento de pérdida, aquel pesar que se sentía, el pesar que ella misma estaba sintiendo.

—No

—No hubo un cuerpo para nosotros tampoco. Sólo lloramos sus recuerdos. Por eso sé por lo que estás pasando y aunque tal vez pienses que no sea igual,  yo también sufrí esa pérdida y pensé en acabar sus asesinos, en morir yo, en  muchas cosas, pero no lo hice. Se que lo tuyo es aun reciente y duele pero no significa que debas dejarte caer de esa manera. ¿En realidad crees que Isaac hubiera querido verte muerta? —Annabelle negó con la cabeza—. ¿Ves? Tienes que seguir adelante por él. Por ambos. Sé que encontraras una manera de superar esto. Pero entregarte al dolor y acabar con tu vida no es una opción Sólo miralos a ellos dos. Ellos te sacaron de ahí a riesgo de sus vidas y aun la siguen arriesgando. ¿No vale eso siquiera que lo intentes?

Ella lo pensó por un momento y asintió. A pesar de que ellos eran los causantes de su desgracia, ahora estaban tratando de ayudarla. Annabelle estaba caos segura que era para alivianar sus conciencias, pero sea por lo que fuese, se habían decidido a hacerlo. Y por lo que había oído los tres también estaban ya bajo el filo de la navaja al igual que ella.

La tristeza había nublado su razonar, pero ahora que ésta se había ido, al menos por un instante, había logrado ver más allá de sí misma y de sus propios pesares. Podía ver los de Robert y los de Michael y Bradford también. No lo había pensado antes, pero de seguro ellos dos también debían tener familias. No podía ser desconsiderada.

—Yo... cooperare —dijo casi en un susurro. Sin más se alejó, volviendo al lugar donde había estado sentada y allí se sumió en pensamientos nuevamente.

Los tres jóvenes la siguieron con la mirada hasta que despareció tras la puerta, solo Mike se quedó observándola por la ventana que daba a la recepción.

—Gracias —dijo a Rob en cuanto tuvo la plena confianza de que no se iría—. Creo que ella pasó por mucho... pero tú igual. No había nadie más indicado que tu para razonar con ella —«Ni siquiera yo», se lamentó para sus adentros.

—Tal vez... —Rob sonrió pero esta vez no fue una sonrida forzada.

—No, Mike tiene razón. No sé si sabías pero hace algunos años atrás yo fui militar y vi terribles cosas, vi morir a mucha gente, amigos conocidos. Y después fui baleado... —Brad llevó involuntariamente su mano izquierda a su brazo derecho y  frotó el lugar donde había sido el impacto como si aun sintiera aquel intolerable dolor— Creo que todo eso me ha vuelto algo insensible.

Brad se mostró compungido por primera vez y Mike sabía que aquéllo que estaba demostrando con el rostro era cierto.

—Solo tú podías hablarle. En fin, sólo quería decir que fue bueno que hayas venido. Y de nuevo lo siento.

—Dejemoslo así —pidió Rob algo apenado—. Me parece que sería mejor que continuaran con el plan que estaban armando. Estamos a contrarreloj en esto. Y en cualquier momento podrían aparecerse por aquí algunos de los subordinados de Henrik.

—Es cierto —convino Mike—. ¿Tú acaso no quieres aportar algo? Yo no soy bueno en esto.

—Yo...

Rob no pudo continuar hablando pues el timbrar de un teléfono celular se hizo oír por toda aquella sala. La vibración que venía acompañada de aquel sonido hizo que Mike Shinoda se percatara de que aquella repetitiva musiquita provenía del bolsillo de su camisa; de inmediato, sacó el teléfono y miró la pantalla.

Los otros dos no entendieron que sucedía pero los colores se habían ido del rostro de Mike quedado blanco, tan blanco como un papel.

—¿Qué sucede? ¿Quién es? —inquirió Brad, preocupado.

El científico alzó la cabeza y miró a sus compañeros con una expresión que a ellos les parecía difícil de descifrar ¿miedo? ¿Preocupacion? No estaban seguros. Mike tampoco decía nada, como si quisiera mantener el suspenso, pero no era en realidad así, era simplemente que no sabía como decirles quien era la persona que les llamaba.

—E-es Henrik..., el General Henrik —confesó al fin, enseñándoles el nombre e imagen que aparecían en pantalla; y los rostros de sus interlocutores se descompusieron también—. ¿Qué hago? ¿corto o qué?

Mike sostenía el teléfono sólo con sus dedos índice y pulgar como si se tratase de un objeto envenenado o muy repulsivo.

—No... No, atiende —contestó Brad luego de razonarlo—. Hay que ver que quiere. Por si acaso yo iré a vigilar. Podría estar llamando sólo para generar distracción y así emboscarnos. Ah... y procura que no pueda ver donde estamos.

El científico asintió con la cabeza.

—Te acompaño —dijo Rob cuando Brad se dirigía a la puerta.

Cuando se fueron, Mike se ubicó contra una de las esquinas. Buscó a Annabelle con la mirada pero desde su nueva posición no podía verla claramente. El teléfono volvió a sonar y Mike presionó aceptar.



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Este capítulo es algo largo así que decidí dividirlo en dos partes. La siguiente parte estará disponible mañana o el   viernes.

Espero les haya gustado! Por favor VOTEN y COMENTEN. Quisiera conocer sus opiniones acerca de la historia. El teclado no muerde ;)

Annie B.

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