II. Sin escapatoria


"Mientras vamos en pos de lo incierto perdemos lo seguro"





Brad era un gran experto en armas y explosivos. Era algo que Mike tenía bastante en claro. Aun cuando ahora era sólo uno mas del equipo científico, Mike estaba seguro que su mejor amigo no había olvidado su época como soldado. Brad había sabido destacar en su batallón por la agilidad y velocidad con la que manejaba rifles y revólveres de alto calibre. Podía armar y desarmar un arma en tan sólo segundos y sus disparos eran siempre certeros. La habilidad que Brad tenía en sus manos era casi inhumana.

Su trabajo con explosivos también era impecable. Brad había estudiado licenciatura en química antes de ingresar a las filas del ejército y con ello había aprendido a mejorar la técnica de creación de explosivo y había pasado de armar insulsos cohetes aturdidadores para molestar a sus vecinos a crear increíbles bombas de destrucción entre otros artefactos. Incluso con un poco de pólvora y materiales caseros podía llegar a crear muy buenos artefactos bélicos para cuando estaban en misión.

Sí, Brad parecía haber nacido dotado de estas habilidades bélicas. A Mike no le cabía la menor duda, desde pequeños Brad siempre había sobresalido en ese lado. El científico recordaba bastante bien su infancia con Brad. Su mejor amigo era un niño bastantes inquieto. Las veces que no habían recibido algún reto por algún cohete que el pequeño Delson había hecho explotar en casa de algún vecino, según él para probarlo, pero Mike sabía que sólo lo hacía por molestar. Brad era intrépido y no tenía le molestaba meterse en líos. Él por el contrario era más calmado y la mayor parte del tiempo era sólo el cómplice de sus travesuras junto con otros niños del vecindario.

Lamentablemente la brillante carrera militar de Brad se había visto truncada a tan sólo tres años de servicio luego de un disparo del que jamás se pudo recuperar. Por consideración a sus años de servicio y gracias a su título lo trasladaron a su equipo de trabajo en donde había ascendido hasta llegar a ser el co- equiper de Mike.

Pasados cinco años, su amigo daba la impresión de haberse adaptado a la vida de civil y tal vez así era, pero él alguna vez había sido el militar más destacado del 2000 y si ese militar seguía ahí, Mike lo necesitaba más que nunca. Pues el sector 5 al ser el que albergaba al imponente teletransportador universal era una fortaleza blindada, cerca de 30 soldados bien entrenados lo custodiaban día y noche. Mike no era soldado y sus habilidades con un arma eran casi nulas, lo poco que sabía era lo que Brad había tratado de enseñarle cuando era aun parte del ejército. Pero bien sabía que ese "poco" no servía de nada a la par de soldados entrenados para matar. Mike incluso se había imaginado tratando de salir junto a la muchacha y siendo acribillado justo en la entrada; la lluvia de balas cayendo sobre ambos hasta caer en un charco de su propia sangre antes de que siquiera pudiera reaccionar. No, posiblemente no era la imagen más alentadora pero Mike no podía engañarse a sí mismo, porque si había algo que lo caracterizaba además de su inteligencia era el ser realista. Los soldados no tenían piedad con los traidores y en cuanto el sacara a la chica se convertiría en uno de ellos.

Hacerlo solo era misión suicida, y si quería salir victorioso necesitaba de las habilidades de Brad, si es que aun las tenía y Mike estaba seguro de que así era. El problema era hacer que aceptara.

—¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?! ¿Ayudarte? ¿yo? Cómo por un insignificante instante creiste que yo podría hacerlo. Si estás bromeando, no es divertido, Mike.

—Por favor, Brad. Hablo en serio. Eres el único al que puedo recurrir...

—¿Pretendes que te ayude en algo en lo que desapruebo? —interrumpió el otro— No, en serio ¿qué te tomaste? ¿O te lavaron el cerebro? No me digas que en el camino fuiste secuestrado por alguno de esos criminales...

—Ni uno ni lo otro —contestó Mike—. Brad, quiero sacar a esa chica... a ambos de allí. ¿Acaso no sentiste siquiera un poco de compasión por ellos? Su vida se acabará sólo porque el Señor General de los Estados Unidos lo desea. Yo no puedo vivir con eso ¿tú sí?

—Tú y tus crisis de conciencia... —Brad murmuró al teléfono con cierto fastidio. Aunque su amigo estaba en lo cierto acabar con vidas inocentes no era algo que alguien como él quisiera aun si fuera por el bien del país. Estaba muy decepcionado de ello, sin embargo, muy dentro de sí mismo seguía siendo un soldado y un soldado sólo seguía órdenes sin cuestionarlas. Y esto es lo que sucedía en este caso, sin importar cuán decepcionado estaba no desacataría a Henrik no a los altos mandos. No se convertiría en un traidor por su mejor amigo y mucho menos por dos muchachos a los que no conocía y que ni siquiera eran de su propio universo.

—Brad, vamos. Eres el único que sabe manejar bien un arma de nosotros dos si pretendo irrumpir allí, tú eres perfecto para cubrirme la espalda. Lo haría yo sólo pero terminaría acribillado al primer instante. Todo mi intento sería en vano. Piensa: ¿en verdad, te gustaría que así terminara mi vida?

Hubo un corto silencio, lo que hizo que Mike pensara que sus patéticas súplicas surtían efecto. A pesar de que tenían la misma edad, desde niños, a Brad siempre le había gustado jugar el papel de hermano mayor y protegerlo cada vez que se metían en líos (aunque la mayoría siempre eran por las travesuras del ex-soldado) Mike pensaba que ahora que pretendía meterse en tremendo problema, el instinto de "hermano mayor sobreprotector" despertaría.

—Pues no lo hagas, entonces —refutó Brad, aun pareciendo firme en su palabra.

—No puedo no hacerlo. Por favor, Brad, el tiempo corre. Necesito una respuesta. Sólo un sí o un no. Y ten en cuenta que aun si es una negativa yo lo haré de todos modos —agregó.

—Yo...





****





Mike atravesó a toda prisa el estrecho pasillo metálico; siendo cerca de las 20:30 este ya se hallaba casi desértico, excepto por unos cuantos soldados que rondaban por allí en su guardia habitual. Mike nunca había ido al monoblock 13, pero era bastante común que los soldados vigilaran cada monoblock incluso en el que él trabajaba (el monoblock 2). Era para más que nada para la protección de los empleados de los ataques de los enemigos del gobierno. Era un gran sistema de seguridad que los mantenía a salvo, pero, teniendo en cuenta lo que pretendía hacer, le convenía que no estuviera ninguno. Pues en cuanto lograra su cometido él también sería considerado un enemigo más y por ende una amenaza.

—Señor Shinoda, buenas noches -saludó sonriendole amablemente el soldado que vigilaba la entrada del monoblock 14, en cuanto vio a Mike acercarse—. ¿Qué lo trae por aquí a estas horas de la noche?

—Venía a ver a la joven con la que estuve trabajando... 56-32 y al otro 55-32. Me dijeron que los trasladaron aquí.

—Ah sí... Pero no comprendo. ¿No había terminado ya su investigación? Es lo que me habían informado.

—Así es. Pero quedaron unas cosas pendientes que solo podía completar con ambos presentes. Bradford Delson también quería completar información del 55-23, pero prefirió mandarme a mí. ¿Ellos se encuentran allí?

—No, sólo la chica. El segundo ya fue llevado para el borrado de memoria y ser devuelto a su universo.

Mike no sabía si el soldado mentía o si en verdad creía que aquel chico sería retornado a su universo. Pero averiguar eso no era lo importante ahora. El chico ya no estaba. Significaba que ya había sido llevado a ser sacrificado. Había llegado demasiado tarde.

Dejó escapar un suspiro y agachó la cabeza compungido, pero las palabras del soldado regresaron a su mente como una brisa refrescante en medio del insufrible calor: "No, sólo la chica".

No, aún no era tan tarde. Aún podía salvar a la joven.

—¿La chica sigue ahí entonces? —inquirió esperanzado, el soldado asintió con la cabeza— Está bien. No importa entonces al menos podré finalizar mi informe con ella.

Mike confiado de haber convencido al hombre, trató de ingresar pero éste se colocó en frente a la puerta cruzándose de brazos; la gran masa de músculos que era aquel militar bloqueaba totalmente la única entrada.

—Por supuesto, pero es que no tengo permitido dejar ingresar a nadie que no esté autorizado —dijo el soldado con voz más firme, pero sin perder ese dejo de amabilidad—. Fueron órdenes estrictas del General y yo le debo obediencia.

—Claro, me había olvidado. Pero él me autorizó —mintió, tratando de que en su voz no se notara el nerviosismo que sentía por dentro —. Se suponía, que yo debía hacerlo en la mañana, pero él me dio el día libre, y había olvidado por completo que me faltaba completar ese párrafo. Yo lo llamé esta tarde, y él me dijo que no había problema que podía hacerlo ahora.

—Pero él no me ha avisado.

—Se le debe de haber pasado. Está tan ocupado con estas cosas en estos últimos días. Pero si tiene dudas, el radio está ahí —Mike señaló el cinturón del soldado, en efecto una cajita rectangular negra y con una antena colgaba de él-, puedes llamarlo y verás que no miento —el hombre acercó su mano al radio y Mike agregó:—Pero, claro... eso sería una significativa pérdida de tiempo para mí y para la investigación y el retorno de la chica a su mundo. Sólo para confirmar algo obvio. No quiero pensar que diría el General Henrik al molestarlo por una trivialidad.

El hombre mantuvo su mano en el radio dudando si usarlo o no. El soldado había sido testigo del mal genio del General Henrik cuando lo tuvo de profesor durante su época en la academia militar y no quería tener que lidiar con él de nuevo por algo que, como Shinoda había dicho, quizá era una trivialidad; Shinoda era el científico favorito de su superior, eso no era misterio para nadie. Él tenía más concesiones que ningún otro, concesiones que ni siquiera un recluta de un rango alto tenía, aunque por otro lado...

Mike trataba de mostrarse tranquilo, pero por dentro estaba hecho un manojo de nervios; pues sabía que si el soldado decidía llamar al General Henrik, él estaría perdido, ya que no existía tal orden.

Luego de varios segundos -que a Mike se le hicieron horas-, el hombre finalmente alejó su mano del aparato, y dijo:

—Bien te dejaré pasar. Sólo espera un segundo a que abra la puerta.

Mike casi suspiró aliviado, mientras tanto hombre se acercó a un costado de la puerta metálica, y se inclinó y acercó su ojo a la cerradura, que era en realidad un lector de retina (recuerdo del último universo al que habían visitado, el número 21) al instante un láser color rojo se desplegó del interior de aquella cerradura y comenzó a barrer de arriba hacia abajo el ojo del soldado. En cuanto el escaneado terminó, la puerta comenzó a abrirse automáticamente y al tiempo que el soldado le decía "Adelante", Michael Shinoda ingresó presuroso.

El sonido de la puerta electrónica abriéndose de nuevo puso en alerta a Annabelle Dillinger y ella se volvió a fingirse dormida.

No hacía pocos minutos un uniformados había ingresado y se había llevado a su amigo Isaac a quién sabe dónde. Pues su amigo extrañamente también estaba allí. A su mejor amigo y compañero de la universidad, Isaac Castelli, era a quien se refería aquel hombre de supuesto nombre Henrik cuando le había hablado.

Había sido inesperado encontrarlo allí, el efecto del somnifero que le habían aplicado a la muchaca se había ido y ella había despertado justo cuando el soldado se estaba yendo. Y fue ahí cuando lo vio. Isaac recostado en una camilla. Llevaba la misma vestimenta que la última vez que habían hablado, sólo que la tenía más sucia y no llevaba la bata de laboratorio ni sus gruesa gafas. Su cabello y barba habían crecido también. Su mejor amigo parecía dormir apaciblemente excepto por el hecho de que sus manos y piermas estaban atadas a la camilla. Annabelle había tratado de levantarse a despertarlo pero descubrió que ella también estaba atada. Sin nada más útil que su voz se limitó a llamarlo por su nombre constantemente hasta casi quedarse ronca por el uso excesivo de su voz, pero no obtuvo resultado, Isaac no daba señas de siquiera haberla escuchado. Frustrada, había vuelto a intentarlo, pero esta vez soltó un montón insultos en contra de su amigo por no cooperar con ella. Pero tampoco funcionó. Isaac no movía ni un dedo.

Su plan al final se había visto interrumpido con la llegada del soldado que se llevaría a su amigo. Ella se había hecho la dormida, y había sido una buena idea pues alcanzó a oír de boca del soldado que la toxina supuestamente la debía de mantener completamente dormida por varios días y ella había despertado a las pocas horas o al menos eso creía pues no tenía una verdadera noción del tiempo. Eso le extrañó pero no quería detenerse a pensar en ello y prefirió atribuirlo a una falla en la dosis.

Annabelle trataba de imaginarse adónde estaría su amigo ahora, pues su plan tuvo la pequeña falla de que sólo podía abrir los ojos cuando el militar se hubiera ido, y cuando eso había sucedido, pese a que lo había hecho antes de lo que debía, porque le ganó la curiosidad, ya el soldado abandonaba el cuarto (si es que así se le podía llamar) y sólo pudo ver su delgada espalda alejarse hará desaparecer tras una puerta ubicada en la pared opuesta a la que estaba la de entrada.

Los pasos se detuvieron frente a ella, Annabelle trataba de mantener cerrados sus ojos, no iba a mostrar que había despertado hasta que le llevaran con Isaac. Estaba casi segura que si seguía fingiendo la transportarían al mismo lugar que su compañero de facultad. Entonces despertaría a como diera lugar a su mejor amigo y juntos abandonarían ese maldito edificio o lo que fuera y averiguarían lo que estaba sucediendo

La chica sintió el delicado y repetitivo toque de una mano sobre su hombro. Era como ai aquella persona no se atreviera a tocarla. No podía ser un soldado, razonó, pues los soldados no parecían tener problema en acercarse a ella. Aún así no quería dar muestras de haber despertado, aquella persona seguía siendo desconocida para ella.

—Hey... muchacha despierta... Eh... Annabelle —habló una voz masculina casi en un susurro.

Annabelle no lo podía creer, ella reconocía ese peculiar timbre de voz casi grave. Aquel no era otro que...

—¡Mike! —exclamó al tiempo que abrió los ojos olvidándose de cualquier plan anterior—. ¡Mike eres tú!

Annabelle lo recorrió con la mirada, lucía algo distinto. Su cabello era más largo de lo que recordaba y su barba mas abundante, vestía una camisa a cuadros de colores azul y blanco diferente de esas remeras de colores apagados con los que le había visto el tiempo que vivió con él cuando estaba atascada en ese universos paralelo; pero sus ojos oscuros seguían teniendo ese dejo de melancolía que recordaba y eso le confirmó que era Mike Shinoda. Él había vuelto para rescatarla como lo había hecho cuando la CIA paralela la había capturado. Sua ojos se humedecieron y no pudo evitar sonreír. Annabelle había pensado que jamás lo volvería a ver después de regresar a su propio universo, pero ahí estaba frente a ella.

—¡Mike, eres tú! Viniste por mí

Michael Shinoda le sonrió cálidamente aunque por dentro estaba muy extrañado de que la chica conociera su nombre y le hablara con tanta familiaridad, pero no podía detenerse a preguntarle el porqué, el reloj corría en su contra así que sólo se enfocó en liberar a la chica usando una llave especial.

Las dos manos de la chica quedaron libres y ella casi se abalanzó sobre él y lo abrazó, Michael le correspondió casi al instante, había visto a la chica tan frágil, tan débil que le fue imposible no hacerlo.

—Sabía que no me dejarías. Unos militares locos dijeron que todo había sido un sueño, pero ahora sé que es mentira. Tú estas aquí esos malditos mentían. Yo lo sabía, lo sabía...

La voz de la chica se quebró y no pudo seguir hablando sólo sollozó silenciosamente sobre su hombro, Mike trataba de decirle algo que la confortara pero nada le venía a la mente, además no se sentía con la moralidad de hacerlo, él era en parte el culpable de su sufrimiento después de todo.

Annabelle se separó de él y clavó sus grandes ojos negros en el joven.

—No puedo creer que estés aquí —suspiró—. Pensé que no te vería jamás.

—Yo... —Michael se quedó en silencio cuando vio a la chica acercarse hacia él.

Annabelle aun recordaba el último día que se habían visto ambos habían compartido un corto pero memorable beso que jamás se borraría de la mente de la pelinegra. En aquel momento había sido Mike quien había tomado la iniciativa, pero ahora quería ser ella quien lo hiciera necesitaba del cariño de Mike más que nunca. Sin embargo, cuando estaba a escaso centímetros de sus labios, Mike la tomó por los hombros y la apartó de ella.

—Muchacha... No.

—M-mike —murmuró la chica extrañada por el frío comportamiento de Mike.

El científico tenía la certeza de que aquel beso al igual que el abrazo no iban dirigidos hacia él sino a alguien más, a alguien que no existía. Y no podía aprovecharse así de la confusión de una pobre jovencita. Esa no era la educación que le habían dado sus padres. Pero aunque estaba seguro de haber hecho lo correcto, parte de él se arrepentía de no haber probado el sabor de esos sonrosados labios que tan gentilmente la joven le había ofrecido. «¿Por qué tengo esta sensación?» se preguntó. Decidió abandonar aquellas interrogantes y seguir con su trabajo o pronto el soldado que vigilaba la puerta se percataría de que algo extraño sucedía.

—No soy quién piensas —le confesó mientras se dirigía a soltar sus piernas.

—¡Claro que sí! Eres Mike...

—Pero no el que crees... Mira, ellos no te mintieron.

—Mike no bromees así conmigo... —la chica trató de sonreír pero apenas si fue una mueca.

—No puedo engañarte, aunque me gustaría. Es verdad lo que te dijeron estuviste sumida en un sueño —Annabelle murmuraba un casi inaudible "No" mientras negaba con la cabeza—. Nada de lo que crees en verdad pasó. Mira no puedo hablar mucho ahora, pero fuiste secuestrada y esas personas no te desean con vida. Es por eso que debemos irnos y lo más pronto posible. Confía en mí.

Pero Annabelle ya no parecía estar en aquella sala; la chica tenía el rostro inexpresivo y sus oscuros ojos miraban hacia algún punto en particular de la blanca pared y ya no despedían ese brillo particular que Mike había notado en la joven.

El científico se preocupó pero lo prefirió así, pues así aprovecharía para terminar de liberarla sin interrupciones y así lo hizo. En cuanto finalizó, la joven seguía en esa posición meditabunda. Michael la sacudió suavemente para tratar de hacerla volver en sí, pero no funcionó.

Michael era un hombre paciente, pero en ese momento que estaban a contra reloj esa cualidad lo había abandonado, así que pensó en que la mejor opción era llevársela cargada. De nada le servía sentarse a esperar. Pero antes de que el científico pudiera poner en práctica su idea, Annabelle volvió a la realidad y clavó sus ojos en él. Mike notó con extrañeza que ya no tenían el brillo de hace instantes y la expresión en su rostro era sombría.

—Si en verdad mi vida esta en peligro —dijo la muchacha— entonces debemos ir por Isaac, mi amigo. Él esta aquí también, yo lo vi. Y de seguro debe de estar corriendo la misma suerte. No quiero dejarlo.

Mike no pudo evitar que una leve sombra cubriera sus ojos. La culpa se había hecho presente en el científico, culpa de no haber llegado a tiempo, culpa de haber sido partícipe del siniestro proyecto.

—¿Qué sucede? —inquirió la joven, aunque parte de ella casi se lo imaginaba aunque se negaba a creerlo.

Mike la miró. ¿Como le diría que su amigo había fallecido? No era el tiempo ni el lugar para hacerlo. Él había pensado en sacarla de allí y para cuando se hallaran en un lugar seguro comunicarle la lamentable noticia , pero ahora...

—Es tarde —dijo casi en un susurro y agachando la cabeza, no se atrevía a mirarla.

—Tarde... ¡¿Cómo que es tarde?!

Mike ignoró su pregunta y terminó de liberar a la chica, en cuanto lo hizo una parpadeante luz rojiza iluminó toda la habitación acompañada por el ruido estridente y chillon de una alarma que les aturdió los oídos.

—¿Qué diablos sucede allí? —Bramó el soldado que vigilaba la puerta al tiempo que esta comenzaba a abrirse— Qué ray...

El hombre ni siquiera había alcanzado a asomarse o a completar su frase cuando se oyó un golpe seco seguido de un fuerte estruendo que daba la impresión de parecerse a la caída de una bolsa de papas.

La puerta se abrió por completo y tras esta apareció un barbudo y familiar rostro. Se trataba de Brad Delson.

—¿Qué rayos haces ahí, Mike? ¡Ya vamonos! En este momento medio mundo aquí debe de haberse enterado de lo que estamos haciendo —dijo el ex soldado más como una orden que como un pedido—. Apurense o nos agarraran.

En efecto, Brad Delson, pese aun a estar en desacuerdo, había decidido ayudar a Mike Shinoda en su descabellado plan de salvar a una joven a la que a duras penas conocía. Brad estaba más que seguro de que era un gran error lo que hacían pero ya estaba allí y no iba a dejar sólo a aquel demente con complejo de superheroe. No compartían el mismo código genético, pero consideraba a Mike su hermano y no quería verlo muerto así tuviera que arriesgar su propia cabeza para salvarlo. Aunque para él arriesgar su vida o su trabajo era lo de menos, lo que le estaba siendo más difícil era dejar de lado las convicciones que le habían sido inculcadas por años en el el ejército y a las que estaba tan arraigado.

—¿Brad? —murmuró la chica, y en su rostro se dibujó una mueca de perplejidad. Él tampoco lucía como ella lo recordaba. Parte de ella aun se negaba a creer que Mike estaba en lo cierto y que todo lo que había vivido no era más que un sueño.

—Ahora, vamos —Mike tomó el brazo de Annabelle para empezar a moverse, pero en cuanto lo hizo ella opuso resistencia. Mike la miró extrañado y, dejándose llevar por la intranquilidad, dijo casi gritando:— ¡Vamos! Ya lo oíste, ¡No hay tiempo! En cualquier momento llegaran más soldados.

Annabelle se había puesto de pie ayudándose de la camilla, pues las piernas apenas si la sujetaban. Había estado varios días sin usarlas, supuso Annabelle muy a su pesar. Más sin embargo ese no era el único motivo por el cual se aferraba al objeto.

—¡No voy sin mi amigo Isaac! —exclamó  la chica—. No quiero dejarlo en este maldito lugar.

—¿Así que quieres ayudarlo? Mira niña —Brad habló fastidiado dispuesto a contarle lo que su amigo no se atrevía a decirle, el sonido de la alarma era cada vez mas fuerte y en lo último que el ex soldado pensaba era en tener tacto con aquella jovencita- si no esta aquí, tú amiguito de seguro ya debe de estar...

Pero antes de que Brad pudiera acabar con lo que planeaba decirle Annabelle lo cortó de antemano.

—No, ni lo digas ¡no es clerto! Tú estás equivocado y tú también —señaló a ambos—. Aún podemos ayudarlo tal vez él...

Fue entonces que el sonido de la alarma fue completamente opacado por el de una explosión proveniente del otro lado de la pared que dividía el cuarto; no, no era una explosión era un disparo, se percataron todos.

Annabelle se imaginó lo peor. Ella había visto a Isaac ser llevado a la otra mitad de esa habitación, el disparo había sido allí y ahora Mike la observaba compungido. No pasó nada de tiempo antes de que Annabelle atara cabos y supiera a a quién había sido dirigido el disparo. Sus ojos se pusieron vidriosos.

—¡Isaac! —gritó y trató de ir hasta aquel lugar pero sus piernas no le dejaban.

—Vámonos, maldita sea —vociferó Brad, mirando hacia los pasillos—. Siento que alguien se acerca. ¡Vamos!

—Annabelle, Vamos. Debemos irnos. Si no puedes caminar te ayudaré -Mike habló con más calma y suavidad, él también estaba desesperado por dejar el lugar, pero sabía que después de lo que la chica acababa de presenciar, la última que cosa que podía hacer era gritarle.

Annabelle no escuchó nada de lo dicho por Shinoda y en cuanto recobró la fuerza en las piernas y volvió a tratar de ir hacia el cuarto, tenía que estar con Isaac. Pero al dar el segundo paso sintió unos brazos que la sujetaban por la cintura, era Mike quien le impedía continuar. «Dejame», le gritó al tiempo que luchaba contra ese agarre. Pero la fuerza de Mike pudo más y pronto la joven terminó cediendo y dejando el cuarto junto a él.

—Andando, andando —ordenó Brad afuera mientras se acomodaba en el hombro el rifle del soldado al que había nockeado.

Annabelle se detuvo en seco al percatarse del hombre que yacía tirado en el suelo boca abajo con un hilo rojo de sangre brotando de su cabeza.

—Está bien, sólo desmayado —se apresuró a explicar Mike al ver la expresión de miedo que se había formado en el rostro de Annabelle, y tomó a la joven de la mano para obligarla a seguirlo. Así el trío inició la huida por el corredor

—¡Detenganse ahora mismo! —bramó una grave voz de hombre a sus espaldas.

Era otro soldado, no tenían dudas de ello. Sin más aceleraron el paso desacatando la orden del soldado, en consecuencia oyeron al hombre cargar su arma.

—¡Alto! Detengan... —la voz de su perseguidor se apagó y lo único que quedó fue la escandalosa alarma, seguido de un golpe seco.

Asombrados de no estar acribillados a balazos, se detuvieron y se giraron a ver cual era el milagroso acto que los había salvado. Se encontraron con el inerte cuerpo del soldado tirado en el suelo, y como habían pensado no era el mismo al que habían nockeado anteriormente sino otro de complexión más delgada. A su lado había un hombre inclinándose a recoger el arma de su víctima.

—¡¿Bourdon?! —exclamaron Mike y Brad al unísono.

El muchacho se cargó el rifle al hombro, miró a sus jefes y sonrió.

—¿Cómo...?

—Los oí cuando hablaban por teléfono. Para la próxima, deberían de ser un poco más cuidadosos al hablar de un tema tan delicado como este —sugirió Robert recordando que había oído a Brad casi gritando a los cuatro vientos cuán descabellada era la idea de su amigo. Para fortuna de los científicos, él era el único que había estado presente allí.

—Nosotros... Nosotros... No hay excusa validera... Sólo esperamos que no nos delates —pidió Mike y sin darse cuenta apretó la mano de la joven.

—Si no lo he hecho hasta ahora, es porque no pretendo hacerlo. Quiero ayudarlos —viendo que ellos iban a replicar agregó:— Y me parece que no están en condiciones de rechazarme.

Mike y Brad se miraron entre sí y asintieron, el joven estaba en lo cierto. Ya luego verían que hacer con él.

El ahora cuarteto continuó con la carrera por aquel pasillo, y no tuvieron nuevas noticias de nuevos perseguidores.

Sin embargo, un sin fin de voces, sollozos y gemidos lastimeros entremezclados con pedidos desesperados de auxilio y ayuda se hicieron sentir en cuanto doblaron al siguiente pasillo. Éste también lucía diferente a los otros, los tonos de las paredes eran más grisáceos y hasta el metal del que estaban hechos lucían herrumbridos, la luz era muy baja, recordándole a la joven el lugar en el que había estado encerrada, y en lugar de tener la típica forma rectangular que había visto en los otros tenía una peculiar forma heptagonal.

Annabelle trataba de ignorarlas pero esas voces penetraban en lo más profundo de su ser. Ella quería llevar sus manos hasta sus oídos para cubrirlos y así dejar de oírlos, pero descubrió que su cerebro ya no tenía control sobre su cuerpo, que aquella que corría junto a esos tres no era más que una marioneta o una muñeca de trapo sin conciencia y que ella observaba todo desde algún punto desconocido; que su rostro, lejos del horror y pena que sentía por los anónimos dueños de esas voces, se mantenía impávido, no había movido ni un centímetro de sus músculos faciales. Tal vez estaba enloqueciendo y todo era producto de su mente insana junto con aquellas voces.

Tenía sentido, pues los tres jóvenes que la acompañaban parecían sólo preocupados por correr y no hacían comentario al respecto de aquellas súplicas.

¿Serían reales las voces? ¿Siquiera se hallaba corriendo en ese pasillo metálico? Quizá aun estaba soñando. Sí, eso podría ser. Se había quedado dormida en su habitación y pronto despertaría lejos de esa pesadilla... Pronto lo haría. Muy pronto...

El suelo vibró repentinamente, eran las imponentes pisadas de un grupo de soldados. Estaban a solo pasos de ellos.

—¡Detenganse o abriremos fuego! —advirtió uno de ellos, con una voz juvenil pero bastante potente que casi cubrió por un instante el estridente sonido de alarma.

—No se detengan —ordenó Brad Delson con voz firme. Pues sabía que quedarse o seguir corriendo significaban exactamente lo mismo a esas alturas.

El ex soldado pronto oyó el sonido de un disparo y al poco rato la pequeña bala pasó a tan sólo pocos centímetros de su brazo. En pocos segundos, las siguientes no se hicieron esperar y ellos se hallaron esquivando las balas. Brad sabía que no podrían seguir así eternamente y que en algún momento alguna bala iba a impactar de lleno contra alguno, así que se descolgó el rifle del soldado que había nockeado y se dio media vuelta para hacer aquello para lo que Mike lo había traído, no sin antes decirles:

—Sigan corriendo y sin detenerse. No importa lo que pase.

No hubo tiempo de réplicas, ya que el ex militar se había regresado para hacer frente a sus perseguidores.

Brad se ocultó tras un viejo dispensador de agua y analizó a sus perseguidores, estaban a más de un metros e distancia y eran cerca de diez soldados. Desde allí, cual francotirador, dio su primer tiro, y pese a la inactividad que tenía y al hecho de que no comprendía muy bien el mecanismo del arma, pegó exactamente en la pierna de uno de sus perseguidores que cayó al suelo adolorido. Inevitablemente los disparos cambiaron de dirección hacia donde él se encontraba. Brad tuvo que volverse experto en ese rifle y tratar de maniobrarlo rápidamente. El intercambio de disparos comenzó. Brad respondía asomando su cabeza y la punta del rifle por escasos segundos y disparaba, y cada que lo hacia caía algún soldado con alguna herida en alguna extremidad o al menos relentizaba su carrera. Cuando los soldados volvieron a emprender marcha, Brad abandonó su escondite y salió tras de sus compañeros. Las balas otra vez le rosaban y Brad confirmó algo que ya venía sospechando desde que había iniciado el enfrentamiento: Sus perseguidores debían de ser soldados rasos y con poco entrenamiento, pues los más veteranos eran más ágiles y certeros. Los que iban por atrás de él, ni siquiera sabían como actuar frente a un soldado que llevaba cinco años inactivo como él. Brad se dio media vuelta e hizo un nuevo disparo, como era de esperarse nuevamente uno de ellos cayó, Brad casi rió. En verdad eran soldados novatos y no le sorprendió. Sin duda Henrik no enviaría a ningún soldado experimentado a detener a un grupo de ladrones improvisados como lo eran ellos, sería un desperdicio.

Brad trató de dar un nuevo disparo pero su arma se había quedado sin balas, sin mencionar que ya había comenzado a sentir el cansancio. ¡Oh, la maldita inactividad! Se quejó para sus adentros. Tiró el rifle a un costado como si se tratara de un envase descartable y se apuró en tratar de descolgarse su propio rifle, aquellos serían soldados novatos pero no significaba que por ello debiera descuidarse, les llegaba a dar pocos segundos y podría llegar a terminar con una bala entre ceja y ceja. Más, sin embargo se estaba demorando más de lo esperado en tomar su rifle. Sus manos de a ratos solían ponerse torpes, era algo que le sucedía a menudo -por su lesión-, aunque este no era precisamente el mejor momento.

Pasados pocos segundos, Brad tuvo el arma en sus manos y se apresuraba a disparar cuando algo inesperado sucedió: oyó dos disparos, uno provenía de detrás de él e impactó de lleno en el hombro izquierdo de uno de los soldados; el segundo, que provenía de alguno de los soldados, posiblemente el que cayó (Brad no estaba seguro) pasó a sólo centímetros de su mejilla izquierda e impactó en algún lugar que Brad no alcanzó a ver. Para el ex soldado todo había sucedido en cámara lenta, pero en realidad habían pasado menos de dos segundos.

No tardó en descubrir y con gran asombro que quién había hecho el disparo había sido Robert Bourdon.

El joven asistente había visto que Brad no regresaba y había decidido a volver ayudarlo. No podía dejar que el científico se enfrentara solo a los soldados. Delson tenía entrenamiento militar, Rob lo sabía, pero aun así no podía enfrentar por sí solo a todo un grupo de militares.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó el asistente e hizo un nuevo disparo.

Brad aún sin salir del asombro por la gran puntería que tenía un simple asistente, sólo atinó a decir:

—¿Cómo demonios hiciste eso?

—Suerte de principiante, creo yo  —contestó Bourdon.

Brad no creyó una palabra de lo que el asistente le había dicho, pero decidió volver a conectar su cerebro con la acción y disparar, haciendo caer a otro soldado. Con su viejo rifle M16A1 Brad se movía mejor, como si aquella arma fuera parte de su cuerpo.

Rob hizo caer a otro y ya sólo quedaron tres.

—No los mates —le advirtió Brad. Pues el científico hasta el momento jamás había tenido la intención de hacerlo, todos los disparos que había hecho eran solo a zonas en donde no serían heridas de gravedad. Aquellos reclutas solo seguían órdenes, Brad más que nadie lo sabía, y no merecían la muerte por tratar de cumplir su deber, por eso les tenía piedad. Sin embargo, no conocía a Bourdon ni sus intenciones.

—No pretendía hacerlo.

Rob hizo un nuevo disparo y al principio el proyectil dio la impresión de no atinar a nadie, pero entonces uno de los soldados se llevó la mano hasta el hombro y esta se empapó de un líquido carmesí que había comenzado a emanar de su cuerpo, su compañero al percatarse de la herida del otro abandonó la persecución y se detuvo a atender a su amigo. Durante un corto momento Brad continuó corriendo en reversa observando asombrado nuevamente del talento del asistente de Mike para las armas, pero pronto se dio media vuelta y se unió a Rob que ya iba corriendo de frente y le sacaba ventaja.

Con toda la fuerza y velocidad que le proporcionaban sus piernas, Brad y Rob corrieron a través del pasillo hasta llegar junto a Michael y Annabelle.

—¡Chicos! —exclamó Michael- ¿Están bien? 

—Sí, logramos detenerlos pero no va a faltar momento para que lleguen otros más. ¿Cómo está ella? —preguntó sin ocultar su indiferencia señalando a la casi catatónica joven que Mike llevaba aprisionada a su cuerpo.

—Bien, bien... Físicamente quiero decir pero desde hace rato que no conecta con el mundo... Creo que está en shock —contestó Michael con clara preocupación y la voz algo agitada por la carrera—. No sé que hacer para que vuelva en sí.

—Por ahora con ella nada. Lo mejor es que siga así a que nos haga algún escándalo como el de hace rato, ya volverá en sí cuando se le de la gana. Pero nosotros debemos de doblar aquí —indicó al siguiente pasillo que cortaba perpendicularmente al pasillo en el que se encontraban.

Mike negó con la cabeza, pero obedeció y sujetando a la chica viró hacia allí tras Brad y Rob. De inmediato, Mike reconoció el pasillo que recorrían, llevaba hasta el monoblock en el que había estado trabajando con la chica. La salida al fin estaba cerca, supo él. El monoblock de su laboratorio era de los pocos que conducía directamente hacia una salida y además era el más cercano al monoblock catorce. Parecía un punto casi estratégico. Sólo bastaba con ingresar y usar la puerta de salida y así lo hicieron. En cuanto llegaron al final del pasillo que desembocaba exactamente en la puerta de su laboratorio, sin que se lo dijeran, Mike pasó su dedo por el lector de huellas digitales que se encontraba en lugar de la cerradura y esta se abrió automáticamente haciendo un mecánico sonido. Mike era la llave de la libertad, pues aparte de la de Henrik ésta sólo tenía grabada sus huellas.

Para ese momento ya se hallaban bastante agitados y se tuvieron que quedar a descansar por un corto minuto afirmándose ahí, Mike se preocupó de que la chica volviera en sí y se diera cuenta en donde estaba y se imaginara cualquier cosa, pero para su fortuna no sucedió, ella continuó igual de ida. Abrieron la siguiente puerta y subieron unas escaleras, ingresaron al cuarto de control. Las luces seguían encendidas y las computadoras se mantenían igual que en la mañana, en fila y con los monitores apagados, excepto las sillas que ahora estaban bien ubicadas frente a cada una. La transparente y también mecanizada puerta de salida se abrió automáticamente en cuanto su sistema se percató de la presencia de personas. El grupo se apresuró a cruzarla antes de que ésta se cerrara.

Ya estando afuera y mientras recorrían el último de los pasillos antes de por fin estar en libertad, Rob que poco y nada estaba familiarizado con el plan de recate se animó a preguntar:

—¿Cuál es siguiente paso? Quiero decir: ¿qué haremos a partir de ahora? Bah quisiera saber cuál es plan... pues yo solo los oí hablar de ello pero supongo que deben de haber armado bien esto.

Mike tragó saliva. Planear... Su plan finalizaba justo al abandonar el sector cuatro.

—No sé, la mente maestra de esto debe saberlo —dijo Brad con ironía y un poco en burla, él ya era más que sabedor de que a partir de ahora debían improvisar.

—Yo supongo que podemos ir a mi casa y recuperar fuerzas. Está lejos de aquí y demoraran en encontrarnos —había tal seguridad en la voz de Mike que no pareció que acababa de ocurrirsele hace sólo minutos.

—¿En qué? ¿corriendo acaso? —replicó Brad—. Debiste de haber robado aunque sea algunas de las camionetas del monoblock 11. Ahora es tarde, estamos lejos de allí.

Rob rió por dentro: se había metido sin saber con dos tipos que no tenían ni la más pálida idea de lo que hacían. Pero no les abandonaría, sus jefes más que nunca necesitaban de su ayuda. Y él se les daría, tenía varios motivos para hacerlo.

Rob abandonó sus cavilaciones, ya se hallaban cerca de la salida. Mientras tanto, su jefe y su amigo continuaban peleando por la falta de vehículos.

—Tu eres el estratega. Pensé que a ti se te ocurriría hacerlo —replicó Mike.

Brad resoplo. «Un fracaso, siempre supe que iba a ser un fracaso este plan suyo», pensó Brad, dándose por vencido y orl atrapado. «¿Tendrán indulgencia de mí por haber sido militar?» se preguntó.

La voz de Robert Bourdon le hizo salir de sus pensamientos.

—¿Tu apartamento queda en el sector 8? ¿Verdad? —había preguntado Bourdon.

Mike asintió con la cabeza, algo extrañado por la pregunta.

—Hay una manera... —el asistente hizo una pausa dudando si hacer la sugerencia que estaba a punto de hacer finalmente se decidió:- Hay una manera de llegar rápidamente hasta allí. Es atravesando el bosque -señaló la arboleda que estaba separada del edificio por el alambre tejido y la ruta. Ellos ya se encontraban afuera e iban bajando unos escalones de cemento-. Conozco un atajo con el cual llegaremos en menos de media hora. Además en esta oscuridad y en medio de los álamos pasaremos más desapercibidos que yendo por la carretera.

Brad analizó en pocos segundos todo lo que había dicho y tenía razón. De ser cierto lo del atajo demorarian menos que por carretera (que a paso normal duraba de entre una hora a hora y media dependiendo de la velocidad natural de la persona), además de que era cierto la noche era una buena aliada. Pero se extrañó de que Rob supiera todo eso siendo no más que un simple asistente.

—¿Cómo sabes...?

—¡Alto ahí ladrones o abriremos fuego! —amenazó un soldado de voz gruesa.

Ya no hubo tiempo de seguir analizando nada, Rob tomó carrera y se puso a la cabeza del grupo para guiarlos, ya habían atravesado la puerta del alambrado para cuando habían oído la voz del soldado así que sólo tuvieron que atravesar la vacía carretera y correr medio metro antes de que Rob hallara su entrada secreta y se internara en el bosque, y tras de ellos los científicos y la joven aun apegada a Michael.

Los soldados no demoraron en emprender la cacería, aunque no hubo disparos, solo el temblor del suelo y el ruido del violento resquebrajar de hojas secas por las fuertes pisadas que los militares daban al correr. Tal era el escándalo que fue inevitable para los tres aminorar el paso y darse vuelta para ver con sus propios ojos cuántos eran sus perseguidores. Habían cerca de 30 o 40 ninguno estaba seguro de la cantidad, la traidora oscuridad no era sólo aliada de ellos sino también de los soldados. Tal vez eran más o tal vez menos...

Más o menos, la cantidad no importaba, pues había algo de lo que estaban seguros: ya no tenían escapatoria.





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Hola aquí por fin nuevo capítulo. Demoré porque me tomó mucho editarlo y porque mi internet es pésimo. Voten y comenten por favor me gustaría saber su opinión acerca de la historia hasta ahora.


Annie B.


PD: estamos cerca de los 100 leídos. ¡Muchas gracias!






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