🔪Level 26: Mutilar🔪

Les dejo esta imagen para que más adelante no se confundan.

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LEVEL 26
READY, PLAYER TWO?

Jeremy despertó en la mañana con el dolor partiéndole el cuerpo en pedazos, y no solo en dos como imaginarán, no. Estaba fragmentado al igual que un plato de cerámica cara. Había un trozo aquí, uno por allá, otro más lejos. Ya no sabía qué le dolía o cuánto lo hacía, porque el que le causara un malestar de tanta intensidad opacaba todo y confundía sus sentidos. Sus sentidos se habían dividido, su consciencia sobre su dolor estaba perfectamente compartida por cada partícula que lo conformaba.

Tenía migraña, y los párpados le pesaban como si no hubiese dormido nada, lo que era contradictorio para sus largas horas de sueño en las que no se despertó ni por asomo. Su cuerpo era lo que más le dolía, y no terminaría de describir la sensación indeseable de suciedad sobre él, los ardores recorriendo su cuello y torso, el entumecimiento de sus brazos y piernas, y cómo olvidar el dolor punzante interno que no le dejaba ni moverse para acomodarse.

Volteó hacia un costado, viendo a Michael desperezarse. Se lo veía descansado y fresco como lechuga, muy al contrario suyo que no podía respirar sin que le doliera y que se sentía como si le hubieran caído litros de aceite y tierra encima.

–¡Jeremy! Lo siento, no vi que habías despertado. –Lo miró con la misma sonrisa inocente y ojos amables, sin embargo apenas hizo contacto visual, el pecoso se contrajo en sí mismo como pudo, listo para alejarse arrastrándose. –Uh... Lamento lo de anoche, me pasé de la raya y fui algo agresivo contigo. Aunque creo que no soy el único que debe disculparse.

Jeremy enmudeció un momento. En otra ocasión se habría quedado así, en silencio, y habría hecho un gesto altivo para demostrar que le valía rábano que el ego de Michael requiriera disculpas, pero esta vez era totalmente diferente. Finalmente era capaz de ver más allá de ese brillo de bondad en sus ojos, encontrando más allá una chispa violenta lista para estallar en el más remoto momento en que le faltara el respeto o lo molestase.

Un escalofrío lo recorrió, reviviendo en un segundo la noche anterior. Su voz salió quebrada y sumisa, probablemente tal cual él deseaba oírla, mas no era para cumplir su deseo, sino porque estaba genuinamente asustado. –L-Lo siento... L-Lo siento, lo siento, p-por favor no... No m-me hagas daño.

Michael se rió suavemente, casi como si no supiera de lo que estaba hablando. –¿Dañarte? Oh, Jeremy... Yo no te haría daño nunca. –Murmuró cariñosamente, enredando en su dedo uno de sus rizos, notando que al acercar su mano provocó una reacción algo errática de su parte. Eso le gustó. –Claro... A menos que lo merezcas. Pero no creo que me vayas a dar problemas hoy ¿Verdad, cariño? –Jeremy negó efusivamente con la cabeza, dejando que Michael con una sonrisa satisfecha lo cargara en sus brazos. –Nos haría bien un baño, vamos.

El pecoso no lo negaría. Sí, necesitaba un baño y con urgencia, quizás más. Pues cuando Michael volvió a hacer contacto con su piel al cargarlo tuvo la mala suerte de mirar de reojo hacia la cama donde yacía una grotesca mancha de sangre, su sangre, que con solo verla le revolvió las tripas y le recordó por milésima vez que aquel quien lo estaba cargando ahora mismo era el responsable. Él fue quien lo destrozó, quien lo hizo gritar de dolor hasta dejarlo afónico, el que rompió el hilo de la cordura.

Nada mejoró con el baño. Michael intentaba ser suave al ayudarlo, pero aun así era imposible que no le doliera el contacto con la esponja o el agua tocando sus heridas. El resultado fue una tina con agua sangrienta, a lo cual su captor aludió que mejor sería si lo bañaba a él primero y lo ayudaba a tratar sus heridas. Las vendas no hicieron mucha falta ya que no tenía más cortes aparte de aquellos que las mordidas le causaron, un poco de cicatrizante bastaría para sus moretones, pero lo que había más allá de sus caderas no era algo que se pudiera resolver.

Higienizado y sin nada más que hacer en el baño, fue dejado en el sótano con una camiseta y boxers limpios, pero con la misma sensación desagradable de suciedad recorriéndolo de pies a cabeza. Su mirada se fijó en el estante en cuanto Michael se fue para darse él un baño, notando que el celular seguía ahí.

No podía dejarlo así, Michael lo vería y sería su final definitivo, por lo que con todo y agonía se levantó a buscarlo, comprobando con alivio que la batería estaba en un 86%. Agradecía que su teléfono no pudiera grabar videos de más de diez minutos y se cortara, además de que se apagase automáticamente pasados unos segundos. Lo único que le faltaba para hacerlo perfecto era que tuviera señal o wifi.

Se mordió el labio, preguntándose dónde mierda lo iba a esconder hasta que pudiera utilizarlo, y se decidió por uno de los pufs que tenía cierre por si requería relleno extra. No era conveniente esconderlo donde pudiera perderse entre el poliestireno, pero nada más tenía a mano para arreglárselas. Ya vería más adelante cómo se las apañaba para encontrarlo de nuevo, hasta entonces lo apagaría y esperaría el momento indicado para darle uso.

Cuando Michael regresó, él lo estaba esperando sentado y quieto en la cama con la mirada hacia abajo. El de gafas se escuchaba muy feliz. –¡Hoy estaré libre todo el día, cariño! ¿No es fabuloso? Ya extrañaba quedarme contigo.

Jeremy tragó en seco sin decir nada ¿Para qué? No tenía el coraje de expresar con cuántas fuerzas quería que se fuera a la mierda, y tampoco estaba dispuesto a mentir tan falsamente con lo mucho que le "alegraba" esa noticia. Tampoco soltó palabra alguna cuando él se detuvo en frente suyo con una sonrisa amplia y genuina, mas no pudo contener un sonido lastimero y asustado apenas le vio alzar la mano, que no hizo más que sujetar su mejilla suavemente para acariciarla.

Tembló de pies a cabeza ahogando quejidos y sollozos ¿Por qué era tan patético? Hasta hace un día podría haber dejado que Michael lo abrazara todo lo que se le antojara con tal de mantenerlo tranquilo y pacífico, sin embargo ahora no podía sentir su tacto sin morirse del miedo al esperar que en cualquier momento se volviera la bestia sedienta de sangre que lo atacó la noche anterior y le hiciese lo mismo o algo mucho peor.

Oh por Dios ¿Y si esta vez le torcía algo? ¿Y si lo golpeaba como saco de boxeo en pleno acto? ¿Y si lo rasguñaba como si fuera un poste de gatos hasta que quedara su carne al rojo descubierta? Quizá planeaba volver a hacer lo mismo, pero ahora sin limitarse a solo una vez ¿Qué quería? ¿Por qué esperaba tanto? ¿Sería que acaso en cualquier momento esas caricias se corromperían? ¿Deseaba sus gritos? ¿Su llanto? ¿Quería oírlo suplicar de nuevo? ¡¿Qué mierda quería y por qué no simplemente lo tomaba de él como hacía con todo?! ¡Adelante, si después de todo ya no le quedaba absolutamente nada más que dar! Ya no... Ya no le quedaba nada, ya no era nada. Si quería destrozarlo de nuevo más le valía hacerlo antes de que su propia ansiedad lo consumiera por completo.

Un sollozo escapó de sus labios, observando todavía la mirada parsimoniosa del filipino. No podía dejar de temblar y llorar al imaginarse Dios sabe qué querría hacer con él ahora, repudiando su piel y su cercanía. Michael notó hace rato lo alterado que estaba, mas no le daba mucha importancia y seguía jugando con sus rizos cobrizos y acariciando sus pecas. Solo demostró interés en sus emociones cuando titubeó entre el hipo y el llanto.

–N-No me lastimes... P-Por favor no m-me...

–¿Eh? ¿De qué hablas? Jeremy, te lo dije hoy. No quiero hacerte daño. –Respondió haciendo una mueca de preocupación. Aun así el pecoso seguía llorando sin señales de calmarse.

–N-No... No, no... N-No me hagas daño. N-No hice nada esta vez ¡N-No hice n-nada esta vez!

–Ay, Jeremy...

Entonces lo abrazó. Jeremy se sentía tembloroso e inestable al igual que una torre en ruinas que podía caer al más mínimo toque. Romperlo con su abrazo habría sido más fácil que hacerlo con un mondadientes, pero no lo hizo. Solo siguió abrazándolo y acariciando su cabello, lo que más que calmarlo solo empeoraba su llanto ¿Y eso le molestó? En lo absoluto. Una sonrisa se dibujó en su rostro con malicia y no dijo nada más. No quería interrumpir el dulce sonido de los balbuceos sollozantes del más alto, quería escucharlos hasta el final como su playlist favorito y arrullarse con él.

El día prosiguió sin nada relevante. Jeremy seguía actuando como un perro asustado con la cola entre las patas y la cabeza gacha cada vez que se le acercaba y no se atrevía a alejarlo por miedo a pesar de que se le notaba que estaba al borde del pánico, lo que para ser honesto no le fastidiaba. El de rizos en serio se esforzaba por evitar cualquier tipo de maltrato y se notaba en su complicidad verbal y física, aceptando cualquier gesto y dándole la razón cuando era necesario. Probablemente habría estado más feliz si no estuviese mintiendo con todos los dientes, aunque no se quejaba ¡Afecto era afecto mientras no le causara problemas!

Cuando llegó la tarde, todavía estaban acurrucados en la cama. Afuera el clima estaba tempestuoso y a Michael no le apetecía mucho salir con ese clima, aún más sabiendo que el amor de su vida solo existía ahora en su hogar. Desgraciadamente para él, y por fortuna para Jeremy, el teléfono que estaba en el piso de arriba sonó despabilándolo y haciendo que se alejara del atemorizado pecoso.

Cuando atendió y fue a responder, Jeremy se quedó quieto en su posición de espaldas sin mostrar interés. Cualquiera sea el motivo que impulsara a Michael para largarse sería más que bienvenido sin requerir su aprobación. Sí le causó curiosidad que se le escuchaba nervioso al hablarle al teléfono, pero no la suficiente. Se sentía demacrado y su mente pedía un descanso, sería un regalo celestial dormir unas cuantas horas en su ausencia.

Cuando regresó, lo oyó despedirse apresuradamente antes de besarle la mejilla y retirarse, y su falta de reacción debió ser suficiente para creerlo dormido, porque llegó a oír también algunas maldiciones de parte de Michael. No quiso darle importancia y se acurrucó para dormir. No tendría más noches de sueño reparador si seguían siendo junto a ese loco. Le era imposible pegar el ojo si él estaba cerca para abrazarlo o "mimarlo", así que aprovecharía a partir de ahora cualquier oportunidad.

Cerró los ojos y se despidió del mundo terrenal.

. . .

Un bufido abandonó sus labios al tiempo que cerraba la puerta de la entrada y se apoyaba en ella de espaldas, pasándose la mano por el cabello con una ligera migraña molestándolo. Tiró las llaves en la mesa y se dirigió al sótano impacientemente.

Christine le había llamado emocionada esa misma tarde para informarle que puede que hubiese forma de rastrear la ubicación de Jeremy. Mentiría si dijera que eso le importó una mierda, porque lo cierto es que la explicación le hundió el estómago con el peso de sus pulmones y corazón. Ella y Jenna dijeron que si el teléfono del joven Heere había desaparecido con él, un porcentaje de posibilidad era que lo tuviera consigo.

Lo único que lo había aliviado era la mención de Jenna de que la policía no aprobaba ese método de búsqueda debido a que era también una posibilidad que se lo hubiesen robado, quitado, o que él mismo lo haya perdido durante su desaparición, y que rastrearlo era una pérdida de tiempo importante. Fue un idiota por sugerir que era una buena idea, aunque luego se corrigió dando algo de razón a los policías ¿Cómo había cabida de que un secuestrador decente y listo se quedara con algo de su víctima que permitía a otros dar con él?

Estúpido, eso era. Qué suerte tenía de no requerir mucho más que tomar el celular y dejarlo en algún sitio remoto de la ciudad o directamente romperlo. La segunda era la más segura.

Entró al sótano con sigilo. Jeremy seguía dormido y no quería despertarlo, no porque le importase mucho su descanso, sino porque sabía que si veía el celular se alteraría e intentaría quitárselo. Podría estar demacrado y todo eso, mas aun así Michael no dudaba de la estúpida impulsividad de su novio para huir de allí ¿Y quería él otra pelea innecesaria? No, en lo absoluto. Bastante mal ya se sentía con lo bestia que había sido la noche anterior, a pesar de que lo disimulaba bastante bien y se repetía constantemente de que fue un mal necesario ¡Ahora Jeremy estaba más calmado! Y para qué negarlo, le encantaba su actuar atemorizado ¿Había algo más dulce que un beso empapado en lágrimas?

Buscó el gancho para abrir la puertecilla de la lámpara de noche. Recordaba haber guardado el teléfono ahí por si acaso, no sabía para qué, solo tenía el presentimiento de que le encontraría utilidad o método de entretenimiento más adelante. Buscó con la mano sin dar con él y seguidamente se asomó apenas solo para darse cuenta de que no estaba ahí.

Un tic nervioso se asomó en uno de sus ojos, tentado a romper la puta lámpara de la rabia que le daba. Entonces respiró hondo. Si se alteraba mucho no habría pensamiento coherente que llegara a él, y eso significaba perder tiempo y estancarse. Probablemente lo había dejado en otro lado, a veces le ocurrían este tipo de cosas ¿No? Con lo distraído que había estado ante la idea de volver a tener a Jeremy a su lado no era cosa rara que su mente haya estado algo distraída.

Buscó, buscó... Pero no lo encontraba, y a cada momento solo se impacientaba más ¿Dónde mierda pudo haberlo dejado? Maldita sea, estaba seguro de que lo había guardado en el sótano ¿Y quién más pudo haberlo tomado? Al dudar, su mirada se detuvo sobre la silueta durmiente y frágil de su novio, sintiendo la sangre hervirle de rabia y unas ganas inmensas de agarrarlo del cabello y arrojarlo contra la pared trepando por sus extremidades ¡Pero claro! ¡¿Quién más pudo hacerlo?!

No debió confiarse. Por mucho que le costara aceptarlo, Jeremy seguía buscando algo que tuviera a la mano para abandonarlo, y ahora lo comprobaba. Ese... Hijo de puta. Pero oh, esto no se quedaría así.

Y hablando del de rizos... Este se despertaba ingenuamente de su siesta, no por su reloj biológico, sino por el sonido constante y fuerte de las escaleras. Quiso ignorarlo y seguir durmiendo, pero al rato le fue imposible ignorar lo precisos y contundentes que eran, al punto que no parecían pasos normales. Se incorporó sobre el colchón, tallándose el ojo y encontrándose entonces al filipino moviendo el escritorio vacío más lejos de la pared y poniendo una silla adelante.

Parpadeó en confusión ¿Estaba tratando de improvisar una mesa para la cena o algo así? Habría preguntado de no ser por lo rabioso que se veía Michael con su expresión enfurecida y su forma brusca de acomodar las cosas.

–Levántate y ven acá ya mismo.

Jeremy tembló. El tono autoritario y molesto de Michael fue capaz de helarle la sangre y hacerlo temblar al igual que un perro herido a la intemperie, así como también lo hizo obedecer su orden, levantándose cuidadosamente de la cama y caminando hacia él.

Cualquier pregunta o excusa que pudo haber dicho tuvo que ser tragada. Michael se encargó de empujarlo contra la silla apenas lo tuvo cerca y prosiguió a hacer algo aún más raro, que fue asegurarlo a ella por la cintura con un cinturón, y no se dio cuenta de eso hasta que sintió el apretón en su estómago.

–¿M-Michael...? ¿Qué estás...? –Iba a preguntar, pero su propio chillido interrumpió su oración al sentir la soga rasposa asegurándole el brazo izquierdo al apoya brazo de la silla.

Si de por sí eso ya no era alarmante, segundos después Michael arrojó sobre la mesa tres cosas. Un cuchillo carnicero, un hacha mediana y una sierra de hueso que pertenecía a Lisa y reconocía a la perfección de una pequeña clase suya sobre los elementos que usaba como veterinaria. Luego notó el mantel plástico que cubría el escritorio, y la tabla de cortar de madera en la que el de gafas apoyó su otro brazo, manteniéndolo ahí él mismo.

Perdía la respiración al observar aquellos elementos y ser consciente de su propia posición. Sus ojos se aguaron inmediatamente y las lágrimas se juntaron en desorden al igual que todos los balbuceos inentendibles que, por lo menos intentaba hacer sonar como súplicas y disculpas ¿Qué es lo que había hecho ahora? ¿Por qué Michael no dejaba de mirarlo con esa expresión fastidiada?

Lo sabía, maldita sea, sabía que no pasaría mucho tiempo antes de volverse a encontrar con el monstruo feroz ya despierto. Solo era cuestión de tiempo y de sacarlo de su hibernación una vez más para que luego no tardase mucho en volverlo a hacer.

–¿Dónde está? –Fue lo único que Michael le dijo, y lo que terminó por acallar un poco su llanto al aparecerse su confusión. Se quedó mirándole, aterrado, suplicante y perdido. No comprendía qué es lo que quería. Tal muestra de ignorancia fue suficiente para que el filipino insistiera, aún más encabronado. –¡Que me digas dónde está, maldito pedazo de...!

–¡N-No entiendo...! ¡No sé de qué hablas! –Sollozó, negando con la cabeza repetidamente y tratando de zafar fallidamente el agarre de su brazo. Habría sido capaz de impulsar la silla hacia atrás para caer de espaldas con tal de que no lo tocase.

–¡El teléfono! ¡Mierda, Jeremy! ¡Sé que sabes dónde está el puto celular!

El de pecas se congeló en el acto, sintiendo que hasta su corazón se detenía por completo después de escuchar tal acusación. Sudó frío mordiéndose el labio y maldiciendo todo ¿Cómo es que justo ahora notaba su maldita ausencia? ¿Por qué le importaba tanto? Ya le había quitado la señal, el internet... No tenía forma de comunicarse con el exterior, de nada le servía quitarle el celular a menos que... A menos que... El mismo sirviera como rastreador.

Claro... Por eso estaba tan alterado. Si rastreaban la ubicación de su celular entonces lo encontrarían, sin embargo por experiencia personal—su padre era policía—sabía que era muy poco usado ese método ¿Por qué iría a tener un artefacto de comunicación en pleno secuestro? Aún así, si justo ahora se venía a preocupar por eso, significaba que aquellos que lo buscaban estaban considerándolo.

–Y-Yo no hice nada... Me tienes aquí desde hace mucho ¿N-No crees que de tenerlo lo habría usado?

Su expresión ni se inmutó, mascullando con odio. –¿Crees que soy estúpido?

Jeremy tembló aún más. No podía contener el llanto y lo asustado que estaba ¿No era bueno mintiendo? ¿O acaso Michael estaba muy convencido? Alguna debía ser, porque se notaba que no le estaba creyendo y eso incrementaba su impaciencia, haciéndolo tomar el cuchillo de cocina. Tal detalle no fue ignorado, alarmándole que si no empezaba a hacerle creer lo contrario ya mismo...

–¡N-No! ¡Michael...! ¡Te lo juro! ¡N-No tengo nada! ¡N-No he t-tomado nada! ¡No de de qué hablas! ¡N-No sé! ¡No sé! ¡Por favor, por favor...!

El alarido de dolor que nació de su garganta fue corto. Michael había hecho caso omiso a sus palabras y levantó cuánto pudo el cuchillo a la vez que lo sujetaba en su sitio, clavándolo en seco sobre su muñeca. Su cuerpo buscó retorcerse por reflejo, sacudiéndose frenéticamente para liberar su brazo herido.

La sangre goteaba y se deslizaba desde la prominencia que provocaba la tabla de cortar bajo el plástico hasta la parte llana del escritorio. La sangre era caliente, su herida ardía cuál infierno y sus huesos sufrían el golpe que había dado el metal tras atravesar la delgada capa de carne.

Lloró súplicas, asegurando que no había hecho nada, pero Michael seguía sin creerle y lo demostraba con su furia bestial. –¡¿Me crees imbécil?! ¡Cambié la contraseña para que no accedieras al internet, y sé que tu teléfono no tiene señal aquí! ¡Si hubieses querido usarlo no habrías podido! ¡¿Dónde mierda lo escondiste?!

–¡N-No escondí... n-nada! ¡No l-lo hice...! –El llanto quebró su voz nuevamente. Si la sal de las lágrimas entraba por su herida no lo notaba, dolía tanto que ese detalle no haría la diferencia. –¡P-Piedad...! ¡N-No hice nada! ¡Por favor!

No importaba cuánto negase saberlo o lo mucho que se esforzara en verse inocente, Michael no estaría feliz hasta que confesara lo que él quería escuchar. El cuchillo seguía golpeándolo hasta el hueso cada vez que no respondía las preguntas como él deseaba, a veces atravesando el mismo corte y otras veces haciendo uno más, pero cerca del anterior.

Tras un rato, su carne en la muñeca parecía un despellejo. Parecía un bistec de carne crudo mal picado por un principiante. El solo mirarlo mientras el mismo dolor lo entumecía, hacía que se le revolviera el estómago a puntos inimaginables y su miedo disparara la presión sanguínea, colaborando para que más borbotones de sangre chorrearan la superficie.

A estas alturas Jeremy ya no tenía más voz para lamentarse o gritar. Estaba cansado, adolorido... Y la sangre que perdía cada minuto empezaba a hacerle sentir mareado y débil. Estaba por desmayarse ¿O iba a morir? El considerar tan aterradora idea debería haberle devuelto la energía para seguir suplicando clemencia, sin embargo su cuerpo pareció aceptar ese destino con alegría, relajándolo al punto en que ya no podía ni sostener su cabeza en alto.

Michael estaba al borde de irse contra el cuello de Jeremy de lo furioso que estaba ¿Por qué el hijo de puta estaba tan obstinado a negar lo obvio? ¡Y por un estúpido teléfono, por Dios! ¡Estaba dejando que le hicieran esto por un condenado y maldito teléfono! Respiró y se dió cuenta de algo. Esto no era por el teléfono... Sino porque Jeremy ya había notado que si había llegado tan lejos por encontrarlo, es porque jugaba un papel importante en su búsqueda.

Jeremy estaba dispuesto a todo con tal de ser encontrado... ¿No? Estaba dispuesto a dejar que le cortase la jodida mano con tal de abandonarlo de nuevo ¿Cómo se atrevía? ¡¿CÓMO SE PUTO ATREVÍA?! Creía haber destrozado su valor desde el momento en que lo profanó contra su voluntad, pero no, ahí estaba; Llorando y lamentándose como un perro herido, pero sabiendo muy en el fondo que no era su fin.

Un sentimiento enardecido le hizo levantar la cabeza del pecoso por sus cabellos, mas no lo escuchó soltar queja alguna. Sus ojos azules y vacíos miraban su rostro como si fuera la nada, todavía derramando lágrima tras lágrima. Su boca estaba entreabierta, pero de ella ya no salía sonido alguno, y sus mejillas estaban tan pálidas como un papel. De haber tenido a cabeza en su lugar habría llegado a la conclusión de que ese actuar indiferente se debía a que estaba al borde de la inconsciencia y no a un intento por burlarse de él.

–¡Ni creas que voy a parar, Jeremy! ¡Más te vale que me digas dónde está ese puto teléfono, porque sino voy a encargarme de que no puedas usar uno o escribir una maldita oración más en tu maldita y miserable vida! –Amenazó colérico, arrancando el cuchillo con facilidad y tomando entonces el hacha mediana que sus madres usaban a veces con los muebles viejos. Jeremy no le respondió, seguía en silencio. –¡RESPONDE, MIERDA!

Un silencio extenso tan solo interrumpido por el respirar agitado de Michael se alargó por unos segundos. Jeremy finalmente dijo algo, pero no fue lo que Michael deseó oír, y de hecho casi soltaba su el mango del hacha por ello.

–Vete... A la mierda.

Una sensación recorrió el cuerpo de Michael. No la identificó bien, solo supo que lo hizo apretar el puño y los dedos contra la madera, temblando de impotencia y cólera.

–¿Qué dijiste?

–¡QUE TE VAYAS A LA MIERDA!

Luego el metal afilado cayó y un sonido de rotura junto a un grito desgarrador atravesaron sus oídos. No sé detuvo, no podía hacerlo, ya no estaba bajo su control. Con ruidos agresivos y el enojo calándole hasta lo más profundo, Michael se despidió de todo rastro de cordura y empezó a forzar el hacha contra la muñeca de Jeremy, intentando separar el radio del escafoides. No lo estaba logrando, mas sí provocaba los alaridos ajenos que ya creía que se habían agotado.

Incluso en el borde del desmayo Jeremy experimentó la agonía de la rotura de su hueso y la forma descuidada y poco efectiva de Michael al intentar terminar el trabajo. El más simple movimiento era un martirio y era lo único que podía hacerlo reaccionar físicamente.

Dolía... Dolía... DOLÍA, DOLÍA, DOLÍA, DOLÍA, DOLÍA.

Y no bastaba. Su llanto no bastaba, su tortura no bastaba.

Michael le desencajó el hacha de los huesos luego de haber perdido los estribos por completo y la levantó.

Una sola ojeada a su muñeca le hizo divisar el blanco del hueso. Tal visión lo abofeteó con una fuerza tal que podría haberlo tirado a un costado, pero lo que lo superó con creces fue la insoportable sensación y horrorosa escena que el siguiente y fuerte golpe del hacha le ofreció.

La sangre fluía como río, no sentía la mano derecha.

Porque ya no la tenía.

El horror fue tal que no lo hizo gritar o llorar. No, él se combinó con el dolor y desmayó a Jeremy en ese preciso instante de una sola vez, al igual que un golpe brutal en la cabeza.

Jeremy simplemente no pudo más... Y su cuerpo tampoco.

LEVEL 26 COMPLETE
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YOU HAVE NO CHOICE NOW =)
IT'S TOO LATE, JEREMY~

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