Vio cómo Jimin leía en el parque que estaba frente a su casa. Los rayos del sol chocaban suavemente con su cuerpo e iluminaban su rostro, parecía ser alguien completamente inalcanzable de esa manera. Como una especie de deidad, por más ridículo que suene.

Bufó decepcionado. Si tuviera un poco más de valor iría y le hablaría como cualquier persona normal lo haría. Pero tenía que conformarse con solo mirarlo desde lejos y observar detalladamente cada movimiento que su crush hacía.

Sonrió imaginando el día en que por fin pudieran cruzar palabras o mirarse a los ojos. Taehyung trataría de que su encuentro fuera casual, pero sabe que se pondría muy nervioso, hasta el punto de huir. Tal como lo hizo la primera vez que me habló.

Hace un año.

Taehyung se encontraba caminando de regreso a casa. En sus audífonos sonaba fuerte una canción de Maneskin, tarareó sin parar y combinó su canto con algunos pasos de baile.

Una vuelta, un salto, un silbido.

— Te mueves bien — la suave voz frente a él le hizo parar en seco.

Frente a su puerta de encontraba un chico rubio con un gran tazón de galletas en sus manos. Al parecer era nuevo. Y estaba esperando a que le abrieran.

— Y-Yo...

— ¿Eres Taehyung? — Preguntó ladeando la cabeza.

— S-Sí... Bueno...

— Soy Jimin — Habló con voz suave —, tu nuevo vecino — y la sonrisa que le mostró hizo que un sonrojo se posará en sus mejillas.

Taehyung no pudo escucharlo bien, más bien, solo pudo ver los labios rechonchos y las finas líneas que tenía como ojos.

«Tan tierno»

Y su pensamiento, lo tomó de imprevisto, sonrojándolo por completo y haciendo que sus manos sudasen.

— ¡Tengo que irme! — Gritó sintiendo como su cuerpo temblaba de pies a cabeza.

Huyó. Y no volvió hasta después de las doce de la noche. Asegurándose que Jimin no estuviera ahí, sin importar recibir un regaño más la chancla violadora de parte de su mamá.

Sí, era vecino de Jimin. Y Taehyung aún no entendía como es que no pudo acercarse adecuadamente siendo así.