~Felicidad efímera~

Les dije que volvería, primores :D Tardé más de lo esperado pero... ¡AQUÍ ESTOY!

Y por fin les daré lo que tanto esperaban ¡El reencuentro!

Este fic, al igual que el de Ikanaide está basado en un rol con mi diosa (COFCOFMISAKICOFCOF) por ello mismo están (Cómo dije) dedicados a ella y verán varios fragmentos que ella escribió tal cual... Excepto los prólogos e introducciones. Esos son 100% míos. (?)

Por ello mismo... ¡CRÉDITO A ELLA TAMBIÉN, POR AYUDARME! ¿Esto cuenta como fic hecho en equipo? Ni idea, solo sé que sin ella no lo hubiera desarrollado tanto (Mezclamos ideas de cada quien.) y se lo debo <3 Mil gracias y pásense por sus fics ¡Ella es mil veces mejor que yo!

¿Eh? ¿Que si haré el mismo anuncio en todos los capítulos? Claro que lo haré. No pararé de recordarle que esto es gracias a ella >:v

Aclaraciones: *No pude cambiar mucho de lo que ya tenía :'v I'm so sorry.

*Hoy tendremos shipp xd UUuUuUuh

*Este será probablemente el capítulo menos doloroso hasta ahora. Por algo el título.

*Lo de Photon es teoría mía. El que haya visto su imagen de Sunahama dejando a Ivlis un ramo de flores entenderá.

*Que quede claro. Un diablo puede ser más fuerte que un dios, pero eso depende de cuánto poder tenga. Tal vez no lo pueda asesinar, pero sí vencer. Ivlis por lo que yo entiendo (NO SÉ, FUNA ME CONFUNDE) llegó a ser más poderoso que Siralos (ANTES DE QUE TODO SE FUESE A LA CHUCHA EN TGG) y hasta se pudo haber vengado. Pero de haber conseguido ganar todos sabemos que su amor a él hubiese permitido que Siralos lo matara xd Licorice no se dejaría así que...

¡No hay más que decir! ¡Disfruten el capítulo!

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

Hoy era un día bastante calmo.

Lo sabía porque su trabajo no lo había dejado tan atareado como de costumbre. No había una sola alma desolada a la redonda, puros seres que sonreían de una forma tranquila y se observaban desde la superficie de agua. Todos se notaban pacíficos, como sumergidos en el agua y en un profundo pero encantador sueño.

Revisó uno por uno, sonriendo de la misma manera que ellos al pasar y ver que las flores en sus manos continuaban frescas tal cual las dejó. Esos adornos los hacían ver como si estuviesen en un ataúd, a punto de ser enterrados, sin embargo eso estaba lejos de la realidad. Estaban vivos y coleando, al igual que sus flores.

Probablemente los dueños de tales espejismos se encontraban disfrutando este día con sus seres amados, quién sabe.

Jugueteó con su blanco cabello soltando una juguetona risita.

Nadie creería que un trabajo tan importante recayera en un pequeño niño. Él sí, sabía que sin su presencia nadie más vigilaría las bellas flores y no las mantendrían en buen estado como debía ser.

El pequeño Photon era importante, claro que eso nadie lo sabía excepto él.

Para él, cuidar y velar por la felicidad y virtud de los demás era un bello deber. Podía observar a todo ser existente desde arriba como si estuviesen dentro de un espejo, pisar el agua cristalina como si fuese una superficie estable y compartir la dicha con todos ellos.

No estaba solo, estaba rodeado de muchos que lo necesitaban.

Unos más que otros... Como ocurría hace tiempo.

-Uhn... No parece que esté mejorando. -Murmuró afligido apoyando suavemente su mano en la mojada barrera.

Su vista estaba fijada en tres seres en particular; Diablos...

Uno de ellos aparentaba calma, pero su gesto parecía forzado, carecía de una sonrisa, era de cabello oscuro, cuernos café y en sus manos portaba un alelí amarillo, una amapola blanca, una azalea, un lirio, un clavel rojo, un geranio oscuro, un pensamiento multicolor y una margarita marchita.

Fidelidad en la adversidad, sueño, templanza y romance, corazón inocente... Amor puro y delicado, corazón que suspira, melancolía, "piensa en mí como yo lo hago en ti"... E inocencia y pureza.

-Marchita... -Suspiró al ver la margarita. Sentía la lucha que estaba viviendo aquel diablo, sentía su tristeza al igual que el amor que lo empujaba a continuar. -Tal vez esto te ayude.

Observó la flor en sus manos, un hinojo.

Hinojo... Significa "fuerza".

Pobre niño.

Había sentido tanto vacío en él desde hace mucho... Al compartir emociones con todo ser al cual se acercara era difícil no sentir empatía cuando esa melancolía y tristeza lo inundaba. Era como respirar pegado a alguien que fumaba.

Desgraciadamente para Photon, su trabajo no estaba en arreglar los problemas de las personas... No. Su trabajo solo era obsequiarles virtudes y defectos con cada flor a su alcance.

Cada una de ellas, tan fresca y delicada antes de tocar el suelo cristalino y hundirse hasta sus dueños. He aquí el otro "pero", no se le puede obsequiar cualquier flor a alguien porque sí. Dependiendo de la situación o ambiente del ser, la flor responde de diferentes formas.

Si la virtud o el defecto son ideales, entonces la flor se mantiene sana y fresca, a estas hay que cambiarlas luego de cierto tiempo, aunque hay muchas que duran la eternidad. Otras con menos suerte se marchitan instantáneamente como si el agua a su alrededor estuviese contaminada con algo fatal.

Mucho trabajo para un simple niño.

-Mantente fuerte, Licorice... No puedo hacer nada por la inocencia que has perdido, pero te aseguro que pronto te conseguiré flores que no se marchiten. -Juró al reflejo dormido, mientras su mano atravesaba el suelo como si fuese solo agua, para acomodar el hinojo entre las demás flores.

Hecho aquello, puso atención en el diablo de cuernos curvos y morados, boca entreabierta y ojos cerrados pero acuosos. Portaba un tulipán amarillo, un tulipán negro, una violeta de Parma, un clavel púrpura, un crisantemo blanco marchito, una glicina, un lirio amarillo machito y un pensamiento malva.

Amor sin esperanza, "estoy sufriendo mucho", "déjame amarte", capricho, "sinceridad, verdad y amor real", "me aferro a ti", "amarte me hace feliz" y nostalgia del amor perdido.

-Satanick... Has empeorado más de lo que esperaba... Lamento tanto no poder hacer mucho por ti. Intento con cada flor que puedo, pero ninguna es la correcta excepto las que tienes. -Hizo el intento de dejarle una margarita y al entrar en contacto con el diablo, se marchitó sin remedio, sacando otro suspiro resignado del niño.

Esto ocurría desde hace mucho y le resultaba muy triste, pero ahora que pasaba lo contrario a mejorar se sentía inquieto.

-Lo siento... Sé que sufres... Espero que pronto las cosas mejoren. Algún día llegarán las personas indicadas a tu vida. Te darás cuenta de lo egoísta en tus acciones y podrás ser feliz. Te lo deseo. -Sonrió débilmente hacia él, volteando al siguiente.

Un diablo de predominante color rojo, ojeroso, herido, con una sonrisa forzada en su semblante pacífico. Llevaba un ébano falso, una dalia, un crisantemo violeta y un Don Diego... Las únicas flores que no estaban marchitas... El resto lo estaba, y eran cosmos, una madre selva, una magnolia y un narciso amarillo.

Abandonado, inestabilidad, "no soporto la idea de perder tu amor", esperanza perdida... Gozo del amor, la vida y la inocencia... Lazos de amor, amistad o familia... Amor a la naturaleza, simpatía, nobleza, perseverancia, dignidad y alegría... Esperanza y paciencia.

-Oh, Ivlis... Empeoras como los demás. Ya no sé qué debo hacer para cambiar tus flores... Ninguna es la adecuada. -Atravesando la barrera, Photon acercó una flor al reflejo. Una cincoenrama.

Amor maternal...

-¿Uh...? -Pero como siempre, la flor no alcanzaba a llegar entera al ramo, siempre se marchitaba a la mitad y algunos pétalos caían ¿Por qué? El pequeño miró con frustración aquellos amarillos pétalos corroídos con tristeza. -Nunca tuve que cambiar estas flores antes...

Visitaba a Ivlis desde hace mucho, fue uno de los seres al cual más flores tuvo que cambiar, quitar, o simplemente ver perecer en sus manos poco a poco. Él le daba mucho trabajo, aunque lo malo no estaba en eso, sino en cómo el significado de sus flores se volvía algo más turbio de lo normal.

Aquel girasol que lo representaba en uno de sus muchos jarrones se estaba marchitando, sus pétalos no soportaban más tiempo aferrados al tallo.

La bella rosa púrpura que al diablo de Pitch Black pertenecía, se mantenía como siempre, pero de su tallo negro las espinas empezaban a hacerse más largas hasta opacar por completo la belleza de su flor.

Por último la de Licorice, de un tono más rojo que la de su padre. No cambió en nada, excepto por el perturbador detalle de unas gotas de sangre chorreando de los pétalos, como si proviniesen de una herida profunda e infinita.

Era confuso, a veces caía de sus espinas y otras de los pétalos.

Photon hacía más que obsequiar flores... Él daba virtudes, daba defectos, y tenía sus limitaciones... Él compartía alegrías, tristezas, dolores y enojos con todo ser existente.

Photon quería ayudar, pero nunca era suficiente.

-Supongo que esto es todo por hoy. -Agotado, Photon se levantó haciendo desaparecer entre destellos de estrella las flores que traía hasta ahora, a excepción de un ramo de margaritas y lirios, envueltos en papel blanco como contenedor.

"A ti, que nunca brillarás..."

Esa frase se repetía sin cesar de sus labios al abandonar aquellas flores a su suerte y marchitarse apenas tocaban al diablo de fuego.

Era inútil seguir intentando y hacerlo estaba fuera de su control.

Quizá algún día lo hagas.

(...)

-¡Y recuerda que te obligaré a comer todo de una u otra manera! ¡No quiero excusas, Licorice!

-Agh... Sí, Rieta... Pero... ¿Incluso la cebolla? ¿E-En serio?

-¡TE LO VAS A COMER PORQUE YO LO DIGO!

Una suave risa escapó de los labios de Emalf, observando desde su lugar a su compañera tratando de convencer al niño de comer todo lo que había traído en una bandeja.

Hace apenas unas horas se había acordado que él debía controlar mejor su salud ¿Y quién mejor para eso que Rieta? Era la que más terreno tenía sobre el tema, la que hacía milagros con los ingredientes menos llamativos que existían y la única que lograba hacerte tragar de una mirada, advirtiendo tu muerte si no cumples.

Como una madre, pero un poco más aterradora.

Bueno, al menos Licorice se veía dispuesto a ceder y cuidar más su salud. De todos modos en el tiempo que estuviese en reposo podría descansar y comer cuanto fuese necesario hasta sanar todas sus heridas y volver a las invasiones.

La genio se veía complacida con verlo comer con ganas. Se veía que no había ingerido una sola manzana antes de salir a invadir hoy.

Igls por otro lado comentaba cosas que lo avergonzaban, algo sobre que estaba muy flaco y debía ponerse más gordito y apapachable... Bah, cosas de tías que habían hecho falta en su vida.

Y luego Poemi que simplemente disfrutaba de recalcar las advertencias de Rieta como la hermana mayor alfa que se declaraba ser.

Él no decía mucho, había estado en silencio desde hace rato y se sentía extrañamente cansado. No para dormir, solo con ganas de salir un rato.

Estaba satisfecho de haber conseguido que pronto llegase la mejoría de su amigo, pero tantas emociones por un día lo habían dejado exhausto, y no era por ser un amargado antisocial... Pero necesitaba un rato de silencio donde no haya quejas acerca de vitaminas.

-Uhm... Voy a salir ¿Les importa? Será rápido. -Avisó antes de que las demás asintieran y se levantara palmeando la cabeza de Licorice. -Prométele a tu viejo amigo Emalf que comerás lo que Rieta diga.

-Lo prometo, broh.

-¡Ahí te ves, broh! -Se despidió con rapidez abandonando el cuarto y el castillo.

Poemi lo vio partir y sintió la necesidad de seguirlo, aunque no lo hizo hasta que pasó el tiempo y las tres salieron del cuarto para dejar a Licorice tener una pequeña siesta después de comer.

No lo vio a plena vista y le fue necesario buscar, solo alzar vuelo y observar hasta visualizarlo a unos metros de distancia, sentado bajo un árbol. Con su ubicación descubierta, se acercó volando y aterrizó cerca de él sin intenciones de ser sigilosa.

No había causado ruido al pisar tierra, aunque de todos modos Emalf la escuchó y no mostró alarmarse por ello. Tan solo la dejó estar y sentarse a su lado sin decir palabra alguna. No sabía a qué venía, pero creía que era algo importante. No podría haber otro motivo para buscarlo.

Nunca esperó que lo que la demonio quería decir lo dejara congelado. -Eso que hiciste hoy... Fue genial.

Así de directa, sin muestras de sarcasmo burla. Un comentario puramente genuino que casi hizo que se le saltaran las gafas de sorpresa.

Creía entender a qué se refería, pero... ¿Por qué decía eso?

-Ya sabes. Lo que dijiste hoy... Fue todo lo que estuvimos pensando hace bastante pero ninguno se atrevía a decir. Licorice realmente tomó tus palabras en cuenta y... Parece que está impuesto a mejorar su salud y no descuidarse más. Te lo agradezco... Él me estaba preocupando demasiado.

Ni con eso aún lograba reaccionar y no hacer otra cosa más que mirarla atónito bajo los cristales oscuros de los lentes ¿Desde cuándo Poemi le agradecía de una forma tan honesta? No es que ella fuese una maleducada que nunca decía un mísero "gracias", sin embargo todos siempre se sentían cortos y poco importantes, al contrario de este, que destilaba pura sinceridad y verdadera gratitud.

No podía con esto. Piedad, es solo un pobre demonio enamorado.

-N-No fue para tanto. Solo... Estaba cansado y creo que lo que pasó me hizo explotar. -Explicó vagamente con un suspiro. De no haber ocurrido ese desmayo en su amigo probablemente sus pensamientos aun seguirían guardados.

-Es que Licorish es un terco... Doy por hecho que si otro le hubiese insistido suavemente nos seguiría sin hacer caso ¡Pero tú fuiste muy valiente y directo, Emalfsh! ¡Se lo dijiste todo de sopetón y no le diste oportunidad de excusarse! Fue tan... Waw... Y-Yo... Creo que no estaba del todo enterada acerca de lo que sentía él por la desaparición de papi.

-Soy su mejor amigo. Que no te sorprenda que pueda leer su alma así de fácil. -Rió por lo bajo con aires bromistas, a pesar de que no se equivocaba del todo con lo dicho. -Espero que a partir de ahora pueda descansar... No solo en el sentido físico, sino la mente. Sé que eso lo ha mantenido estresado.

-Demasiado diría yo. Aún recuerdo cómo rechazó a muchos ángeles hace poco.

Contagiado por la risa de Poemi, Emalf asintió al recordar lo mencionado.

Luego de que todo el asunto del sobre esfuerzo comenzara, varios ángeles de la tierra del sol habían intentado hacer declaraciones amorosas al niño. Sonaba muy de pederastas, pero los pobres eran completos ignorantes de que bajo esa apariencia adulta se escondía un crío de catorce años. Cómo no confundirse, si Licorice no dejaba su forma adulta a menos que fuese para dormir.

Su amigo tenía la cualidad de ser calmado y paciente con la gente que le agradaba, o mínimo no conocía, así que en su momento trató de rechazarlos a todos diciendo que no estaba interesado en salir con alguien por ahora.

Más de uno volvió a insistir, y fue en los peores momentos donde él ya estaba muy atareado y la migraña estaba que lo mataba. Todo eso combinado con el fastidio de escucharlos hizo que se pusiera agresivo y comenzara a gritar a todo pulmón que ya estaba interesado en un hombre y no era un ángel.

Luego de eso se dio cuenta de su estúpido accionar y trató de disculparse con ellos conteniéndose para no huir de la vergüenza. Tuvo suerte de que su familia haya tragado su mentira donde explicaba que eso no era verdad y que solo lo dijo para que dejasen de molestarlo.

Emalf era el único que sabía y el que le dio un tremendo zape por casi dejar expuesto su enamoramiento por Ivlis.

Actualmente ya no se ponía nervioso al hacer mención del tema, de hecho hace largo tiempo que lo platicaban una que otra vez con tranquilidad. Al principio se asustó mucho tras enterarse, creyendo aquello una etapa infantil del niño que debería desaparecer pronto, sin embargo con el paso del tiempo y sus largas explicaciones terminó por entenderlo y decidirse en ayudarlo lo mejor posible.

Podía sonarle ilógico a cualquiera, pero eso es porque nadie más que él había sido testigo de cómo Licorice se perdía hablándole de sus preocupaciones, temores, alegrías y tristezas, todo relacionado a su enamoramiento.

No había conocido antes a otro ser tan noble y esmerado en hacer a su amado feliz, así no estuviese a su lado de la forma en la que lo anhelaba. Tal vez eso se debía a su infantilismo, mas no negaba que era adorable y admitía sin miedo que un futuro donde su jefe y Licorice fuesen felices juntos sería algo que querría que pasara.

Que le den a la moralidad de los humanos, los demonios no estaban para esas tonterías.

Además... ¿No sería perfecto? Adiós lamentos por Siralos, adiós desamor, adiós problemas y sobre todo adiós a Satanick...

Amor... A Licorice eso lo volvía un romántico empedernido y un príncipe en busca de su otro príncipe.

A él... Bueno, lo volvía un chico con cara de tomate y pulso tembloroso de un hipotérmico.

-Seh... Debe controlar su genio.

-¿Crees que él hablaba en serio sobre estar enamorado de un chico? -Indagó curiosamente sin malicia o intenciones de robarle información. Solo pura ilusión al imaginar a su hermanito menor con alguien. -¡Sería tan tierno!

-Uhn... No creo que sea verdad. De ser así él me lo contaría. -No es que desconfiase de la empatía de Poemi pero... Licorice aún no estaba listo para sacar a la luz sus sentimientos y él como su confiable mejor amigo no podía ir por ahí regando su secreto.

-¿Y si está enamorado de ti? -Sonrió picaronamente, haciendo a su acompañante chillar en reacción.

¡¿Y esta qué cosas estaba diciendo?!

Eh, no es que le diera asco, es solo que al conocer profundamente a Licorice... Lo declaraba un Ivlisexual e Ivliromántico como para echarle ojitos a él.

No, simplemente no. Era su jefe con el niño o nada.

-¡No digas tonterías! Él ya dijo que no quiere a nadie, fin.

-¡Qué amargado eres! ¿Y tú no lo quieres a él? -Su sonrisa juguetona se esfumó tan rápido como un suave sonrojo se tintó en las mejillas ajenas, dejándola estupefacta y con una sensación de inquietud ¿Y por qué no? Arrepentimiento por haber preguntado. -¿Emalfsh?

-Lo quiero pero... No de esa manera. -No mentía al respecto. Licorice era un fantástico amigo, un casi hermano, pero su cariño no llegaba más allá. No se debía su sonrojo a él, sino a la cercanía e insistencia de Poemi con respecto al asunto.

Ah, pero como ella heredó un poco de la terquedad de su padre, no le creyó y se acercó más tratando de presionarlo con su mirada.

-¡Mientes! ¡Estás rojo! -Chilló, extrañamente para Emalf, notando que estaba ligeramente molesta y crispada con todo esto.

-¡No es por él! A mí me gusta otra persona y me la recordaste, es todo. -Soltó finalmente. Para su suerte, su sinceridad hizo a la demonio sentirse satisfecha aunque no aliviada, causando que perdiera ese semblante de enojo, mas no que se alejara.

-¿Entonces quién es?

-¿Tengo que decirlo? Preferiría guardármelo.

No era por ser esquivo con ella, sino más bien estaba asegurando su dignidad y sus huesos. Si se lo decía... No podía saber con certeza cuál sería su reacción, aunque daba por sentado que de todos modos sería mala.

... Cómo lo era con todos.

Quiso voltear y dar por terminado el asunto. Hablar de su suerte en el amor nunca lo ponía de humor, y a pesar de que había tenido un largo descanso desde que se fue del castillo no deseaba perder su calma. Sin embargo no contó con la velocidad de Poemi para alejar sus gafas y lanzarlas lejos, dejando sus pobres y anteriormente ocultos ojos indefensos ante la mirada analítica rojiza.

Ni voltear podía, ella lo estaba sujetando de las mejillas y estaba a una cercanía que lo ponía sumamente nervioso como para reaccionar y mirar a otro lado.

Se había quedado paralizado ante sus ojos.

-Mh... Bien, no me lo necesitas decir. Ya sé quién es. -Declaró victoriosa, demasiado tranquila como para que él se alterara creyendo que había sido realmente descubierto.

-¿Ah sí? -Indagó rodando los ojos, a lo cual ella asintió ampliando su sonrisa. -Y... ¿Tú qué piensas? ¿Soy correspondido?

Puede que no tendría ni un cincuenta por ciento de acierto, claro que de todos modos le interesaba saber cuál fue la supuesta persona en la que la demonio pensó.

La respuesta que obtuvo no fue ni una palabra o un asentimiento, sino un jalón desde el cuello de su chamarra hacia adelante, quedando en destino de sus labios... Los ajenos sobre ellos.

Fue rápido como para haberlo visto venir e inesperado como para haberlo previsto. Solo... Ocurrió. En un dos por tres estaba besando a la misma chica que vio crecer toda su vida y hasta hace un largo tiempo lo había flechado.

Ya se había olvidado cómo se sentía estar al borde de derretirse bajo un gesto de índole romántico. Nunca había tenido uno que pasara de abrazos, esto era nuevo y hacía su corazón latir desenfrenado hasta hacerle creer que moriría antes de darse el lujo de corresponder tímidamente llevando una de sus menos a la mejilla de la más bajita.

No se profundizó ni duró demasiado, sin embargo para él fue especial y maravilloso. Incluso después de que ella se separara seguía shockeado en su sitio, mirándola con sus ojos abiertos de par en par cómo ella sonreía maliciosa y jugueteaba con su dedo en su propio cabello.

Tenía ese brillo vivaz de una niña después de haber cometido una travesura en un semblante sosegado e infantil.

Muy... Muy hermosa.

-¿Eso responde tu pregunta, Emalfsh?

-U-Uh... Q-Qué... -Le costaba formular palabra sin que no fuesen balbuceos torpes y desorganizados. Su cabeza estaba peor, no se preocupen. Miles de dudas iban de acá para allá y ningún pensamiento tenía más lucidez que otro como para ser expresado primero.

Ella parecía estar disfrutando de sus nervios, se veía claramente. No le molestaba, estaba muy confundido como para eso.

Eso sí, tenía una pregunta muy importante que no podía hacerse esperar.

-O-Oye... Un momento... T-Tú acabas de... ¿Qué es lo que somos...?

-¿Eh? Pues novios, claro, tonto. No te besaría solo para dejarte en la friendzone. Tienes una idea muy cruel sobre mi persona. Si es posible no quiero decírselo a nadie aun. Recuerda cual es nuestro objetivo principal y lo mucho que distraeremos al resto si damos la noticia. -Pronto sin dejarlo digerir lo dicho, se levantó cuidadosamente y se alejó un par de pasos levantando los lentes del suelo para luego voltear a él con una risa. -¡Te dije que tus ojos podían enamorar a cualquiera, Emalfsh!

Sin más ella se alejó del aun distraído demonio, que tardó unos segundos en darse cuenta de que no había dicho casi nada y su supuesta novia lo había dejado con la palabra en la boca.

Eso no se quedaría así.

-¡O-Oye! ¡Poemi, espera! ¡Regresa! ¡Tengo muchas preguntas y...! ¡P-POEMI, NO ME DEJES ATRÁS!

La primera tarde amena y alegre que tenía hace tanto... Correteando a su novia entre chillidos y risas.

Hoy lo había comprobado.

Incluso con todo lo que pasaba... Se podía ser feliz.

(...)

Qué extraño... Aun no siento nada.

No dejaba de mirar su propio vientre con impaciencia, posando una de sus manos en él mientras yacía recostado sobre el muro de rocas y su cola se movía de un costado a otro en señal de ansiedad.

Habían pasado unos tres meses desde su acuerdo con Satanick y nada. No importaba cuanto lo intentasen... Seguía sintiéndose físicamente vacío, sin ninguna criaturita moviéndose en su interior.

¿Por qué? ¿Qué es lo que estaban haciendo mal? ¿Es que él era el problema? Eso no tendría sentido alguno ¿No? ¡Había dado a luz un hijo de Satanick antes! Esto no tendría por qué estar fallando justo ahora que más lo deseaba.

... ¿Sería acaso que de verdad era un defectuoso como él le mencionó? Lloraba de frustración de solo imaginarlo.

No pedía mucho, solo un hijo... Un hijo que creciera en una familia amorosa, uno que los amara a ambos, que fuese feliz por verlos juntos.

¿Qué pensaría Satanick si supiera que no era capaz de darle otro hijo? No deseaba volver a lo de antes y que lo golpeara de nuevo, tal cosa lo devastaría... Eso sí, no admitía que merecía perdón o compasión por esto. Él era quien iba a cargar con el niño, él era el que no estaba funcionando adecuadamente.

Su amado tenía la cualidad de remarcar sus defectos más horribles que no conocía, y con un simple "Te amo de todas maneras" ya era suficiente para hacerlo sonreír. No importaba si sentía una basura, no importaba si sentía que no valía nada ¡Porque de todos modos lo amaban!

No había lógica, solo amor.

Lo asustaba que este defecto en él fuese el límite de lo soportable.

¿Importaba que ya tuviesen otro hijo? No en realidad... Si por Ivlis o Satanick fuera, Licorice podría vivir con ellos sin problema y así estarían todos juntos. El problema estaba en que conociendo al niño no permitiría que siguiese cerca de su amado y lo apartaría por todos los medios.

El diablo de Pitch Black decía extrañarlo, mas agregaba que la otra mitad de él no tanto, y eso era debido a los recuerdos del odio que le dedicaba.

Bah, mocoso entrometido. Eso es lo que fue todo este tiempo aunque no pudo verlo ¿Qué tan costoso sería amar a Satanick como un padre?

Ivlis solía pensar... Que si Licorice lo amara de verdad como tanto decía entonces tal vez podría amar a Satanick por él también.

Comprobarlo no estaba en sus planes, pero imaginarlo no estaba de más.

...Tal vez tenerlo aquí no sería tan malo.

Tosió un par de veces, volviéndose pronto algo fuerte y desgarrador digno de sujetarse el pecho con tal de no caer hacia adelante. No duró mucho, sin embargo en el proceso había escupido aquel extraño líquido púrpura que Satanick le ofrecía entre besos.

Se notaba que tenía de su propia sangre, pues tenía un color que tiraba más al rojo.

-Ugh... -Se limpió rápidamente la boca con la manga de su camisa, ignorando por completo ese ataque.

Su salud estaba en riesgo, pero daba lo mismo. Si iba a gastarla toda en tener a un niño... Eso haría, el resto le valía un reverendo rábano.

Ojalá Satanick llegase pronto... Un milésimo intento no estaría mal.

(...)

Un día despejado y soleado se alzaba sobre ellos, marcando el fin de otro pobre mundo inocente a en su camino.

En los bajos terrenos donde el pueblo se encontraba; Los demonios de flamas, algunos heridos y otros triunfantes, se encargaban de llevar a los primeros a los portales y revisar el estado de las armas.

En ello, la familia de demonios, un diablo y un ángel, se encontraba descansando en los terrenos más altos bajo la sombra de un árbol.

Rieta estaba concentrada en el mapa de mundos, marcando varias cosas con cruces en lo que el resto almorzaba de las provisiones restantes de aquel que hace un rato había perecido ante ellos.

Ahora se daban el gusto de descansar como era debido para recuperar energías perdidas. Fue una batalla digna, pero como siempre... Ellos salieron vencedores.

Qué pena que los habitantes no eran tan amables y dulces como la acaramelada apariencia de estos y su mundo demostraba, hubiesen tenido algo de consideración para no matar al diablo...

Para qué mentir, eso no pasaría.

Ya había pasado un año desde el inicio de todo, dentro de poco serían dos años desde la desaparición... Dos años de dolor y desesperación, de entrenamiento y práctica, de guerras y sangre de inocentes derramada. Tantos dioses derrotados, diablos al borde la muerte, batallas más difíciles de ganar pero logradas con esfuerzo, sacrificio y dedicación.

Años de viajes, nuevas emociones y una nueva integrante en su familia... Años sin él.

Licorice se veía como siempre solo por estar usando su forma adulta. No lucía ni se sentía a medio morir y todo eso lo debía a que en los últimos meses había cuidado mejor su salud y el balance entre trabajo, necesidades básicas y ratos en familia. Solo por eso actualmente no lucía estresado como antes y sonreía entre charlas con Emalf, su tía y su hermana.

-¡No puedo creer que hayas tardado tanto con el tonto diablo! -Se enfurruñó la demonio, ganándose que su hermano le sacara la lengua infantilmente en un gesto molesto que ella devolvió al instante,

-¡Dilo de nuevo cuando seas tú la que deba cargárselo, por Vicers!

Una sonrisa melancólica se formó en los labios de Rieta al levantar la mirada, observando a su familia junto a ella, en especial el par de niños en medio de sus disputas burdas.

Licorice no había cambiado nada, asesino o no... Era el mismo crío de siempre en el cuerpo de un adulto, lo sabía con solo observarlo devolver cada comentario o burla a su hermana mayor y pedir una que otra vez a Igls que le diera la razón. Esta estaba risueña y divertida tratando de no perderse de nada mientras degustaba uno de los emparedados. Ver discutir a sus sobrinos era un placer que había conocido desde hace un año y del cual no se arrepentía.

Emalf trataba de calmarlos, aunque solo lo ignoraban olímpicamente.

Nada había cambiado... Y lejos de ser algo malo era alentador.

... Ya debería decirles.

El día de ayer, la genio se había percatado de algo sumamente importante sobre la invasión de ese día. Mantuvo tal información como un secreto sorpresa para cuando terminaran, y si bien alargarlo con suspenso sería divertido... Su propia emoción le jugaba en contra al pensarlo y la delataba frente a ellos gracias a sus lágrimas y su sonrisa.

Al principio Licorice se asustó al verla, por lo cual le llamó en un tono preocupado. -¿Rieta...? ¿Pasa algo?

Tras no sentirse capaz de decir palabra, dejó caer de sus manos el extenso mapa de mundos dejando que observaran.

Cada uno de ellos... Todos los que estaban en la lista... Estaban tachados con cruces rojas indicando que ya estaban visitados.

El mensaje fue más que claro para que todos excepto Igls sintieran sus ojos aguarse, aunque escucharlo de la genio tuvo más efecto.

-Ya... L-Lo conseguimos. Es todo. -Anunció sin más, secando como podía sus lágrimas.

Emalf reaccionó primero, sin creerse nada de lo que escuchaba y veía. -¿Eh? ¿Y-Ya lo logramos? -Casi se le caen los lentes debido al impulso que hizo al levantarse a observar el mapa. Era cierto, todos los mundos por invadir estaban destruidos... -¡D-De verdad que lo logramos!

Poemi le siguió, aparentemente más calmada durante unos pocos segundos antes de levantarse también alzando un puño. -¡Al fin! ¡Esto se hizo eterno! -Finalmente luego de tanto todo su esfuerzo y espera rendiría frutos y descansarían de esta pesada labor que llevó tanto tiempo. -¿No estás feliz, Licorish? ¡Al fin veremos a papi! -No ocultaría su ilusión o deseo. Ella al igual que su hermano no lo habían dudado a pesar del tiempo: Ivlis los esperaba. No había duda.

-¡Veremos al jefe! ¡Veremos al señor Ivlis! -Festejó su novio junto a los demás, actuando por impulso y abrazando lo más cercano, o sea a la aterradora Loli. -¡Por fin veremos al señor Ivlis!

-¡A papi! ¡Pronto veremos a papi! ¿Al fin volverá con nosotros! -Estaba tan feliz como el resto que ni siquiera se molestó por el gesto cariñoso del de lentes de sol que pudo haberlos dejado en descubierto ¡¿Qué más daba?! ¡Era el momento de festejar!

Tanto Igls como Licorice se mantenían callados, como si no pudiesen salir del enorme cúmulo de emociones que los apresó de hacer alguna reacción errática y festiva al instante. Fueron segundos después que el joven diablo por fin dijo algo titubeantemente sollozo.

-Sí... Al fin... ¡Oh por...! ¡Al fin! -Fue exclamando preso de emoción a medida que la idea iba tornándose real ante sus ojos. Las lágrimas caían a borbotones de solo ser consciente y tener la mirada en un largo pedazo de papel con dibujitos tachoneados. Quién diría que la felicidad podría mostrarse ante él de esa manera. Solo dejó de verlo para fijar la vista sobre aquella que había comenzado a encender en él la esperanza con un simple comentario. -¡L-Lo hice, Rieta! ¡Lo hice! ¡Soy más fuerte! P-Podré encontrar a mamá ahora... ¿Cierto? -Tanteó sin ocultar la ilusión infantil que aún adornaba su mirada.

A pesar de cargar con tantas muertes sobre sus hombros y sangre en sus jóvenes manos, su esencia como quien era en verdad nunca se perdió. Nunca dejó de ser él mismo... Eso dejaba a Rieta como una cascada de lágrimas a la vez que sonreía asintiendo fervientemente.

-Lo lograste, Licorice... Todos lo logramos... -Decía entre lágrimas, acercándose para abrazarlo a él y a los demás.

Había sido un largo camino, habían derramado sangre de inocentes por ello y se asegurarían de que no fuera en vano. Licorice ahora tenía una fama de guerrero como su madre, pero nada de esas cosas les interesaban... Sino que ya habían completado todos los pasos requeridos para ir en busca del diablo de flamas y traerlo de nuevo.

Fueron dos largos años sin él... Lo extrañaban profundamente como el primer día y la idea de volverlo a ver era una ilusión, un acto milagroso.

-Eres más fuerte ahora, podremos... Encontrarlo... -Lagrimeó tratando de secarse como diese lugar, jamás creyó que implementando su loca idea esto funcionaría. No había tenido fe en que un pequeño niño lo lograría... Pero su valor y noble amor hacia su amo fue suficiente para impulsarlo todos los días, y ellos estuvieron para respaldarlo. Simplemente imposible pero aun así ante sus ojos lo lograron.

-T-Todo estará bien de nuevo... L-La familia estará completa... -Sollozó con alivio mientras las adultas palmeaban su cabeza para relajarlo. Al fin esta pesadilla estaba por terminar.

-¡Muy bien! ¡Eso significa que por fin podremos librarnos de ese condenado travesti! -Soltó la loli con una radiante sonrisa hacia su tía, la cual recién ahora notaba que estaba algo ida y se crispó al escucharla, borrando su sonrisa. -¿Tía Iglsh...?

-¿Eh? ¿Tía? ¿Qué pasa? ¿N-No estás feliz por eso? -Preguntó tratando de ser sutil y no sofocarla. No buscaba hacerla sentir juzgada, pero imaginar que justo ahora ella se arrepentiría de su decisión lo desesperaba.

Era de la familia, su tía... La hermana mayor de su madre, aquella que siempre adoró al ángel de luz y pensó en ella cada día, llenando su nombre de dulces elogios bajo su mirada melancólica y una sonrisa suave. Sin ella a su lado cuando trajera a Ivlis nada sería igual...

Debía hacer que se reencontraran. Lo anhelaba para su madre y su tía también. Ser consciente de cuánto se extrañaron ambos hermanos fue lo que lo emocionó siempre ante la idea de que al encontrarlo se volverían a ver y una parte de la felicidad de Ivlis regresaría a su vida de una forma hermosa.

No dudaba del amor de Igls, aunque sí de lo que pensaba...

Siralos.

-Y-Yo... E-Estoy feliz... Y-Y sé que lo dije antes pero... Tengo miedo.

Después de todo el día más esperado y temido llegó... Aquel en el cual enfrentaría a su creador, su dios... Su padre. El mismo que por su egoísmo desterró a su hermano y lo condenó a estar lejos de ella, el mismo que imponía temor en su alma con solo hacerle recordar ese momento... El mismo al cual no sabía si seguir considerando su padre.

Quería más que nada estar con Ivlis otra vez... Más aun sabiendo todas las desgracias que cubrieron su vida. Era grande su deseo de estrujarlo amorosamente entre sus brazos y hacerle saber que no importaba el pasado, ella estaría ahí para sanar el daño hecho y no lo abandonaría esta vez.

Lo anhelaba con desespero... Y estaba aterrada de lo que tendría que hacer para obtenerlo.

-Igls... No debes temer. Nosotros estaremos contigo. -Alentó Rieta, tomando su mano para hacerla sentir segura.

Todos eran conscientes de que para ella no debía ser fácil. Enfrentarlo a él sería un reto personal en el cual no podían interferir... A menos que estuviese en peligro. De ser así se meterían todo lo que se les diese la gana. No permitirían al travesti tocarle un solo cabello.

-¡Es cierto! ¡Si ese tonto quiere hacerte algo nosotros te ayudaremos! Confía en nosotros, tía Iglsh.

-¡Es verdad! No dejaremos que ese viejo te lastime. Tendrá que pasarse sobre nuestros cadáveres.

-Tía... Te prometo que no permitiré que te dañe. Estaremos ahí para lo que sea que necesites.

No les importaba que fuese un dios, en lo que les constaba; Licorice ahora era más poderoso que él. Había alcanzado y superado a Ivlis antes de perder sus poderes, y si bien sus planes no eran vengarse de Siralos... No lo dejaría salirse con la suya luego de todo lo que soportaron con él.

-Además... Yo te dije que tomaría tu mano en todo momento que lo requieras ¿No? -Agregó su amiga dulcemente.

El verla sonreír decidida fue más que suficiente para causar en ellos el mismo efecto.

Ya no había qué temer ¿No? Lo peor había pasado desde hace tiempo y ahora solo quedaba lo fácil. La libertad por fin estaba a su alcance y no estaba sola para atraparla, su familia estaba con ella.

No se echaría para atrás si esto significaba que se reencontraría con su hermano.

-¡Es verdad! ¡Tenemos que hacerlo!

Libertad... Libertad al fin.

Eso era un tipo de felicidad...

(...)

El tiempo se sentía extrañamente pesado desde hace rato.

No era por la lluvia, la densa humedad o el silencio. Ivlis presentía que algo no estaba en su lugar el día de hoy.

No era él, de eso estaba seguro. Si bien se sentía débil como de costumbre no creía estar al borde de otro colapso. Era otra cosa, algo que no sabía cómo explicar, una incertidumbre que no se calmaba ni aun estando entre los brazos de su amado.

Le daba curiosidad saber si Satanick pensaba lo mismo también, mas no preguntó al respecto y se limitó a seguir en silencio observando la lluvia caer desde la salida. En pocas ocasiones se había acercado ahí para observar cuando tenía permiso de hacerlo. Normalmente no lo hacía y se debía a ese miedo vigente ajeno de que se lanzara desde esa altura.

No lo culpaba, lo había intentado.

Era curioso como para quedarse quieto en un solo sitio y nunca mirar, sin embargo no era capaz de moverse. Aunque sus piernas habían regresado, y lo único que llevaban como recordatorio de lo ocurrido eran unas cicatrices que rodeaban su piel más arriba de sus rodillas, en más de una ocasión intentó levantarse por su cuenta y no lo consiguió.

Cada vez que lo intentaba sentía que su debilidad aumentaba, sus piernas temblaban como gelatina y se desplomaba antes de llegar a siguiera estar completamente de pie. Era patético... Sin Satanick ayudándolo no había forma de dejar su rincón.

Según él eso estaba bien, pues ayudaba en su salud ahora que tenía un niño que cuidar.

¿Qué debería hacer ahora...?

Mentirle era cruel, aún más de esa manera ¿Pero qué podía hacer? Estaba desesperado por no obtener buenos resultados y verlo tan decepcionado. Ni siquiera le hablaba y aun así lo escuchaba llamándolo inútil de todas las formas posibles.

Aunque sea una vez... Deseaba sentir que merecía amor.

Sin embargo ese vil engaño solo causó lo contrario.

¿Y si se entera...?

Si no lo perdonaba lo entendería. Aunque... Si seguía intentando sin que él supiera... ¿Podría funcionar?

Llevaba dándole vueltas al asunto desde hace tiempo pero justo hoy no se sentía con ánimos para planearlo o llevarlo a cabo.

-Hey, Ivlis... H-Hahaha... ¿Sabes? Hoy me hice una pregunta muy tonta... -Llamó su atención entre risas cortas e idas.

Últimamente entre los dos Satanick parecía tener menos coherencia, solo comunicándose con comentarios e ideas nada tangibles, risas alocadas y los mismos "Te amo". No es que le molestara, siempre y cuando fuese él... Es solo que no terminaba de acostumbrarse a ese cambio.

-M-Me pregunté... Si d-de ser capaz... Tú podrías irte... Pero... ¡H-Hahahaha! ¡Qué tontería! Nadie te alejaría de mí, cucarachita ¿No es verdad?

Por algún desconocido motivo Ivlis no habló apenas él terminó. Se quedó dudoso y absorto en el pesado aire, arrastrando hacia él incerteza y dudas.

Bah, qué estupidez... Estaba pensando de más.

-Nadie me alejará de ti, Satanick... Lo prometo. Así lo hagan... Yo te buscaría hasta encontrarte, te pensaría siempre... No soportaría estar lejos de ti.

No podría estar cuerdo sin ti... ¿O no?

-Pero... Satanick... Me he preguntado... Si Licorice aceptara amarnos a los dos y no separarnos... ¿Podríamos ser una familia feliz?

Con su constante miedo a lo que podría pasar si no tenía un hijo más, necesitaba saberlo.

-H-Hahaha... ¡Claro! ¡Necesitamos un hermano mayor para nuestro bebé!

Eso hizo al diablo sonreír.

Supongo que no será tan malo si llegas... Licorice.

Esta era su oportunidad de definirse como alguien que era bienvenido o un hijo indeseado.

(...)

Nerviosa, así mismo se encontraba al juguetear ansiosamente con sus guantes mientras observaba a su padre pasear en las cercanías del castillo.

Valor... Debía tener valor y no dar más vueltas. Su familia la esperaba cerca, sonriéndole esperanzada, no les podía fallar.

Sus pasos fueron lentos y cuidadosos, como si algún traspié asegurara su fracaso. Siralos no esperó y al verla dirigirse a él se acercó, quitándole la necesidad de seguir caminando. Se lo notaba de buen humor, así que esto tal vez no sería tan difícil.

-Padre... Tenemos que hablar. -Pidió en un tono entre suplicante y formal, en lo que él miraba de reojo al resto. Se preguntaba qué hacían todos ahí mirando tan curiosos, aunque al final no le importó demasiado y se concentró en su hija y su porte serio.

-¿Qué ocurre, Igls?

-Te informo que Licorice por fin ha terminado su deber. Ha destruido cada inframundo y arrebatado el poder de cada diablo a su alcance. El propósito por el cual ellos han venido a quedarse ya fue cumplido y deben partir.

Su sonrisa repentinamente se esfumó, dejándolo estupefacto en lo que observaba directamente a Licorice. Este le devolvía la mirada de una forma tan natural y aburrida que ayudaba a confirmar la declaración. Frunció el ceño con desdén acercándose más a él.

Era increíble que con mirarlo desde abajo bastara. Eso no quitaba el ego alto que destilaba y la burla en sus palabras.

-¿Es en serio? Licorice, bromeas...

-Agradecería que no tomes mis palabras como un chiste, Siralos. -Siseó con odio hacia el dios, teniendo la necesidad de agacharse un poco y hacerle ver mejor su gesto molesto. No lo intimidó como esperaba, mas sin embargo era feliz con solo poder comportarse de la manera que siempre deseó al verlo.

Lo odiaba... Lo detestaba.

Y ahora ya no se rebajaría a un estúpido siervo.

-Es difícil cuando estamos hablando de Ivlis... Qué digo, la cucaracha. -Se mofó entre risas, ignorando la rabia que despertaba en el menor. Haciendo que fuese cada vez más difícil el contenerse a hacerlo pedazos ahí mismo.

Quería escuchar antes qué le diría a Igls. Entonces y solo entonces sabría cuándo desatar todo su odio.

-¡Vamos, Licorice! Sé razonable ¿En serio quieres arruinar todo tu potencial en una basura que no lo merece? ¿Me dirás que luego de todo este tiempo no hiciste esto por tener poder?

-Mi única motivación para convertirme en un asesino y hacer cosas imperdonables es mi madre. En ningún momento he dejado de pensar en él y no dudaré en salvarlo ahora que puedo hacerlo. Soporté durante mucho tiempo este estúpido mundo y tu insoportable voz. Conté cada segundo para poder largarme de aquí y dejar de perder mi dignidad al tener que vivir contigo bajo el mismo techo y darte el respeto que no mereces.

El semblante ofendido e incrédulo de Siralos bastó para darle las ganas de sonreír satisfecho. Había deseado decir eso hace tanto... No, tenía mucho más que quería decirle. Pero eso no era prioridad ahora.

El dios del sol estaba enfadado. Se habían aprovechado de su amabilidad al dejarlos estar, le habían visto la cara de tonto.

Podría echarlos a patadas ahora mismo de no ser por su creencia de que seres inferiores como ellos no merecían ni su energía.

-Tsk... No sé por qué no lo vi venir de unos demonios... Y tú, Licorice... Esperaba más de ti. Me decepcionas... Creí que al ser hijo de tu padre tendrías el más mínimo rastro de decencia y gracia, pero ahora veo que no puedo esperar nada de un asqueroso diablo contaminado con los genes de una cucaracha.

-¡Vuelves a relacionarme con esa basura y llamas así a mi madre otra vez y te voy a...!

-¡¿O vas a qué, mocoso?! Será mejor que tú y tus tontos acompañantes se larguen de aquí ¿No estaban por hacer eso? Pues váyanse. No regresen y arrástrense hacia esa cucaracha.

-No le digas cucaracha a mi hermano.

La sentencia de Igls le heló la sangre en breves segundos en los cuales le costó voltear hacia ella, notando su expresión seria y por primera vez indignada hacia él.

-¿Qué fue lo que dijiste, Igls...? -Masculló fastidiado, no porque no escuchó, sino porque estaba retando al ángel a que se atreviera a decirlo de nuevo.

-Te dije que no le digas cucaracha a mi hermano. -Repitió sin miedo, no dudando en acercarse más con intimidación. -Y si tanto quieres que nos vayamos pues bien. Nos iremos y no volveremos.

-¡¿Qué estás diciendo, Igls?! -Se descolocó completamente, señalando al resto. -¡¿Piensas irte con ellos?! ¡No lo voy a permitir! Déjate de estupideces y regresa al castillo.

-No.

No tenía intenciones de crispar mucho más al dios, solo de defender su posición después de tantos años de sumisión y completa lealtad... Años de ceguedad y dolor... Ya no seguiría así, no tras ver cómo él tenía el descaro de seguir insultando a su pobre hermano y sus familiares.

-Te dije que...

-Y yo te dije que no lo haré. Pudiste haber echado a Ivlis, mas nunca cambiarás el cariño que nos une a ambos... ¿Sabes? Yo siempre creí que eras sabio, padre... Que todo lo que hacías era por el bien de este mundo... Pero nunca creí que tendrías razones tan egoístas para deshacerte de él.

¿Qué si lo sabía antes? No en realidad. Licorice se lo había explicado todo meses atrás, haciendo que tomara la decisión definitiva.

Ya no confiaba en Siralos.

-¡¿Egoístas?! ¡Cuida bien lo que dices, Igls! ¡Yo no soy ningún compañerito de juegos para que me hables de esa manera! ¡¿Me oyes?! ¡Soy tu padre y tu dios! ¡Y tú eres mi hija y el ángel jefe!

-Soy tu hija... Que soy tu hija, dices... Entonces me amas... Y deberías entender que deseo más que nada volver a ver a mi hermano ¿Puedes entender eso, padre? -Ablandó su semblante, queriendo creer que él no era tan malo como creía. -Él es mi hermano... Necesito verlo. Necesito saber que estará bien, que se recuperará del daño que le han hecho... Quiero apoyarlo cuando me necesite.

-Él no es tu hermano ni mi hijo. Solo es un error que nunca debió ser creado y se merece todo esto por el simple hecho de seguir respirando el oxígeno de los demás.

-En ese caso yo tampoco soy tu hija. -Fue lo último que necesitó decir para hacerlo sentir como si le hubiese caído un balde de agua helada. Tan fría... Igls nunca había mostrado este lado antes, lo cual le indignaba y hacía rabiar. -Me hiciste elegir entre tú e Ivlis... Pues aquí está mi elección. Escojo a Ivlis, a mi familia, escojo mi libertad. No deseo seguir las órdenes y voluntades de un dios que solo piensa en sí mismo y trata a sus propios hijos como unos sirvientes sin valor. Que seas feliz cegando a los ángeles con tu luz divina, Siralos. Es lo único que tendrás, a mí ya me has perdido.

Nunca creyó que llegaría el día en que tuviese que volver a colocar en balanza su lealtad vs su corazón, pero en esta ocasión... Sí supo elegir. Ya no se permitiría ser cobarde de nuevo y tomaría el camino correcto.

Y sin más se alejó de él y fue hacia los demonios, quienes le sonrieron antes de empezar a caminar.

Pudimos haber sido una familia, Siralos... Pero elegiste el poder antes que el amor.

Ya no pensaba sufrir recordando su niñez entre juegos y sonrisas, todo era irreal y superficial. Un amor paternal tan plástico y artificial. Ivlis siempre fue el único que era real de emociones verdaderas.

Había que aceptarlo ya... Este no era más su hogar.

Se iría con toda la dignidad que tenía y sonreiría a su nuevo futuro.

Eso es lo que realmente anhelaba pero... Siralos estaba tan ofendido y humillado que no la dejaría ir así como así.

-... ¡¿A DÓNDE CREES QUE VAS, MOCOSA?!

-¡E-EEEK!

El chillido del ángel y el grito de Siralos los hicieron voltear.

Muerto de coraje, el dios rozaba una afilada lanza en el cuello de su ángel, sujetándola fuertemente de su esponjoso cabello para no dejarla ir. Sus ojos destellaban fuego y sus labios veneno.

No permitiría que lo vieran hacer el tonto de esta forma. Nadie lo abandonaría, él sería quien los echara y diera la última palabra.

Sería así siempre... No importaba si se trataba de su hija.

Oh, perdón... Una traidora.

-¡¿Qué te crees que eres para hablarme así, maldita basura?! ¡¿No sabes quién soy yo?! ¡Soy Siralos, dios del mundo de los soles! ¡¿Te crees muy valiente, Igls?! No lo eres... Solo eres una rastrera traidora ¿Quieres irte de aquí? Bien, lo harás... ¡Excepto que serás desterrada!

Conteniendo un grito, ella trató de forzar contra él, sintiendo temerosa que la lanza rozaba sus alas con malicia.

-Serás desterrada al igual que Ivlis...

Eso no pasaría... Fue claro cuando con una velocidad irreproducible Siralos se vio apartado de su ángel y fue sujetado del cuello para ser elevado.

Igls suspiró aliviada, arrastrándose hasta alejarse y ponerse de pie abrazando a Rieta. Siralos no había logrado hacerle daño y ahora estaba en manos de su enfurecido salvador.

-No toques a mi tía, bastardo.

Licorice permitiría muchas cosas, entre ellas dejar que el dios se expresara libremente en el momento, solo si se trataba de algo verbal. Desde un comienzo prometió proteger al dulce ángel de cualquier tramposa jugada de su creador y esta era la prueba de que no mentía.

Era más que una provocación... Era una declaración a la mismísima guerra y no se contendría más.

Había soportado tanto... Había perdido mucha de su dignidad... Aquel odioso era la maldita razón por la cual su madre había sufrido tanto desde el comienzo. Fueron tantos años tortuosos de escucharlo lamentarse por él, tanto tiempo en el cual deseó darle su merecido por haberse atrevido a lastimar tanto a un pobre ser que no hizo nada más que existir.

No importaba si Siralos era un dios... Hoy haría lo que su madre no tuvo oportunidad de hacer... Vengarse.

-Eres tan molesto... Todo lo que dices, lo que piensas... Estúpido. Tu ego podrido me tiene hasta los cuernos, oír tu nombre es peor que un violín desafinado, no puedo creer que mi madre haya dedicado tanto amor y tanto tiempo a un miserable y desagradable ser como tú que ni merece el título de dios. -Masticó cada palabra con desprecio ardiente. Romperle la tráquea a ese charlatán no sería un problema para él, sino un placer que podría darse de no ser porque no quería una pelea digna.

Hacerlo pedazos sería fácil... Pero no era placentero si él no se defendía y era derrotado en buena ley. Solo así podría ver su ego caer y mostrar temor.

Le haría sentir en carne propia el dolor de su madre.

Lo soltó haciéndolo caer de rodillas, dándole solo el tiempo de respirar y toser antes de que le dirigiera una mirada fulminante.

Se alejó un par de pasos formando un par de lanzas mientras su contrincante hacía lo mismo y sonreía vanidosamente con la confianza de ganar.

Licorice no se confiaba. Hacerlo era una muestra de despiste y poco esfuerzo.

Y él se iba a esforzar en destrozar a ese hijo de perra.

-¡¿Qué esperas?! ¡VEN ACÁ, NIÑATO!

Siralos era veloz, pero al diablo no le costaba nada darse cuenta de que estaba oxidado en los enfrentamientos y tenía poca precisión. Esquivar sus lanzas no era difícil, al igual que no lo fue lograr tanta cercanía como para comenzar una pelea de filo contra filo.

En más de una ocasión ambos se hicieron un par de rasguños y nada más. Licorice era fuerte, aunque debía admitir que su adversario no perdía el tiempo para moverse y atacarlo.

Estaba dando una buena pelea.

Aun con toda la rabia hirviendo en su sangre y su persistencia en querer herirlo, Licorice no se dejaba cegar por eso, sabiendo que eso lo haría actuar sin pensar. Tenía que ser frío y calculador en cada movimiento, ágil e ingenioso.

Solo así conseguiría la victoria.

Había peleado con tantos diablos... Siralos era el escalón final. Y si bien no le robaría nada de poder, lo consideraba el último que sufriría bajo el filo de sus lanzas.

Pasó el tiempo y antes de que se diera cuenta estaban cerca del abismo por el cual alguna vez Ivlis fue arrojado. Muchas de sus armas caían al vacío cuando se las lanzaban y su familia los había seguido con la cautela de no salir lastimados también.

Fue por un descuido de Siralos al acomodar sus lentes que pronto una lanza le dejó un tajo profundo en el costado y junto a él otras lanzas atravesaron su cuerpo gracias a su falta de equilibrio y el shock que fue sentir algo que hasta ahora había desconocido.

Dolor... Nunca había sentido algo así.

-T-Tú... Me l-las vas a pagar caro por esto...

Entre ellos dos, el más jadeante y agotado era él, apenas logrando estar de pie y sentirse seguro ante la mirada insulsa del más alto. Le enfurecía que guardara tanto silencio, que se viese enérgico a comparación suya y que sus ojos denotaran aburrimiento y desdén al analizarlo.

-Tus palabras me aburren, Siralos. Muere.

No lo pidió, lo ordenó automáticamente antes de tomarlo desprevenido y que más de sus armas lo atravesaran sin dejar sitio sano. Brazos, piernas, torso, incluso su cabeza.

Era extraño... En un pasado lejano se había visto a sí mismo más alterado y eufórico al vengarse del dios del sol, ahora solo sentía que estaba dándole una lección a un charlatán irrespetuoso que de cualquier manera merecía que lo pusieran en su lugar.

Eso es porque a la hora de la verdad recordaba una cosa... Siralos era patético e insufrible, pero era un cobarde. Él hirió a su madre, pero no fijó su fatídico destino, sino que él solo lo hizo y Siralos no hizo más que reírse de eso.

No era él quien alejó a su madre de él...

No lo podría odiar tanto como al verdadero villano en su historia.

Tal vez por eso en el único momento que parecía tener emociones era al apuñalarlo sin piedad mientras gritaba adolorido y su mirada se tornaba aterrada.

-Eres tan patético. -Fue fácil sujetarlo de la bufanda y arrastrarlo sin cuidado al abismo.

Sufriría lo mismo que Ivlis... Lo haría.

-Eres una escoria... No mereces seguir viviendo o gobernar aquí. -Decía en un tono que mostraba desprecio, ni inmutándose ante su desesperación cuando se percató de que estaba colgando sobre el vacío y dependía de Licorice que cayera en él o no.

Eso era lo divertido.

-¡S-Suéltame, mocoso! ¡No tienes idea de con quién te metes!

-Siralos... Mal padre, mal dios, un egocéntrico que no ve más allá de sus necesidades... Nadie te extrañará. No le sirves a nadie... "Cae y arde en el fuego maldito del infierno."

Y entonces lo soltó.

Nunca había visto antes que la mirada dorada del dios del sol se tiñera tan rápido en el miedo y el pavor, cuando solo lo había soltado momentáneamente para luego atajarlo.

Una sonrisa llena de malicia se expandió en su rostro junto a un brillo entretenido.

-¿Qué...? No me mires así. No soy tan vil como tú. -Se alzó de hombros y no se contuvo en brusquedad al lanzarlo lejos hacia la tierra. Desde arriba no dejó de verlo despectivamente, ni aun cuando puso su pie por encima de su pecho para llamarle toda la atención y mantenerlo en su lugar.

Esta era la primera vez que disfrutaba tanto sentirse un asesino.

-¿Qué sentiste, Siralos? ¿Miedo? ¿Angustia? ¿Te sentiste aterrado? ¿Te duele?... -Su mirada pareció ensombrecerse. -Es así como madre se sintió cuando lo desterraste... Es esto lo que siempre deseé que pasaras, desde el primer instante que supe que existías te odié profundamente... Admito haber pensado que sería el mismísimo Ivlis quien acabara con tu dignidad, maldita basura... Y a pesar de no ser él... Me pregunto si podrías ver mis ojos e imaginarlo a él riéndose de tu dolor.

Pausó unos segundos. En medio de ese silencio quiso creer que el modo en el que Siralos parpadeó había impresión al reflejar en realidad a Ivlis.

-No creas que me iré sin haberte cobrado todo.

Nadie lo esperó.

En un abrir y cerrar de ojos, con solo llevar una de sus manos hasta uno de los mechones del dios y tirar de él con fuerza logró arrancarlo, sorprendiéndose de que fuese tan fácil.

... ¡¿Estas son extensiones?!

Eso sí que lo descolocó, aún más que eso fuese lo que hizo a Siralos alterarse de verdad y lanzar mil y un insultos hacia su persona.

Típico... No lloras cuando te hacen brocheta pero sí cuando te quitan una extensión de cabello ¿Quién entiende a las divas?

-¡¿POR QUÉ TÚ...?!

-Esto le demostrará a madre que te enfrenté sin temor en su nombre y recuperé lo que le robaste... Honor. -No prolongaría más su estadía en la tierra del sol, alguien lo necesitaba y se encontraba en otro mundo. -Adiós, Siralos. Espero nunca más volverte a ver.

Y así, lo dejó solo y se acercó a su familia.

Repentinamente Igls lo abrazó. Estaba solloza y sonriente. Su adorado sobrino la había salvado del mismo final de su hermano y le estaba eternamente agradecida.

-Muchas gracias, Licorice...

-No fue nada, tía... Tú y madre merecían este desquite. -Sonrió aceptando el gesto antes de observar cómo ella se desabrochaba su insignia y la lanzaba en dirección al dios, quien apenas pudo desviar la mirada hacia este y luego a ella.

-Ya... Podemos ir con Ivlis.

-Iremos a Pitch Black World. -Aseguró regalando una mirada decidida.

No sabría que esperar de aquel mundo ni el estado actual en el cual se encontraba. Según lo poco que escuchó, muchos tuvieron que huir a otros mundos debido a la intensa lluvia, pero no estaba seguro. Se habían mantenido muy al margen de ellos mientras iban invadiendo, todo sea por evitar piedras en el camino.

-¡Papi nos espera! -Exclamó Poemi emocionada.

En ello, Emalf le sonrió, Rieta tomó la mano de Igls y Licorice suspiró.

Aquí llegaba el final de su travesía de mundo tras mundo y solo bastaba con cruzar el portal.

Madre... ¿Sigues esperando por mí?

-Bueno... Vámonos...

Ya era hora de terminar con esto.

No habían pisado Pitch Black World desde el primer día de invasión, suponía estaba devastado, pero no tanto como lo vio ahora que estaba ahí.

-Oh... Dios... -Murmuró Rieta sin creer lo que observaba.

Pitch Black World estaba sumido en una profunda oscuridad que superaba por creces la original y la intensa lluvia caía como cascada desde el cielo.

El agua se había alzado considerablemente matando toda vegetación cercana y vida animal, todo el mundo estaba en ruinas... Pero el castillo estaba cerca.

Poemi estaba igual de ansiosa que su hermano por terminar con esto, por lo que no dudó cuando al fin tocó volver a Pitch Black World luego de tanto, quedando aterrada luego de ver el terrorífico estado en el que se encontraba.

-¿Q-Qué? Todo está... Inundado... ¿Dos años... En los que la lluvia continuó...? -Era casi un milagro que el agua aún no alcanzara al castillo, pero no dudaba que de no detenerse pronto, lo lograse.

-Él sigue vivo. -Masculló Licorice escupiendo con desprecio las palabras. Si había lluvia eso significaba que Satanick estaba vivo.

-C-Creo que eso ya lo sabíamos. -Susurró Emalf, haciendo lo posible por cubrirse de la lluvia.

Igls se mantuvo callada durante unos segundos hasta que por fin decidió hablar. -¿Con que... Este es Pitch Black World...? -Murmuró algo incómoda. No podía verlo, pero el incesante sonido de agua cayendo y la pesadez de un ambiente húmedo no ayudaba a darse la mejor impresión de todas. Claro que eso no era lo importante, sino por lo que habían venido. -¿M-Mi hermano se encuentra en este lugar?... -Comenzaba a ponerse ansiosa. Un mundo desconocido, circunstancias aberrantes entre la desaparición de Ivlis y su incapacidad por ver no eran una buena combinación para sus nervios.

No se imaginaba qué debió ser para su pobre hermano ser retenido tantos años en un mundo así.

Licorice chasqueó la lengua. La lluvia lo fastidiaba, no más que los soles, pero sí lo suficiente para irritarlo.

-Si lo que temes es que no lo soporte; no te preocupes. Yo lo hice toda mi vida. -Comentó al aire mientras avanzaban. El castillo estaba cerca por lo que todos se apuraron a acercarse y resguardarse bajo techo.

Licorice no recordaba que fuese tan peligroso. Asumía que la lluvia y el lodo resbaladizo era el culpable y no dijo palabra en lo que lograba abrir la puerta principal y dejaba pasar a todos.

No tenía interés en profundizarse en el asunto. Lo que sea que le pasase a esa basura como para que la lluvia no se detuviera no era su asunto; solo importaba Ivlis.

No había servidores alrededor más que los fieles Medouco, Sullivan y Crea, quienes al verlo se sorprendieron enormemente no dudando en acercarse a gritos.

-¡J-Joven amo! ¡Chicos! -Exclamó la Gorgona, feliz de verlos sanos y salvos mientras daba una ronda en compañía de un aterrado Sullivan que cargaba con la pequeña Crea.

Ella y la niña no sabían que hacer, aún aterradas por el destino de su amo pero... El joven demonio parecía tratar de darles valor. No soportaría dejarlas a su suerte allí.

-Han vuelto... N-No esperaba... Verlos de nuevo... -Fue lo único que pudo murmurar Sullivan, dudoso de por qué estaban acompañados de un ángel que nunca había visto por ahí y aparentemente no pertenecía su mundo.

-¡Están empapados! ¡Les traeremos toallas! -Chilló Crea, soltándose de los brazos de Medouco para irse corriendo en busca de lo mencionado.

Se abstuvieron de saludar a los demás aterrados servidores, lo podrían dejar para después cuando cumplieran su misión tan cuidadosamente planeada de manera que no fallara. Ellos lo entenderían aunque ahora no tenían ni idea de qué estaba ocurriendo y por qué regresaban como si nada a este destruido y descuidado mundo.

-Sí, sí, sí, sí. Saludos luego, necesito concentrarme...-Gruñó el joven diablo sin ánimos de charlar o explicar. Al fin había llegado el momento que tanto había anhelado y por el que había trabajado tan duro. Era su única oportunidad y no estaba dispuesto a hacer esperar más a su madre.

Le sabía mal tratar así a tan agradables servidores apenas los veía luego de tanto, sin embargo estaba apurado y agradecía que se limitaran a guardar silencio en vista de que estaba ocupado.

Rieta suspiró acercándose a él. Era momento.

-Bien... Es hora de probar lo que conseguiste durante este tiempo, Licorice... El poder de la coordenada de un diablo. Cierra los ojos, concéntrate... No pienses en nada más que no sea Ivlis.

-De acuerdo...

Inhaló hondo, concentrándose lo más posible en su vínculo con el diablo de las flamas.

Cada recuerdo, cada sentimiento, cada dolor que su desaparición le había provocado... Y que ahora se veía aliviada con cierta cálida y única presencia que cegó sus sentidos, llenándolo de una euforia familiar. Lo reconocía... Lo reconocería en cualquier parte.

Era como tenerlo frente a él, con esa misma sonrisa que derramaba dulzura y esa sonrisa sincera que solía dedicarle.

"¡Procura abrigarte antes de salir, cariño! Hace frío afuera y mamá no quiere que te resfríes. Me preocupo por ti."

Realmente lo siento...

"Vamos... No llores... Puedes quedarte conmigo esta noche, cielo. Mamá se asegurará de alejar tus pesadillas."

Madre, yo...

"Jamás me arrepentiría de tenerte, Licorice... Todo lo volvería a pasar de nuevo si eso significa que estarás aquí conmigo."

Yo...

"Mamá te ama, mi dulce regaliz... Nunca dudes de ello."

Siento que estás aquí.

-M-Madre...

Rieta y los demás se sobresaltaron de la sorpresa al oírlo ¡Funcionaba! ¡Realmente servía!

-Mamá... -Abrió los ojos de golpe, iniciando una repentina carrera tras aquella presencia que después de tanto invadía su ser, estremeciéndolo de ansiedad.

La genio no alcanzó a tomarlo de los hombros para obtener respuestas, solo hizo un amague y entonces el joven diablo salió corriendo a las afueras del castillo.

No lo siguió ni trató de detenerlo como los demás hicieron al dirigirse a la puerta y gritarle para que se detuviera a esperarlos. Licorice se veía tan decidido en ir al encuentro de Ivlis que retrasarlo solo para seguirle el paso era inútil, confiaba plenamente en qué solo podría con ello.

Por ello se dedicó a observar por la puerta abierta calmando al resto que trataba todavía de gritar su nombre para que frenara o los esperara.

-¡LICORISH, ESPERA! ¡NO NOS DEJES ATRÁS!

-Tranquilos... Él podrá hacerlo solo.

Eso los calló, pero no fue suficiente para calmarlos y evitar que Emalf mirase a su compañera preocupado.

-P-pero... ¿Y Satanick? Él sigue ahí... -Aquello borró la sonrisa de la genio, pero no la hizo reaccionar hasta unos segundos después en los que los hizo entrar de nuevo al castillo cerrando la puerta.

-Emalf... N-No digas eso... P-papi estará bien... Licorish también... -Habló Poemi, tanto para darse valor como para alentar al resto. Debían confiar en Licorice... No les quedaba nada mejor que hacer en lo que esperaban e iban preparando todo lo necesario para recibir a Ivlis luego de tan tortuosa espera.

-Podrá con ello, su entrenamiento no fue en vano... Ahora vamos, hay que secarnos y preparar todo para el regreso del amo. -Ella no podía asegurar nada, no sabía que tan grande era el estado de locura del diablo de Pitch Black, no sabía que tan fuerte era o si este era capaz ahora de romper sus escrúpulos y principios para quedarse con Ivlis, así tuviese que atacar a su propio hijo que alegaba era una de sus mayores adoraciones en su vida.

Había conocido poco tiempo al señor del castillo como para confirmarlo, por lo que tratar de convencer a los demás de algo que podía ser una mentira no estaba en sus planes, solo le quedaba la fe y la esperanza hacia Licorice.

Fe... Debían tener fe.

(...)

Madre... Ya estoy cerca.

No prestaba atención si los otros comenzaron a seguir, si iba muy rápido o si lo estaban llamando.

Nadie importaba, nada importaba... Solo su madre a quien se acercaba a cada paso.

La desesperación ni siquiera le había permitido notar que ya había dejado el castillo hace varios km, arribando vuelo entre la tempestuosa lluvia hacia zonas más altas.

Era un páramo... No había vida alguna a la redonda, solo agua entre árboles derribados y una montaña rocosa.

La presencia de Ivlis se volvía más intensa a medida que se acercaba, guiándolo como un camino o una brújula. Ni siquiera se había desviado un poco del camino, lo cual costó que el viento por poco lo arrastrara lejos, cosa que no pasó al lograr aferrarse a unas rocas, trepando cual insecto hasta llegar a lo que parecía la entrada a algo. Rendirse no era una opción, no importaba cuan peligroso resultase el clima lo el ambiente al cual se metía.

No había pensamiento lógico o duda dentro de sí, solo era como un sabueso buscando desesperadamente a su objetivo. Su vida y cordura dependían de esto, no se permitiría ningún fallo.

-¡Mamá...! ¡Mamá! ¡Resiste! ¡Ya estoy cerca! -Gritó hacia la nada, adentrándose entre algunas rocas.

Nunca antes había conocido un lugar como este. Se trataba de distintas cuevas conectadas por pasillos o enormes agujeros. No parecía haber salidas seguras y aparentemente era fácil perderse, pero su recién desarrollado poder se lo impedía.

Supo claramente donde doblar y avanzar, permitiéndole ser rápido. Incluso había comenzado a encontrar en su trayecto pistas que indicaban que alguien estaba allí.

Sangre, ropa... La ropa de su madre para ser exactos. Sus botas, sus pantalones, su traje gris... Todo lo que le pertenecía era lo único que lograba encontrar, sin contar la sangre púrpura de su padre.

Parte de él empezaba a aterrarse de solo imaginar cómo se encontraba él ahora.

Fue entonces cuando al fin sus pensamientos se esfumaron al adentrarse entre unas rocas pesadas y se congeló.

Ahí estaba Ivlis... No era una ilusión, realmente era él. Estaba tan shokeado por ello que apenas pudo balbucear algo entendible mientras se acercaba al cuerpo yacido sobre el suelo de larga cabellera gris.

-M-Madre...

-¿U-uh...?

La figura se removió en el suelo, pareciendo hacer sobre esfuerzo humano en levantar la mirada.

Apenas podía visualizar algo que no fueran manchas borrosas, pero su sentido común le decía que era el diablo de orbes violetas.

Dos años... Y los cambios exteriores eran apenas notables, como el color opaco que sus mechones rojos y ojos dorados tornaron, la falta del resto de su ropa además de una camisa que si bien antes era blanca ahora estaba teñida de rojo, púrpura y el café de la tierra.

Lucía demacrado en exceso. Ojeras adornaban sus ojos, ningún rincón de su cuerpo se salvaba de tener cicatrices o heridas sangrantes, desde sus piernas, brazos y torso hasta su rostro, donde también se veía un moretón cerca de su ojo y un corte en su mejilla. Sus heridas variaban. Cortes, desgarramientos y mordidas causadas por filosos colmillos.

Su cuerpo tiritaba incontrolablemente a causa del frío de su alrededor. La constante lluvia del exterior había abstenido al calor del sol salir por tanto tiempo, y estar en un lugar descampado, lejano, de gran altura donde lo único a la vista eran rocas y oscuridad no ayudaba mucho. En especial la falta de prendas y de sangre.

Se veía tan lamentable que no tenía sentido la sonrisa débil que logró dibujar en su rostro cuando su percepción se volvió menos borrosa.

-¿L-Lico...rice?...

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que vio a alguien que no era su captor, que creía que estaba alucinando por la pérdida de sangre, el constante frío o algo parecido.

No se podía asegurar si la razón por la cual no se movía del sitio de donde estaba acurrucado era debido a su incapacidad de moverse o el hecho de que siguiera pensando que solo estaba teniendo un espejismo y ese en realidad era su hijo.

De cualquier manera rió ligeramente a la vez que este se acercaba, tan calmadamente e irreal.

Así que... Este era su mal presentimiento de este día.

Habían venido por él.

-T-Tú realmente... ¿Viniste...?

-M-Mamá... D-De verdad eres tú... -Balbuceó sin dejar de acercarse temerosamente hasta él, panicado de la sola posibilidad de estar soñando y que este desapareciera apenas lo tocara. Le había pasado tantas veces en todos estos meses de entrenamiento e invasión, que apenas pudo tenerlo al fin entre sus brazos, las impacientes lágrimas terminaron por escapar totalmente en un aliviado llanto.

Ivlis por un segundo se crispó al sentirlo.

¿Eso era... Calidez?

-¿Uh? P-por supuesto que... soy yo... -Se limitó a asentir sin dejar de sonreír con marcada calma en sus palabras y la forma en la que palmeó suavemente la espalda de su hijo.

No era capaz de notar la angustia en su voz o prestar atención a sus lágrimas en su hombro pues las creía más tibias gotas de lluvia colándose entre las rocas.

Era extraño volver a sentir esa inocente calidez envolviéndolo con suavidad y firmeza.

Satanick siempre le abrazaba pero usualmente estaba casi tan helado como él por lo que no sentía calor a menos que fuese su propia sangre o la ajena.

-Y-Yo... ¡Creí que no te vería de nuevo! ¡P-Pero... Estás aquí! ¡Eres real! ¡De verdad eres mamá! ¡Mi mamá! -Comenzó a chillar con el cuerpo tembloroso y la voz quebrándose, haciendo más cercano el contacto, cosa que llegó a desconcertar a Ivlis.

Desde su punto de vista no era capaz de entender sus lágrimas y la forma desesperada en la que se aferró a él al abrazarlo.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido... No sentía dolor, no sentía nada.

-A-Al fin... E-Estamos juntos... Los tres... Satanick e-estará feliz de verte...

Licorice no prestó atención a lo dicho, ni lo había escuchado. Estaba demasiado eufórico y sollozo como para eso.

Su más anhelado sueño hecho realidad luego de tanto esfuerzo y sacrificios... No había nada más ahora que eso.

La felicidad era tal que ni siquiera se puso a analizar las palabras del de mechas rojas, enfocándose en su deteriorado estado y quitándose su saco para envolverlo con este. No había tiempo para pensar en ello, quería llevarse a Ivlis cuanto antes de allí.

-¡Oh, por Vicers! ¡E-Estás helado! -Exclamó aterrado de que la piel de su madre se sintiese fría cual hielo.

-O-Oh sí... Aquí no hace mucho calor... Pero... S-Siempre se tiene la del corazón c-cuando alguien te dice que te ama... ¿Verdad?

-No te preocupes... ¡Pronto estaremos en casa! -Afirmó sin percatarse de que si bien Ivlis había aceptado el gesto caballeroso apenas abrazándose a sí mismo, no hacía más que escuchar sus promesas como algo que no eran más que detalles sin importancia.

En cierto modo le daba igual si se cumplían o no. No deseaba alejarse demasiado... No de Satanick.

-¡Te darán una ducha tibia y te curarán! ¡Todo estará como antes! ¡No dejaré que...!

Sin embargo, su atropellado hablar se vio abruptamente detenido cuando notó la presencia de alguien más apenas escuchó a su madre hablar.

-U-uh... Él regresó... -Amplió su sonrisa escuchando el metálico sonido de las cadenas moverse y sintiendo un leve jalón desde estas.

Ahí estaba el que consideraba su salvador...

Basura...

-Tú...

Apretó la mandíbula en lo que se ponía de pie y volteaba su atención hacia el contrario, sin ocultar el profundo rencor que le guardaba por toda este desesperante situación.

Y pensar que casi se había olvidado de él.

-¿Uh?... ¡Oh! ¿Nuestro hijo está aquí? Hahaha... Qué inesperada... ¡Y afortunada sorpresa! Hahaha...

Habló mientras iba acercándose, a pasos lentos y tambaleantes. Al parecer solo había estado deambulando sin rumbo por algunos minutos antes de volver.

Nunca se alejaba de Ivlis... En dos años nunca lo pensó siquiera.

-Al fin todo juntos... Hahaha... C-Como siempre debió ser... Una familia unida y feliz ¡Hahahaha!

Decía sin un hilo o tono muy marcado. Su mirada estaba totalmente ida de la realidad y una tétrica y permanente sonrisa marcaba su rostro, ajena en su totalidad del tempestuoso clima que aquejaba su mundo.

Su estado tampoco era mucho mejor que el de su cautivo. De su elegante y glamoroso vestir apenas quedaba una camisa mal puesta, pantalones desgarbados y zapatos desgastados; todos ellos teñidos entre manchas moradas y carmesís.

El resto de sus ropajes no mostraban estar cerca al igual que la del diablo en llamas, como si llevaran años sin estar allí. Su cabello se encontraba despeinado, algo largo y hasta con restos de sangre seca. Un dudoso fluido violeta goteaba constantemente de sus labios y en uno de sus puños una oxidada cadena se enredaba hasta erosionar su propia piel, la cual era tan larga como para llegar al cuello del diablo de las llamas.

-... No esperábamos verte... Hehe... -Ladeó la cabeza, sin cambiar su perturbadora expresión. Lo cual solo puso más nervioso a Licorice. -Pero la familia... ¡Siempre es bienvenida! ¡Hahahaha!

-Tú y yo no somos familia... -Siseó formando entre sus dedos una de sus afamadas lanzas.

Había esperado demasiado para recuperar a su madre... Y no dejaría que aquel odioso ser se la arrebatara de nuevo.

-Solo vine por madre... Pero la idea de hacerte pedazos es muy tentadora...

No podía contener su desprecio.

¡Todo era culpa suya! ¡TODO! ¡Perder a su madre! ¡Aguantar a Siralos! ¡La destrucción de tantos mundos inocentes! ¡El peso con el que cargaría el resto de su vida! ¡TODO ERA CULPA SUYA!

Siempre es tu culpa... DESDE QUE TENGO MEMORIA TODO SIEMPRE ES CULPA TUYA.

-Siempre me resultaste... Insoportable. Pero esto... -Apretó el mástil de su arma, temblando de la rabia que el solo recordar su larga espera le generaba. -¡Ni pulverizándote hasta hacer polvo hasta tus huesos sería suficiente!

Ivlis se demostró algo desconcertado, pero solo mantuvo silencio quedándose en su sitio y poniéndole más atención al recién llegado.

A diferencia de lo que su hijo llegaba a imaginar no estaba aterrado o molesto. No veía las palabras del oji violeta como un monólogo de un lunático ido de la cabeza sino como verdades irrefutables dichas por alguien que tenía el conocimiento suficiente como para decirlas.

Él siempre tenía la razón...

No mostraba mucha emoción en todo lo que estaba ocurriendo, hace mucho que no sentía euforia por nada y apenas llegaba a entender del todo que Licorice no estaba ahí para quedarse con ellos y completar la familia.

No tenía ni idea de que estaba siendo rescatado...

Había decidido darle el beneficio de la duda a su hijo, hasta se había convencido de que él se quedaría pero...

-L-Licorice... ¿P-Por qué le dices eso a tu padre? -No era muy consciente de la confusión que causaban sus palabras, cualquiera creería que se trataba de una burda actuación para no poner furioso al captor, pero no era nada de eso, sino un honesto pensamiento suyo.

Al no ser consciente del tiempo que había transcurrido desde el momento en que fue secuestrado no se hacía ni una mínima idea de que en todo ese tiempo su hijo había tenido que pasar por tanto para volverlo a encontrar.

-¿Uh...? -Si bien Licorice no había entendido del todo las palabras o actuar de su madre, las aludió al shock del momento.

Se enfocaría en lo que verdaderamente le interesaba: Salvarlo y llevárselo de allí cuanto antes.

Estaba congelándose, el lugar era deplorable y por lo poco que alcanzaba a ver... El estado de su madre no era muy agradable de ver o sentir. Eso solo acrecentaba aún más su ira al igual que las extrañas palabras del de mechas rojas, que confundía como un resultado del miedo que su captor debía provocarle.

Frunció el ceño e ignoró lo raro en Satanick por ahora. Había cosas más importantes por atender.

-Esa cosa... No es mi padre... ¡Jamás lo sería!

-Uh... Luces molesto... Heh... -Satanick no parecía captar del todo las palabras de su hijo, como si ambos escucharían sintonías totalmente distintas. -Siempre... Siempre... Todos mis hijos lucen molestos... Hahahaha... Ninguno me quiere... Todos huyen y me abandonan... -Afirmó antes de soltar una estruendosa risa que helaría la sangre de muchos, a lo cual Licorice no fue excepción. - ¡P-Pero él no se fue! ¡Él me ama y se quedó conmigo! ¡HAHAHAHA! Él... No pudo... Abandonarme... He...

Se detuvo, casi esperando que Licorice se acercase pero sin mostrar arma en mano aún.

-¿Tú igual te irás...? ¿O te quedarás...? Las familias... No se abandonan ¡Hahahahaha!... Nunca... -Pareció sisear lo último, aunque solo por un segundo antes de vomitar más de aquella sustancia de tan peculiar colorido. -Cof... Cof... ¡Hahahahahaha! ¡Nadie se irá de nuevo! ¡NADIE ME DEJARÁ DE NUEVO! ¡JUNTOS! ¡TODOS JUNTOS AL FIN! ¡HAHAHAHAHAHAHA!

Una sensación de asco le llegó momentáneamente a Licorice. Notaba algo extraño en el diablo de Pitch Black... Bueno, más de lo usual, pero no importaba. A lo que iba... Cortaría esa cadena y lo sacaría de su camino a como diera lugar. Regresaría con su madre y le pondría fin a esto.

-¿Qué rayos...? Tks ¡Eres una molestia! -Gruñó antes de abalanzarse. -¡FUERA DE MI CAMINO, BASURA! -Nunca imaginó que la batalla para que tanto se habría preparado...Realmente resultaría tan absurdamente fácil.

Fue tan rápido que no pareció provocar reacción en su contrario, que cayó de una forma tan fácil y débil ante su ataque que ni el mismo joven diablo pudo comprender o aceptar. Era incluso más fácil que cuando lo llegó a hacer en el pasado, pero lo relacionó a su arduo entrenamiento en lugar de considerar que el diablo de aquel mundo verdaderamente no estaba en condiciones para seguir el ritmo de un combate.

-¿S-Satanick? P-Pero... ¿Por qué...? -El diablo de flamas enmudeció sorprendido después de ese corto ataque.

Era triste en cierta manera pensar que todo el poder y conocimiento de batalla que Licorice había obtenido estos años no era relevante a la hora de enfrentarse al diablo de Pitch Black pues vencerlo era sencillo, incluso si lo hubiese hecho desde un principio.

Eso no era lo que lo había callado. El ataque en sí lo hizo.

El diablo de Pitch Black apenas y soltó una queja cuando la dichosa lanza lo atravesó hasta hacerlo caer, clavándose totalmente en el suelo. No logró oponer gran resistencia ni soltó más que alguno que otro quejido cuando otras más terminaron de inmovilizar sus extremidades antes de cortar la cadena entre sus manos.

Fue todo tan rápido que apenas y era consciente de lo que pasaba.

-¡¿Q-qué estás...?! ¡E-Espera...! ¡No! ¡Y-Yo lo am...!

Se retorcía sin poder contener el vómito a pesar de aquejaste dolor que lo invadía, y sin poder detener a su hijo cuando este se encargó de cortar la cadena. No entendía ni se conectaba a la realidad de las cosas, solo veía el mundo detrás de aquella retorcida cortina llamada locura.

-Eres patético... -Murmuró sin darle gran importancia a lo que fuera que le sucediera y enfocándose en tratar de quitarle aquella cosa a su madre. Estuvo pensando en cómo, puesto que no tenía llaves para el grillete en su cuello y destruirla con sus lanzas no era seguro para Ivlis, pues podría salir herido. -A ver... No te preocupes, madre. Debe haber alguna forma de quitarte esto.

Quizá... Si usaba el filo de una lanza pequeña podría abrir la cerradura. La idea le convenció así que puso manos a la obra en lo que Ivlis simplemente se dejaba.

Aunque más que dejarse solo estaba shockeado sin saber cómo sentirse con respecto a todo lo que estaba ocurriendo.

-Un poco más y... ¡Listo! ¡Al fin libre! ¡Podremos irnos! -Exclamó sonriente una vez que la cerradura terminó por ceder, permitiendo que quitara el collar tipo correa de Ivlis.

No le dio la mejor de las impresiones hacerlo al inicio. La piel de su cuello estaba roja debido al óxido erosionándole la piel y apenas lograba distinguir una marca de manos.

No prestó mucha atención a eso, ya se encargarían en casa. Por lo cual no perdió más tiempo y lo cargó cuidadosamente como solía hacer en el pasado.

Estaba tan emocionado por cumplir con esto. Era como si todo lo que veía y escuchaba de Ivlis no pudiera significar más que lo que de verdad ansiaba escuchar.

Anteriormente su madre hubiera sido feliz y probablemente estaría llorando de alegría mientras se aferraba a él, pero ahora solo miraba atónito a Satanick mientras picaba su hombro y mostraba un brillo asustado en sus ojos.

-No lo dejaremos ahí... ¿V-Verdad? N-No podemos dejarlo...

No se percataba de que aquello había sido interpretado como un "Merece su castigo de parte de todos los demás después de lo que hizo" en vez de su simple deseo por no alejarse de él.

-¿Uh? -Arqueó una ceja, creyendo entender a lo que se refería pero sin estar realmente complacido con la idea de tener que cargar con Satanick.

La idea de abandonarlo a su suerte era demasiado tentadora, sin embargo aquello no terminaba de dejarlo satisfecho.

Todo este tiempo había sufrido y trabajado muy duro para llegar hasta aquí, por no mencionar por todo lo que creía su madre había pasado. Si... Era justo llevárselo. Solo así se daría el lujo de hacerlo pagar junto a los demás por el daño que les había causado.

Sonrió apenas un poco, ahogando su resignación y obteniendo una brillante idea para cargar con el adulto.

-Tengo una idea... -Murmuró mientras curioseaba la cadena y daba un vistazo al diablo de Pitch Black en lo que regresaba a su madre al suelo por un rato.

No tomó mucho envolver a Satanick con la cadena, lo suficiente como para que no se moviera ni escapara. Aunque por la nula resistencia que mostró ante sus acciones dudaba que fuese necesario, pero era mejor prevenir.

No tardó mucho ni se molestó en mostrar delicadeza con él en cuanto cargó cuidadosamente a Ivlis y fue arrastrando a Satanick. No tenía intenciones de hacer parecer esto un acto amable, solo era un paso necesario para darle castigo al culpable de todo y llevarse al diablo de las llamas al fin a un lugar cálido y seguro.

De todos modos, aunque fue de una forma vaga y resignada la manera en la que llevó con ellos al adulto, eso aliviaba al diablo de flamas que empezaba a quedarse adormilado y débil entre los brazos de su verdadero salvador. Su malestar podía con él, y el calor de su hijo lograba sedarlo como para dormir.

Antes de ello pudo murmurar apenas unas palabras.

-P-Por fin... Estaremos todos... Juntos...

-Sí... Juntos... -Respondió el joven diablo con una sonrisa a su "bello durmiente" antes de emprender vuelo hasta el castillo de Pitch Black, conteniéndose para no dejar caer al de orbes violetas, pero gozando un poco al dejarlo chocar con alguna que otra rama antes de tomar altura.

_..._

Frío... Algo sobre su cabeza se sentía frío.

La cabeza le dolía espantosamente, haciendo que cada sonido desconocido a su alrededor martillara su cabeza molestamente.

Se removió un poco, anonadado al sentir no cadenas en sus muñecas, sino vendas y la suavidad de unas sábanas.

Forzosamente, logró abrir los ojos, tardando un poco en acostumbrar su visión. El cuarto estaba medianamente oscuro y apenas dejó de ver todo borroso visualizó a su lado al mismo chico revisando cerca de su cabeza.

¿No fue un efecto ilusorio de su falta de sangre? ¿De verdad alguien lo había salvado? Parpadeó un par de veces tratando de asimilarlo, siendo que al mismo tiempo ese desconocido le sonreía con palpable emoción y lo abrazaba entre lágrimas.

-¡Estás bien! ¡Rieta, Emalf y Poemi vendrán en un rato! Y-Yo les avisé que estarías mejor y... ¡L-Lamento haber tardado tanto! ¡P-Pero...! A-Al menos estás mil veces mejor que las veces anteriores. Oh por... En serio yo...

-¿E-Eh...? ¿Q-Quién eres tú...? ¿Por qué...? -Balbuceó aun entre los brazos del diablo, quien ladeó la cabeza a un costado mostrando no entender sus preguntas del todo, como si fuese un niño. -T-Te lo agradezco pero... No te conozco y dudo que tú me conozcas a mí... ¿Por qué hiciste eso...?

No lo malentiendan. Estaba aliviado de estar a salvo, sin embargo eso no cambiaba el hecho de que un completo desconocido lo estaba abrazando y lo había ayudado solo porque sí.

-¿Eh...? ¿Qué quieres decir con eso, madre?

-¿M-Madre...? Creo que me confundes con otro, uh... ¿"Muchacho"? No sé quién eres.

Se le hacía muy familiar, en especial por sus compasivos ojos amielados que pronto demostraron alivio entre una ligera risa.

-Cierto. Dudo que puedas reconocerme así... Desafortunadamente no puedo volver a la normalidad todavía. Necesitas muchos cuidados para recuperarte y así me es más sencillo ayudar.

Ivlis seguía sin entender, manteniendo fija la atención en el joven con algo de incomodidad y tratando de prever cualquier movimiento, mientras este de la nada se sentaba a su lado en la cama y tomaba su mano delicadamente.

Miró nervioso a los costados, como queriendo librarse de los ojos ajenos.

-E-En serio, no sé quién eres y agradecería que no t-te me acerques tanto así solamente.

-Madre Ivlis... Creía que sería más fácil para ti adivinar quién soy. Al fin y al cabo soy tu hijo menor.

Sobresaltado, Ivlis estuvo por reclamarle para que dejara de jugar con su mente y se largara, mandando sus modales al diablo, cosa que no pudo ser, ya que con solo observar detenidamente la apariencia del diablo, su modo de hablarle y sus ojos... Esos orbes del mismo color dorado que los suyos, con ese deje inocente al mirarlo.

-¿L-Licorice...? Cielo... ¿Realmente e-eres tú...?

Temblorosamente sus manos se posaron en su mejilla, a lo cual él respondió apoyando las suyas sobre las ajenas, regalando una dulce sonrisa que hizo surgir las lágrimas en el mayor.

-Esta vez... Logré hacer algo por ti, madre.

Sí, realmente era él...

-¡Licorice! ¡E-En serio eres tú...! -Sin que lo esperara, se aferró a él en un abrazo que tardó segundos en corresponder, contagiándose lentamente por el llanto de alegría. -¡T-Tú de verdad me salvaste...! ¡T-Tenía tanto miedo y creí...!

-¡L-Lo sé! ¡B-Bwaaah! ¡Madre, madre...! ¡P-Perdóname por no haber llegado a tiempo antes de que te hiriera...! P-Pero... Estoy tan feliz d-de haberlo hecho antes de que estuvieses más lastimado... Bwahhh... M-Mamá... -Sollozó, débil ante todas las emociones que lo envolvían junto a los brazos del adulto.

-N-No, no... No hay nada que perdonar, tesoro. Por favor no llores. -Tomando nuevamente su rostro, besó su frente con el mismo cariño que siempre le profesó. Ambos pares de orbes dorados brillaban acuosos al mirarse felizmente, entre una rara mezcla de calma y euforia. Licorice cerró los ojos con una sonrisa, acurrucándose cual niño en el abrazo de su madre.

-B-Bwahh... M-Mamá está bien... E-En serio estoy muy feliz.

-Yo también pero... ¿Cómo es que tú...?

-O-Oh, eso... -Suspiró pensando en ello. No sabía bien cómo se lo explicaría de modo que lo entendiese pero... Haría el esfuerzo. -Solo... Lo deseé y pasó. Creo que después de todo soy un diablo y no un demonio...

El de mechas rojas no lo comprendía del todo, aunque al final no le interesó. Esa no era su mayor preocupación de todos modos.

-Estoy sorprendido pero... ¿Qué importa? Mientras sigas siendo tú da igual.

El silencio que se formó lejos de ser incómodo los acogía entre calma y calidez ajena. El menor estaba rebosante de felicidad, sereno y en paz entre los brazos de Ivlis y sus sutiles palmadas cariñosas.

-U-Uh... Realmente estoy agradecido, mi cielo. Pero... ¿N-No crees que tu padre se moleste por esto?

No dudaba del amor fraternal de Satanick, así lo detestara, no podía negar que adoraba a su hijo menor. Luego de todo no sabía si eso cambiaría. Tenía el presentimiento de que eso no pasaría, pero... No se preocupaba para nada.

-Tsk... Que intente hacer algo y verá lo que le espera.

-Suenas muy confiado...

Licorice se separó haciendo un gesto de restar importancia. Estaba fastidiado al escuchar de su padre, aunque soportaba hacerlo porque comprendía que su progenitor seguía inseguro y con secuelas del momento anterior.

Deseando quitarle toda inseguridad, tomó sus dos manos entre las suyas rozándolas suavemente y logrando con ello despertarlo de su trance en el cual seguramente pensaba angustiado en qué pasaría luego.

-No le tengo miedo. No me echaré para atrás ahora que por fin puedo cuidarte... Yo... Yo juro proteger a madre. Nadie la lastimará de nuevo mientras yo siga con vida. Quien sea que se atreva a dañarla pagará las consecuencias. Porque... Yo te amo, madre.

Y como muestra de devoción a su juramento, depositó en sus manos un beso.

Buscaba confiarlo y hacerle saber que a partir de ahora contaría con alguien que acudiría a sacarlo de apuros, mas no el hacerlo llorar como hizo al final. Al verlo se espantó, creyendo que le dolía algo, por lo que casi se caía de la cama.

Sí, muy tranquilo él.

-¡A-Ay! ¡¿Te duele algo?! ¡Madre, no llores! ¡¿Qué pasa?! ¡T-Te prometo que no voy a fallarte, no tienes que temer, yo...!

Sin embargo al verlo sonreír entre lágrimas supo que no se trataba de nada de lo que creía, sino felicidad. Tal fue su sorpresa que no reaccionó pronto hasta que él rozó sus mejillas brevemente volviéndolo a abrazar.

Su madre era difícil de hacer llorar, o al menos eso tenía entendido antes... Y con todo lo ocurrido hacerla sonreír también era un reto, por lo cual haberlo provocado con solo sus palabras lo tenía como un honor.

Lo adoraba, realmente lo adoraba...

-Y-Yo sé que lo harás... Mi dulce regaliz nunca me mentiría... Mi h-hijo... M-Mi pequeño héroe...

Una sonrisa apenada se dibujó en su rostro y pronto volvió a abrazar al mayor, tomándolo por sorpresa, pero no siéndole rechazado aquel contacto.

_..._

Recordaba ese día con cariño... Fue el inicio de una mejoría en su vida, sobre todo en la de Ivlis. Tras ello, tuvo el placer de ver cómo su madre se recuperaba y volvía a pasar tiempo con su familia, volviendo a ser el mismo diablo amoroso.

Supongo que... No sé si pueda llamarme "héroe", pero... Me bastará con ser su pequeño.

Expandió su sonrisa mirando por unos instantes a su madre para luego regresar la vista al frente.

Puede que ni él ni Ivlis aún lo notaran, pero su concepto de "juntos" no coincidía en lo absoluto. Aunque eso ahora no lo sabía ni lo haría hasta dentro de un tiempo.

Por ahora él y los demás disfrutarían lo mejor que pudiesen de tenerlo de regreso.

Una felicidad tan efímera.

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

Y hasta aquí llegamos por hoy.

Jolín, tengo que ponerme con Ikanaide, porque ya tanto drama me mató.

Ejem, ejem. Descuiden, Ivlis no está embarazado ni tendrá otro crío de Satanick xD Está en un estado débil de salud como para poder hacerlo, así que no se preocupen porque la tía Dulce les monte un drama mexicano de la rosa de Guadalupe.

Les deseo buen martes y me despido. Besos :D

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top