5
Senkuu se quedó estático incapaz de moverse o hablar, el individuo a sus espaldas tampoco hacía nada más que observarle; como pudo jaló la cadena del retrete más no hizo nada más que eso y quedarse arrodillado en el piso, de la nada un cúmulo de feromonas muy tenue se liberó pero no era hostiles ni indicaba peligro, para su sorpresa se sintió protegido por ello. Se giró lentamente sin alzar el rostro por miedo a lo que fuera a encontrar y a la vez curioso por saber de quien se trataba.
— No me gusta verte así...
Esa voz profunda y tranquila ya la había escuchado antes, pero sus pensamientos no lograban conectar, se sentía lejano del mundo y el presente con una nube borrando sus recuerdos; tragó grueso cuando vio al ser frente a él agacharse a su altura quedando cara a cara.
— Lo siento, lo siento... Lo siento tanto... No soy nadie para pedirte cosas pero quiero que... Por favor te defiendas... Habla, di algo...
Senkuu por fin lograba comprender solo algunas cosas, su mirada escarlata parecía pedir respuestas a preguntas que su boca no era capaz de formular; el mayor alzó una mano en un intento de acariciar su mejilla, más no pudo hacerlo puesto que en cuanto se acercó unos centímetros el rostro del omega se transformó en una mueca enfurecida con colmillos de fuera, después una serie de movimientos demasiado rápidos con sus manos y garras de fuera.
Magma salió del salón de clases dejando a sus compañeros bastante golpeados, puesto que al llegar se encontró con un montón de ellos intentando ayudar a Ginrou que de alguna forma había logrado meter el pie en un bote de ensayo y después estaba llorando por no poder liberarse, el de mirada zafiro negó preguntándose si algún día ese omega encontrará un alfa que lo quiera como lo hace Kinrou y encima no sienta el deseo de estrangularlo; salió de sus pensamientos cuando alguien le pasó empujando el hombro, alzó la vista y miró a sus espaldas al causante, era un chico alto que se dirigía a las escaleras de emergencia las cuales daban directamente al patio y posteriormente a la salida.
El chico que al parecer tenía prisa por salir también le volteó a ver, Magma pudo ver su rostro que al parecer tenía heridas cicatrizadas y otros bastante frescas, suspiró intentando restarle importancia cuando sin querer atrapó también el aroma, ya registrado, del omega tigre impregnado en ese alfa, giró abruptamente notando que el más alto ya se había ido; abrió los ojos a la vez que se debatía internamente entre ir y atrapar al chico o verificar que el omega esté bien, bufo y corrió en dirección a los baños. Abrió la puerta de golpe encontrando al omega que acababa de terminar de usar el sanitario e iba a lavarse las manos y un fuerte olor a sangre.
— ¡¿No te hizo nada?! — se le acercó casi corriendo y lo rodeó buscando alguna herida o algo que le indicase que estaba mal — ¡¿le hizo daño a tu cachorro?! ¡¿A ti?! — el de mirada rojiza no dijo nada solo negó lentamente a la vez que bajaba la cabeza y miraba hacia sus manos, Magma las vio llenas de sangre pero sin ninguna herida.
Le tomó de las muñecas y lo llevó al lavabo donde le ayudó a limpiarse, el de mirada zafiro estaba exaltado y no dejaba de mirar a todas direcciones buscando y olfateando en busca de otro olor desconocido y peligroso.
— ¿Madera quemada?
Una niña de cabellos dorados se encontraba sentada en su cama con la puerta de su habitación abierta en espera del momento indicado, éste llegó cuando la puerta de la entrada de su casa se abrió y cerró rápidamente y escuchó unos pasos desde la escalera a la vez que el aroma de su hermano llenaba el lugar a su paso.
— ¡Tsukasa! — el nombrado, que a penas pasó por la recámara de su hermana pequeña, se detuvo y regresó en sus pasos mirándola de reojo con el cabello en la cara.
— Dime.
— ¿Dónde estabas?
— Por ahí — la pequeña Mirai se cruzó de brazos con el ceño fruncido — de paseo.
— Quítate el pelo de la cara.
— Tengo sueño, voy a dormir.
— Papá está enfadado y cree que... — la oración no fue terminada, Shishio se ató el cabello en una coleta dejando a la vista los aruñones en su rostro que muy pobremente intentaba ocultar.
— ¿De qué hablaron cuando no estaba?
— No escuché bien, hablaban de que — se paró en la cama e imitó los gestos de su padre — tenemos el dinero listo y solo es cuestión de pagar.
— ¿Dinero? ¿Pagar qué?
— Tsukasa — el castaño miró a la niña y ésta pareció incómoda por lo que iba a decir — ¿qué es un "aborto" y por qué quieren obligar a Ishigami a hacerlo?
La cara del alfa no tenía precio, parecía que en cualquier momento iba a explotar de cólera.
— Tsu, ¿seguro que quieres a ese omega? ¿Él te hizo eso?
El castaño no respondió más y salió del cuarto hecho una bala en dirección al despacho de sus padres, una vez frente a la puerta empezó a darle golpes demasiado fuertes puesto que podía escuchar a su padre reclamar desde adentro por el escándalo, unos pasos se aproximaron y la puerta de madera se abrió dejando ver a su madre de largos cabellos caoba como los suyos.
— Hijo ¿tu tocabas de esa forma? Dios mío, tu rostro.
— Sí, con permiso madre — ignoró el comentario de sus heridas y sin esperar respuesta se auto invitó a la pequeña oficina y su padre le miró sorprendido.
— ¿Jovencito se puede saber qué te pasa?
— ¿Que qué me pasa? ¿Quieres saber qué me pasa? ¿Qué les pasa a ustedes? — ambos leones le miraron y luego se vieron entre sí sospechando las razones — quiero que me expliquen lo que le quieren hacer a Senkuu — el hombre sonrió restándole importancia, se tronó la espalda y luego se dedicó a hablar.
— Si sale a la luz que ese niño es tuyo vas a estar en problemas así que se me ocurrió que podemos pagarle el aborto.
— Se te ocurrió, que inteligente eres papá.
— No sonó a que haya sido un halago. No te permito usar sarcasmo conmigo, niño.
— No, yo no te permito tomar decisiones que no te incumben, ni siquiera a mí me compete eso, esa elección es exclusivamente de Senkuu.
— Si dejas que llegue a más se convertirá en un problema con el que no vas a poder lidiar Tsukasa, además si no quiere el aborto pues un accidente le pasa a cualquier-
— ¡Cállate! — Tsukasa no daba crédito a lo que escuchaba; el hombre quedó mudo por ese grito, su hijo nunca le había alzado la voz mucho menos dado una orden.
— ¿Qué...?
— ¡Que te calles! ¡Ninguno de los dos le va a hacer nada! ¡Él está así por mi culpa y yo me haré cargo de esto, no necesito tus tratos extraños ni tus amigos raros así que no se metan!
Ambos adultos estaban sorprendidos y boquiabiertos, la mujer no entendía el nuevo comportamiento de su hijo.
— Es esa marca — habló por fin — la marca es lo que te amarra a él, si se la borramos, tal vez si le arrancamos la piel-
— Los dos están locos — salió del despacho a paso rápido a lo que ambos leones le siguieron de cerca, la madre intentaba detenerle pero Tsukasa apartaba el brazo reacio a cualquier contacto con los dos.
— ¿Qué haces hijo? ¿Qué clase de vida planeas construir con ese omega?
Tsukasa entró a su habitación y les cerró la puerta en la cara ignorando las preguntas de su padre, ambos entraron encontrando al castaño con unas maletas.
— Tsukasa Shishio-
— Papá, mamá, me voy de ésta casa, no puedo vivir con ustedes hasta que no respeten las decisiones de Senkuu ni las mías.
— Te estás pasando.
— ¿Y ustedes no, mamá? Planeaban a mis espaldas matar al hijo de Senkuu y mío.
— No es algo malo algunos omegas y betas lo hacen, cuando yo era adolescente le pagué el-
Madre e hijo voltearon a ver al hombre, la mujer cerró los ojos con fuerza harta de que ese hombre nunca pudiera controlar su lengua; Tsukasa solo se quedó callado, él no sabía nada; el menor siguió metiendo cuanta ropa entrara en las maletas, ninguno de sus padres le pedía que se quedara solo guardaban silencio en espera de que él mismo desistiera cosa que no iba a pasar. Terminó con sus maletas y las arrastró a la primera planta dispuesto a marcharse.
— Hijo, si un día quieres regresar las puertas estarán abiertas siempre — el menor miró a su madre y ésta solo le acarició las heridas nuevas de su rostro, se alejó de ella y miró de soslayo al hombre pasándole de largo, dirigiéndose a su hermana.
— Tsu.
— Mirai — la pequeña se abrazó a su pierna y él la cargó en su brazos — cuidalos, eres la más sensata en este lugar — la niña rió por lo bajo y luego le susurró al oído.
— También cuida a tu novio.
— No es mi novio — le habló en el mismo tono de voz.
— ¿Podré ver al bebé cuando nazca?
— Es incierto por ahora, incluso para mí.
— Te extrañaré, Tsu.
— Vendré a verte, tontita — besó la mejilla de la menor y la puso en el suelo, tomó sus maletas y salió de la casa para subir a su auto rumbo a un hotel.
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