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Byakuya permanecía en silencio mientras peinaba los cabellos de su hijo antes de dormir, solo en ese momento esa melena blanquecina degradada en verde era suave y dócil

— ¿Quieres salir a ver la luna? Solo serán unos minutos.

El joven no respondió la pregunta ni siquiera asintió o negó, solo permanecía en total silencio y con la mirada perdida en algún punto invisible en la nada, Byakuya besó su cabeza con ternura y le tomó de la mano para dirigirlo a la puerta, lo llevaría a recordar aquellos años donde su pequeño estaba lejos de saber a qué categoría pertenecería, donde su Senkuu solo soñaba con ir a la luna con él y nada más.

El mayor apagó las luces del pórtico para apreciar mejor los cuerpos celestes en el firmamento, una hermosa luna llena hacía acto de presencia totalmente despampanante con un velo de estrellas a su alrededor mientras unos grillos acompañaban con su tranquilo grillar.

— ¿Ya viste? ¿Qué tan lejos crees que esté de la Tierra? — solo los pequeños acompañantes parecían responder a sus preguntas, pero él no se rendía — aunque te muevas rápido ella te sigue — acto seguido, imitó las carreras que su hijo daba cuando era pequeño en un intento de escapar de la dama del cielo — ¿Ves? Inténtalo...

La mirada rojiza ni siquiera estaba sobre él o el cielo solo se mantenía baja, aparentemente mirando su vientre ya abultado por la vida que crecía en su interior. El más grande se aproximó hasta donde estaba y le sujetó el rostro en un intento de que, al menos una vez, le mirase.

— Esto no es algo por lo que detenerse, es difícil no te lo negaré, pero no te voy a abandonar ¿entiendes? Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y no importa la decisión que tomes yo te apoyo ¿no quieres este bebé? Te apoyo ¿no quieres abortarlo pero tampoco quieres criarlo? Te apoyo... Nunca... Nunca te obligaría a algo que no quisieras... — su voz finalmente se quebró dando paso a lágrimas no solo de tristeza o melancolía sino también de enojo, enojo de que por culpa de alguien, la estrella más brillante en su cielo ya no brille con la intensidad de hace tiempo.

La impotencia le hizo arrodillarse y abrazar a su hijo, en ese momento cayó en cuenta que desde que había pasado aquello, no había podido siquiera tocar o inspeccionar el pequeño vientre como todos los padres alfas suelen hacer cuando sus crías omegas quedan en cinta para verificar que todo vaya en orden, pero si Senkuu se oponía a que alguien se acercara Byakuya no iba a llevarle la contraria. Un suspiro entrecortado se le escapó al mayor y por instinto se alejó unos centímetros para luego acercarse con cautela.

Todos los alfas, betas y deltas del nuevo mundo deben pedir permiso para poder tener una cercanía u/o contacto con cualquier omega o gamma.


Olfateó al aire atrapando el aroma del omega frente a él, el cambio en su esencia era notorio, antes el perfume de su cuerpo olía a chicle mentolado pero ahora este iba desapareciendo y siendo reemplazado por un tenue aroma a leche.

— Leche... Tu mamá olía a miel — el recuerdo de su fallecida esposa le golpeó más fuerte de lo que hubiera sido si no estuviera atravesando esa situación, las lágrimas comenzaron a salir nuevamente pero esta vez una gentil mano las limpio. El mayor subió la mirada para encontrarse con los opacos rubíes del más joven. Una sonrisa forzada y a la vez sarcástica le dio la señal de que su querido Senkuu seguía ahí.

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