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CAPÍTULO 2

CIRUS MURPHY, siempre había sido conocido como un vampiro solitario. ¿Por quiénes era conocido así? Por los nómadas que iban de paso, o simplemente los que eran encaminados hacia él por mera curiosidad. No era un secreto de que aquel vampiro fuera uno de los tantos vampiros veteranos, y a muchos le extrañaba el hecho de que este no hubiera llegado a conocer aun al Clan mas poderoso y líder de la especie vampirica, hablando en pocas palabras del Clan Vulturi y sus líderes: Aro, Marcus y Caius.

Existió una oportunidad en la que un par de nómadas llegó al vampiro por curiosidad. James y Victoria, un vampiro rastreador rubio y escurridiza vampira pelirroja. Habían llegado a él por la mera necesidad de saber un poco mas de los chismes que rondaban en dirección a Cirus Murphy.

El encuentro surgió casual. En una bóveda cerca de un puerto pesquero, donde se escuchaba las súplicas ridículas de un vampiro y el aroma a sangre humana era un tufo contundente del lugar. Ambos sedientos llegaron a la escena del crimen, donde se asquearon y oerturbaron bastante al notar como un vampiro estaba amordazado desnudo y siendo estirado por tuercas de metal en sus extremidades, se podía ver cuando tortuosamente lento era el proceso, las venas que la piel calcificada eran evidentes pero lo perturbador era que su torso se encontraba abierto y mientras podían notar al vampiro de espalda ancha frente a la víctima se podía notar perfectamente lo que estaba ocurriendo: en una charola habia herramientas quirúrgicas, también reposaba un hígado y riñon, podían ver perfectamente que un cuerpo humano colgaba frente al vampiro robusto.

Joder. ¿Que es esto?—preguntó Victoria horrorizada por aquella máquina de tortura y la cirugía abierta.

—Tortura. —respondió James.

Victoria le mostró los dientes molesta. Esa no era la respuesta que esperaba.

—El título de esta obra se llama: «Curiosidad Final» —respondió el vampiro de espalda ancha con aquel acento alemán remarcando el nombre.

James sintió como sus piernas no le respondieron al lograr ver al vampiro voltearse hacia ellos. La sangre humana estaba remojando su cuerpo, el vampiro frente a ellos dos se encontraba bebiendo sangre de la yugular de su presa que iba colgando de su mano, se percibía perfectamente que las manchas alrededor de su boca era por el contacto directo y continuo de la sangre y la presa.

Victoria sintió repugnancia. Inclusive miedo, al notar como los miraba a ambos con una mirada brillante en aquella semioscura bóveda, donde solo un gran foco mediano iluminaba el lugar a penumbras. Dejando un aspecto tétrico para ambos nómadas.

¿Porqué..?—empezó a formular una pregunta pero James con su cuerpo pesado del terror, la detuvo. Silenciando su boca con su mano.

—Preciosa. Cállate. No creo que quieras morir por esa curiosidad.—expresó serio y cauteloso.

Y tras esa frase, el vampiro tétrico empezó a reír roncamente. Extasiado.

—Habéis llegado muy lejos en el camino a su curiosidad. ¿No lo cree usted Johnatan?—pregunta Cirus con un tono sarcastico al vampiro torturado. Mirándolos aterrado.

—¡Ayúdenme! Está loco, este tipo está loco, debemos ir...!? ¡Aaaah!—empezó a hablar pero un grito puro de dolor lo interrumpió tras el satisfactorio sonido craquelado de los extremidades de cerámicas separarse del cuerpo, logrando ver como la cabeza y el torso hasta la cadera caían como si se tratara de jarrones al suelo.

El tiempo de tortura había cedido a sus súplicas. Había parado el dolor. Pero también la consciencia de Johnatan.

La cabeza del vampiro rodó hasta los pies de James. Aquello los dejó petrificados y por aquello, bajaron la guardia un segundo, segundo que bastó para estar atrapados por una gran fuerza contra las paredes de la bóveda y por encima del suelo.

—¡Vick! —gritó James, preocupado por su compañera.

—¡En qué carajos nos metimos, James!—gritó asustada la pelirroja.—¡No puedo moverme de aquí!

—Perfecto. Ahora podremos charlar tranquilos —aplaudió Cirus, para claudicar su estupida conversación — Todo vampiro que venga a investigarme termina como Johnatan, quien venía influenciado por la curiosidad. Ustedes sois otro ejemplo.

—¿¡Qué demonios eres!?

—Es obvio, un vampiro. Si te refieres a lo otro, un brujo. ¿Qué ofrecéis para que os libere?—pregunta mientras sigue tomandose a la humana que se queja e intenta escaparse de aquel lugar. Pero Cirus la vuelve a tomar y encastrar su boca en su cuello, chupando con hambre. Y poco después se escuchó un breve crujido de huesos, la mujer había muerto oficialmente.

James y Victoria pudieron ver el desinterés expreso en todas las acciones del vampiro. Por la vida humana, por su propia especie e inclusive por los espectadores. Aunque intentarán escaparse, nada funcionaba.

«Mierda, mierda. ¡Que vamos a hacer nada funcionará!»piensa Victoria alarmada e inquieta.

—¿Y si te aseguramos que nadie sabrá lo que eres?—dijo James tratando de finiquitar la salida de este aprieto.

Hmp, todos dicen lo mismo. Una vez confié y su presencia es el resultado. —expresa Cirus, mientras arrastra frente a ellos una silla.— Di otro.

«Joderle no es opción»pensó James totalmente tenso.

¿Cómo podríamos sellar nuestra palabra contigo? No expandiremos el rumor, ¡Lo juramos!—rugió James.

—Sus corazones. Denme eso y hacemos su trato justo. —expresó indiferente. Sentado y con su camisa arremangado dejando ver pulseras en cada brazo, en pose despreocupado total.

¿Nuestros corazones? Pero si están muertos. ¿De qué servirían?—preguntó estupefacta la pelirroja.

—Su lealtad se sellará en ese sacrificio. ¿O es que no deseas volver a la vida nómada?—pregunta Cirus. Aunque en realidad el motivo por el cual pedía sus corazones era: porque de esa forma sellaba un hechizo de lealtad al extraer el corazón del victimario y al consumirlo, estos eran totalmente incapaces de hablar acerca de él por el silencio obligatorio, el vacío obligaba a ser leal al cirujano.

Victoria se muerde la lengua al ver que ese vampiro no dirá más de lo que deseo por el valor del silencio, conecta miradas con su compañero y este baja la cabeza pensando en la decisión más sabia, era extinguirse o sacrificar algo a cambio de su libertad.

Aceptamos. No somos suicidas. Queremos volver a nuestra ruta —dice James, aceptando ese destino, después de unos minutos de pensarlo.

—¿Que dices James? No sabemos lo que nos puede pasar sin nuestro corazón...—se queja Victoria ante la perturbadora sensación de peligro con tal de ceder.

¿Quieres seguir existiendo o no? Ya me quiero marchar de aquí y olvidarlo todo, ¿O acaso eso no lo quieres tu?—pregunta James, molesto e impaciente por largarse de aquel vampiro que causa malas vibrar por donde se lo mire.

—Perfecto. Asumo que primero será el rubio, luego la mujer. —afirma tal como lo dice, bajando al rubio hasta el suelo pero sin dejarlo mover.— El dolor solo llega si el vampiro es neofito, por la sangre que aún se mantiene viva en su sistema. No dolerá.

James jadea ante la repentina decisión. Victoria sisea amenazante y preocupada por su compañero pero no logra nada como para protegerlo. Sintiendo demasiada frustración.

Hazlo pronto. No quiero saberlo todo.—se quejó James.

Y tras ello. Pudieron ver la maestria en persona, Cirus arrastró su bandeja de artijulios, su escarpelo en cuánto tocó su mano derecha brilló como si emanara la única mágica razón como para que la piel calcificada pudiera ser penetrado tal como si fuera una hoja. Logrando notar que en efecto, no dolía la intervención, el corte tan pulcro hizo saber a Victoria que este vampiro antes fue cirujano. Pero el atento cuidado de lograr abrir el pectoral como si se tratara de un pecho de hojalata, la hizo temer ya que en cuánto pudo notar los intestinos fuera del recubrimiento de la piel, tuvo que apartar la mirada.

James jadeó de nuevo en cuanto sintió la desconexión de su corazón, venas a su cuerpo. Sintió un vacío profundo y pudo escuchar en sus oídos un susurro extraño como un cántico, nombrando una palabra rara: «Ewige Treue, ein Herz für deine Freiheit.»

Victoria sintió un escalofrío respirarle a la nuca en cuánto vio un hilo muy transparente conectarse con una de las manos de Cirus. El miedo perturbó su habla, enmudeciendola.

En cinco minutos, ya pudo ver como la rapidez y agilidad hacían su magia natural, al coser el torso, dejando una pequeña sutura y sellado universal mediante una pomada de color caca.

—Listo —tras decir eso, el vampiro se acercó a un pequeño frasco donde colocó en una especie de agua luminiscente el corazón de James, tan oscuro y muerto.— Su turno.

Victoria chilló asustada en cuánto sintió como le jalaban hacia el suelo. Sin embargo, en su caso sería denigrante la operación. Siseó en cuánto James lo hizo ante su cercanía, Cirus tomó su mentón y conectó sus miradas.

—Las cirugias en mujeres son distintas. No desfiguraré el cuerpo. —expresa serio, pero la duda brillaba en sus ojos— ¿Porqué sois así? Porqué tan sobreprotectores el uno al otro?

Somos compañeros. —responde James mientras se siente frustrado al sentir la impotencia de no proteger lo suficiente a su compañera.

—¿Y eso que? Compañera de viaje, ¿No? ¿Qué tiene de especial aquello?—pregunta sin comprender.

—No. No es eso. Llamamos compañera o compañero a quién con solo una mirada conectamos románticamente para toda nuestra existencia inmortal. La atracción estira de nosotros hacia el otro vampiro como si fuera igual que la necesidad de beber la sangre, es una prioridad que pocos llegan a conocer. —aclara Victoria—  ¿No te has encontrado con alguien más así?

—Claro. Pero nunca comprendo la estupidez vampírica. —expresa con sencillez, mientras que empieza a recitar una frase extraña— «Kalk in Wolke, Wolke in Kalk. Meine Hand wird hindurchgehen, als wäre sie eine Wolke und nicht Kalk

—¿Qué has dicho?—pregunta James.

—Un hechizo para no dañar a tu mujer. No necesito enemigos. —aclara Cirus.

James iba a soltar una broma. Pero tal como jadeó en su momento por la intromisión de aquel vampiro. Victoria también lo hizo, ya que la mano entró como si traspasará sin romper nada en su camino hasta abrir un hueco borroso para todo público, como una censura para todo curioso.

El mismo susurro que James escuchó se volvió a repetir en la mente de Victoria también: «Ewige Treue, ein Herz für deine Freiheit.»

Seguido de eso, introdujo el mismo escarpelo que parecía separar las venas del corazón, sellando cualquier herida latente, para luego solo dejar un vacío de donde alguna vez estuvo el órgano. Victoria sintió el vacio escalofriante en su cuerpo. Tembló y quedó ida unos segundos por esa sensación de horror.

—Todo perfecto.

Ambos vampiros cayeron al suelo. Débiles y aturdidos. Viendo como ambos corazones flotaban en un mismo frasco alargado.

—¿Ahora ya solo nos marchamos?— pregunta al no sentir ninguna retención James.

Victoria tenía ganas de matarlo. Se sentía tan extraña sin el corazón, era un vacío que parecía estacionarse en ella como si la hiciera recordar un juramento oscuro.

—Si. No vuelvan a cruzarse en mi camino. —expresa serio.

James tomó la mano de su compañera y juntos se marcharon de aquel lugar. No porque temieran de el vampiro. Sino porque el rubio percibió las ganas de matar que provenía de Victoria pero sus cuerpos no se movían. Aquel vampiro era mucho mas letrado e ingenioso que ellos. Había hecho macumba con ellos a cambio de su sobrevivencia, ambos sentían el vacío compartido y sabían que por el bien de los dos, debían evitar volver a cruzarse con él.

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Nuevamente había vuelto a pasar cien años donde Suecia ya no tenía encanto para Cirus. Podría vivir en un lugar tanto como quisiera pero cuando se aburría simplemente se iba a otro estado sin drama en abandonar lo sembrado o conocido detrás de su caminar. Esta vez, su destino tenía un objetivo, presentarse a los tal aclamados Vulturi. Solo por la arisca advertencia de los demás acerca de sus métodos de tortura, o que simplemente sería denunciado a ellos. Aquello había hecho sentir cosquillas extrañas en su cuerpo como si quisiera plasmar una risa pero nada salía por sus labios, y es que hace tiempo la diversión solo se demostraba a través de actos cínicos.

En cuanto pisó Volterra, dos jovenes vampiros de estatura baja se presentaron frente a él, con una expresión clara.

—Te guiamos. —dijo la rubia de ojos rojos, de baja estatura.

—Bien. —aceptó sin negarse. Cirus sabía que había cierta probabilidad de que le dieran un tour hacia su destino. Ya sea a través de la fila de humanos a consumar o de este modo.

Ambos vampiros parecían tener similitud fraternal, por lo que para Cirus pudo haber sido malo si se negara o bien, un problema. No se demoraron mucho, ya que al llegar de noche todo hacía más fácil el caminar a una velocidad sobrenatural. Tras media hora, llegaron sin más demora hacia las dobles puertas de la torre del reloj.

Otros escoltas más se adjuntaron en el camino con caras serias y cautelosas. Ninguno le dirigió la palabra, solo ofrecieron compañía hasta otras dobles puertas que los llevaban a un gran salon donde se podía ver perfectamente a tres vampiros sentados en tres tronos centrales, la rubia inmediatamente fue directamente a parar frente al vampiro del medio. Mientras que el otro vampiro se colocaba a un lado cerca de uno de los vampiro del trono, de cabello rubio.

—Querida Jane, has traído una visita improvista. Enhorabuena —saludó el vampiro de frente ancha y cabello negro largo por encima de sus hombros. Tomando la mano que la rubia ofrecía, logrando notar como al instante fruncía el ceño extrañado— ¿Oh? ¿No se opuso? Eso es nuevo. —soltó suavemente la mano de la rubia y su mirada rojiza se dirigió hacia él.

—¿Quién es Aro?—pregunta el rubio con molestia perceptible en su mirada.

—Un extranjero. Acaba de llegar a Volterra, Caius. —responde Aro. Mientras nota como Jane vuelve a su lugar cerca de su hermano.— ¿Quién eres? ¿sabes quienes somos?

—Soy Cirus Murphy. Y si, lo sé. Sois líderes del Clan Vulturi, he venido con un propósito específico junto a vosotros —se presentó con su marcado acento alemán, mirando fijo al tal Aro.

—Perfecto. Cuéntanos a qué has venido— responde Aro, bastante curioso.

—Bien. Me advirtieron que vosotros sois los responsables de mantener el orden y la ignorancia de nuestra existencia hacia los humanos. Lo tengo muy claro, aclaro no haber roto ninguna de vuestras leyes, siempre he sido pulcro y cuidadoso en la caza. —expresa Cirus mientras su rictus demuestra sinceridad.

—¿Porqué te advirtieron de nosotros?—pregunta intrigado Caius.

—Mi estilo de alimentación es poco ortodoxo, molesta a otros vampiros. Soy intolerante a que vampiros me traten como atracción turistica, así que he hecho masacre a quiénes me han buscado como tal cosa. Soy capaz de extirpar intestinos y órganos de vampiros a modo de castigo por meterse en mi camino, tal como de la misma forma castigo a humanos para alimentarme. Nunca lo he hecho públicamente a ojos humanos.—expresa Cirus.

—Perdona. Pero no veo ningún crimen en lo que dices. —responde Aro, confundido— Permíteme mirar un poco, lo que tratas de explicar.

—¿Cómo?—pregunta Cirus, siendo ahora él, quién se confunde.

—Tengo el don de lectura tactil. Mediante el toque de mis manos, puedo leer el pensamiento e ingresar en los recuerdos o sucesos más recientes o pasados en el vampiro o humano. —aclara Aro, acercandose a él —¿Puedo?

—Claro. No tengo nada que ocultar.

Y tras ello, Aro accedió a sus recuerdos, sus pensamientos, sus motivos, todo. Quedando varios minutos con la cabeza agachada mientras sus manos envolvían la mano derecha de Cirus.

—Hermanos. Cirus Murphy en la otra vida fue un gran cirujano, eso explicar su gran habilidad ante la extirpación de organos que mencionó. Fue convertido por un vampiro renegado que creo reconocer...—expresa Aro para los otros dos vampiros en los tronos.

—¿A quién?—preguntó Caius.

—A Joham. Vio oro en él y no dudó en hacerse con el experimento. —contestó Aro al rubio. Mientras Cirus tomaba nota ante la nueva información.— Su creador fue otro, Joham solo lo acercó a otro vampiro loco, pero yace extinto. Cirus acabó con él, tras despertar como uno de nosotros. Aunque...

—¿Qué? ¡Cuenta todo de una vez!, Aro.—reprocha Caius, impaciente.

Aro hace una mueca, y prosigue: —De humano era brujo, tras la mordedura con nuestro veneno su genética creó una mutación. Es capaz de manifestar su parte mágica y al mismo tiempo ser un vampiro inmortal.

—Magnifico. —comenta Caius, con una sonrisa al saber qué les sería de mucha utilidad— ¿Y a qué realmente es acusado por otros?

—Por horror y terror que causa. Creen que con su actitud tosca podría exponer el secreto. Pero eso no es posible ni concebible... Cirus quiere unirse al Clan voluntariamente, ya se ha cansado de la estupidez de los ignorantes —contesta Aro soltando la mano de Cirus, para voltear su mirada a sus hermanos— ¿Hay inconveniente alguno en aceptar su solicitud?

Caius niega, sin embargo, la mirada perdida e iluminada de Marcus en el vampiro fornido es lo que hace fruncir el entrecejo del rubio y Aro.

—¿Marcus? ¿Nos estás prestando atención acaso?—pregunta Caius impaciente tras verlo ido.

Aro inmediatamente se acerca a él. Y toma la mano de Marcus, quedando con una sonrisa divertida y extasiada.

—Magnifico. Una segunda oportunidad para ti, hermano. ¿Qué harás?—pregunta Aro a Marcus. Quién le había mostrado como el lazo rojo de compañeros unía por el meñique a su hermano para con el meñique de Cirus, demostrando claramente la unión de compañeros. Debían estar juntos.

Ambos parecían comunicarse con el silencio o conexión de miradas por lo que Cirus, solo pudo tragar saliva ante la incomoda puntada en la pinta de su dedos como si picara de ansiedad.

—Adelante, hermano. Comprueba todo lo que quieras. Aunque ya esta todo dicho por mi parte. —aclara Aro.

Marcus se levanta del trono. Baja las cortas escaleras y se coloca frente al extranjero con una mirada que parecía cobrar el sentido de su existencia.

—Somos compañeros. Estamos destinados a estar juntos, ¿Porqué no estás reclamandome?—pregunta Marcus con molestia e intriga.

—¿Eso como se debe sentir? —pregunta inexpresivo Cirus, perdido.— Temo que no logro percibir lo mismo que usted por la carencia de muchos órganos en mi ser. Pero percibo un cosquilleo mas no comprendo a qué se debe o qué sea.

—¿Qué tanto daño te han hecho?—siseó dolido Marcus tras sentir la punzada ante el desinteres de su compañero hacia el lazo— ¿Donde siente ese cosquilleo?

—En la punta de los dedos.

Caius se estaba impacientando. Al borde la incomodidad que daba la escena que ambos mostraban. Era tabú lo que estaba haciendo Marcus, los hombres siempre debieron estar destinado a mujeres no el igual.

—Mejor váyanse a ser marranos a otro lado. No quiero ver eso. —espetó Caius con molestia.

—Tiene razón, Marcus. Mejor es que lo lleves a la biblioteca, no los molestaremos —sugiere Aro, algo incomodo por la intromisión de Caius.

—¿Pero...? Me aceptarán en el Clan? ¿O debo realizar alguna prueba de lealtad ?—pregunta Cirus totalmente incomodo ante la desfachatez.

—Claro. Una vez que converses con Marcus, finiquitaremos los últimos detalles, no hay prisa. —aclara Aro.

Mientras que Marcus, ansioso trata de tocarlo para llevarlo de la mano hacia la biblioteca. Su instinto le dictaba tocarlo, sin embargo, la tensión y abrupto distanciamiento de Cirus, lo hirió profundamente.

—No soporto el tacto sobre mi piel. —sisea Cirus totalmente alerta.

—Comprendo, lo lamento. Sígueme, te guío hacia el lugar —expresa con una sensación de dolor ahogado. Tras salir por las dobles puertas e irse tras los pasos detrás de Cirus.

Aro y Caius se queda mirando un momento al techo de la sala.

—¿Quién pensaría que las cosas resultarían así? Sabía que mi hermana solo lo manipulaba pero no que los rumores fueran ciertos —comenta Aro.

—¿De que Didyme era una dama de compañía?—pregunta Caius.

—Exacto. —responde Aro, con una mueca de decepción.

—Eso se notaba a leguas, Aro. Solo que, se me acaba de caer un idolo sin poder. No esperaba que Marcus fuera gay—se queja Caius.

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Marcus con aquella melena larga castaña dirigía el camino con elegancia. Mientras sentía detrás los pasos despreocupados del hombre detrás suyo, como si no interesara nada en especial. Menos de una hora, llegaron a la biblioteca, y le abrió la puerta, quedando a un lado.

—Adelante.

—Gracias. —respondió Cirus, por cortesía y educación.

Tras eso, la mirada rojiza del vampiro cirujano se encontró admirando la variedad de libros en aquellas repisas. Sin embargo, se abstuvo a seguir mirandolo y optó por sentarse.

—¿A qué me has traído aquí?—pregunta Cirus, directo.

—A que hablemos.

Cirus no supo que responder ante ello. Simplemente estaba en blanco.

—Empezaré presentandome y hablando un poco de mi. Así sabrás al menos guiarte a lo que deseo llegar con esta charla —expresa el hombre de frente ancha y cabello largo castaño— Me llamo Marcus Vulturi. Fui convertido a mediados de los 40. A los diecinueve años. Estuve en una relación casi matrimonial con la hermana de Aro, Didyme. Pero siempre lo tuve claro, ella siempre sería una dama de compañía para mi. Y nunca creí ser capaz de conocer a mi verdadero compañero. Poseo el don de la identificación de relaciones.

—Ya sabe usted como me llamo. Mi conversión a vampiro es algo que repudio bastante, un vampiro hizo de mi vida perfecta una pesadilla en vida. No poseo intestinos ni organos vitales como cualquier persona lo tuviera. Al revivir como vampiro, mi creador mató mi corazón, siempre he creído en mi magia y tengo fé que gracias a ella conseguí sobrevivir al veneno. —empieza a decir sin nombrar realmente una pista de su cuantitativo tiempo de existencia— Odio a los vampiros y a los humanos, porque gracias a una mafia Rusa humana es por lo que sigo vivo y no muerto como mil veces deseé terminar al nacer.

Marcus trató de no demostrar su dolor ante el rechazo hacia los vampiros.

—¿Me rechazarás entonces?—pregunta con dolor reflejado en la mirada.

—No percibo muchas cosas naturales, y no quiero comprometerme si ya solo soy títere de mi naturaleza y la inmortalidad del bebedor de sangre. No sé realmente si podré ser capaz de corresponder algún sentimiento u emoción en concreto. —expresa Cirus, mirándolo extrañado por aquella insufrible expresión en su compañero.— Pero si no te molesta tenerme así. De ineficiente y vacío. Supongo que no tiene caso que te rechace.

—No me molesta. Te demostraré que puedes amar aún cuando no tengas los órganos que deben ayudar a sentir u ofrecer a los demás. Si me lleva una eternidad lograrlo, me vale. —expresa Marcus determinado.

—Como quieras.

Ante ello, Marcus gruñe con la mirada oscura tras verlo tan desinteresado. Por lo que se acerca a el, y toma sus manos.

—¿Quieres saber porque sentiste aquellos cosquilleos al verme?—pregunta necesitado de alguna interacción más de lo que ya le ofrecía.

La ansiedad de ser correspondido le ardía en el corazón muerto, en la garganta y en las manos.

—Eso es algo que sin duda, levanta duda en mi. —expresa Cirus, sincero.

—Tócame. —exige Marcus — Tócame el rostro, o dónde tengas curiosidad.

Cirus con el ceño fruncido. No entendía la gran necesidad con la que exigía dicha tontería. Por lo que, cedió solo porque volvió a sentir ese cosquilleo.

—Debes saber que odio el contacto físico. Pero ... Por extraño que parezca, no siento repulsión contigo. —contesta aún más perdido. Mientras se propone en acariciar el rostro de Marcus, ve como este cierra los ojos y ronronea tal cual si fuera un gato. Se detiene.

—No pares... Me gusta.

—¿Y porqué ronroneas? No eres un gato, eres un vampiro —pregunta con cierta rudeza en su voz.

—Es un sonido común. Más cuando estamos junto a nuestros compañeros, nos gusta mucho su tacto, caricia que venga de él simplemente. Es como un reflejo tácito tal como el abrir la boca para hablar. Nuestro vampiro desea mostrar el encanto de esa dicha —explica Marcus con paciencia.

—Vaya. No conocía estas cosas. Pero tal ves sea bueno que me los enseñes. Me aburro bastante en mi tiempo libre —expresa Cirus.

—Te enseñaré cada conocimiento que he aprendido si con eso logro un apice de interés hacia mi, sea o no romántico. Me amarás con el tiempo —expreso benevolente Marcus.

—Suenas muy seguro de tí mismo.

—Lo estoy. Si llegaste hasta mi, yo debo mover tierra, mar y cielo para restaurar el daño que te han causado. —expresa serio, protector y aún molesto con ese hecho.

—Ya. Entiendo. —contesta Cirus, algo aturdido por su estado determinado— ¿Podré seguir alimentandome de mis presas sin cambio en mi método de caza, si soy parte de vuestro Clan?

—Claro. Siempre y cuando no sea tan expuesto al público humano. Aunque para ganarte la confianza de mis hermanos, deberás realizar ciertas tareas y misiones. Como todo miembro del Clan —explica Marcus.

—Entiendo. Tengo hambre. ¿Vienes?

Marcus siente cosquillas en el estomago al escucharlo preguntarselo. Por lo que sonríe sin poder evitarlo.

—Claro. Hasta el fin del mundo te acompañaría, Cirus Murphy.

Siendo así, como ambos vampiros comienzan el camino de convivencia mutua como compañeros. Compañeros para cada momento. Aunque Cirus esperaba lograr entender lo pegajoso que empezaba a sentir la cercanía del lider Marcus.

—¿Debo llamarte también amo?—preguntó incómodo.

—No hace falta. Mientras siempre te refieras a mi o a mis hermanos con el debido respeto, no hará falta tanta actitud sumisa de tu parte. —expresa Marcus al siquiera escuchar aquello. No pegaba para nada que un hombre de cuerpo ancho y fornido se dirigiera así a ellos. Tal vez en los que tenían aspecto menor, pero Cirus no lo necesitaba ni tenía porqué hacerlo.

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1998 - Volterra

V. Off -Marcus/Marco Vulturi.

Sé perfectamente que Aro pensó en todas las victorias y torturas perfectas que mi compañero asegura que las obtengamos. También que cada tortura que Cirus diera fuera peor que las de Caius y Aro disfrutando juntos de su venganza hacia el culpable. Pero lo que Aro quiso disculparse por un breve instante en aquel primer mes que empecé a compartir tiempo con mi compañero fue el que me mortificó.

Claramente lo encaré, en cuánto exigí privacidad. Pero las palabras que encontré como respuestas a esa desdichosa mirada hicieron que mi alma contaminada ardiera en llamas.

Recuerdo claramente sus palabras diciendo: «Sé que no es culpa nuestra. Pero me temo que las injusticias que alguna vez causamos al igual que tú, se nos devuelven con tanto dolor justo. ¿a qué me refiero con esto? Cirus fue víctima experimental de Joham, vio un mestizo brillante en él, solo tuvo que manipular a otro científico vampiro para que se hiciera realidad lo que para nuestra raza es una abominación. El mestizaje sea humano o de distintas razas supone peligro para los que lideren un clan poderoso como lo somos nosotros...»empezó a esclarecer mis dudas pero en lo siguiente fue lo causó rabia en mí.«No tengo dudas ni muchas pruebas culminantes para decir lo siguiente pero, Cirus es la prueba más clara y reciente de qué Joham esté creando hibridos para derrocarnos. Que haya podido manipular a uno con profesion científicas me hace creer que su fuerte es esa. Ser mestizo de Brujo y vampiro lo hace un arma contundente. Tenemos suerte que seas su pilar y espero traigas cordura a sus acciones, no me gustaría desperdiciar su don por su sadismo incontrolable. Él odia a nuestra especie por culpa de sus creadores. Él amaba ser cirujano y brujo. Le quitaron su lugar feliz. Le quitaron muchas cosas para que nadie lo aceptara. Tener la ausencia de corazón o pulmones es lo que más perturbación me genera pero también levanta curiosidad en mi. Quiero ver hasta que punto nuestra inmortalidad puede despertar sentimientos mortales muertos sin esos órganos con el lazo de compañeros, pero no serás mi experimento. Te respeto como un hermano, Marcus. Y espero que todo lo que hicieron en él, tu los puedas restaurar o puede que debamos exterminar la existencia de Cirus, porque si se encuentra con Joham no creo que las cosas mejoren para nosotros. Cirus no siente mucha conexión con vampiros ni humanos, y los brujos huyen de nosotros. Tienen sus razones, el mestizaje no es una opción para nosotros. Él es un arma de doble filo.»

Saberlo. Entenderlo. Y comprenderlo. Fue el conocimiento mas perturbador e iracundo que pude haber obtenido. Saber que el maldito de Joham es el culpable de la falta de interés en el lazo que nos une como compañeros, saber que será un milagro si consigo que Cirus no se descontrole y que siquiera pueda amarme, hace que quiera matarlo, tenerlo entre mis manos y torturarlo hasta que ya no querer ni cenizas ni memoria de ese mocoso.

Aro supo mi reacción por la conexión de lectura telepática. Más no obtuve ningún regaño ni contradicción, él era el qué mas deseaba su extinción por que Joham era el único que se escondía bien del don de Demetri o que había podido escabullirse de Alec o Jane.

Algún día se extinguirá. Y espero ese día sea entre mis manos o la de Aro.

Tras rebobinar aquel día. Comprendí que cada contacto, momento de convivencia o conocimiento que compartía con Cirus debía ser cauteloso, con cuidado y la ilusión no debía ser lo único capaz de destruirme. Aunque admito que esto último no lo pude evitar. Saber que sus ojos se iluminaban tras cada conocimiento que compartía o las sensaciones que parecían vibrar en él eran cosas de nuestro lazo, podían con la esperanza de ilusión en mi. Pero apenas, Cirus confirmaba mis sospechas, retrocedía con pánico y horror los pasos que habíamos conseguido dar.

Comprobé que Cirus le daba miedo aceptar que era un vampiro. Y que como vampiro alguien pudiera merecerlo o que pudiera merecerse alguien que lo comprendiera. Él tenía todo el derecho de sentirse un monstruo, lo habían convertido y concebido como un experimento.

El egoísmo que crecía, explotaba y volvía a reconstruirse en mi, era inevitable. Quería y ansiaba ver que él me aceptase como suyo, anhelaba ser su refugio y calma. Anhelaba que conmigo no se sintiera un monstruo. Que se sintiera un igual estando en el Clan, con mis hermanos o conmigo mismo, porque aunque no lo quisiera admitir públicamente. Cirus se sentía en casa cuando compartía silencio con otros, entrenamiento o misiones.

Y eso, alegraba mi alma muerta. Era un sentimiento o emoción inexplicable.

—¿En qué piensas?—una voz rústica varonil y encantadora interrumpe sus pensamientos pasados.

—Ah. Eh... En los...¿últimos meses?—contesta de forma dudosa.

Volteando a mirar hacia la puerta de la biblioteca, donde logra ver a Cirus con la ceja alzada, cruzandose de brazos y recostado contra la puerta.

—¿Cómo que cosas? Te he estado hablando durante dos horas y no me has prestado ninguna atención —expresa serio.

Aquello me causa gracia. Ni pensar que antes ni notaba mis interacción o interés personal hacia él.

—¿Qué cosa te ha causado gracia? Estoy seguro que no he dicho ningún chiste—murmura entredientes, impaciente.

—Eres simpático, Cirus. Solo he estado nostálgico, perdona mi despistadez —expresa mientras se acerca a él, quedando a unos pocos metros de distancia personal.

—Nada anormal en ti. Pero, tener el ceño fruncido como lo tenías debía ser un pecado —expresa Cirus directo. Mientras deshace sus brazos cruzados para seguidamente, acortar los pasos de distancia entre ellos— ¿He sido culpable de ese malestar?

—Hay cierta verdad en tu sospecha. Hay tanto dolor físico en ti, que me es incapaz ignorar el rencor a quiénes te dañaron...—expresa con una mueca torcida entre sus labios. Nota como Cirus corta la distancia por sí mismo, llevando su mano dominante derecha a tomar su mentón— ¿Qué?

—No te molestes con los recuerdos del pasado. En cuánto tenga al bastardo ese de Joham, todo acabará. Tan solo debo buscar mejor su ubicación y...—empieza a decir Cirus, tratando de sepultar esa amargura.

—No. No te expondrás tu solo. Iremos juntos o no hay trato. —sentencia sin ningun tipo de duda.

Nota como aquello molesta a Cirus, que chasquea la lengua contra su paladar.

—Puedo defenderme solo. Me he manejado perfectamente estos dos siglos y medio, no me trates como princesa que no soy. —gruñe a la defensiva. Mientras lo encara y empuja contra la pared, actuando como todo dominante de la relación.

Jadeo por tal repentina actitud. Aunque no puedo dejar de pensar en lo sexy que se ve. Aunque me molesta que aún no comprenda la razón por el cuál nace mi instinto protector hacia él.

—Claro que no lo eres... Pero mi instinto, nuestro lazo exige en mi que estés a salvo. Y solo me sentiré calmado si estoy a tu lado. —aclaro nuevamente, mientras percibo la cercanía de su rostro, acariciando nuestras narices. Contengo las ganas de ronronear. O sino retrocederá por vergüenza.

—Eres insufrible. Sabes que en algún momento esta conversación deberá acabar, no puedes tenerme encerrado por ser tu compañero. Tengo derechos —expresa serio y salvaje. Mostrando sus colmillos con aquello ojos rojos encendidos en molestia.

—El día que llegue esa conversación a terminarse. Te dejaré que disfrutes de tu libertad como deseas, pero ahora, déjame cuidarte. Se cuánto te gusta mi cercanía y con esto me lo demuestras —expreso con una sonrisa victoriosa, en cuanto decido rozar nuestros labios de manera fugaz. Logrando sonsacar un gruñido hambriento en él.

—No juegues conmigo. Puedo no tener ciertas cosas en mi ser pero también tengo necesidades —gruñe hambriento y deseoso Cirus.

—¿Y qué te detiene?—bromeo un poco. Mientras cambio en un despiste los lugares, él quedando bajo mis manos, pero esta vez en el suelo.

—Tu...lo sabes... no te hagas. —sisea Cirus, con la voz ronca, mientras cierra los ojos. Como si estuviera contando hasta cincuenta.

—Déjate llevar por lo que ansías, anhelas y deseas. Por esta vez, yo controlo que no nos sobrepasemos —contesto con una voz ronca, seductora.

Cirus jadea nervioso. Se muerde los labios, y voltea la mirada. Dejando su cuello a descuido. Me acerco, dejando una caricia hambrienta de mi lengua sobre esa zona, logrando sentir el escalofrío y temblor en su miembro corpulento, sexy.

—Marcus... No puedo. —susurra ido. Incapaz de separarme de su cuerpo.

—Déjame amarte. —susurro embelezado en sus percepciones ligeras, mientras que deslizo mi mano hasta llevar y entreverarlo entre el cierre del pantalon negro, tocando esa zona en particular.

—¡Gwar! Marcus... N-no toques ...—gimió ronco, tras el apretón y temblor que consumió su cuerpo tras tocarlo.

—Eso... Disfruta.

Sus venas en el cuello se remarcan. Su cuerpo tiembla bajo mi cuerpo, rompo su remera y bajo muy lamidas hacia su tonificado pectoral. Aunque las grapas se perciben enseguida, notando las heridas de sobreviviente que posee. En cada una de ellas deposito un beso, adorandolo y amandolo. Podía notar que su respiración esa escueta, la saliva empalagosa por el veneno y sus ojos nublados por el deseo me hicieron sentir tan extasiado y feliz.

Él me estaba sintiendo. Él estaba sintiendo el amor y anhelo, lo que ansiaba darle. Tanto fue la conexión de miradas que no me di cuenta, cuando su miembro llegó al límite. Manchando con su semilla fría contra mi mano, espesa y salada.

—Eres un maldito...

—También te amo. Ahora ámame.

Pedí pícaro. Necesitado de él.

Cirus lo comprendió y por un instante supe que había dejado de repensar en el monstruo que ella. Con sentir como los papeles cambiaron, como me llevo entre sus brazos a la recamara que le habían otorgado, sentir el colchon de la cama para luego escuchar el rompimiento de mis prendas, supe que no saldríamos de allí en un buen tiempo. Encantado, solo pude perderme en la gran ola de placer, al ser masturbado y reclamado por él.

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1999 - Chile.

La confianza de Cirus, había mejorado tras aceptar la tensión sexual que debíamos saciar. Aunque, publicamente ya había sido reclamado como suyo, yo aún no había podido conseguirlo. En cuánto lo intentaba, Cirus pedía disculpas y se marchaba.

Con decir que solo en pleno coito o nudo sexual me permitía tocarlo, me decía claro el mensaje. Estaba nervioso, y ansioso de aclarar la relación por una formalidad exacta.

Estaba seguro que su instinto lo anhelaba, pero algo aún parecía distanciarlo de mi.

Y eso, molestaba en grande medidas.

—Quiero acabar esto de una vez. —expresó nuevamente el tono varonil y aleman de Cirus.

—No sabes cuánto lo anhelo yo. —mis labios hablaron sin que yo les diera permiso. Quedando avergonzado.

¿Porqué? Simplemente por el fantasma de la sonrisa divertida de Cirus, que en un minuto engulló el ambiente que nos rodeaba. Dejando claro que estaba ansioso por acabar esta misión.

Demetri y Jane estaban escoltando nuestros puntos ciegos. Aro no quería que me expusiera y por eso teníamos escoltas para atrapar a Joham. Habíamos escuchado de que se movía por entre estos lares.

—Disfrutemos de esta caza, Marcus.

—Que así sea.

Siempre he sido de pocas palabras públicamente, claro que puedo hablar mas si lo quisiera o fuera necesario. Pero era más justo dirigir las necesarias para él, que siempre parecía retraído al mundo en el que era envuelto.

Las horas fueron pasando tras cada parpadeo. Escuchamos rumores, chismes pero era la aspereza terca, silenciosa y misteriosa de Cirus el que parecía lograr encontrar lo imposible. No fue hasta la media noche, el momento indicado en el que encontramos una pista, en medio de un bosque pudimos escuchar la presencia de una vampireza y un hibrido. Si, hibrido, ya que pudimos percibir el aroma a vampiro y humano en él.

Con una mirada, Demetri fue en dirección a aquel par. Mientras que Jane se quedó atenta a nuestra seguridad, sin embargo, fue Cirus quién consiguió escaparse de todo eso y atrapar al híbrido. La vampireza buscaba por todos los medios liberarse del agarre de Demetri.

—No buscamos crear problemas. Solo buscamos respuestas. —elegí interceder mediante conscisas palabras.

—¡Mentira!—sisea la vampireza de piel morena tal cual si fuera nativa de dicho lugar— Son los Vulturi.

Cirus tenía entre sus manos al híbrido que intentaba por todas las formas soltarse del agarre. Ya que venía siendo colgado desde el cabello largo del nativo híbrido, con aquella expresión seria y despreocupada.

—Solo díganos donde esta Joham. —expresó serio— Y lo soltaré sin más.

Ambos nativos parecían haber temblado de ira en cuanto a la mención de dicho vampiro. El híbrido era el más molesto pero un brillo especial brillo entre sus ojos, Jane lo entendió.

El par de vampireza e hibrido eran familiares, por lo que podía ver a través de mi percepción de don. Aunque, Cirus parecía sentir ansiedad. Traté de acercarme para inspirar tranquilidad pero el híbrido interpretó un ataque de mi parte, sin embargo, no creí lo que mis ojos vieron luego.

Cirus había empotrado siseando poderoso, enojado y a la defensiva en contra de la tierra al híbrido.

—Contrólate, mocoso. Nadie te va a matar, hoy. —siseó tan molesto.

—¿Cómo que no? Él se iba a hacer de mi...—protesto el nativo.

—¿Cómo se llaman?—exigió saber Jane, encargada de obtener toda la información tras este viaje, para ofrecersela a Aro.

—Huilen. Y él es Nahuel, mi nieto. No hemos hecho ninguna desgracia, os juro —suplica la vampireza descompuesta y preocupada por el hibrido sujeto por Cirus.

—¿Y sus creadores?—pregunté serio.

—Fui convertida por Nahuel. Es hibrido, mitad humano mitad vampiro... Fue Joham el causante de crear a mi nieto, embarazó en contra de su voluntad a mi hermana Pire, murió en el parto, me quedé con Nahuel y he hecho de todo para no romper sus reglas. —explica Huilen, nerviosa por la inquisitiva mirada de Jane. Quién esperaba una señal para intervenir con su don.

—Ese maldito tiene demasiada condena que sufrir. Díganos donde lo podemos encontrar y pondré mi mano al fuego para protegeros de no ser juzgados como cómplices de sus experimentos —expreso serio Cirus. Tratando de ganarse la confianza de aquel par.

—¿Qué te ha hecho él como para tener tantas ganas de hacerlo pagar la sentencia? No me creo ese cuento de que nos vayas a proteger —expresa soberbio y cauteloso el híbrido.

Cirus sonríe sin ganas. Mira a Jane.

—Haz lo que quieras querida Jane, en cuánto lo veas necesario. —expresó en contacto directo Cirus hacia Jane. La pequeña asintió tras esa señal.— Te lo demostraré y no rechazarás esta única e inaudita oportunidad.

Lo soltó de su agarre. Tomando lugar a mi lado, para luego sacarse la remera negra ajustada a su cuerpo, aquello produjo que los celos me cegaran por momentos, siseando.

Dejando en claro a Huilen y Nahuel que este vampiro loco es mi compañero.

—Fui convertido por la maldita necesidad de experimentar de ese maldito vampiro. Era feliz siendo brujo, pero me ofreció en bandeja de plata a otro vampiro de su misma calaña, me forzaron a revivir de la muerte en vampiro pero me arrebataron el corazón y pulmon una vez se completó la conversión. No es chiste ni broma, miren...—dijo Cirus, mientras con un alicate iba desengrapando su torso cerrado por las mismas, abriendo su torso, mostrando el vacío verdadero del cupo en la zona del corazón y pulmones. Horrorizando a ambos vampiros nativos, haciéndolos caer sobre sus traseros— Soy un monstruo por su causa. Necesito mi venganza.

—¿Cómo es posible que hayas sobrevivido a ese horror?—preguntó horrorizado el híbrido.

—Mitad brujo, ¿Lo olvidas? Ese maldito está buscando crear un ejército de experimentos. ¿Vas a dejar que lo consiga?—preguntó mientras sacaba un engrapados con un brillo mágico en él, mientras volvía a suturarse a sí mismo.

Estaría mintiendo si no dijera que Jane y Demetri, al igual que Huilen y el hibrido, inclusive yo, nos encontrabamos perturbados por esa escena dada por él y sus maravillosas pruebas contundentes, faltos de mentira o pecado.

—Bien, te daré las pistas. Solo si me juras que nos protegerás de nuestra extinción —expresa Nahuel, confiando en Cirus, mientras le dirige una mano a modo de trato.

Cirus voltea una vez hacia mi y Jane. Preguntando con una ceja, si aceptabamos el trato también. Suspiré, si conseguíamos el avance que necesitabamos, más que bienvenido sería esta alianza. Sin embargo, no estabamos seguros de que Aro fuera agradable ante este hecho.

Lo respaldaré. Por esta y mil veces más.

Asentí. Jane hizo una mueca, no tan cómoda de dicha cuestión.

—Bien. Trato. Pero con una condición. —expresa Cirus.

Nahuel abre la boca incrédulo ante la respuesta afirmativa.

—¿Qué quieres para que me creas?—pregunta incómodo.

—Dame tu riñon a modo de seña. Solo así confiaré en tu palabra de que no habrá traición. Igual para usted —expresa Cirus hacia el híbrido y la vampireza Huilen.

Ambos quedan estáticos ante lo dicho. Ni siquiera yo sabía de dichas cuestiones que pudiera hacer Cirus. Pero era de imaginarse, nunca había escuchado de algún vampiro que lo hubiera traicionado. En todas partes solo se sabía lo misterioso y excéntrico que era como nómada.

—Nahuel aún puede morir. Si pierde un órgano vital...—renegó Huilen.

—Los riñones se donan. Puede vivir sin uno, es mitad inmortal. —expresa Cirus sin drama alguno— Te mostraré cómo mediante usted, si así logra tenerme fe.

Huilen algo incrédula y desconfiada acepta sin tener otra oportunidad. Demetri sonríe ante el espectaculo.

—Pero no aquí, que sea en nuestra cabaña en la selva. —interviene Nahuel. Jane no pudo más, y lo hizo caer sobre el suelo del dolor.

—No eres quién para dar órdenes. Respeta al Rey Marcus y al príncipe Cirus —advierte molesta Jane.

Nahuel se quejaba en el suelo. Tratando de respirar pero sentía como todo giraba a su alrededor.

—¡Ya! ¡ya entendí! ¡lo siento!—gritó a modo de súplica.

Jane se detuvo. Aunque pude ver una sonrisa ligera y efimera en el rostro de Cirus, compartiendo diversión con el escarmiento ofrecido.

—Vamonos. Que no tenemos todo el tiempo del mundo —advirtió Cirus.

Todos fuimos guiados por los nativos hasta una cabaña común y básica. Donde Huilen se sentó en una silla mientras que Cirus empezó a decir palabras en su lengua natal, Aleman: «Ewige Treue, Eine Niere für deine Treue

Pude entenderlo perfectamente. Quedando absorto. Desde que supe que su idioma natal era Aleman me propuse aprender del idioma. Lo que pude traducir perfectamente esa frase al significado: “Lealtad eterna, un riñon por tu fidelidad”.

—¿Me has echado una maldición?—se quejó Huilen siseando, pero quedó sin aire en cuando vio como si fuera agua fuera atravesada en el estomago por la mano de Cirus.

El jadeo rasposo no se hizo esperar. Nahuel quiso auxiliar a su tía, pero Jane lo hizo caer de dolor al suelo.

—¡¿Qué le haces?! Este no era parte del trato —gritó el híbrido.

—Es necesario. Sino le dolería mi intromisión mágica —expresa Cirus sin demorarse, empezando a cortar algunas venas y vasos con un ¿Bisturi? Mágico que parecía sellar cualquier tipo de imprevisto interno.

En verdad, Cirus Murphy era el mejor cirujano brujo del mundo. Tal práctico y pulcro en todo lo que realizara.

Huilen sintió el vacío pero ningun dolor o molestia grave. Por lo que, suspira de alivio al notar que no había herida que comprobase que aquello había ocurrido solo la sensación. Pudieron ver como por arte de magia apareció un frasco largo como si fuera científico con una especie de agua salina para preservar dicho órgano.

—Es tu turno, mocoso. —expresa Cirus, sin demora mira a Jane, esta levanta sus palmas y deja de hacer daño al híbrido.

Nahuel ni tiene tiempo a decir algo, ya que de un momento a otro, yace sentado en la silla en contra de su voluntad como si fuera un muñeco de trapo. Mismo procedimiento de palabras dichas en alemán, y la extracción del riñon. Con la diferencia de que Nahuel gritó de horror al sentir la pieza faltante en su cuerpo, y como si fuera a ser más dramático, este se arrojó al suelo quejandose con nauseas.

—Dramatico. —expresó Jane, con los ojos en blanco ante sus quejas.

Huilen y Nahuel se encontraban sintiendo extrañas percepciones hacia Cirus, pero en cuanto el frasco despareció todo pareció cobrar un ambiente más relajado.

—Ahora, cumplan con su palabra. ¿donde se encuentra la ubicación de Joham ?—pregunté aburrido.

Por lo que no tardaron en mostrarnoslo. Dejando a Demetri para corroborarlo, al igual que ambos nos regresabamos al aeropuerto. No era buen plan irnos a la cueva del loco.

Media hora mas tarde, Demetri y Jane había recabado la información necesaria. En jet privado fuimos regresando hacia Volterra, con Aro habiamos quedado en dar todos los detalles antes de interceder a nuestra venganza, habíamos hecho mucho que comentar a él y Caius.

Este año presentía que ese maldito sería extinto y no me equivoqué en el presentimiento. A final de este año lo logramos, lo cuál fue el principio de nuestros cambios radicales como pareja entre Cirus y yo.

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2000 - Volterra.

Dolía como mil demonios. Cirus había pedido a mis hermanos una petición que ardía en soledad. En vacío.

Con solo recordarlo. Me seguía sintiendo traicionado. Dolido.

— ¿Que sorpresas nos vienes a decir, querido Cirus?

—He venido a avisaros mis planes de aquí a unos años. —expresa firme.

—Exprésate. —exigió Caius.

—Me siento asfixiado con todo lo ocurrido del año anterior. Por lo que me gustaría tener unos años sabático, prometo volver a mis misiones. He decidido ir a asentarme en busqueda de paz mental en Forks, Washington. Necesito volver un tiempo a mi profesión de cirujano, una vez libere mi mente, u ocurra alguna desgracia apoteósica. Volveré para ya no marcharme. —expresa bajando la mirada ante los tres. Sumiso como ninguno antes lo hubiese visto. Gruñí en desacuerdo.

—Por lo que veo, no han charlado de esto antes. —expresó Aro— ¿Puedo?

Y sin más. Cirus le ofreció su mano. Con solo ver y escuchar el silencio de Aro. Sentí que mi cuerpo perdía fuerzas.

—Volverás. Y Marcus te castigará al regresar, sabes que si no lo tienes cerca pueden petrificarse en dolor. ¿Verdad?—pregunta Aro con una expresión indescriptible. Como si hubiera visto una explicación que nunca antes hubiese contemplado por si mismo.

—Estoy al tanto. Necesito espacio para liberarme de lo que me distancia. Prometo no presentar rebelión ante el castigo —expresó Cirus fiel, mirandome como si pidiera permiso a gritos.

Con el desgarro de mi garganta. El dolor de mi alma. Supe a que problema iría a liberar, por lo que entendí lo que había dicho yo mismo hace dos años atrás. Lo dejaría marchar para sanar y volver a estar juntos como en verdad nos lo merecemos estar.

—Perfecto. Ya está dicho. Puedes retirarte ya. —expresó Caius echándolo.

Cirus sin ninguna palabra mas. Agarró sus cosas y se marchó. Pero en cuánto llegó la hora de estar solo. Una carta hecha por su hermosa caligrafía me hizo arder en ansiedad por mi compañero.

❝Marcus...

Sé que en estos momento podría estar causandote un dolor peor del que Didyme te habrá casuado. Lamento eso, con el tiempo corto que hemos compartido he logrado entender algunos de tus sentimientos, pero tanto como lo iba logrando, también me iba destrozando a mi mismo.

Deseo, anhelo sentir cosas por ti. Pero no nace como tal por culpa del bloqueo y aberración que he guardado por tanto tiempo hacia Joham. Ahora que nos hemos desecho de esa basura, mi cabeza tiene tantas dudas existenciales que sin quererlo me estaban separando de ti. Necesito espacio y tiempo para olvidar estos conflictos psicológicos míos, al menos intentaré aceptarme tal como soy para luchar por amarte tanto como has luchado para que yo te amara.

El proceso de amor que debemos pasar debe venir de los dos. Pero yo, siento que aún no estoy sanando por mi mismo para aceptarte, así que, me propondré a sanar para aceptarme y así poder ambos vivir contentos por toda la eternidad que nos espera.

Tan solo espérame un poco más. Volveré para ya no irme nunca más.

Te aprecia, tu príncipe Cirus Murphy."

Ese era el real motivo, por el cuál... Cirus Murphy no estaba con Marcus como debiera ser. Y si volvió tras la estupidez de los Cullen, solo significaba una cosa.

Y esa era:

Por fin, había llegado su final feliz para su eterna vida.

Juntos para siempre.

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