31 : a true love



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TWO YOUNG HEARTS
un amor verdadero
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Por el momento todos los Narnianos se hospedaban en el castillo telmarino donde habían festejado su victoria contra la derrota de los telmarinos. La coronación de Caspian como rey fue solo una excusa más pasa prolongar la celebración cosa que no molestó a nadie.

Las fiestas comenzaron con un recorrido al pueblo con el ejército narniano desfilando mientras el pueblo telmarino lanzaba flores y gritos de alabanza hacia ellos.

Mientras estaban en la ceremonia un sentimiento removió el interior de Meredith recordando que había estado ausente en la coronación de los Pevensie. Cosa que no pasó desapercibida por Zephyr que tomó su mano dándole una sonrisa reconfortante.

— Me inclino ante el mejor rey en los últimos diez siglos —Meredith comentó haciendo una reverencia frente a Caspian

— Basta —respondió el chico sintiendo el rubor recorrer su rostro

Ambos soltaron una risa que fue silenciada por el bullicio de la fiesta, Caspian se detuvo pero no borró su sonrisa.

— Quería agradecerte por cuidar de mi y enseñarme todo lo que se ahora —inclino su cabeza como agradecimiento

— Fue un honor para mi acompañarte en todo momento —le sonrío genuinamente

— ¿Sabes? Aún es extraño para mi ver que aparentas ser menor que yo pero prácticamente me criaste —aquello hizo reír a Meredith

— ¿Entonces puedo decir que eres mi hijo? —fingió pensarlo— Debería decirle a Ed que si estaremos juntos debe aceptar que tengo un hijo —esta vez Caspian soltó una carcajada

— Se ven felices juntos —comentó

— Lo somos —Meredith acepto con una boba sonrisa en el rostro— ¿Qué hay de tú y Susan? —preguntó quisquillosa

Como siempre que mencionaba a la mororcha el rubor inundó el rostro del Rey, una boba sonrisa se formó en su rostro y se balanceó nervioso en su lugar. Suerte para él puesto que alguien había llegado con ellos evitando que respondiera a la pregunta.

— Disculpe su majestad, espero que no le moleste si le robo a esta bella damisela —Edmund exagero su voz

— En absoluto —Caspian le sonrío—. Nos vemos

— Adiós —sacudió su mano

Edmund tomó la mano de Meredith y la condujo entre la multitud eufórica de la fiesta, había sido un tanto difícil salir del gran salón puesto que cada tramo que avanzaban alguien tenía que detenerlos para darles sus felicitaciones por el esfuerzo en la guerra.

Cuando por fin lograron cruzar la puerta aún tomados de las manos corrieron por los solitarios y oscuros pasillos del castillo los cuales sólo eran alumbrados por pequeños candelabros.

Pasando por pasillos y habitaciones lograron llegar a una torre que daba a un balcón, Edmund cerró la puerta sin soltar a Meredith que tenía una gran sonrisa en el rostro junto a su respiración agitada de tanto correr.

— ¿Qué hacemos aquí? —preguntó la rubia girándolo a ver

— Quería pasar un rato contigo sin que nadie nos moleste —Edmund respondió pasando un mechón rubio detrás de la oreja de Meredith

La cercanía entre ambos era corta, bien podían sentir la respiración del otro chocar con su rostro, entonces Meredith dio el primer paso uniendo sus labios en un beso lleno de pasión y ternura, los brazos de la rubia se colocaron en los hombros de Edmund mientras que él rodeaba su cintura pegándola más a su cuerpo.

Ni el frío viento que golpeaba sus cuerpos pudo apagar el calor del momento. Sus labios se movían a un compás lento como si quisieran tatuar ese momento en sus memorias.

— ¿Tomaste ponche? —preguntó Edmund al separarse

— Puede que varios vasos —sonrieron mutuamente

Se acercaron a la orilla recargando sus antebrazos en el borde, Meredith dejo caer su cabeza en el hombro del chico mientras él la rodeaba con un brazo pegándola más a él.

No hubo necesidad de palabras para tener un agradable momento, admirar las estrellas juntos y abrazados era más que suficiente. De vez en cuando Edmund depositaba pequeños besos en la cabeza de Meredith y con cada uno sentía un revoloteo salvaje en su estómago.

Estaban más que enamorados él uno del otro, cada cuando se preguntaban porque ninguno se atrevió a decir algo antes, era más que seguro que sus sentimientos eran correspondidos desde el momento en que sus manos rozaron en el primer entrenamiento de Edmund con la espada, en aquella colina bajo el sol de medio día sus hermanos fueron testigos de cómo un amor inocente iniciaba y como poco a poco se fue convirtiendo en un amor intenso. Pero Meredith y Edmund habían sido los últimos en darse cuenta.

— Te quiero —Meredith confesó— siempre lo hice —se separó del abrazo para encararlo—, excepto cuando estuvimos encerrados en el castillo de Jadis, ahí no te soportaba

Edmund sonrío ante el recuerdo lejano, literalmente habían pasado siglos narnianos desde que eso había pasado. Aún recordaba cómo le fastidiaba que Meredith fuera tan insistente en no confiar en Jadis, en el enojo que le provocaban aquellas miradas acusadoras de su parte. Todo eran recuerdos lejanos.

— ¿En serio? —fingió sorpresa— Porque no me creerás cuando te diga que conocí a una niña rubia y acosadora, donde yo estaba ella iba —Meredith enarco sus cejas con diversión—, era una niña muy odiosa, no la soportaba ¿La conoces?

— Me suena conocida —fingió pensar— ¿No es esa linda chica que una vez quedo encarcelada por culpa de un niño irritante?

— Tal vez sea la misma —Edmund se encogió de hombros posando sus manos en la cadera de Meredith

— Definitivamente hablamos de la misma —sonrío pasando sus brazos por el cuello del chico

Ambos rieron aún abrazados, juntaron sus frentes y cerraron los ojos disfrutando de la cercanía entre ambos. Edmund se balanceo de un lado a otro desconcertando a Meredith.

— ¿Qué haces? —preguntó frunciendo el ceño

— Bailando —tomó una mano de Meredith y le dio una vuelta

— Pero no hay música

— ¿Quien dijo que la necesitamos? —Edmund la hizo girar nuevamente

El resto de la noche Edmund estuvo tarareando canciones las cuales Meredith no reconocía así que supuso que eran procedentes de la tierra donde vivía.

Con Edmund cantándole bajo las estrellas mientras la miraba a los ojos Meredith no se pudo sentir más feliz, se sentía en casa estando a su lado.

En una última canción se balancearon de un lado a otro abrazados, Meredith tenía recargada su cabeza en el pecho de Edmund mientras que el se recargaba en el hombro de la rubia.

— Te quiero, odiosa —susurro a su oído

— Yo también te quiero, insoportable —respondió con una sonrisa

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