11 : doomed
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TWO YOUNG HEARTS
❝ condenados ❞
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Los ocho niños junto a todo el campamento miraban como el ejército de la Bruja Blanca iba llegando, Jadis iba sentada en un trono siendo cargada por minotauros.
Meredith tomó inconscientemente la mano de su hermano Oliver apretándola fuertemente, tenía miedo y esta vez no podía ocultarlo.
— Viene por mi —susurró asustada la niña
—Eso no pasará, no lo permitiré —Oliver la acercó a él y la abrazó por los hombros
Jadis al pasar a lado de los hermanos clavó su mirada en tres niños juntos: Edmund, Meredith y Oliver. La mirada penetrante de la bruja hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de los niños.
— Hay traidores en tus tropas
Al escuchar la palabra traidor en plural los murmullos comenzaron a hacerse presenten entre la multitud. El miedo en el cuerpo de Meredith creció al igual que en sus hermanos.
— Su ofensa no te ha hecho ningún daño —la serena voz del león inundó el lugar
— ¿Olvidaste las leyes por las cual Narnia se forjó? —esas palabras provocaron un rígido de parte de Aslan
— No recites la gran magia ante mi, Bruja, estuve ahí cuando fue escrita
— Teníamos un trato —su vista se dirigió hacia la menor de los Brown quien sujetaba con fuerza a su hermano
— Viene por nosotros, Oliver —dijo con desesperación su hermana
Lastimosamente su hermano también había estado involucrado en el error que había cometido en el pasado.
— Oye —se giró encontrándose a Edmund—... todo estará bien —dijo no muy convencido
Meredith le sonrió débilmente y tomó su mano, después de todo Jadis también venía por la sangre de Edmund, pero ella no permitiría que se lo llevaran y esta vez no lo hacía para que la profecía se cumpliera.
— Por ley, todo traidor me pertenece
— Intenta llevártelo —Peter valientemente la amenazo con su espada
—Peter, baja la espada —susurró Zephyr a su espalda colocando delicadamente su mano sobre el brazo de Peter
— ¿Crees que por la fuerza podrás negar mi derecho? Niño rey —se burló la Bruja
— Pete no le hagas caso —Zephyr acaricio tiernamente el brazo del rubio
— Esos muchacho morirán en la mesa de piedra —señaló a los tres que se tomaban de la mano
Un exclamó de sorpresa aprecio en la multitud. Sabían que Edmund era un traidor al haber ayudado a la Bruja pero ¿Qué tenían que ver los guardianes en todo esto? Era imposible de creer que Oliver y Meredith hayan traicionado a Narnia cuando se habían esforzado siglos en protegerla.
— Suficiente lo discutiré contigo a solas —el león entro serenamente a la carpa siendo seguido por Jadis
— Mery —dijo Edmund abrazando a su amiga
La rubia no se había dado cuenta en que momento había comenzado a llorar, sollozaba en el hombro del chico bajo la atenta mirada de todos. Zephyr se acercó corriendo a su lado tomándola en sus brazos, los Pevensie abrazaban a Edmund asustados por lo que pudiera pasar. Nicholas abrazaba a Oliver quien también había comenzado a soltar algunas lágrimas.
— Todo saldrá bien —Lucy tomó delicadamente la mano de la rubia
Ahora los tres chicos condenados a muerte sentían una verdadera vergüenza, sobretodo los Brown quienes habían sido expuestos de tal manera.
Tras unos largos minutos de espera la multitud se incorporó en su lugar. En cuanto estuvieron de pie Edmund buscó la mano de Meredith para sentirse más tranquilo, la rubia apretó la mano del peli negro sonriéndole; el silencio ansioso por saber la respuesta inundó el lugar. El corazón de los hermanos latía fuertemente Aslan volteo a ver a los niños poniéndolos más nerviosos
— Ha renunciado al sacrificio de los ojos de Adán
Lágrimas de felicidad salieron de los ojos de Meredith que sin perder el tiempo se lanzó a los brazos de su amigo aliviada de que seguirían con vida.
— No moriremos —exclamó Oliver celebrando junto a su hermana con un abrazo
Al separarse Meredith dirigió su mirada hacia el león quien se encontraba con la cabeza gacha y una mirada llena de tristeza. No pasó mucho tiempo para que Aslan se diera cuenta de que la niña lo miraba, la miró con tristeza antes de entrar a su carpa. Algo andaba mal, la rubia lo presentía.
Meredith y Edmund caminaban a la orilla del río platicando tranquilamente.
— ¿Algún día me contarás qué fue lo qué pasó entre tú y la Bruja? —el chico se puso enfrente de su amiga impidiendo que siguiera andando— ¿Por que tu hermano está involucrado?
La rubia suspiró y se sentó palmeando a su lado para que el chico tomara asiento a su lado. Tras unos segundos de silencio decidió hablar.
— Cuando tenía cuatro años... humanos, encontré un castillo mientras paseaba junto a Oliver, como éramos niños nos dio curiosidad explorarlo ahí encontramos a una mujer congelada en un gran cubo de hielo
— Jadis —susurró el chico
—Si... creíamos que necesitaba ayuda, Oliver fue quien me dio la idea de descongelarla y eso hice, estaba muy débil y la ayudamos, todos los días la íbamos a cuidar y visitar, nadie lo sabía, con el tiempo formamos un lazo materno con ella, una vez la encontramos medio muerta y me dijo que si quería salvarla tenía que darle la mitad de mi corazón en ese momento estaba desesperada porque yo quería a Jadis, la quería como si fuera mi madre y por supuesto que le di la mitad de mi corazón, Oliver nos ayudó con eso. Jadis me prometió que cuidaría de mi por siempre, que ella sería mi madre y claro que accedí —jugaba nerviosa con el pasto húmedo
— ¿Cómo es posible separar un corazón a la mitad? —preguntó Edmund con curiosidad
— Hay una magia oscura, muy poderosa, Jadis nos mostró cómo hacerla —la niña soltó un suspiro pesado—. Lo que no sabíamos era que Jadis era la esposa de mi padre en el momento en que se enamoró de mi madre, consideraba una figura materna a alguien que mato a mis padres —Edmund colocó su brazo en la espalda de la chica— Jadis no puede acercarse a menos de un metro de mí, es parte de las consecuencias de dividir un corazón. Es riesgoso para ambas, podríamos morir.
— Lo siento —Edmund y dio en un abrazo a su amiga sin saber que mas decir, la historia lo había dejado atónito
— Hace tiempo Jadis y Aslan tomaron el acuerdo de que cuando un traído nuevo llegara a Narnia nos condenaría a muerte a mi hermano y a mi, no nos sancionaron al momento porque éramos unos niños que no sabían nada sobre ella
— ¿Fue mi culpa que los condenaran a muerte? —preguntó asustado el chico a lo que Meredith negó rápidamente
— Ya estábamos condenados, Ed
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