08 : forest






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TWO YOUNG HEARTS
bosque
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La Bruja Blanca se encontraba viendo disgustada el agua que corría por el río, había comenzado a hacer calor y las flores brotaban por doquier. Eso le había causado mucha furia que al contrario de Meredith su felicidad era muy notoria cosa que irritó más a Jadis.

— Majestad encontramos al traidor —al girarse miraron a la patrulla de la Bruja con un zorro que había sido capturado

Al ver cómo trataban a la indefensa criatura el enojo e impotencia creció en Meredith.

— Anoche fuiste de gran ayuda para mis lobos

— Disculpe su majestad —habló el zorro

— Alagarme no te servirá de nada —la rubia rodó los ojos por el ego de la mujer

— Disculpe no quiero sonar grosero pero no se lo decía a usted —el zorro dirigió su vista a Edmund

El chico lo miró confundido mientras que Meredith lo veía con una amplia sonrisa.

— Al parecer tu imperio se acabó —dijo la rubia con un tono cantarín

— El que pierda se irá de esta tierra —la rubia miró expectante al zorro quien dio un leve asentimiento que fue respondido por la chica

Meredith entrelazó su mano con la de Edmund poniendo nervioso al chico, el rubor subió por sus mejillas dándole un color rojo carmesí.

— No hagas nada tonto —susurró la chica hacia Edmund— correarás cuando te lo diga de acuerdo

— ¿Qué significa lo que acabas de decir? —amenazó Jadis al zorro

— Disculpe pero no es de su incumbencia —la Bruja acercó su vara hacia el zorro— bosque —fue lo ultimo que pudo decir la criatura antes de convertirse en piedra

Esa fue la señal para que Meredith comenzara a correr con Edmund, para sorpresa del chico la rubia saltó hacia el río haciendo que el miedo invadiera su cuerpo y cerrara los ojos esperando el impacto contra el agua sin embargo no llegó. En cuanto abrió los ojos se encontró agua debajo de sus pies y estaba deslizando por ella, alzó la vista confundido y vio a Meredith  lanzando carcajadas, se le notaba que estaba alegre cosa que provocó una sonrisa a Edmund.

— ¡Esto es increíble! —gritó la chica aún deslizándose por el agua

Hacia cien años que no ocupaba sus dones en su totalidad y se sentía libre al poderlo hacer de nuevo.

Siguieron deslizándose por un tramo más hasta que se detuvieron en la orilla. Meredith aún reía contagiando a Edmund.

— Creí que nos matarías, por un instante creí que estabas loca —soltó el chico haciendo que las carcajadas de la rubia fueran más escandalosas

— Te dije que te protegería ¿por que te iría a ahogar? —soltó una risa— hay que irnos de aquí antes de que vengan por nosotros

Aún agarrados de la mano comenzaron a correr por el bosque. Edmund por fin se sentía feliz comenzaba a acostumbrarse a la sonora risa de la chica y Meredith a la continua mirada confundida del chico.





Caminaban por el bosque tomados de la mano ninguno de los dos la había separado, se sentían a gusto así.

— ¿Qué fue eso que dijo el zorro antes de que saltáramos al río? —preguntó Edmund volteando a ver a su, ahora, amiga

— Es un juego con mis hermanos —sonrió la chica

— ¿Hablas en serio? —frunció el ceño con una sonrisa divertida

— Así es, no había reglas podíamos utilizar nuestros dones para salvarnos o perjudicar al otro, sin llegar al extremo de matarnos —aclaró haciendo reír a Edmund—, era divertido antes de que el invierno eterno llegara —sonrió melancólica al recordar aquellos tiempos

— Espera... —el chico paró su andar volteando a ver a la rubia— ...¿tienes cien años? —preguntó asombrado

— Mil trescientos para ser exacta —Meredith soltó una carcajada al ver la expresión de Edmund— como sea, antes de iniciar el juego cantáramos una canción "agua, fuego, aire y tierra el que pierda se irá de esta tierra"

— ¿Era como una señal? —la chica asintió

— Cuando gritábamos "bosque" teníamos que correr

—¿Así que un juego nos salvó de La Bruja?

— Así es, también lo ocupábamos en caso de estar en peligro o hacernos saber que estábamos bien, le confiábamos a las criaturas la palabra para hacernos llegar el mensaje a los demás

—¿Por qué el zorro sabía eso? —preguntó curioso el chico

— Probablemente mis hermanos le dijeron, nadie sabía que decíamos en realidad, parecía... como si habláramos un idioma que las criaturas no entendía, algunos Narnianos se molestaban porque decían que dañábamos el bosque una vez Oliver se encerró en una barrera de fuego para que Zehpyr no lo atrapara, mi hermana tuvo la idea de soplar para apagar el fuego, ocurrió todo lo contrario debiste ver qué tan enojado estaba Nicholas, hizo crecer unas enredaderas y ató a Zephyr y Oliver por dos días completos —soltó una carcajada— a otras criaturas les gustaba vernos jugar, decían que esparcíamos alegría a Narnia eso fue antes de... —Meredith dejó las palabras al aire

Edmund comprendió que no iba a hablar más de aquello así que le dio un apretón de mano que fue respondido con una sonrisa sincera por parte de la rubia.

— Tus hermanos son muy divertidos —comentó para suavizar el ambiente— los míos no, Susan cree que es divertido adivinar el significado de palabras en latín —rodó los ojos— Peter siempre se cree nuestro padre y... —la chica posó su mano en la boca de Edmund

El chico la miró confundido, Meredith se mantenía atenta y mirando a su alrededor. Cuando Edmund iba a preguntar qué hacía unos galopes llamaron su atención. La rubia lo llevó detrás de un árbol obligándolo a pegar su espalda al tronco de este, aun tenía la mano de Meredith en su boca y la distancia que los separaba era casi nula por lo que el corazón de Edmund había comenzado a palpitar de manera incontrolable.

— No hay peligro, sólo es Oreius —la chica se giró hacia Edmund encontrándose peligrosamente cerca de su rostro

La chica no se había separado de Edmund, estando así de cerca podría notar que el peli negro era tan solo unos centímetros más bajo que ella, Meredith estuvo a punto de soltar un comentario burlesco hasta que cayó en cuanta de algo.

— ¡Es Oreius! —exclamó jalando al peli negro a quien le latía el corazón con fuerza por el anterior acercamiento a la rubia

Meredith gritaba el nombre del centauro y corría lo más rápido que sus piernas le permitían, tomada de la mano de Edmund, detrás del pequeño ejército. Cuando por fin escucharon los llamados de la niña las criaturas detuvieron su andar y giraron hacia los dos pequeños.

— ¡Meredith! —mencionó uno de los faunos— ¿Se encuentra bien?

— Si, sólo son raspones, algo de suciedad y pequeños cortes —sonrió la chica

— Que bueno que los encontramos —Oreius habló— Aslan los espera —el centauro se agachó para que pudieran montarse encima de él

Meredith corrió ansiosa al lomo de la criatura, Edmund algo desconfiado y penoso la siguió, al subir enrollo sus brazos alrededor de la cintura de la chica causándole un hormigueo en el estómago. Después de asegurarse de estar bien montados comenzaron a andar, la rubia se sentía aliviada por fin regresaría con sus hermanos y había cumplido su tarea de llevar a Edmund a salvo.

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