Adelantó su vuelo y regresaba unas horas antes de lo previsto. En el coche, camino a casa, llama a su mujer. Móvil apagado.

"Me está engañando con otro. Si es que son todas unas putas. Seguro dirá que no tengo tiempo para ella. Joder. Si encima tendré yo la culpa. Y claro, si no trabajara, también habría problemas. Yo igual la siento distante y no cometería tal falta. Es su entrenador. O ese del salón de belleza. Si hasta le hace ojitos a mi jefe en las cenas empresariales."

Al parquear en su garaje, cuenta con una lista que ronda los 8 seguros amantes de su mujer, otros 12 posibles y todos los lugares y posturas en que se los ha follado.

La esposa, ajena al cambio de horario del marido y con el móvil apagado para evitar distracciones, dedica la mañana a preparar una cena romántica y decorar la casa para recibir a su esposo.

Encolerizado y convencido de la traición, no atiende a razones. En cuanto la ve, le dispara con la pistola que, en medio de la paranoia, había tomado de la guantera del coche.

La muerte jugó bien sus cartas y no había retroceso posible.