ii. Daisy's birthday
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Capítulo dos| El cumpleaños de Daisy
Sus ojos se abrieron lentamente. Al principio, un fuerte mareo la invadió, pero logró recomponerse casi de inmediato. Lo primero que percibió fue una luz intensa que la cegó por unos segundos. Al incorporarse, se dio cuenta de que estaba en el hospital. A través de la puerta, vio a sus padres conversando con el médico. Suspiró profundamente, convencida de que lo ocurrido aquella noche no había sido más que un extraño sueño.
—Cachorrita —Ana, su madre, irrumpió rápidamente en la habitación, seguida de cerca por su padre—. ¿Estás bien, cariño? —preguntó mientras acariciaba delicadamente su cabello.
—Sabía que no debías ir a ese campamento sin tu hermana —añadió Ulises, abrazándola con cuidado.
—Mamá, Papá, de verdad estoy bien —respondió la joven castaña con una sonrisa, mientras sentía cómo su madre tomaba su rostro entre las manos, observando con preocupación los pequeños rasguños en su piel.
Ana inspeccionó cada centímetro del rostro de su hija como si pudiera encontrar alguna herida oculta que el médico hubiese pasado por alto.
—Cariño, cuando nos llamaron, dijeron que te habían encontrado desmayada en el bosque. ¿Qué pasó? —preguntó con el ceño fruncido.
Helaena dudó. Su mente aún estaba revuelta con los recuerdos borrosos de la noche anterior. Damon. El vampiro. El ataque. La sangre...
Pero todo eso sonaba ridículo.
—No lo sé —murmuró, desviando la mirada—. Salí a tomar aire después de la fogata y... creo que me desmayé.
Su padre soltó un suspiro pesado.
—Definitivamente no vuelves a ir a esos campamentos —sentenció—. ¿Cómo es posible que nadie te viera?.
Helaena se mordió el labio. Sabía que si insistía demasiado en el tema, sus padres empezarían a hacer preguntas que no podría responder.
—De verdad, estoy bien —repitió, frotándose las sienes—. Sólo fue un susto.
Ana suspiró, claramente aún preocupada, pero terminó asintiendo.
—Lo importante es que ya estás a salvo —dijo, acariciándole el cabello y cuando se lo apartó, notó la marca de la mordida en su cuello.
En ese momento, el médico entró en la habitación con una carpeta en la mano.
—Señorita O'Brian, me alegra verla despierta —dijo con una sonrisa amable—. Ya revisamos sus análisis y, aunque no encontramos nada fuera de lo común, sí notamos una leve alteración en su ritmo cardíaco. ¿Ha sentido algo extraño?
Helaena negó con la cabeza de inmediato, pero por dentro, su corazón latía con fuerza.
Helaena hizo una mueca, su mirada se deslizó por la habitación, como si buscara una salida. Sus padres la observaban fijamente, esperando su respuesta. Suspiró pesadamente y se apoyó en el respaldo de la cama.
—Fui a tomar aire y... me encontré con algo que no esperaba —confesó, bajando la voz—. Un vamplox.
Aunque era humana, siempre sintió una profunda fascinación por todo lo relacionado con los vampiros. Su madre solía narrarle sus costumbres, mientras que su padre se encargaba de relatarle la historia de estas criaturas, destacando especialmente a los Vamplox.
La reacción fue inmediata. La expresión de su padre se endureció, y su madre entrecerró los ojos, alerta.
—¿Un vamplog? —repitió Ana con un tono afilado—. ¿Cómo es posible? Se supone que casi ellos nunca salen del mundo vampiro.
—Bueno, al parecer ese no —dijo Helaena con sarcasmo, frotando su cuello donde aún sentía el ardor de la mordida—. No pudo contenerse... me mordió.
Su padre soltó un gruñido bajo y comenzó a caminar de un lado a otro, visiblemente furioso.
—¿Por qué no nos llamaste al instante? —preguntó Ulises.
—Porque en ese momento estaba más preocupada por no desangrarme —soltó con ironía—. Pero no se preocupen, recuerdo que.. apareció alguien.
Ana entrecerró los ojos.
—¿Quién?.
Helaena dudó por un segundo antes de responder.
—Alguien llamando Damon.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Helaena prefirió no insistir en el tema de lo que paso aquella noche. Sus padres parecían decididos a ignorarlo, y ella no tenía fuerzas para debatirlo. Adaptarse a su nueva realidad como vampiro no había sido fácil. Aunque había ventajas, como no necesitar dormir—lo que le permitía devorar libros sin preocuparse por el tiempo—, todavía le costaba aceptar todo lo demás.
Un repentino torbellino pasó corriendo por su habitación, vestido con una capa negra y colmillos falsos.
—¡Muajaja! ¡Soy el conde Drácula! —gritó Vicente, su hermano menor, antes de desaparecer por el pasillo.
Helaena sonrió con diversión. Seguro era parte de la sorpresa que Daisy había planeado para su cumpleaños.
—Helaena, querida, ya vamos a cantarle el feliz cumpleaños a tu hermana —anunció María, su abuela, asomándose por el umbral de la puerta.
La castaña cerró el libro que tenía en las manos con una sonrisa.
—Sí, ya voy —dijo antes de notar la mirada curiosa de su abuela—. ¿Qué pasa?
—Uy, ¿Qué estás leyendo? —preguntó María, entrando en la habitación con paso ligero.
—El duque y yo —respondió Helaena con entusiasmo—. Me encantan los Bridgerton.
Suspiró, recostando su rostro sobre su mano con una expresión soñadora. Su abuela tomó el libro y lo hojeó con interés.
—¡Ay! ¿Me lo prestas cuando termines de leerlo? —pidió con una sonrisa ansiosa.
Helaena arqueó una ceja divertida.
—¿Y desde cuándo te interesa la lectura, abuela?
—Eh, eh —levantó un dedo en señal de advertencia—. Para ti soy María, nada de "abuela".
Cruzó las piernas con elegancia y jugueteó con un mechón de su cabello antes de añadir:
—Y desde que me enseñaste Orgullo y Prejuicio, quedé embelesada con el señor Darcy —sonrió de forma pícara, mirando el techo con nostalgia.
Helaena rió.
—¿Así que ahora eres una romántica empedernida?.
—Querida, siempre lo fui —respondió María con un brillo travieso en la mirada—. Solo que ahora tengo mejores referencias literarias.
Helaena negó con la cabeza, divertida. En ese instante, su madre pasó por el umbral de la puerta, pero al verlas conversando, frunció el ceño y entró con los brazos cruzados.
—¡Mamá! Se supone que debías venir por Helaena para ir con Daisy —la reprendió Ana, colocando ambas manos en la cintura en un gesto de autoridad.
María rodó los ojos con exasperación.
—Oh, vamos, Ana. Solo estábamos teniendo una charla de abuela y nieta...
—María —corrigió Helaena con una sonrisa cómplice, apretando suavemente la mano de su abuela.
—Exacto, de María y su nieta favorita —añadió la mayor con una mirada triunfal.
Ana suspiró, frotándose el puente de la nariz con resignación.
—Bueno, pues que esa charla se termine en el cuarto de Daisy. Vamos antes de que se despierte.
—Ajá, ajá, ya vamos, vamos —respondió María con aire despreocupado, levantándose con elegancia.
Helaena contuvo una risa y se puso de pie, aún sosteniendo la mano de su abuela.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
La familia O'Brian irrumpió en la habitación de Daisy con una alegría contagiosa, cantándole Feliz Cumpleaños mientras sostenían una enorme torta de chocolate decorada con velas centelleantes. Helaena se separó del agarre de su abuela y fue la primera en abrazar a su hermana con fuerza.
—¡Feliz cumpleaños, Daisy! —susurró con una sonrisa cálida antes de soltarla.
Uno a uno, los demás familiares se acercaron a felicitar a la cumpleañera, llenándola de abrazos y buenos deseos. Finalmente, llegó el momento de pedir un deseo.
—¡Pide que me comprenda una moto, por favor! —suplicó Vicente, juntando sus manos en un gesto dramático de súplica.
Helaena soltó una carcajada antes de enredar un brazo alrededor de los hombros de su hermano menor.
—Primero: Es su deseo, no el tuyo. Y segundo: Tú aún estás muy chiquito para una moto —le dijo con tono juguetón.
Vicente frunció los labios en un puchero, claramente decepcionado, mientras Daisy soltaba una risita.
—Aparte, ya tengo mi deseo —anunció la festejada con una sonrisa misteriosa.
Helaena siguió la dirección de la mirada de su hermana hasta detenerse en una fotografía marcada sobre su escritorio. Era de Max. Su expresión se transformó en una mezcla de incredulidad y diversión.
"¿Cómo demonios consiguieron esa foto? ".
Decidió no preguntar y, en su lugar, rodó los ojos con una sonrisa. Sin decir nada, se alejó del abrazo de Vicente y caminó hacia la ventana para tomar un poco de aire. Al mirar afuera, su boca se abrió levemente al descubrir una escena que rozaba lo absurdo: Max, su vecino, se encontraba escondido detrás de su ventana con unos binoculares en mano.
Helaena alzó una ceja con incredulidad.
Al darse cuenta de que había sido descubierto, Max intentó disimular torpemente, bajando los binoculares y escondiéndose. Alejandro la saludo con una mano. Luego, con rápidas señas, le indicó lo harto que estaba de la situación, haciendo gestos exagerados de desesperación.
Helaena negó con la cabeza, mordiéndose el labios para no soltar una carcajada. Con un gesto burlón, levantó la mano para despedirse antes de cerrar las cortinas.
Definitivamente, su deseo de cumpleaños ya estaba más que claro.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Mientras terminaba de vestirse, Helaena se detuvo frente al espejo, sus dedos rozando la marca de la mordida en su cuello. A pesar de los días transcurridos, la herida seguía ahí, oscura y visible, como si se negara a desaparecer. Pero lo que más la inquietaba no era eso, sino el hecho de que su reflejo permanecía intacto en el espejo.
Los vampiros no deberían reflejarse...
Incluso su padre, al notar este extraño fenómeno, había quedado sorprendido. Pero en lugar de experimentar con ella o buscar una explicación científica, solo le pidió una cosa: que no se lo mencionara a nadie.
Helaena suspiro, tomando un pequeño lazo negro de su tocador. Con movimientos automáticos, lo ató alrededor de su cuello, cubriendo la mordedura con la tela satinada. No se necesitan más preguntas.
Al darse la vuelta, un jadeo ahogado se escapó de sus labios.
Un cuervo negro como la noche estaba posado en el alféizar de su ventana, observándola fijamente con sus ojos oscuros. Helaena tomó una mano a su pecho, intentando calmar el repentino sobresalto.
—Dios... casi me matas del susto —murmuró, aún con el corazón latiendo con fuerza.
El cuervo inclinó la cabeza, como si hubiera entendido sus palabras. Antes de que pudiera hacer algo más, el ave agitó sus alas y alzó vuelo, desapareciendo en el cielo grisáceo.
Algo en su interior le decía que no era una simple coincidencia.
Ignorando el escalofrío que aún recorría su espalda, Helaena salió de su habitación y bajó las escaleras. Al llegar a la sala, se encontró con su hermana y su mejor amiga, Lucía, sentadas en el sofá con una libreta en mano.
—Y ustedes ¿Qué hacen? —preguntó con el ceño fruncido mientras terminaba de bajar.
—Analizando los pros y contras de ser vampiro —respondió Lucía con una sonrisa, levantando la libreta como si fuera un documento oficial—. Porque claro, Deis ha decidido que no quiere ser vampiro.
—Y el único contra en esa lista es que no podrá estar con Max, ¿verdad? —bromeó Helaena con una sonrisa burlona mientras se dirigía a la cocina.
—¡Eso no es cierto! —protestó Deisy, cruzándose de brazos—. Hay muchas razones...
—Ajá, sí, seguro —intervino Lucía con una mirada divertida.
Helaena regresó con un vaso entre las manos, el líquido espeso y oscuro dentro de él delataba su contenido.
—Ay, Hel' , dime que algún día me vas a morder —dijo Lucía de repente, mirándola con los ojos brillantes de emoción.
—¡Lucía! —exclamó Daisy, escandalizada, mirándola como si acabara de decir la peor locura del mundo.
Helaena, por su parte, se limitó a tomar un sorbo de su bebida, disfrutando del caos entre su hermana y su mejor amiga.
—Eso no está en mi lista de prioridades, pero lo tendré en cuenta —respondió con diversión, dejando el vaso en la mesa de centro—. Me iré adelantado, nos vemos allá —se despidió y salió de la casa, cerrando la puerta tras de sí.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Helaena llegó a la escuela y se dirigió a su casillero para guardar sus cosas. Mientras acomodaba sus libros, un escalofrío recorrió su espalda, la sensación de ser observada era demasiado fuerte para ignorarla. Frunció el ceño y miró a su alrededor, pero no encontró nada fuera de lo normal. Aun así, la incomodidad permanecía.
— ¿Dónde está la chica más hermosa del mundo? —susurró una voz masculina detrás de ella antes de que dos brazos la rodearan por los hombros.
Helaena se sobresaltó y rodó los ojos al reconocer el tono juguetón.
—No hagas eso, Alejo —dijo con una sonrisa, cerrando su casillero—. Me asusto.
—Ni que fuera tan feo para asustarte —bromeó él, finciendo indignación.
Mientras caminaban juntos, Alejandro saludó con entusiasmo a su mejor amigo.
—¿Qué hay, Max?.
El audido apenas le dirigió una mirada antes de enfocarse de inmediato en Helaena.
—¿Daisy no vino contigo? —preguntó sin rodeos, ignorando por completo el saludo de su amigo.
Alejandro puso los ojos en blanco, exagerando su molestia.
—Se quedó con Lucía en casa, pero ya deben estar en camino —respondió Helaena con indiferencia, encogiéndose de hombros.
—Sí, claro, ignórame —se quejó Alejandro con sarcasmo—. Debes concentrarte, amigo, a cada rato: Daisy, Daisy, Daisy...
Helaena soltó una risa al ver la expresión de su novio.
—Es que estoy nervioso —se excusó Max, gesticulando con las manos—. Hoy será el día en que por fin le diga para ser mi novia.
—¡Te felicito! —aplaudió Helaena con una sonrisa.
—Y para eso necesitaré tu ayuda —anunció Max antes de jalar a Alejandro por el brazo, ignorando sus protestas.
—¡Te amo, linda! —gritó Alejandro antes de ser arrastrado lejos.
Helaena solo sonriendo, apoyándose contra los casilleros con un suspiro. En el extremo del pasillo, la hermana de Max la observaba fijamente, sin poder apartar la mirada. A su lado, Marylin hablaba con evidente desdén.
—No entiendo qué le ve Max a Daisy, la verdad. Es insoportable.
Pero la chica no la escuchaba. Sus pensamientos estaban en otra parte mientras murmuraba para sí misma:
—¿Por qué no puedo ser tan linda como ella...?.
Helaena escuchó perfectamente el comentario, pero no reaccionó. Simplemente giró sobre sus talones y se alejó, sin molestarse en mirarla. Había cosas más importantes en su vida que perder el tiempo con inseguridades ajenas.
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