i. Vampire

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Capítulo uno| Vampiro

El campamento de final de verano era la oportunidad perfecta para Helaena de escapar, aunque fuera por unos días, de su hermana y de sus interminables monólogos sobre el "gran amor de su vida". Un chico que, según su dramática historia, había sellado su destino al derramarle salsa de kétchup en la blusa.

Si alguien le preguntara a Helaena, diría que enamorarse por accidente culinario era una de las razones más absurdas que había escuchado, pero su hermana parecía convencida de que era el destino en su forma más pura.

Suspiró, apoyándose en la ventanilla del autobús mientras los árboles pasaban borrosos a su lado. No es que no quisiera a su hermana, pero necesitaba un respiro. Un poco de paz antes de volver a la rutina. Detrás de ella, las risas agudas y los comentarios venenosos de Marilyn—la eterna enemiga de su hermana—empezaron a llenar el autobús como un zumbido molesto.

—Y luego dicen que yo soy la dramática... —murmuró Marilyn con falsa inocencia—. Pero, claro, con una hermana como la suya, no me sorprende.

Helaena se quedó inmóvil. Un latido de silencio. Dos.

Exhaló lentamente, luego se quitó los auriculares y se giró en su asiento. Sus ojos se clavaron en Marilyn como si estuviera diseccionando a una presa antes de dar el golpe final.

—Lo que me sorprende es que sigas tan obsesionada con ella —dijo con una media sonrisa—. ¿Es admiración disfrazada de odio? ¿O solo envidia porque, a diferencia de ti, al menos alguien la recuerda después de que sale de una habitación?

Las risas de Marilyn se apagaron al instante. Sus amigas se miraron entre sí, incómodas.

Helaena inclinó la cabeza, disfrutando el silencio momentáneo.

—Si vas a seguir con la función, al menos intenta ser original. Ya aburres.

Y con eso, volvió a ponerse los auriculares y cerró los ojos como si la conversación nunca hubiera ocurrido. Pero la incomodidad en el aire le dijo que había ganado.

—¿¡Y tú por que te ríes Belinda?!.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

El autobús se detuvo con un chirrido metálico, levantando una nube de polvo en la entrada del campamento. Helaena bajó los escalones con su mochila al hombro, inhalando profundamente el aire fresco del bosque. Paz. O al menos, eso esperaba. Helaena respondió rápidamente los mensajes de sus padres, asegurándoles que había llegado bien. Guardó el teléfono en su bolsillo mientras se dirigía a su cabaña asignada. Pero en cuanto levantó la vista, sintió cómo su paciencia se evaporaba al instante.

Marilyn. Y Belinda.

Soltó un bufido, preguntándose qué había hecho en otra vida para merecer esto.

—Si creíste que habías ganado la pelea, Helaena O'Brian, déjame decirte que estás muy equivocada —chilló Marilyn apenas la vio entrar.

Helaena la ignoró por completo, dejando caer su mochila sobre la cama sin el menor interés en seguir la conversación. Pero, por supuesto, Marilyn no tenía intención de rendirse.

—¿Y se puede saber dónde está tu otra tú? —preguntó con falsa curiosidad, inclinándose ligeramente como si esperara ver aparecer a Daisy de la nada.

La castaña sonrió con frialdad y la miró de reojo.

—Escucha, Regina George —dijo, su voz impregnada de sarcasmo—. Mi hermana no pudo asistir. Y antes de que intentes hacer un comentario estúpido al respecto...

Se giró completamente, cruzándose de brazos y adoptando un tono casi condescendiente.

—Te haría una lista de todas las cosas que podrías hacer con tu tiempo en lugar de obsesionarte conmigo y con mi familia, pero me temo que tendría que explicártelas con dibujos.

Belinda soltó una risa ahogada, pero en cuanto Marilyn le lanzó una mirada fulminante, se aclaró la garganta y fingió que no había pasado nada.

Helaena arqueó una ceja.

—¿Algo más? ¿O ya terminaste tu intento fallido de protagonizar esta historia?

La rubia abrió la boca, pero no encontró una respuesta lo suficientemente afilada. Helaena sonrió satisfecha.

—Eso pensé.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Las actividades que la escuela había preparado para ellos resultaron ser una completa decepción, muy lejos de las expectativas que habían imaginado. Suspiró, aburrida, mientras escuchaba lo desafinado que sonaba el director al intentar cantar una canción de campamento. Miró a sus compañeros: algunos estaban profundamente dormidos, mientras que otros se distraían con sus celulares. Helaena se levantó con cuidado y se alejó del grupo para tomar un poco de aire fresco. Sin embargo, frunció el ceño al recibir una extraña llamada de su novio, Alejandro, quien, curiosamente, era el mejor amigo del chico del que su hermana estaba completamente enamorada.

Lo único que Alejandro mencionaba constantemente era un futuro que Helaena no había contemplado con tanta profundidad. Él imaginaba casarse y formar una familia juntos algún día, pero la verdad era que ella ni siquiera había considerado esa posibilidad. Con solo diecisiete años, su mente estaba enfocada en los exámenes de admisión y en lograr ingresar a una universidad.

—Solo imagínalo, Hela... una casa con un gran jardín, dos hijos, tal vez un perro... —decía él con emoción—. Seríamos felices, como en las películas.

Ella cerró los ojos un momento y reprimió un suspiro.

—Alejandro, apenas tenemos diecisiete —murmuró, sin saber muy bien cómo hacerle entender que su visión del futuro era completamente diferente.

—Lo sé, pero hay cosas que simplemente... se sienten bien —insistió él—. Y sé que nosotros somos una de esas cosas.

Helaena se mordió el labio, sintiendo un nudo en el estómago. Alejandro era un buen chico, sin duda. La trataba bien, la hacía reír... pero cada vez que hablaba de "ellos" en un futuro distante, la castaña sentía que algo dentro de ella se tensaba. No porque le asustara el compromiso, sino porque en el fondo, algo le decía que su historia no estaba escrita en ese camino.

—Escucha, Alejandro... —empezó a decir, buscando las palabras adecuadas para responder, cuando un ruido entre los arbustos la hizo sobresaltarse.

Giró la cabeza rápidamente, escudriñando la oscuridad.

—¿Hela? —preguntó Alejandro, notando su repentino silencio.

Ella tragó saliva y forzó una sonrisa.

—Nada, creo que un mapache acaba de invadir el campamento —bromeó, aunque la sensación de que no estaba sola la inquietaba.

El ruido se escuchó de nuevo, esta vez más cerca. Helaena, sin ofrecer explicaciones a su novio, cortó la llamada de inmediato.

—Katherine... —una voz masculina y desconocida sonó detrás de ella, provocándole un escalofrío.

Helaena se giró con el corazón latiéndole con fuerza y se encontró con un chico de cabello azabache y ojos penetrantes que la miraban con una media sonrisa, un destello de reconocimiento cruzando por su mirada.

—Uhm... no —respondió ella, frunciendo el ceño y lanzando una rápida mirada por encima de su hombro, esperando encontrar a otra persona—. Me llamo Helaena.

El brillo en los ojos del muchacho se desvaneció al instante. Bajó la mirada con una leve mueca, como si acabara de perder algo importante.

—Oh... tú... —murmuró, evaluándola con la mirada—. Te pareces a alguien.

—¿A Katherine? —preguntó ella, arqueando una ceja.

Él sonrió de lado, un gesto que parecía tan natural en él como respirar.

—Sí, pero eso no importa —su tono se volvió más ligero—. Damon —se presentó con una inclinación leve de cabeza.

Helaena lo observó con escepticismo antes de soltar una risa breve.

—No quiero sonar grosera, Damon, pero es un poco espeluznante encontrarte aquí, en medio de la nada.

Él alzó una ceja, divertido.

—Si de eso se trata, tú también estás aquí sola.

—Estoy con mi escuela, acampando —respondió, señalando con la cabeza hacia las luces de las fogatas a lo lejos—. Necesitaba un descanso.

—¿De qué?

Ella suspiró y alzó su teléfono.

—Una discusión con mi novio.

Damon inclinó la cabeza con curiosidad.

—¿Sobre qué? ¿Puedo preguntar?.

Helaena vaciló un instante, pero luego se encogió de hombros.

—Vida, futuro... lo tiene todo planeado —confesó con una mueca—. Y yo ni siquiera sé qué quiero.

Damon soltó una risa breve y ladeó la cabeza con diversión.

—Oh, vamos, eso no es cierto.

—¿Ah, no? ¿Desde cuándo eres experto en lo que quiero?.

—Digamos que he estado por aquí el tiempo suficiente para aprender algunas cosas.

Helaena cruzó los brazos, sonriendo con un deje de desafío.

—Entonces dime, oh sabio extraño de la noche, ¿Qué es lo que quiero?.

Damon la miró fijamente, y por un segundo, el aire entre ellos pareció volverse más denso, más eléctrico.

—Quieres un amor que te consuma —murmuró, dando un paso hacia ella.

Helaena sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Quieres pasión, aventura... —su voz bajó apenas un susurro— y un poco de peligro.

El corazón de Helaena latió con fuerza contra su pecho. Damon sonrió, como si pudiera escucharlo.

—Dime, Helaena —su mirada atrapó la suya, como un abismo imposible de ignorar—. ¿Me equivoco?.

Ella abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron. Porque, por primera vez en mucho tiempo, alguien había dicho exactamente lo que ella sentía en su interior, lo que nunca había admitido en voz alta.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Lo que había ocurrido con el chico que al parecer se llamaba Damon, podría haber sido el inicio de una película de terror si se pensaba en términos convencionales. Pero Helaena no lo veía así. Había algo en la manera en que él la miraba, una intensidad que no podía simplemente ignorar, aunque no entendiera bien qué era. Sin embargo, no se permitió pensar demasiado en eso. Era una noche oscura y fresca, y prefería regresar al campamento antes de que cualquier pensamiento extraño la atrapara.

Tomó un camino que la llevaría de vuelta al grupo, pero algo en el aire parecía haber cambiado. Un escalofrío recorrió su espalda mientras sus pasos se volvieron más rápidos, como si algo estuviera acechando en las sombras. Miró a su alrededor, buscando cualquier indicio de que alguien o algo estuviera allí. La oscuridad era profunda, y el sonido del viento entre los árboles la hacía sentir más vulnerable que nunca.

Entonces lo vio.

Un hombre, al principio no mucho más que una silueta oscura entre los árboles. Helaena se detuvo en seco, los latidos de su corazón acelerándose mientras él se acercaba. Su piel pálida, casi translúcida, brillaba débilmente bajo la luz de la luna. Tenía los ojos completamente rojos, y su respiración parecía profunda y pesada, como si estuviera luchando contra algo dentro de él.

—¿Quién... eres? —preguntó Helaena, tratando de sonar firme, aunque su voz tembló ligeramente.

El hombre la miró, sus labios se curvaron en una sonrisa salvaje, casi descontrolada.

—No puedo... —murmuró con dificultad, como si estuviera hablando consigo mismo—. No puedo controlarme...

Antes de que pudiera reaccionar, el vampiro saltó hacia ella con velocidad sobrenatural, atrapándola antes de que pudiera dar un solo paso hacia atrás. La fuerza con la que la sujetó fue abrumadora, y Helaena luchó en vano por liberarse. El vampiro, desbordado por su hambre, no le dio tiempo para pensar, y en un parpadeo, sus colmillos ya estaban hundidos en su cuello.

El dolor fue inmediato, intenso, y su cuerpo se tensó al máximo, pero algo dentro de ella también se encendió. El vampiro no era un ser evolucionado, un "vamplox."

Apenas logró juntar fuerzas para apartarlo, usando cada gramo de su energía, el vampiro retrocedió, dejando escapar un gruñido bajo.

Helaena cayó al suelo, respirando con dificultad. La herida en su cuello ardía, pero sentía que algo más fluía por sus venas. Algo que no estaba acostumbrada a sentir.

El vampiro la observaba desde una distancia, como si dudara si debía acabar con ella o no.

—Eres... diferente —murmuró, como si estuviera sorprendido—. Esto no debería haber pasado.

Helaena lo miró fijamente, con los ojos entrecerrados, sabiendo que no tenía tiempo para mucho más. Se levantó a duras penas tocando su cuello con dolor, su cuerpo comenzaba a sentirse como si estuviera desmoronándose, pero algo dentro de ella la mantenía alerta.

Fue entonces cuando un grito en la distancia la hizo girarse bruscamente.

—¡Helaena!.

 La figura que apareció entre las sombras no era otra que Damon. Pero no era el mismo Damon con el que había hablado antes, no era el chico que le había sonreído con una chispa de misterio. Sin decir una palabra, el chico levantó una de sus manos y el aire a su alrededor cambió drásticamente. La oscuridad parecía cobrar vida a su alrededor, como si las sombras de los árboles, las rocas y el mismo suelo se torcieran y se alinearan a su voluntad. Las sombras se alzaron, creando una barrera de oscuridad que rodeó a Helaena y el vampiro, impidiendo que cualquiera de los dos pudiera moverse con libertad.

El vampiro, retrocediendo con cautela, su expresión de hambre había sido reemplazada por una de miedo.

Damon se acercó, con una seriedad y frialdad en su rostro, mientras las sombras continuaban a su alrededor, como si estuvieran esperando su orden.

—No te atrevas a tocarla otra vez —dijo entre dientes, colocando a la castaña detrás de él. Helaena seguía desorientada y sin capaz de mover alguna parte de su cuerpo.

El vampiro se tensó, sus ojos estaban llenos de terror al reconocer el poder que emanaba de Damon. Sabía lo que era, lo que había hecho, y lo que estaba a punto de hacer.

Con un gesto rápido de su mano, el azabache liberó una ráfaga de sombras que envolvieron al vampiro, atrapándolo en una prisión oscura. El vampiro luchó por liberarse, pero las sombras eran implacables, sujetándolo con una fuerza sobrenatural que le impedía moverse.

Helaena, a pesar del dolor en su cuello y la debilidad que la invadía, observó con fascinación cómo Damon controlaba la oscuridad con tal facilidad, como si estuviera jugando con ella.

—No te apartes de mí —dijo Damon sin mirarla, su atención seguía fija en el vampiro atrapado. Este mismo estaba gritando, pero sus palabras eran ahogadas por la presión de las sombras. 

La castaña sintió una extraña sensación de alivio, aunque su mente luchaba por procesar lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo era posible que alguien pudiera manipular las sombras de esa manera? ¿Y por qué Damon parecía tan... diferente?.

El vampiro comenzó a desvanecerse entre las sombras, sus gritos cesaron poco a poco hasta que quedó completamente silenciado, y las sombras se disiparon en el aire, llevándose con ellas la amenaza.

Damon volvió a mirarla, pero esta vez su expresión cambio, ahora estaba más relajado.

—¿Estás bien? —preguntó con calma, como si lo que acababa de suceder no fuera nada fuera de lo común.

Helaena asintió—. ¿Qué... qué fue eso? —preguntó, intentando encontrar alguna explicación lógica, pero su voz temblaba ligeramente por la adrenalina.

El azabache la miró fijamente por un largo momento, sus ojos brillaban con una intensidad extraña, como si estuviera considerando decir algo, pero finalmente se limitó a encogerse de hombros.

—Es un talento que tengo... —dijo, restándole importancia con una sonrisa—. Las sombras siempre me han obedecido.

La castaña asintió débilmente, su mente aún luchando por procesar lo que acababa de suceder. Llevó una mano temblorosa a su cuello, sintiendo la herida punzante, y una punzada de dolor la hizo jadear. Sus párpados pesaban, su visión comenzaba a nublarse y un agotamiento abrumador la invadió como una marea imparable.

—Yo... creo que... —susurró, tambaleándose sobre sus propios pies.

Pero antes de que pudiera terminar la frase, sus rodillas cedieron y su cuerpo se inclinó hacia el suelo.

—¡Helaena! —exclamó Damon, moviéndose con velocidad para atraparla antes de que tocara el suelo.

La sostuvo con firmeza, su brazo rodeo su cintura mientras la bajaba con cuidado. Su respiración era errática, y su piel estaba más fría de lo que debería. Damon frunció el ceño, evaluando la gravedad de su estado.

—Mierda... —murmuró entre dientes, observando la marca en su cuello, la sangre aún seguía fresca.

Era habitual que sus colmillos emergieran al percibir la sangre, pero esta vez no lo hicieron; de hecho, ignoró por completo su olor y se centró únicamente en cómo podía ayudarla.. Helaena, apenas consciente, se aferró débilmente a su camisa y él sintió su respiración cada vez más lenta.

—Aguanta un poco más Helaena —ordenó con voz baja—.Por favor.

Sabía que debía actuar rápido. Y, por primera vez en mucho tiempo, sintió una urgencia que no estaba acostumbrado a experimentar.

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