Capítulo 2: Get it In!


Le tomó casi toda la noche poder idear un peinado que no se viera en absoluto femenino. Cientos de revistas yacían esparcidas a su alrededor con hojas rasgadas de los chicos más guapos que encontró en cada una de ellas; en un intento de copiar el estilo de ellos. Aunque el cabello sin duda alguna había sido lo más sencillo de cambiar, pues encontrar una manera de poder esconder los atributos que la diferenciaban de cualquier chico fue todo un reto, hasta que una idea llegó a su cabeza. Con una vieja faja logró disimular considerablemente el tamaño de su busto, aplanándolo casi por completo y para dar el toque final cambios sus finos vestidos por una vestimenta más tosca.

Amy se vio al espejo nuevamente, sin poderse reconocer. Su cabello antes suelto y con movimiento ahora yacía en punta, con un flequillo que tapaba parcialmente su visión; un peinado popular en las bandas de chicos que a ella tanto le gustaba, así que consideró que sería lo más acorde a ella. Su vestimenta era una simple playera negra un par de tallas más grandes y unos pantaloncillos sueltos con unas viejas zapatillas. Nunca se había visto tan descuidada en su vida, pero estaba segura que así pasaría por un chico.

–Bien...– musitó para verse inconforme por su nueva apariencia –El cabello crecerá– murmuró en un intento de darse ánimo, después de todo no quería parecer un chico toda su vida. –Según Sally hoy es el último día para aplicar, así que más me vale darme prisa; si logró hacer que me acepten como recluta sólo deberé de sobrevivir el mes del programa de capacitación, probándoles a todos que puedo ser tan fuerte como un hombre.

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Arribó al lugar de reclutamiento viendo a varios chicos ir y venir, vestidos tal cual ella. Al menos la selección de ropa parecía haber sido la adecuada. Amy tomó aire en un intento de armarse de valor, pues éste sería el primer gran paso para lograr conseguir su recompensa.

–Se como ellos– murmuró para sí y ver el caminar desganado o rígido de quienes la rodeaban.

Amy relajó sus músculos para así empezar a caminar de la manera más masculina que pudo, lo cual llamó la atención de quienes la rodeaban, sonrojándose avergonzada por lo que asumió era un extraño caminar.

–Siguiente– escuchó decir captando la mirada del chico quien parecía estar a cargo de los registros.

–Amm...– murmuró para carraspear la garganta en un intento de ocultar su femenina voz por una más grave –Vengo a registrarme– habló con una falsa seguridad y una sonrisa nerviosa.

El halcón apenas levantó la mirada para de pronto preguntarle: –¿Tú nombre?– le preguntó sin interés. Lo había conseguido, había pasado por un chico, o ya la hubiera rechazado ¿cierto?

–Soy Am...– calló de pronto, olvidando por completo el hecho de idear un nombre para su perfecto disfraz; una parte de ella no creyó que llegaría tan lejos. –Soy Am... Amus– murmuró sin convicción la eriza –Es... amm... un nombre masculino... ¿cierto?– inquirió casi en forma de aprobación.

–Sí, supongo­– respondió desganado sin levantar la vista de la hoja de registro mientras apuntaba sus datos –¿Edad?

–Eh, 21 años– respondió ella sin dudar.

–Bien, toma tus cosas y dirígete hacia el área de transporte– señaló con su pluma al lugar donde un autobús aguardaba mientras diferentes chicos abordaban el mismo –Y llegarás al campamento para iniciar tu entrenamiento.

–¡¿Eh?!– exclamó ella con sorpresa –¡¿Debo irme ahora?! – preguntó alarmada, obviando ocultar su voz aguda; provocando que el halcón verde levantara su vista del papel para arquear una ceja por su particular reacción. Amy carraspeó su garganta nuevamente intentando recobrar la compostura ante la noticia –Es decir– dijo en grave voz –No traje nada conmigo, yo pensé...

–Escucha, este es el último autobús, si no vas ahora deberás a esperar las siguientes convocatorias en 6 meses. Tú decides.

Amy lo vio inconforme por su inflexibilidad. No sabía qué hacer, si se negaba perdería la apuesta, pero por otro lado no había preparado nada para llevar consigo y mantener aquella mentira por un mes. Amy escuchó un pesado suspiro por parte del reclutador quien la miraba con enfado ante su indecisión.

–Te darán todo lo que necesitas allá, si quieres estar con nosotros te recomiendo que te muevas, ahora– ordenó exasperado.

–Eh... ¡sí!– asintió con la cabeza, sabiendo que ya no tenía más tiempo que pensar.

El reclutador le dio un pedazo de papel en donde yacían sus datos y el sello de aprobación de la organización. Amy esbozó una amplía sonrisa para despedirse con una corta reverencia y correr al lugar señalado por el halcón. Observó el bus de color verde musgo con las letras de G.U.N a un lado del mismo. Estaba sucediendo, lo iba a hacer.

–¡Andando!– escuchó decir a sus espaldas, sobresaltándose –¡Él es el último!

Amy sintió como era empujada por la espalda para adentrarse casi a rastras al autobús, en donde varios chicos de aspecto serio yacían ya posicionados, en la espera de la partida. Su corazón se aceleró nerviosamente ante la realidad que chocaba contra ella.

–¿Piensas tomar asiento o esperas una invitación?– preguntó el chofer con sarcasmo.

–¡Ah!, ¡Sí!– dijo apresurada para sentarse en el asiento próximo.

Amy no estaba acostumbrada a un trato tan tosco y serio, en general la gente cuando ella llegaba a algún lugar era muy amable y cordial. Era algo que lo debería de acostumbrarse en su nueva identidad como chico.

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Llegó al lugar para descender insegura del autobús y ver así por primera vez un campo militar. Observó amplías áreas verdes y pequeñas bodegas metálicas con números a los lados, sintiéndose abrumada.

El sonido de un silbato la hizo despertar para que un erizo verde viera a los nuevos reclutas con intensidad; haciéndola estremecer.

–¡En formación, ahora!– exclamó en un gritó, organizándose todos así de frente al autobús rápidamente. –Tiene que ser una broma, ¿esto es lo mejor que pudieron encontrar en tan poco tiempo?– bufó molesto –A ver, ¿quienes de ustedes niñitas cree que tiene lo necesario para poder estar en mi escuadrón?

Amy observó al erizo verde, quien la miraba de forma amenazadora, encogiéndose de hombros en su lugar; ella sólo quería aprobar el entrenamiento, y esperaba ir a un lugar donde no le hicieran las cosas tan complicadas. –¡Yo señor!– escuchó al unísono por parte de los chicos que yacía a su lado con una expresión seria y autoritaria, viéndolos con asombro. Realmente eran todo lo que se podía esperar de un soldado de los G.U.N

–¿Uh?– exclamó el erizo verde para dirigir su atención hacia ella, haciéndola tragar pesado –¿Qué hay de ti?– preguntó directamente.

–Ammm...– murmuró sintiéndose acorralada –S-Sí... señor...– dijo a tan baja voz que apenas pudo escucharse a ella misma.

–Eres un ser patético– se mofó para desviar su mirad de ella –¡¿Y tú?!– preguntó dirigiendo su mirada a otro recluta, provocando que ella recuperara el aire nuevamente.

–Y-Yo... eso creo... es decir...– escuchó decir a alguien tan nervioso como lo estaba ella. Amy intentó asomar su cabeza para distinguir quién podría ser, pero la intensa mirada del erizo verde la detuvo de seguir para reacomodarse en la fila y su vista hacia el frente.

–Yo, intento de soldados mediocres, soy el Capitán Scourge the Hedgehog– se presentó el erizo verde con aires de superioridad –Y de ahora en adelante, sus vidas y todo lo que concierne a ésta son mías– esbozó una sonrisa maliciosa –Espero estén listos para este mes, pues les puedo jurar que haré que el infierno parezca un viaje al campo en comparación con lo que les tengo planeado.

Amy lo vio con temor, entendiendo que había cometido un terrible error. Este erizo estaba más loco de lo que alguna vez imaginó. Eso era todo, estaba lista para decir quién era realmente y regresar a casa, estaba segura que si le contaba a Sally sobre lo que había vivido le perdonaría la deuda. Amy abrió la boca temerosa, lista para descubrirse cuando escuchó a alguien adelantársele.

–Scourge creo que ya es suficiente– escucharon todos decir para ver caminar con gran porte a un erizo hacia ellos –Estoy seguro que esto no será un paseo al infierno, pero sí les puedo decir que aquí se retarán sus habilidades físicas, cognitivas y emocionales. Este entrenamiento no es para cualquiera, pero con trabajo duro pueden completarlo satisfactoriamente.

Amy fijó sus ojos en el erizo detenidamente, esbozando un amago de sonrisa; sin lugar a duda él se miraba como alguien sensato, a diferencia del erizo verde. Observó su expresión seria y ojos color verde esmeralda, los cuales inspeccionaban la fila de reclutas frente a él, hasta que de pronto detuvo su mirar en ella, provocando que su cuerpo se tensara ante el escudriño de su mirada. ¿Acaso él podría ver a través de su disfraz?

–Peculiar– murmuró al fin para soltar su mirada de ella, aliviándola al no ser descubierta –Yo soy el Capitán Sonic the Hedgehog, y junto con el Capitán Scourge estaremos a cargo de ustedes durante este mes.

–Así es– reafirmó el erizo verde amenazante –Así que bola de niñitas entreguen sus formularios– ordenó Scourge para caminar frente a Amy y estirar su mano; parecía que esperaba que ella le entregará algo.

–Amm... ¿formularios?– repitió Amy sin entender.

El erizo verde rodó sus ojos en señal de exasperación, gruñendo exasperado –¡El maldito papel de registro!– aclaró iracundo.

–¡Oh sí!– asintió sobresaltada, para del bolsillo de su pantaloneta sacar aquella hoja doblada a la mitad –Aquí...

Scourge se la arrebató de golpe antes de que pudiera completar su frase, para así leer rápidamente sus datos y verla con desdén –Bien rosadito, tú eres el recluta 3991– indicó haciendo una firma rápida y lanzándole de regreso la hoja para que ella lo atrapara con torpeza –Ve por tus cosas hacia allá– indicó para ir al siguiente chico y repetir la acción. Amy buscó con la mirada hacia donde se suponía que debería de ir, pero no lograba visualizar ni un alma alrededor. Se volteó al capitán para poder preguntar por indicaciones cuando la mirada fría e iracunda de Scourge le impidió proseguir –¡Por todos los cielos!– vociferó –¡¿Acaso eres retrasado o qué te pasa?!– le gritó haciéndola retroceder un par de pasos temerosa, topando con el autobús tras de ella –¡Sonic, este incompetente estará contigo!– indicó para que le erizo azul, quien yacía en el extremo opuesto de la fila pidiendo la misma papelería, frunciera el ceño en señal de molestia. –¡Hacia allá!– indicó tomando su rostro con rudeza obligándola a ver el distante y casi invisible puesto donde debía de ir a continuación –¡Ahora ve!– ordenó empujándola con rudeza para que caminara torpemente, casi cayendo al suelo.

Amy lo vio de reojo con terror asintiendo rápidamente y correr lejos de él tan rápido como sus torpes piernas se lo permitieron. Siguió su carrera por lo que parecía una brecha interminable hasta detenerse a varios metros del puesto de entrega de insumos, sintiendo su pecho arder por el ejercicio extenuante. Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, provocando que los cerrara intensamente en un intento de contener las emociones que la atormentaba.

–Todo esto fue un error...– murmuró en voz baja para restregar sus ojos con fuerza, intentando no quebrarse ante la abrumadora presión.

–¿Está todo bien?– escuchó decir a sus espaldas, sobresaltándose. Amy secó sus traicioneras lágrimas con velocidad para ver a sus espaldas a un zorrito de dos colas verla preocupado. Por fin un ser que no parecía un robot o solado perfecto; siendo ese el primer gesto de amabilidad que había recibido en todo el día.

–Amm... sí– asintió esbozando una dulce sonrisa, provocando que el zorrito lo viera extrañado, tal vez había sido demasiado femenina. Amy carraspeó su garganta, recordando las cientos de revistas que había leído sobre chicos y su comportamiento para así sonreír más sueltamente y decirle: –¡Claro que sí!– dijo animada golpeando suavemente el hombro del zorrito con su puño, provocando que arqueara una ceja por su respuesta. –Amm... es decir, esto es normal entre varones, es decir entre nosotros, nada que un hombre varonil como yo no pueda tolerar– alardeó golpeando su pecho con su puño y lastimándose en el proceso, intentando disfrazar su expresión de dolor con una forzada sonrisa.

–Ammm de acuerdo...– dijo el zorrito incómodo –Es sólo que el Capitán Scourge fue bastante rudo antes.

–Sí bueno...– murmuró para borrar el golpe inicial de energía que había tenido –Es sólo un mes lo que tendré que soportarlo– concluyó con pesar.

–¿También te obligaron a venir?– inquirió el zorro con una expresión de abatimiento.

–Sí, algo así– respondió con un amago de sonrisa rascando la parte trasera de su cabeza. Parecía que no era la única que no parecía encajar en ese mundo de chicos rudos y sudorosos –Soy Am... Amus– se presentó para estirar su mano hacia el zorrito. Aún tenía dificultades para acostumbrarse a su nuevo nombre.

–Soy Miles– dijo devolviéndole el apretón de manos –Miles Prower, mis amigos me dicen Tails– le sonrió –Aunque para el capitán me parece que ahora soy recluta número 2991– dijo casi en tono de burla.

–Es un gusto, Tails.

–¡Hey, ustedes dos!– escucharon de pronto para ver al erizo azul acercarse –¡Andando!

Amy asintió con rapidez junto con el zorro para continuar su camino hasta poder recibir una mochila, la cual contenía un par de playeras blancas, pantalones de color verde musgo, un par de botas militar y utensilios básicos de limpieza como desodorantes, cepillo de dientas y un cepillo para el cabello. Seguramente le faltarían cosas "básicas" a su gusto, pero por el momento deberían de bastar.

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La mandaron al recinto S-B, una bodega de considerable tamaño en el jardín del lado Este. Entró junto a los demás con timidez para admirar las instalaciones ovaladas. Fijó su mirada al techo abovedado para ver tres grandes hélices rotar lentamente así como pequeñas ventanas que apenas daban la suficiente luz al recinto. Amy caminó hacia los adentros por un pasillo que de lado a lado tenían pequeños cubículos con puertas automáticas que se abrían al más mínimo movimiento. Dentro de los mismo pudo distinguir dos camas pequeñas con una sabana verde olivo y una almohada tan plana como una hoja de papel; en el centro de las pequeñas habitaciones pudo ver un espejo a la altura de su rostro. Amy leyó de nuevo aquel pedazo de papel que le habían entregado junto a su cosas para buscar lo que asumiría sería su habitación y buscar el número 6, una habitación que yacía casi en la entrada del recinto. Al entrar se percató que compartiría habitación como todos los demás, haciéndola sentir incómoda. Eso significaría que debería de continuar con su mentira incluso al dormir.

–Parece que seremos compañeros– escuchó decir a sus espaldas para ver al zorrito de aquella tarde con una amplía sonrisa. Una verdadera sonrisa se pintó en sus labios, era el único ser que había sido amable con ella desde que había iniciado esa travesía. Se alegraba que fuese él –Elige la cama que quieras.

–Sí, gracias– dijo para escoger la cama a su mano derecha y sentarse sobre el duro e incómodo colchón, nada parecido al de plumas que tenía en casa.

–Tuvimos mucha suerte– habló Tails para empezar a desempacar.

–¿Por qué lo dices?– inquirió la eriza rebotando sobre su cama en un intento de hacerla más cómoda.

–En general los nuevos reclutas duerme en un gran dormitorio con literas unas a la par de las otras sin nada de privacidad, sin embargo, escuche que todas las áreas estaban ocupadas por los soldados que entraron el mes pasado– explicó –Estas son las instalaciones de soldados con mayor rango, pero debido a la necesidad nos las prestaron a los nuevos reclutas.

–Wow, eso es sin duda mucha suerte– dijo sinceramente; no se imaginaba tener que pretender ser un chico entre tantos.

¡Soldados!– escucharon en el pasillo, sabiendo que debían de salir aprisa y ponerse en formación cuales reclusos. Amy se paró con su espalda recta y sus brazos detrás de su espalda con su vista al frente, como todos los demás. Aprendía rápido. –Ustedes son mi tropa ahora y estarán bajo mi cargo– explicó el erizo azul quien llegaba con una tabla sujetapapeles mientras leía los papeles que yacían sobre ésta. Amy suspiró aliviada, no se imaginaba estar bajo el comando del Capitán Scourge –Pero que les quede claro que eso será únicamente para lo que concierne el uso de estas instalaciones, Scourge y yo estamos a cargo en conjunto en los entrenamientos. Les aconsejo no hacerlo enojar pues no responderé por ninguno de ustedes si él dispone de algún castigo poco ortodoxo– mencionó para dirigir su mirada a la habitación 6, en donde ella y el zorrito yacían de pie. Era más que obvio que hablaba de ellos dos. –Veo que ya conocen sus habitaciones, de este lado se encuentran los baños y duchas conjuntas– señaló con su pluma a su izquierda. Amy se sobresaltó al escuchar la palabra duchas conjuntas, eso era peor que tener que dormir con todo el escuadrón en la misma habitación. –Tienen el resto del día para acomodarse, mañana empezaremos el entrenamiento a las 5 mil horas. Rompan filas– concluyó el erizo azul.

Todos los reclutas regresaron a sus habitaciones, todos menos ella, quien no podía creer lo que había escuchado. Amy corrió a velocidad al área del baño para ver las duchas, y tal como él le había dicho eran regaderas una a la par de otra sin ningún tipo de división. Los inodoros eran los únicos que contaban con puertas, si es que una cortina de tela fina podía llamarse puerta. –Tiene que ser una broma...– murmuró sintiendo cómo empezaba a hiperventilarse. Amy corrió de regreso para ver al erizo azul revisar diversos papeles, aún de pie en el pasillo, esbozando una sonrisa ante su presencia. Estaba segura que él podría ayudarla.

–Amm... Capitán– llamó Amy con cierta timidez, caracterizada de su versión femenina. El erizo la vio de reojo con una expresión de desdén, para luego ignorarla. –Eh... ¿Capitán?– llamó nuevamente a baja voz, sin obtener respuesta. –¿Me escucha?, yo...

–Si vas a dirigirme la palabra hazlo como lo hace un hombre, no una niña scout– cortó el erizo azul para empezar a caminar.

–¡E-Espere!– exclamó para seguirlo a prisa –¡T-Tenía una duda capitán!– habló tan masculina como pudo.

–Ajá...– dijo sin despegar su vista de los papeles frente a él.

–Bueno, me preguntaba si era posible... ammm... poder bañarme en alguna ducha privada, es... bueno... no me gusta bañarme con otros– murmuró sonrojándose avergonzada.

El erizo azul paró de golpe haciendo que ella detuviera su marcha por igual, confundida. Sonic esbozó una media sonrisa para voltearla a ver divertido, haciéndola sentir extraña, no sabía si eso era una buena señal o no.

–¿Baño privado?– repitió con un dejo de burla en su voz –¿Te gustaría una habitación privada también?

–¡Eso sería maravilloso!– exclamó Amy con alegría.

–¡Soldados!– llamó el erizo azul provocando que el barullo acallara y que todos salieran nuevamente de su habitación. –El Soldado 3991 me ha solicitado una habitación individual y un baño privado, sin lugar a duda alguien en mi escuadrón cree que tiene más relevancia que el resto.

–¡No, no!– negó alarmada sintiendo las miradas intensas de sus compañeros –¡Yo sólo...

–¡A callar!– ordenó Sonic para sujetarla de su playera y elevarla del suelo, dejándola en puntillas –¡Jamás te atrevas a hablar mientras yo lo hago! ¡Haz entendido!

–S-Sí...– murmuró con un trago pesado mientras aquellos ojos esmeralda la miraban con rabia.

–¡¿Sí qué?!

–¡Sí Señor!– gritó aterrada.

Sonic la lanzó al suelo con brusquedad para que ella cayera de bruces sobre el sueldo de concreto, con su respiración acelerada y con el llanto trabado en la garganta. Nadie jamás le había denigrado tanto y sabía que nadie la defendería o hablaría a su nombre, después de todo no era una mujer, era sólo otro chico más.

–¡Tú!– señaló Sonic al joven zorro que miraba todo con temor a la distancia –Soldado 2991– llamó con su mirada intensa. –Tráeme el cepillo de dientes de tu compañero de habitación, ¡Ahora!

Tails asintió la cabeza y con velocidad buscar entre la maleta sin desempacar de su compañero para llevar el objeto solicitado al capitán tan rápido como pudo. Sonic tomó el cepillo de dientes y así fijar su vista al erizo rosa que seguía el suelo con su mirada en el concreto, sin moverse.

–Este lugar necesita una buena limpieza, ¿no lo crees?– inquirió el erizo azul con un amago de sonrisa –Límpialo– ordenó para dejar caer el cepillo de dientes frente a ella –Con esto.

Amy vio aquel cepillo que era de su propiedad yacer frente a ella. Mordió su labio inferior con fuerza, sintiendo como las lágrimas empezaban a sobresalir de sus ojos ante la incapacidad de decir o hacer algo. Apretó sus puños con fuerza en un intento de no quebrarse en ese mismo lugar, agradeciendo al Chaos que no pudieran ver su rostros.

–Para hoy– indicó el erizo azul para regresar su vista a los papeles frente a él retomando aquella actitud serena y seria –Que no falte ni un solo lugar por limpiar– expresó –¿Has entendido?

–Sí...– murmuró Amy casi inaudible, intentando que su voz no se quebrantara.

–¿Sí qué?

–Sí... señor– espetó como las palabras más amargas jamás pronunciadas.

–¡Los demás rompan filas!– ordenó el erizo azul –Les recuerdo que este no es un hotel y yo no estoy a sus servicios; si alguien más quiere una consideración especial, pues...– calló para ver al erizo rosa a sus pies –Estoy seguro que el soldado 3991 necesitará ayuda– dijo divertido –Es todo.

Lo escuchó alejarse de ella al igual que los demás, entendiendo perfectamente su posición. Ella era sólo un número. Gotas saladas empezaron por mojar el suelo bajo de ella, y como pudo evitó sollozar, después de todo los sentimientos no existían en la milicia. Con una mano temblorosa tomó aquel cepillo que estaba casi segura que no se lo cambiarían, y tal como el erizo azul le ordenó empezó a tallar el suelo bañado en sus propias lagrimas.

¡Gracias por todos sus comentarios! Espero el segundo capítulo les haya gustado este capítulo tanto como a mi escribirlo. Nuestra Amy tendrá que encontrar la manera de adaptarse a la milicia y fallecer en el intento. Capítulo 3: Día 1.

¡GrAcIaS pOr LeEr!  

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