Capítulo 8

Después de que se fuera a su casa, estuve ordenando la mía para mantenerme con la cabeza ocupada y no pensar en lo que, en un abrir y cerrar de ojos me estaba pasando. Mi vida se había puesto patas arriba de un día para otro, aunque no entendía por qué tuve que volver a Madison cuando murió Daphne.

Al terminar de ordenar toda la casa, me fui al salón y me senté cómodamente en el sofá, encendí la televisión y estuve pasando las cadenas hasta que vi uno, el cual no me interesaba, pero sí podría entretenerme. Pero, de repente, mi móvil empezó a sonar. Así se tiró toda la tarde, sonando a cada rato, pero no quería contestar para no interrumpirme. El móvil estaba sonando en la mesita enfrente del sofá, estiré el brazo derecho para coger el móvil y leer el nombre de la persona que me estaba llamando. Era James.

— Hola James — saludé en cuanto descolgué.

— Nancy, ¿me llamaste esta mañana?

Cuando preguntó aquello me maldecí internamente ya que Leyna me dijo que no lo hiciera, ya ni me acordaba que lo había llamado, pero, ya que me había respondido a la llamada no podía dejarle así, aunque tampoco iba a mentir ya que, si podía aportar algo a la investigación, lo iba a hacer.

— Sí, quería hablar contigo sobre la investigación, ¿qué tal va?

— Me lo temía — suspiró con pesadez —. Va bien, o eso creo. Todavía no se ha encontrado sospechosos y parece que los crímenes de ese estilo han parado. Es como si al asesino se le hubiera tragado la tierra.

— ¿No se tiene ni una pista?

— No, mandamos a analizar el cuchillo que se encontró junto aquel hombre y está limpio de huellas. Barajeamos la hipótesis de que lo hubiera limpiado después de matarlo o, en su defecto, que utilizara guantes para no dejar ni una huella. No tenemos ni una pista, Nancy.

Llevé mi espalda al respaldo del sofá con brusquedad por la frustración que tenía al escuchar que no tenían nada. Si no encuentran nada el caso se archivará y no se podrá hacer nada, en resumen, no se podrá hacer nada en el caso.

— ¿Y en el caso de Daphne? — pregunté con esperanzas de que hubieran encontrado algo para arrojar luz a su caso.

— Pasa lo mismo. He investigado y, como te dije aquel día, el modo superandi del asesinato de Daphne y la del hombre del primer caso, es el mismo. Eso me lleva a pensar que la misma persona que mató a aquel hombre, es muy probable que sea el mismo asesino de Daphne. También, encontramos al lado de la cama un cuchillo, pero, lo mismo pasó, sin huellas dactilares para poder buscar sospechosos.

Al escuchar eso cerré los ojos para no llorar ya que las lágrimas amenazaban por salir. ¿Cómo pudiera ser posible que no hubiese huellas por ningún lado? Tendría que ser imposible que a esa persona se la hubiera tragado la tierra.

— A decir verdad — empezó a hablar James —, tenía ganas de hablar contigo. Michael me dijo que te habías ido y que te dejó en el aeropuerto...

— James, no te pongas ahora sentimental — le interrumpí en tono de burla —, si me vas a regañar por no despedirme de ti fue porque tomé esa decisión precipitadamente. A decir verdad, si Michael no hubiera estado allí tampoco me hubiera despedido de él — añadí seriamente para indicarle que estaba hablando en serio.

— Por ahí no iban los tiros y no, no te iba a regañar por eso, tú y yo nunca nos hemos llevado más allá de una relación cordial de compañeros de trabajo — se cayó por un instante —. En verdad, quería hablar contigo porque hablé con los padres de Daphne y me dijeron cosas de ti que nadie de la comisaría sabía y que en tu expediente no están — al decir todo eso su tono de voz se tornó serio —. ¿A dónde te fuiste?

— Madison, Washington.

— Vale, ¿te importaría si voy mañana a visitarte?

— Dile que no venga, díselo — ordenó Twila sulfurada.

— ¿Para hablar sobre lo que te han dicho los padres de Daphne?

— No, porque le importas y quiere cuidarte — respondió Twila con sarcasmo —. Se ha enterado que has hecho una negligencia en el trabajo, lo vas a perder ya que no vas a poder mentir.

— Exacto.

— Claro, no hay problema — intenté sonar segura —, ¿te paso la dirección por WhatsApp?

— Por favor.

Después de colgar, le mandé la dirección de la casa en la que me estaba hospedando. Tras hacerlo, el pánico me inundó y no sabía que más hacer. Tampoco sabía que los padres de Daphne le habían contado a James ni que Daphne contaría a sus padres sobre mí.

— Bien, ¿ahora qué? ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer? A saber lo que los padres de tu querida amiga les hayan contado a James. Estamos jodidas, aunque pensaré en algo para que todo esté bien.

— ¡Cállate! No te necesito — dije en voz alta —. Además, no hay nada de lo que temer.

— No, es cierto, no hay nada por lo que temer — dijo de forma burlona mientras se reía —. Los padres de tu amiga del alma te han delatado, seguro que les ha dicho todo lo que ella sabía de ti, tanto lo bueno como lo malo.

— ¡Cállate y déjame pensar!

No me quedaba otra opción, tenía que llamar a Leyna para contarle que James me había llamado y lo de su visita por algo que los padres de Daphne le contaron. Cogí el móvil que había dejado sobre el sofá y llamé a Leyna para que viniera.

— ¿En serio? Sabes que se cabreará por haber hablado con James, mira que eres tonta e ingenua.

— A ti eso no te importa.

— ¿Qué no me importa? — preguntó Leyna confundida cuando contestó a la llamada.

— No, no. Estaba hablando en voz alta.

— ¿Ha pasado algo? — preguntó preocupada.

— No... bueno sí. ¿Te acuerdas que llamé a James, pero tú le colgaste?

— Deberías decirle: ¿sabes que la he cagado?

— Sí, claro que me acuerdo.

— Pues me ha llamado él y se lo he cogido. También hemos hablado sobre un caso que estábamos investigando y, finalmente, sobre el caso de Daphne — proseguí sin hacerle caso a Twila.

— Venga, dile lo de mañana.

— Y... mañana va a venir a visitarme y le he dado mi dirección para que venga y también para hablar de algo que los padres de Daphne le han contado sobre mí.

Tras decir aquello Leyna me colgó. No la conocía tanto como para decir si eso era bueno o malo, pero intuía que aquella señal no era para nada buena. Tiré el móvil al sofá y luego me tumbé arrepintiéndome por no haberle hecho caso a Leyna con respecto a hablar con James.

— ¿Sabes lo mejor? Que no te voy a ayudar. No estoy de acuerdo o conforme de que escuches a aquella psicóloga de poca monta, pero, por una vez que estaba de acuerdo en algo con ella vas y haces todo lo contrario. Allá tú con tus acciones.

Después de que Twila dijera aquello, algo en mí hizo que me entristeciera y, lo peor, no sabía el porqué de ese sentimiento mezclado con rabia. Pasaron unos minutos de todo eso en cuanto escuché que tocaban el timbre. Pasé de incorporarme para ir a abrir, sabía que era Leyna y que tenía una llave, así que dejé que ella entrara por su propio pie. Al tercer toque decidí levantarme para salir a abrir. En la puerta de entrada encontré a una mujer de unos cincuenta años, pensé que seguramente era una vecina para darme la bienvenida.

— Vaya, esto se va a poner interesante — dijo Twila con voz juguetona al hacer contacto visual con esa señora.

— Buenas tardes — saludé con una sonrisa.

— Buenas tardes, he visto que había gente aquí y he decidido venir para dar la bienvenida. ¿Ha sido usted quien ha comprado esta casa?

— Sí, aunque quien la compró fue una amiga por mí. ¿Quiere pasar?

Después de que esta mujer aceptara mi invitación, puse la tarta de manzana encima de la isla de la cocina y le invité a un refresco acompañado de una porción de aquella tarta ya que no tenía nada más para ofrecerle.

— Bueno, ¿usted vive por esta zona? — pregunté para romper aquel silencio que se había formado.

— No, pero ayer por la noche pasé por aquí y como vi luz me propuse venir aquí a dar la bienvenida. Este barrio es muy bonito y tranquilo a la vez.

— ¿Conocía a los antiguos propietarios de esta casa? — pregunté interesada.

— ¿Qué pregunta es esa? ¿Acaso no recuerdas a esta señora? — preguntó Twila con un tono divertido.

— Sí, los conocía muy bien — respondió con un tono de voz lleno de tristeza y añoranza —. ¡Ay, pero qué mal educada soy! Soy Novalee Campbell.

En ese momento me quedé helada, no sabía cómo reaccionar. Mi tía, la hermana de mi padre, estaba delante de mí y yo ni siquiera la había reconocido. No sabía si mentir o, por el contrario, decirle quién era ya que, al parecer, no me había reconocido. Estaba entrando en pánico por todo lo que estaba viviendo en ese preciso momento y por el jaleo que se estaba formando en mi cabeza. Estaba al borde del colapso.

— Oh, no se preocupe. Yo soy Valerie. Es todo un placer conocerla, señora Campbell.

— Valerie — dijo la señora —, es un nombre muy bonito.

— Muchas gracias, señora Campbell — agradecí por el cumplido —. Se nota el buen gusto del antiguo propietario, la casa es muy grande y acogedora al mismo tiempo, nunca había sentido algo parecido con respecto a una casa ya que las casas grandes suelen no serlo.

La señora Campbell solo se limitó a sonreír por lo que dije anteriormente. Estaba segura que hablar de esa manera de aquella casa le iba a causar una buena sensación, justo lo que yo estaba buscando. Después de una hora hablando sobre cosas banales y, para mí carentes de importancia, la señora Campbell decidió irse. Justamente, al abrir la puerta, se encontraba parada la psicóloga de Nancy. Me despedí de la señora e invité a Leyna a entrar.

— No entiendo nada — dijo en cuanto cerré la puerta de la entrada —, esa era tu tía, ¿cómo que estaba tan contenta? Por cierto, te noto la voz un poco cambiada, ¿no?

— Había un momento donde Nancy, la anfitriona, estaba al borde del colapso. Yo solo salí a ayudar y a calmar la situación — expliqué por las preguntas que Leyna formuló.

— Entonces... — se quedó unos segundos pensando en completo silencio —. ¿Twila?

— No la nombres — me alteré —, Valerie. Ahora viene Nancy.

— Pero... ¿eres otro alter?

— Sí, creo que sí lo fue — contesté a la pregunta.

— ¿Nancy?

Solo pude asentir en forma de respuesta. No sabía muy bien lo que había pasado anteriormente, pero estaba completamente consciente en aquellos momentos y pude ver desde un tercer plano como mi tía no me reconoció y como aquella Valerie interactuó con ella. Estaba muy confundida y tenía la cabeza a punto de explotar. Lo que sí podía sentir era una rabia muy profunda desde el momento que Valerie dejó de tener posesión de mi sistema.

— Tienes más alters aparte de Twila — Leyna rompió aquel silencio.

No pude decirle nada a Leyna sobre esto, me sentía muy rara y no sabía lo que me estaba pasando. En ese momento recordé que era hora de tomarme una de las pastillas que el psiquiatra me había mandado. Fui a mi habitación estando bajo la atenta mirada de Leyna y me la tomé sin dudarlo ni un poco.

— ¿En qué piensas?

— Me estoy dando cuenta de que efectivamente tengo este trastorno y debo de tomarme las pastillas que rehusaba tomarme. Es algo que tengo que curar.

— Nancy, este trastorno no es algo de que te puedas curar, no es como un dolor de cabeza o una operación en el cual, con el tiempo te vas a ir recuperando. Tienes que hacerte a la idea de que tu mente se ha ido fragmentando y que es algo que tienes que aprender a convivir. ¿Me entiendes? Convivir — remarcó aquel verbo para que me quedara bien claro.

— Entonces... ¿este trastorno estará ahí por siempre?

—Sí, habrá rachas mejores y peores, pero siempre lo tendrás. Tienes que hacerte a la idea de que no solo vives tú en tu mente, sino que convives con otros sistemas que tienes que conocer. La medicación servirá para controlarlo todo — señaló a mi cabeza —, ahí arriba. Para que todo esto sea menos caos. ¿Me entiendes?

Asentí al escuchar todo aquello. Y después de todo lo que había pasado en aquel día, asumí que esto no era algo puntual o pasajero, este trastorno vino para quedarse y que no tenía que luchar contra ello, sino aprender a lidiar con esto o hacerme a la idea de que esto es de por vida.

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