Capítulo 6

Estaba en aquella misma casa que Leyna había comprado durante mi estancia. La decoración no tenía nada que ver con la de en esos momentos, pero todo seguía igual. Podía ver cómo mis padres estaban durmiendo en el dormitorio donde se encontraba la cama de matrimonio, dormían plácidamente. De repente, alguien entró en aquel dormitorio, al principio no podía ver nada desde la perspectiva donde me encontraba, pero después de unos minutos, pude ver a una niña pequeña que sostenía un cuchillo en su mano derecha.

Aquella niña tenía un camisón blanco, su pelo era largo y más negro que una noche sin luna. Desde la perspectiva en el que me encontraba, podía ver toda la habitación, menos la puerta de ésta ya que había un punto ciego por la esquina que hacía el armario empotrado situado frente a la cama. Entonces, fue ahí cuando me di cuenta de que estaba tumbada en el techo viendo todo lo que estaba pasando, sólo podía ver ya que moverme era imposible, como si mis músculos desobedecieran la órdenes que mi cerebro les mandaba .

Mamá, papá — dijo aquella niña. En seguida descubrí de quien se trataba, yo era esa niña aunque con un tono en mi voz diferente.

Al llamarles, ellos se despertaron. Mi padre se movió un poco para poder encender la luz de la pequeña lámpara situada en su mesita de noche. Ambos se incorporaron en la cama dejando que su espalda reposara en el cabecero de la cama. Seguidamente, ambos miraron en la dirección de la niña. Al mirarla detenidamente, se asustaron por lo que tenía en su mano.

¿Qué haces con ese cuchillo? — preguntó mi padre exaltado mientras se dirigía hacia ella para intentar coger el cuchillo —. ¿Y por qué tienes esas lentillas rojas en los ojos? Pueden irritártelos.

Todo tiene un final en esta vida, ¿no? — preguntó la niña incrédula.

¿Qué estás diciendo? — preguntó mi padre sin entender nada —. Anda, dame el cuchillo que te vas a hacer daño.

Al ver que mi padre le iba a quitar el cuchillo, ella retiró la mano justo a tiempo para que no pudiera salirse con la suya. Al ver esa reacción, él lo siguió intentando hasta que el cuchillo fue a parar hacia el abdomen de mi padre. Yo, junto con mi madre, gritamos ante aquella escena. Mi madre estaba inmóvil, no podía reaccionar ante aquella situación por el miedo. Mientras, mi padre estaba tirando en el suelo con su mano derecha tapando el profundo corte mientras respiraba con cierta dificultad.

¿No puedes respirar bien? — dijo esa niña con un tono triste que, a continuación, se disipó —. Deja que te ayude.

En ese preciso instante, la niña le propició numerables puñaladas en el cuerpo de mi padre. No podía ver el rostro de la niña, pero parecía que disfrutaba haciendo aquello. Mientras tanto, mi madre seguía gritando y, corriendo, se fue de la habitación escaleras abajo. Con las prisas, se tropezó y rodó hasta quedarse tumbada en la puerta principal de la casa.

Por otro lado, al oír el sonoro golpe, la niña dejó de apuñalar a mi padre y se fue hacia donde mi madre se encontraba. Todo lo que pasó, no lo pude presenciar ya que se fueron de aquella habitación y parecía que yo estaba clavada en aquel techo. No obstante, pude oír todo.

¿Creías que te podrías librar de mí? — preguntó la niña con aquel tono divertido.

Nancy, no te acerques a mí, ¿qué te pasa? Has matado a tu padre sin ningún tipo de pudor.

Sí, aún puedo oír el sonido de su respiración tratando de sobrevivir, música para mis oídos. Por cierto, no soy Nancy.

No digas tonterías, Nancy. No te acerques a mí. Por el amor de Dios, suelta ese cuchillo.

A medida que transcurría el tiempo, la voz de mi madre se volvía más nerviosa y más elevada. Tenía mucho miedo, lo podía sentir en su forma de hablar. En aquellos momentos solo quería ir hacia el portal para parar a esa niña, pero no podía, mis músculos no respondían.

Soy Twila. Señora Campbell, ha sido un placer conocerla, junto con su marido. Sin embargo, tengo la obligación de matarla también.

No diré nada a nadie, me callaré. Me inventaré que entraron a robar y a tu padre... — Twila la cortó.

¡Cállate! Quiero haceros sufrir al igual que le hicisteis sufrir a Nancy. No sois más que escoria humana, una pareja que no se merecía a una hija fantástica como Nancy. Por eso, debéis morir.

Y sin mediar más palabras, solo sentí los gritos que mi madre soltaba por cada puñalada que le propiciaba. En cuestión de segundos, dejé de sentir ruido alguno, hasta que oí unos pasos dirigirse hacia la habitación de mis padres y vi a aquella niña entrar y arrancar el corazón a mi padre, juntando así dos corazones.

De repente, sentí como la puerta principal de la casa se abría rápidamente y, al segundo, se cerraba. Sentía voces y gente subiendo hacia donde me encontraba. Una voz femenina interrumpió mis pensamientos y, fue en ese momento, que supe de quién era aquella voz. Al verla, se me formó una sonrisa de oreja a oreja.

¿No puedo tener intimidad en mi propia casa?

— Suelta ese cuchillo, no voy a permitir que te hagas daño — ordenó Leyna.

Tranquila, no voy a hacerle daño a Nancy.

— ¿Twila?

Perdón por mi falta de cortesía, no me ha dando tiempo a saludarte en nuestro reencuentro, estaba muy entusiasmada al ver que volvía a esta casa que se me pasó saludar.

— ¿Cortesía? Por favor, nunca fuiste cortés.

Bueno, ahora que te he saludado, me debes una explicación, ¿no crees?

— Solo... pasaba... por aquí — Leyna mintió tratando se sonar convincente.

— No mientas Leyna — intervino el chico —. Los vecinos llamaron a Leyna porque, a través de las cortinas, te vieron agarrando ese cuchillo que llevas en la mano. Antes de que hagas más preguntas, Leyna les dijo a todos los vecinos que si veían u oían algo raro que la llamaran sin dudar — explicó mirándome fijamente a los ojos con una expresión seria en su rostro.

Sin previo aviso empecé a reír, era una risa frenética, de las que daban verdadero miedo. Me levanté del suelo para poder estar frente a frente con ella y un chico totalmente musculado. Podía sentir el miedo que Leyna tenía, la expresión de su rostro decía todo lo que, en aquellos momentos, no se atrevía a decir.

Mientes, tranquila pues todos lo hacemos cuando vemos el momento o por simple instinto de supervivencia cuando nos vemos en una situación de peligro. Algunos, hasta lo hacen todo el tiempo, ¿cómo se llamaban? ¡Ah, sí! Mentirosos compulsivos, ahora te toca elegir qué tipo eres porque ¿eres una de esas personas, Leyna? Por cierto, como psicóloga serás muy buena captando las mentiras, pero como persona, eres horrible mintiendo.

— ¿Por qué me has clasificado como una mentirosa? — preguntó pero, aquella vez, la voz ya no era temblorosa, sino que estaba más segura de lo que decía.

Porque llevas mintiendo a Nancy todo este tiempo. Bueno, más bien con charlas preguntándole cosas que ni te importan y, también, medicándola junto con un psiquiatra para que me mantuviera dormida.

— Entonces, ¿me vas a negar que funcionó? Conseguí lo que quería, incapacitarte.

Pero por solo unos cuantos años. Además, no solo me incapacitaste a mí, sino a las demás entidades.

— Cinco años, ¿te parecen pocos? Cinco años en los que se sentía mejor sin ti porque le haces daño. Además, de qué le sirve a Nancy tener otras entidades si ellos no salen por miedo a que tomes represalias contra ellos y, lo que es peor, contra Nancy.

Al oír aquello, algo en mí se descontroló. Mi expresión facial cambió en cuestión de segundos, paré de reír para ponerme totalmente seria. Durante ese periodo corto de tiempo, sentía como la rabia me invadía mientras apretaba con fuerza el cuchillo que sostenía. La mirada la tenía perdida, hasta que me encontré con aquellos cuatro ojos. El rostro de Leyna también cambió para dejar claro que estaba preocupada por aquel cambio de humor tan repentino que tuve. En esos momentos, alcé el cuchillo para clavárselo, pero aquel chico fue más rápido que yo y, con una llave, me inmovilizó el brazo. Seguidamente, golpeó mi mano contra el armario varias veces hasta que consiguió que el cuchillo se resbalara de mi manos haciendo que se cayera al suelo. En cuanto todo terminó, me vi reducida en el suelo sin poder moverme.

¡Suéltame!

— Siento haber sido tan agresiva contigo, pero tienes que hablar conmigo para poder entenderte, no solo a Nancy — se disculpó Leyna con un tono de voz dulce que me hacía enfermar.

No hablaré contigo para que intentes lavarme la cabeza como lo hacías con Nancy. Eres escoria humana. Por eso nunca hablé contigo ni me manifesté en ninguna de las sesiones.

— Dexter, llévala hacia el salón, mientras iré por la cámara para dejar constancia de todo lo que pudiera pasar.

— ¿Por qué dejar constancia de esto? — preguntó aquel chico sin entender nada.

— Nancy tiene diagnosticado trastorno disociativo de la personalidad o, como una persona que no entiende de psicología lo llamaría, trastorno de la personalidad. Cuando Twila ejerce la posesión de Nancy, ella la anula de tal modo que, cuando Nancy vuelve en sí, ella no se acuerda de nada de lo que Twila ha hecho en nombre de ella.

— Vaya, ¿por eso la has llamado Twila?

— ¿Podemos dejar de perder el tiempo con tus preguntas? Hay mucho trabajo por hacer — dijo con cansancio —. Llévala al salón.

El chico asintió con la cabeza mientras, sin ningún tipo de delicadeza, me levantaba del suelo de tal manera que no podía moverme. Cuando estuvimos ambos de pie, me negué a andar hacia el salón aunque sentía como el chico me empujaba para que echara a andar, pero no me moví del sitio. Después de eso, no tuve más remedio que doblegar, pues Leyna volvió y no me quedó otra opción.

En cuanto me sentaron en unas de las sillas que rodeaban aquella mesa rectangular, me ataron de pies y manos para que no intentara hacer nada. Cuando hicieron eso sonreí e, incluso, reí frenéticamente ya que si hacían eso era porque me consideraban una amenaza y eso me encantaba.

— ¿De qué te ríes ahora? — preguntó el chico mientras me miraba cansado de mi actitud —. Mi paciencia se está agotando — advirtió a Leyna.

Ésta rodó los ojos por aquella advertencia. Sin mediar palabra alguna, colocó un trípode delante de mí y, sucesivamente, colocó la cámara enfocándome. Después de eso me miró y se sentó en otra silla al lado del trípode de manera que solo saliera yo es ese plano.

— Son las cuatro de la madrugada, día diez de marzo del año 2018. Me encuentro con Nan... — paró en seco—, Twila — rectificó de inmediato —, en la casa de ésta en Monitou Way de Madison, Washington. Esta es una sesión adicional aprovechando el primer contacto que he podido tener con el alter ego de Nancy Campbell. Dinos Twila, ¿cuál es tu nombre completo?

¿Te crees influencer grabando esto? — empecé a reírme —. Por lo que veo te gusta hacer vídeos sobre las charlas con tus pacientes, charlas que, por cierto, deben ser privadas. No veo el punto que las grabes, o... ¿es que las usas a tu antojo? — pregunté sonriendo. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto.

— No te tengo que dar ninguna explicación sobre eso, aunque creo que me escuchaste cuando se lo expliqué a Dexter. Ahora, responde a la pregunta.

Sin embargo, me mantuve callada, no quería responder a ninguna pregunta. Pudiera ser que Nancy respondiera algo, pero ella nunca daría con nada que pudiera perjudicar mi estancia, aunque me encargaba para que Nancy se quedara callada y no se entrometiera en ninguno de mis asuntos. Veía como esa psicóloga me presionaba, pero lo único que hacía era sonreír mientras la miraba directamente a los ojos. Eso le sacaba de sus casillas.

— Ya veo que no quieres hablar. No te insistiré más, pero nos quedaremos aquí toda la noche y, como castigo te mantendré atada en la posición en la que te encuentras. Puede que así te de por hablar.

¿Tan rápido te rindes?

— No, te estoy dando un margen de tiempo para que te de la gana de hablar y contestar a todas mis preguntas.

Después de esa breve conversación, ambos se durmieron a causa del cansancio, sin embargo, yo no pude pegar ojo. Intenté muchas veces escaparme de las cuerdas que rodeaban mis muñecas y mis pies, todos esos intentos fueron en vano, pues los nudos eran demasiado fuertes como para deshacerlos con los movimientos que hacía. Hasta las siete de la mañana, los ojos no se me fueron cerrando, hasta que todo se oscureció y no volví a sentir más.

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