Capítulo 1
Estaba recuperando la consciencia mientras sentía las gotas caer por todo mi cuerpo. Poco a poco abría los ojos y todo lo que veía era oscuridad junto con algunas luces que se reflejaban en aquel suelo mojado. Intenté incorporarme, pero el dolor que sentía me hacía incorporarme muy despacio. Todo era muy confuso, ¿qué hacía allí a altas horas de la noche? Llevé mi mano derecha a la cabeza mientras que, con la otra, me sostenía para no caerme. Mi cabeza parecía querer estallar en cualquier momento, era peor que la tan temida resaca.
Miré a mi alrededor para ubicar el sitio en el que me encontraba. Estaba en un callejón poco transitado de la ciudad de Nueva York. No pasaba nadie por la esquina, por lo que me hizo extrañarme, ¿tan tarde era? No había nada ni nadie, hasta que miré a un costado de mí y vi a un hombre tirado en el suelo boca abajo. Abrí los ojos como platos y, como pude, me levanté con dificultad para intentar socorrerlo. Cojeaba mucho y, con cada movimiento, el dolor iba aumentando. En cuanto estuve junto al hombre, lo empecé a mover para tratar despertarlo, pero no daba ningún resultado. Me estaba asustando y decidí llamar a una ambulancia, pero cuando metí la mano en el bolsillo derecho de aquel pantalón de pijama, no encontré nada. El miedo se iba apoderando de mí a medida que miraba en el otro bolsillo y no tenía nada. Un momento, ¿qué hacía a deshoras de la noche en un callejón solitario y con el pijama puesto? Cerré los ojos maldiciéndome, pues debía haber estado andando sonámbula de nuevo.
Intenté darle la vuelta para poder tomarle el pulso. Al principio, me era muy complicado darle la vuelta, pero lo conseguí. En cuanto lo miré, me quedé horrorizada pues tenía múltiples apuñaladas por todo el cuerpo. Al ver aquello, empecé a retroceder, mientras, no podía creerme lo que estaba presenciando. A un lado del cuerpo había un cuchillo prominente, el cual me era muy familiar. El miedo se iba apoderando cada vez más hasta que miré mis manos, estaban llenas de sangre, ahí empecé a entrar en pánico. ¿Qué estaba pasando y qué hacía en aquel lugar y con las manos llenas de sangre?
Me levanté del suelo mientras miraba a todos los lados y empecé a correr sin rumbo ya que no conocía esa zona. Después de un tiempo corriendo, me paré para recuperar el aliento y descansar, al mirar al frente, la zona se me hacía conocida. Al recuperar las fuerzas perdidas, empecé a correr hacia mi apartamento y, en aquel caso, con rumbo fijo.
A la mañana siguiente me levanté por el sonido estridente del despertador, al apagarlo, me dejé caer en la cama, pero eso duró muy poco ya que debía levantarme para poder ir a trabajar. En cuanto salí de la habitación, me encerré en el baño para darme una ducha rápida y despejarme. Al impactar las primeras gotas de agua contra mi cuerpo, mi mente empezó a recordar todo lo que había sucedido la pasada madrugada, al menos, todo lo que podía recordar. Algo en mí se estremeció, sacudí la cabeza para que ese recuerdo se fuera y así poder empezar mi día con tranquilidad.
Al ducharme, me sequé el pelo y me vestí, seguidamente me maquillé discretamente, me hice una coleta y me fui a desayunar. Al llegar a la cocina, miré el reloj, ¡tan solo quedaban quince minutos para entrar a trabajar!
— Mierda— susurré inaudiblemente.
Al llegar a la entrada, cogí el móvil y las llaves tanto del apartamento como del coche. Rápidamente bajé al garaje para sacar mi coche e ir hacia la comisaría. En cuanto llegué, me fui a los vestuarios para ponerme el uniforme protocolario y hablé por radio para esperar asignación. En cuanto el comisario me asignó, me puse en marcha para desempeñar el trabajo de aquel día: investigar junto al policía detective un nuevo crimen.
— Bien, ¿de qué trata el caso? — pregunté mientras soltaba un suspiro. Era tedioso lidiar con aquel chico, pues trabajar con él era como probar dónde estaban mis límites.
— Ya veo que te has levantado con ánimo — bromeó mientras una pequeña risa salía de sus labios —. Tienes todas las fotografías dentro de aquel sobre — señaló a la gran mesa situada en el centro de aquella habitación.
Miré aquel sobre extrañada por su conducta, normalmente iba con él al lugar de los hechos para investigarlo juntos. Decidí olvidar aquello y me acerqué a la mesa para mirar el contenido de dicho sobre. Al sacar las fotos e inspeccionarlas, fruncí el ceño al ver la imagen donde se le veía el rostro a la víctima, pues aquel hombre se me hacía muy familiar.
— ¿Sorprendida? — preguntó James.
— Sí, me sorprende la brutalidad de la gente al asesinar. Dime, ¿por qué no me esperaste para ir juntos a ese lugar?
— Me llamaron de urgencia para investigar este caso contra antes. Además, el oficial que iba a estar trabajando mano a mano conmigo se dio esta misma mañana de baja, ya sabes, ha sido padre.
— Y me ha tocado a mí — murmuré con la mala suerte de que me oyó.
— No te ha tocado, te he elegido que es muy distinto. Verás, cada vez que he trabajado contigo, el índice de éxitos ha aumentado tanto que te propuse y, el comisario no se negó.
— Supongo que me toca acatar órdenes — dije con un tono de fastidio.
— Cambiaré la forma en la que me ves, se nota a leguas que mi presencia te fastidia — dijo decidido mientras me sonreía —. Volviendo al caso, esta mañana se ha hallado el cuerpo sin vida de este hombre — empezó a relatar mientras apuntaba con el dedo al hombre de la imagen —, todavía está por revelar su identidad y, también, el informe forense, aunque a simple vista podemos deducir que ha sido un asesinato por las diferentes puñaladas situadas en varias partes de su cuerpo.
— Puede que haya sido un ajuste de cuentas — deduje por la brutalidad del caso.
— O venganza —. Añadió al segundo —. Lo que sí sabemos es que tendría que haber una gran conexión entre la víctima y el asesino o asesina. Aunque, a decir verdad, me decanto más por un asesino.
— ¿Por qué un asesino?
— Puede que, como bien has deducido, fuera por un ajuste de cuentas, drogas que la víctima no quería pagar en aquel callejón donde se encontró. En el caso de venganza se me ocurre una infidelidad. El asesino encontró que su mujer le estaba engañando con la víctima y, bueno, todo acabó en ese trágico desenlace — relató mientras movía la cuchara de su café.
— ¿Qué te dice que fue intencionado?
— El cuchillo que puedes ver en la última imagen. Un arma blanca usado para cortar cualquier tipo de alimentos, indispensable en una cocina.
— Por lo tanto, puede ser que el asesino lo haya cogido de su propia cocina — deduje mientras miraba aquel cuchillo que se me hacía tan familiar.
— Cabe dentro de las posibilidades, poco podemos hacer hasta que el forense no nos dé un informe detallado, todavía es pronto para sacar conclusiones. Vuelve a pedir asignación, nos mantendremos en contacto en cuanto se nos dé el informe.
Asentí con la cabeza mientras me levantaba para irme de ese lugar. Al salir, me comuniqué en radio con el comisario para que me reasignara la posición y, una vez reasignada, me puse manos a la obra. Esta vez tenía que bajar a centauro para patrullar por la ciudad con Michael, el joven cadete. Se hacía parte de mi rutina trabajar codo con codo con él.
La ciudad estaba tranquila, tanto que hasta me aburría. Ver a la gente yendo de aquí para allá me agobiaba mucho. Por lo menos, la conversación que mantenía con Michael me sacaba del aburrimiento para adentrarme en sus historias de cuando era marine. A veces, ponía en duda todo lo que ese hombre decía de su loco, y a la vez, trágico pasado, del que no paraba de alardear.
Al cabo de dos horas patrullando sin nada importante por hacer, unos compañeros reclamaron ayuda para realizar un código uno, robo en licorería. Contestamos afirmativamente al aviso ya que no teníamos nada mejor que hacer.
— Otra vez esta maldita licorería —, dije en un tono cansado —, se va a convertir en el pan de cada día para el dueño.
— Y también el nuestro, la han tomado con esta tienda por todos los puntos ciegos que tiene, ya que, en caso de haber un tiroteo, ni nosotros ni los francotiradores podremos dispararles de lleno, sin embargo, ellos pueden dispararnos desde dentro.
Miré a Michael mientras explicaba el por qué los ladrones la tomaban tanto con esta tienda, se notaba que le gustaba su trabajo por la forma en el que hablaba y por el esfuerzo que día tras días hacía por intentar subir de rango.
Tras negociaciones y casi una hora de persecución, volví a comisaría y, tras esperar la tercera asignación del día, tuve que atender denuncias hasta que mi jornada laboral terminó. Al volver al apartamento, me dejé caer en el sofá, estaba molida después de todo el día de aquí para allá. Mi compañera y, por ende, mi mejor amiga, hacía notar su presencia subiendo a todo volumen la música que ponía cuando se iba a duchar. El ruido estridente de aquella melodía hizo que cogiera un cojín y me lo aplastara encima de mi cabeza para menguar el sonido. Al no obtener el resultado que deseaba, me fui a mi habitación para poder dormir un poco antes de cenar ya que el sueño se estaba apoderando de mí un poco más con el pasar de los segundos.
Era las doce de la noche, la oscuridad de la noche se hacía notar mientras las gotas de lluvia caían para luego, precipitarse contra el frio y duro asfalto. No se oía nada más que el sonido de la lluvia, hasta que los gritos de un hombre la sacaron de sus pensamientos. Como una persona que se dirige hacia un sitio en específico guiándose por el olor, ésta se guiaba por los gritos de aquel hombre borracho.
Y ahí estaban ambos, uno enfrente del otro. Al sentir la presencia de aquella chica, el hombre se dio la vuelta para verla. Como por instinto, vio lo que tenía en la mano, un cuchillo. Al ver el arma blanca, el hombre corrió asustado hasta llegar a un callejón sin salida. Al verse acorralado, éste intentó atacarla pero, tras varios golpes, se dio cuenta que era inútil, pues sus reflejos estaban nublados por la cantidad de alcohol en vena que su cuerpo estaba soportando.
— ¿Qué quieres de mí? — exclamó el hombre visiblemente asustado.
La chica no contestó nada, solo seguía caminando hacia él mientras lo apuntaba con aquel cuchillo. El hombre, al verse acorralado, no pudo hacer más que resignarse y dejar que pasara lo que tuviera que pasar. La chica, con pasos sigilosos, cada vez estaba más cerca de su presa. Su mirada estaba clavada en él, ni parpadeaba, era como si no se quisiera perder nada del espectáculo que iba a ofrecer en breves momentos.
Al final, cuando estuvo lo suficientemente cerca, jugó con el fijo del cuchillo teniendo cuidado de no cortarse. El hombre la miraba expectante, pues no pensó ni por un momento que presenciaría aquella escena y, mucho menos, que la viviría.
— Solo quiero tu corazón.
Tras decir aquella escueta frase, la chica alzó su mano derecha para clavársela en el pecho izquierdo del chico, justo en el corazón. Repetía ese gesto una y otra vez, hasta que se dio cuenta que ese cuerpo ya no tenía vida.
— Tu corazón por el mío, mi alma mancillada con pinceladas de tu sangre. Ahora tu corazón me pertenece — dijo mientras que, ayudándose con el cuchillo, sacaba el corazón de aquella persona sin ningún tipo de pudor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top