I - Conociéndonos
En el aeropuerto de la ciudad de México, frente la puerta de abordaje, se encontraba Ibrahim Arango, un muchacho de quince años, esperando a que su tío Jean Carlos regresara del baño y pudieran tomar su vuelo con dirección a Venezuela.
—¿Estás seguro de lo que harás? —preguntó Jean Carlos preocupado.
—¡Sabes que si! —respondió con el ceño fruncido y agregó—: No te pongas en ese plan ¡Sé lo que haré!
—¡Está bien! Sabes que te apoyo —suspiró Jean Carlos—. Vamos, nos toca subirnos —Se dispusieron a abordar el avión.
Una vez que todos los pasajeros estuvieron acomodados, la aeromoza les dio las indicaciones de seguridad y el avión despegó.
Ahora si era definitivo, ya el paso estaba dado y no había marcha atrás. Fue así, como Jean Carlos e Ibrahim, tío y sobrino, partieron dejando todo atrás y concentrándose en su propósito: Reyna Castillo.
Unas horas después
En Caracas, más específicamente en el internado High Vernon, Reyna Castillo, una joven de doce años, hablaba con su padre, un magnate petrolero que se encontraba de viaje de negocios en Miami.
—¡No Rubén! Quería ese vestido y no lo compraste —reclamó molesta—. No te basta con dejarme en este colegio, sino que te pido algo y eres incapaz de comprarlo, —suspiró con pesadez—, te aseguro que a mis amigas si se los hubiesen comprado porque sus papás si les demuestran su cariño dándole todo lo que ellas quieren.
—¡No exageres! Sabes que te quiero pero por más que traté de conseguir ese vestido, no pude ¡Y no me compares con los papás de tus amigas! Recuerda que para mí no ha sido fácil hacer el papel de madr... —No pudo terminar, Reyna había colgado el teléfono.
Él sabía que lo mejor y más sano, era darle su espacio y esperar a que se calmara por sí sola, pues mientras estuviera así, no lograría nada.
Reyna estaba que echaba humo por las orejas, eso era lo único que le pidió a Rubén para las vacaciones y ahora le sale con que no lo consiguió.
Decidió calmarse y echarse un poco de maquillaje para bajar a su encuentro con el director, quien debía estar esperándola; habían acordado que ella le entregaría los exámenes a los aspirantes.
En el aeropuerto de Maiquetía, llegaban Jean Carlos e Ibrahim, este último con muchas ganas de presentar la prueba de ingreso, quedar como becado y poder dar inicio a su plan.
Una vez fuera del aeropuerto, agarraron caminos diferentes, Jean Carlos se fue a un hotel donde ya tenía reservación, mientras que Ibrahim tomó un taxi hasta el internado.
40 minutos después
Le pagó al taxista y se bajó. Para él parecía mentira, tenía en frente al sitio donde pondría fin a su mayor anhelo, sólo debía encontrar a Reyna Castillo y poner en marcha su plan.
Al pensar en ella, rebuscó entre sus bolsillos la foto que encontró en los periódicos hace dos años atrás, nunca la había visto en persona pero supuso que no debió cambiar mucho en tan solo dos años.
Se encaminó al departamento de control de estudios para pedir indicaciones respecto a la prueba de ingreso. Ahí le mostraron el camino que debía seguir para llegar al salón donde presentaría la prueba.
Quedó impresionado al examinar el sitio, las paredes de un rosa pastel con tres ventanas cuadradas al fondo y un escritorio blanco de melamina en forma de "L" que consta de cinco cajones y dos puertas deslizables; que tiene sobre sí una computadora, una impresora, unas bromelias y demás cosas triviales.
Junto al pizarrón, había un aire acondicionado que brindaba un ambiente fresco; un archivador eléctrico en una de las esquinas y dos lámparas de oro y cristal en forma de araña en el centro; distintos tipos de plantas ubicadas estratégicamente para armonizar el lugar y aproximadamente unas veinte mesas binarias escolares de caoba, colocadas en filas.
El lugar estaba lleno de civiles que presentarían la prueba de ingreso, y solo una joven uniformada sentada en el escritorio, a la que Ibrahim no le prestó atención.
El director, Santiago Del Toro, un hombre de 45 años, rubio de ojos verdes y expresión amablemente "política", les dio un discurso de bienvenida, indicó que tomaran asiento y les deseó suerte; mientras, la joven repartía las hojas de examen.
Ibrahim ni siquiera se molestó en dirigirle la mirada, solo se concentró en su examen, resultaba fácil para él porque debería presentar para entrar en tercer año de secundaria, pero estaba presentando para entrar en primer año.
El director recibió una llamada que demandó que se retirase, dejando a la muchacha que les había entregado el examen a cargo de que ninguno se copiase. Lo que resultó ser sorpresa para Ibrahim, fue su nombre: Reyna Castillo.
«¡Claro! ¡Que estúpido soy! ¿Cómo no me di cuenta?» pensó. Ahora que la detallaba bien, no había cambiado mucho; obviamente, ya no era una niña pero seguía igual que en la foto que él guardaba.
Aprovechando que la tenía cerca, terminó rápido su examen y al dejarlo sobre el escritorio, a propósito le rozó la mano a Reyna, lanzándole una sonrisa traviesa. Al ver su cara de confusión, sonrío satisfactoriamente y salió a esperar en el pasillo que dijeran cuando estarían los resultados.
En el hotel Paseo las Mercedes, Jean Carlos ya instalado en su habitación, se dio un baño y llamó a su secretaria para verificar cómo iba el trámite para la compra del apartamento.
La preocupación por su sobrino, no se disminuía, esperaba que Ibrahim lograra entrar al internado sin ningún problema, y que mientras estuviese ahí, recapacitara y se diera cuenta de que cometía un error.
Lastimosamente, cuando todo pasó, él era muy pequeño aún, un niño; además nunca tuvo conocimiento del secreto que su padre, José, decidió guardarse. Un secreto que solo supieron su enamorada Marlene, a la que amaba; y él, su ex-cuñado, casi su hermano.
Él mismo soltaría toda la verdad, pero le juró a José en su lecho de muerte no decir nada. Cuando lo pensaba cuidadosamente, sentía que debía hacerlo, pero era un juramento y él era un hombre de palabra; sólo podía callar y evitar que las consecuencias de aquella venganza tan absurda, fueran irreversibles.
Reyna buscaba al muchacho de la prueba y fue al girar en un pasillo, que lo vio recostado de los casilleros. «¡Ahora sabrá lo que es bueno!», pensó dirigiéndose hacia él.
—Mira niñato, se puede saber ¿qué demonios te pasa? —preguntó con el ceño fruncido— ¿Quien coño eres?
—Bombón relájate, pareces estresada. Me llamo Ibrahim Arango y estoy a tu completa disposición —Se presentó dándole un beso en la mano y lanzándole una mirada coqueta.
—¡Déjate de estupideces! —dijo apartando su mano— Por lo visto no sabes quien soy yo. Me llamo Reyna Castillo, hija de Rubén Castillo, un importante magnate petrolero, y te digo que nadie, tiene el privilegio de tocarme, así que espero que no lo repitas o de lo contrario, te atengas a las consecuencias —amenazó tal cual leona defendiendo su territorio.
Se giró sobre sus talones con un toque de gracia y delicadeza impresionante, propia de ella, y se marchó dejando a su presa en el pasillo, asombrado.
—¡Me atendré con mucho gusto bombón! —Se burló— Debo reconocer que es valiente.
Había despertado su curiosidad, no parecía ser nada de lo que esperó, pero no tenía tiempo para pensar en esas cosas.
Reyna estaba sola en la habitación que compartía con sus compañeras, Victoria (Vico) a quién conoce desde bebé, y Carmen, a quién conoce hace unos años atrás pero quiere igual que a Vico.
La habitación estaba pintada de un azul maya que le daba un toque acogedor y cálido. Constaba de dos pisos, en el primero se encontraban cuatro camas con su buró cada una, un armario de madera con cuatro divisiones, una ventana rectangular, una pequeña sala de estar y un pantalla plana de 60 pulgadas que colgaba en una esquina de la habitación. El segundo piso estaba conformado por un baño que contaba con un retrete, un jacuzzi, dos lavabos y una ducha; en ese mismo piso, se encontraba una cocina eléctrica, un comedor para 4 personas, dos lámparas de colgantes y una ventana cuadrada adornada por dos cortinas traslucidas de color lila.
Se acostó en su cama y soltó un suspiro. Sin poder evitarlo, se puso a pensar en ese muchacho que había conocido, Ibrahim Arango era su nombre, debía reconocer que era muy guapo pero a su parecer, era demasiado "simpático", por decirlo de alguna manera
Hola a todos. Gracias por leer mi historia, es la primera que escribo así que espero que me apoyen, me den consejos para mejorarla, me digan que quieren que ocurra entre Reyna e Ibrahim y sobre todo espero que les guste. Nuevamente gracias, besos y saludos a todos.
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