5: Morir en vano.

He sido bendecido con la gracia de verte una vez más.

─ ¡¡Alto!! ─ Kagura gritó eufórica al entrometerse entre la banda y el extraño.

Todo con tal de evitar que fuera linchado por esos malditos. Especialmente, por que en gran medida estaban en esa situación por su culpa.

─ ¿Maldita, quien te crees? ¡Parece que te gustan los problemas!

─ ¡Si! ─ su compañero más cercano coincidió. ─ ¿Ahora quieres suplicar por piedad? ─ este sujeto tuvo la osadia de tomar a la mujer por su prendas y gritarle en la cara. ─ ¡Es muy tarde!

Kagura en ningún momento rebajó su mirada aún con tanto peligro frente, y sin ningún poder.

Sesshomaru lo sabía, podía darse cuenta.
Era bastante consciente a pesar de que todo había ocurrido tan rápido como para procesarlo con propiedad.

Tan solo hace minutos atrás estaba en medio de una batalla rodeado de un incendio, el bosque en llamas. Luego, su campo de batalla se había transformado en un nuevo escenario. Nueva tierra, nuevo ambiente. Nada que hubiera visto antes.

Luego, ver el espectro de Kagura tan sorprendida de verlo como él de ella. A diferencia, Sesshomaru si sabía quién era.

O quien solía conocer.

La mujer a tan solo pocos metros de distancia era, por suposiciones, la reencarnación humana de Kagura  la hechicera del viento.

Y a pesar de ser completamente humana, tenía la valentía y el coraje para hacerle honor a su yo pasado, sin flaquear ante unos bichos que se creían demasiado.

Sesshomaru siempre había creído que Kagura era el tipo de traidor ruin que te vendería por salvar su propia cabeza.

Luego de eso, tuvo que cambiar de opinión cuando ella misma se sacrificó para salvar una vida.

Nada menos que Kohaku.

Tantos recuerdos relacionados a ella pasando por su mente en cuestión de instantes mientras aún estaba plantado en su lugar.

Al final ella había escuchado su consejo, intentó liberarse por sus medios, lo intentó.

- ¿Vino a pedirle ayuda al señor Sesshomaru?

- Esa patética mujer. ¡Desafió a Naraku!

- Su muerte fue en vano.

- ¿Ella estaba sufriendo?

- Creo que ella le gusta el señor Sesshomaru.

- La espada detectó un cambio en tu corazón. Es algo que no estaba ahí antes. Ese algo lo tienes en este momento en mente.

- Si, ya me voy...


─ Ni muerta pediría piedad a unas basuras.

─ ¡Sigue provocando así y morirás en vano! ─ tenía su puño listo para el primer golpe.

Que nunca llegó.

Una luz fluorescente.
La mano aún cerrada del rufián rodando por el suelo, sangrante.

Fue demasiado rápido, nadie vio lo que pasó. Hasta que el dolor se hizo presente y el hombre no tuvo de otra que soltar a su víctima y gritar por su pérdida.

─ ¡¡Mi Mano!! ¡¡Mi maldita mano!!

─ ¿¡Qué mierda!?

─ ¡¿Qué pasó!?

─ ¡¿De dónde vino eso?!

Todo el grupo se veía completamente alterado. Kagura también estaba confundida y asqueada por la escena. Solía ver películas de terror bastante violentas pero nada que haya visto en la vida real.

Pero se lo merecía.

El único que no estaba horrorizado ni cuanto menos, era el extraño vestido de samurai. Tampoco estaba muy presente en su realidad, si no, apenas saliendo de su divagación y olas de recuerdos. Rara vez sucedía.

A pesar de los intentos de sus compañeros por contenerlo la euforia del manco era tal que ni siquiera podían alejarse.

─ ¡No grites tanto, vendrá la policía!

─ ¡Cállate te llevaremos al hospital!

En solo instantes después, el extraño dio un paso al frente, inmovilizandolos sólo con la mirada. Tan tétrica y fría. Ya no cabían burlas en las bocas de la pandilla.

- Su muerte fue en vano.

- Morirás en vano.

─ Yo lo decidiré. ─ El extraño susurró en respuesta a todas esas voces.

Su delgada mano con uñas anormalmente afiladas comenzó a brillar de la nada. Otra vez ese brillo verde fluorescente.

Con solo un movimiento, el delincuente que agonizaba en el piso fue tumbado completamente con aquel tiro de gracia y con ello terminó de convulsionar. El brillo quedó impregnado en sus ropas hasta consumir todo a su paso.
Ácido que se comía sus entrañas sin nadie que pudiera salvarlo.

Antes de que pudiera dar su último respiro, sus compañeros lo habían abandonado al correr despavoridos del asesino.

Solo quedaban él, y la mujer que lo arrastró hacia aquel mundo.
Sesshomaru veía en ella aún la imagen de la que alguna vez fue la manipuladora del viento. Hasta que poco a poco su visión dejó de distorsionarse hasta revelarle su presente, su realidad.

Ella no era la hechicera del viento. Era una mujer humana, con vestimentas un tanto reveladoras, que veía paralizada al cadáver pudriendose en el suelo.

Kagura no movió un musculo, solo sus ojos se posaron en Sesshomaru, con tal de asegurarse de no ser la próxima.

No podía relajarse del todo pero al menos sabía que no sería asesinada. No cuando ese extraño le veía de forma diferente que aquellos bastardos. Kagura Miró al cadáver, luego al asesino, repitiendo aquel patrón al menos tres veces más.

Es una locura.

Una completa locura.

Las sirenas de las patrullas fueron las que la sacaron de su traumatica burbuja.

─ ¡Mierda, es la policía! ─ Kagura Exclamó con desesperación.

─ Ya han mencionado a la policía más de una vez. ¿Qué clase de amenaza es que les resulta tan inquietante? ─ Sesshomaru preguntó. Incluso él podía señalar con precisión que aquellos ruidos molestos que se aproximaban provenían de la presunta policía.

─ ¡No son una amenaza! Oh bueno ¡En nuestro caso si! Literalmente desintegraste a ese tipo y eso que yo sepa es ilegal. ¡Estamos en problemas!

─ ¿Desintegrar va contra qué ley?

─ Dios. ─ Kagura casi escupe de indignación. ─ Todas las malditas leyes. ¡Lo mataste!

─ Él iba a golpearte y tenía intenciones peores. ─ Sesshomaru no estaba comprendiendo por que la mujer reprochaba su acto como si él se hubiera equivocado.

─ ¡Ay, no hay tiempo para explicártelo aquí!

Kagura Miró ambos sentidos sin ver a nadie aún. Por intuición eligió el sentido contrario de las sirenas.

─ ¡Tenemos que irnos y además pasar desapercibidos! ¡Lo cual sería casi imposible por que tu apariencia es totalmente reconocibl-!

No pudo terminar de hablar cuando sus pies dejaron de tocar el suelo.
Sesshomaru la estaba cargando desde su cintura.

¡Lo que faltaba, el extraño también sabía volar!

Por instinto, la mujer se aferró clavando sus uñas a los antebrazos del demonio, tal cual como un gato.

─ Veo que te preocupa demasiado a pesar de que se tratan de simples humanos. No hay nada que puedan hacer para intimidarme.

─ ¡¿Cómo puedes hacer esto?!

Ya estaban a varios metros de altura sobrevolando los techos de aquella zona. Además de abandonar la escena del crimen, era la excusa perfecta para que Sesshomaru pudiera ver con detalles y lujos a que clase de mundo se enfrentaba.

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