Capítulo 2.
El colegio nunca fue el fuerte de Harry.
Presa de humillaciones y burlas. Toda su vida. Ninguna sorpresa.
Desde que estaba en primaria siempre solía ser el niño callado y tímido de la clase, aquel al que le daba miedo salir al receso, y prefería quedarse sentado en su lugar comiendo la merienda que su madre le preparaba. Los días en que la profesora tenía que cerrar el aula, Harry se quedaba junto a la puerta mientras que los demás niños corrían por los pasillos. Él sólo esperaba ahí hasta que el receso acabara.
Para cuando ingresó a secundaria las cosas cambiaron. Adolescentes, pubertos y hormonas por todas partes. Personas que creían ser más al hacer sentir mal a los más vulnerables.
Y es que en primaria el problema no había pasado a más que estar solo la mayor parte del tiempo, y tampoco es como si eso le molestara demasiado. Pero en secundaria las cosas se pusieron un poco más complicadas para Harry.
Humillaciones, ofensas y burlas llegaron a él, quizá por su actitud o quizá porque tenía algo diferente a los demás chicos, y eso a ello les causaba alguna gracia. Harry nunca terminó de comprenderlo.
Tan retraído y cobarde que nunca tuvo el valor suficiente para hablar con alguien de aquellas cosas que le sucedían en el colegio. Un profesor, su madre, alguien... alguien que pudiera entenderlo y quizá ayudarlo.
Harry aún recuerda el día en que justo después de que terminara el receso, encontró en su mesa una nota escrita a mano. La tomó y estaba un poco confundido, pero no le dio mucha importancia hasta que la leyó: "Maricón de mierda". Esas tres simples palabras fueron suficientes para borrar la sonrisa de su rostro. Harry era entonces un niño alegre, indefenso y desprotegido.
Y así pasó una y otra vez, notitas pegadas en su escritorio, en su silla, en su bolso. Incluso las pegaban en su espalda cuando él no se percataba. "Das asco" "mátate" "chupa mi pija" eran algunas de las cosas que encontraba escritas. Qué tan cobardes pueden llegar a ser las personas, qué tan insensibles pueden llegar a comportarse.
Con el tiempo esas notitas habituales comenzaron a desaparecer, pero es que no eran necesarias. Dejaron de ser necesarias cuando le empezaron a gritar los insultos, a decirlos en su cara.
El semblante de Harry había cambiado drásticamente en ese tiempo. De un segundo a otro su sonrisa se esfumó como barrida por la situación. Dejaba de ser el Harry alegre y carismático que todos conocían.
Sí, tenía amigos también. Tenía compañeros y compañeras de clase que no se comportaban de tal manera con él, no todo era gris oscuro. Pero la mayor parte del tiempo los malos momentos superaban a los buenos momentos, se sobreponían. Y eso era lo que comenzaba a abrumar a Harry.
Él trataba de ignorarlos. Quería ignorar aquellos insultos y gritos, pero tal parecía que aquellos abusadores no se dejarían ignorar. Si su juego ya no funcionaba con notas y palabras, entonces iniciarían con la agresión física. Le lanzaban cosas y lo golpeaban con frecuencia. Estaba siendo imposible para Harry desdeñarlos.
Había dejado de comer como solía hacerlo, ya no se le notaba sonriente, dormía más de lo recomendado y sus intereses desaparecían.
Harry se hundía sin darse cuenta en aquel hoyo que parecía no tener final. Poco a poco. Se arrastraba hacia el fondo.
La secundaria fue el pilar, su familia empezó a cavar el hoyo, la secundaria lo empujó.
Parecía que sus problemas se juntaban, y apenas era un adolescente.
¿Qué iba a ser de él con una vida adulta?
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