EPÍLOGO

Treinta años transcurrieron desde aquel fatídico regreso de William Foster. La luz de un radiante sol penetraba las cristalinas aguas del Mar de las Almas.

Aquel sitio donde Jack arrojó el Emblema del Cristo enaltecido, ha sido por años un lugar sagrado. Esta reliquia extraviada se había convertido en una verdadera leyenda; por eso, el nombre de este inmenso mar fue cambiado en el año 2050.

Ahora, había un hombre que buscaba con fervor esta reliquia de la que tanto le habían hablado sus padres. Revelándole secretos, que con el pasar del tiempo lo llevaron a convertirse en un Historiador y Cazador de Tesoros.

William Grayson de 47 años de edad, era altamente reconocido en Londres. Había logrado recolectar algunos objetos valiosos, que se creían extraviados durante siglos. Él se hallaba en el Mar de Las Almas con un grupo de compañeros, para continuar la búsqueda de este poderoso Emblema. Pero muchos días habían transcurrido, sin resultados favorables.

—¿Al menos puedes admitir que tal vez se lo llevó la marea? —dijo Jerry Brown. Él era uno de los buzos experimentados.

—No puedo rendirme ahora, Jerry. Mis padres me dijeron que el sacerdote lo arrojó adentro de una caja fuerte. El peso... —dijo William.

—Han pasado muchos años, amigo —expresó Jerry, interrumpiendo a William.

De pronto, mientras ambos observaban al mar, un buzo salió a la superficie, se quitó la boquilla regulador, y le gritó a ambos.

—¡OIGAN, AQUÍ HAY ALGO!

—¿Qué? —preguntó Jerry.

William corrió como nunca antes a la orilla, mientras el hombre salía con una pequeña caja de acero envuelta con algas.

—Es una caja fuerte —expresó William, observándola con alegría—. Es cierto... todo es cierto, Jerry.

—Eres un maldito con suerte —respondió Jerry.

William colocó su mano izquierda sobre el hombro de Jerry.

—Es el momento de la verdad, amigo —dijo.

William corrió hacia su camioneta y extrajo un aparato laser cortador, de la cajuela. Luego, se dirigió de nuevo a la playa, y colocó la caja sobre una roca.

—Todos a un lado.

—¡William! —exclamó Jerry.

—¿Qué sucede?

—Vas a cortar el Emblema con esa cosa. Es arriesgado.

—No te preocupes, sé cómo utilizar mi laser. Seré cauteloso.

—Bien...

Luego de unos minutos, la caja se abrió en uno de sus extremos, y de ella emergió una luz azul tan intensa, que maravilló a todos.

William introdujo la mano, y finalmente tomó el Emblema del Cristo Enaltecido. Su brillo era sublime.

—Es...

—Es hermoso —dijo Jerry, terminando la frase.

—No puedo creer que finalmente lo tengo entre mis manos.

—El Museo nos dará mucho dinero por él —expresó Jerry.

—¿Estás loco? Esto es invaluable.

—¡Un momento, William! Espero que no estés pensando lo que creo...

—Es exactamente lo que estás pensando. Voy a conservarlo.

Jerry se volteó y colocó las manos sobre su cabeza. Luego, fijó su mirada hacia William.

—Escúchame bien, William. Todos aquí hemos dedicado un tiempo valioso buscando esa cosa.

—Esta cosa... puede hacernos regresar de la muerte, Jerry.

—SON CUENTOS, MALDITA SEA. ¿REALMENTE CREES QUE TODA ESA MIERDA ES CIERTA?

William lo observó con ira, mientras colgaba el Emblema sobre su cuello.

—La historia de mi abuelo no es un mito. Aparte de eso, esta reliquia estuvo por años debajo de estas aguas. Todo es cierto, y pienso demostrarlo.

Jerry sonrió irónicamente.

—¿Y cómo piensas demostrarlo? ¿Suicidándote?

—Haré lo que sea necesario... Y no te preocupes por la paga. Yo les daré lo que les corresponde por su tiempo.

—Lo que realmente quiero, es mi parte de ese estúpido crucifijo.

—¿En serio? —preguntó William de manera irónica, mientras caminaba hacia su camioneta—. Tendrás que perseguirme hasta la muerte.

—No hagas nada estúpido, William. Esto no es necesario.

William entró en su camioneta, la encendió, e inició la marcha.

—¡VAMOS TRAS ÉL! —exclamó Jerry.

William aceleró hasta ingresar en una extensa autopista. Jerry, y algunos de sus compañeros investigadores, lo persiguieron en sus vehículos. Jerry llamó a su dispositivo móvil en muchas ocasiones, pero William no prestaba atención.

—Es hora de averiguar de lo que eres capaz... —dijo William, besando el Emblema.

El hombre se desvió del camino, y pronto, cayó en un desfiladero. Su vehículo se hizo pedazos; y el cuerpo de William se perdió entre los restos de la carrocería y una cantidad abundante de tierra.

Jerry bajó de su auto, y observó con lágrimas en sus ojos el trágico escenario.

—¡Maldición! ¿Qué hiciste, William?

...

Horas más tarde, los especialistas en rescate comenzaron su labor. El cuerpo de William fue extraído del vehículo, completamente destrozado. Sin embargo, el Emblema estaba intacto.

Jerry se arrodilló y situó su mano sobre el Emblema; pero rápidamente, un fuego azul la envolvió por completo.

—¿Qué demonios sucede? ¡Ayúdenme a apagarlo!

La mano de Jerry se transformó. Ahora se veía putrefacta y tenía un funesto color púrpura.

—¡MI MANO!

Luego, el cuerpo de William empezó a sacudirse. Era un escenario abrumador. Todos comenzaron a alejarse. Jerry cubrió su mano con una manta que le suministró una mujer perteneciente al Equipo de Bomberos, y continuó observando desde lejos.

De pronto, la humanidad interfecta del hombre comenzó a cambiar. Sus huesos parecían situarse de nuevo en su lugar, mientras se escuchaba el espantoso crujir.

—¿Pero qué demonios...? —expresó Jerry, mostrando facciones de asombro.

El cuerpo de William volvió a la normalidad. Era algo sobrehumano lo que acababa de ocurrir.

—¡QUE NADIE SE ACERQUE! —exclamó un oficial—. Esto tiene que ser una maldita broma.

El Emblema comenzó a brillar, y William abrió sus ojos.

—¿Dónde estoy? —preguntó.

—¿William? Esto no puede estar pasando.

William se levantó lentamente, mientras todos lo observaban con miedo.

Él sonrió y colocó la mano sobre el Emblema.

—Sabía que todo era cierto. Te lo dije, Jerry.

—Jerry se aproximó lentamente. Luego, comenzó a contemplar a William, mientras sus ojos se rebosaban en lágrimas. Sus manos temblaban incontrolablemente.

—Estás demente, William.

—Ja jajá. Es posible. Ahora que sé lo que hay más allá, entiendo por qué el padre Jack arrojó el emblema en el mar. Esto es muy poderoso para estar en manos de simples mortales como nosotros.

—¿Y qué piensas hacer?

—Primero... hablar con todos ellos —dijo William, señalando a los rescatistas, policías, y una cantidad de reporteros que trataban de acercarse a él—. Creo que necesitan saber la verdad.

—Eres una celebridad.

—No, Jerry. El Emblema lo es. Y tenías razón. Esto debe estar en un museo.

Jerry lo tomó del hombro y dio unos pasos con él.

—Ahora... ¿me contarás que viste en el más allá?

—No. No lo haré.

—¡Por favor!

—Cada quien debe tener su experiencia, por muy terrible que sea. Esto no es algo que se pueda explicar —expresó William antes de dirigirse a la prensa.

...

En el Museo Moderno de Londres se celebraba un momento histórico. Sería situado el Emblema del Cristo Enaltecido debajo de un pedestal, para que todos pudieran admirarlo. En el área inferior, fue ubicado un escrito que narraba su historia, y lo maravilloso de sus poderes. Mientras esto ocurría, William observaba con regocijo su hallazgo. Seguramente sus padres, quienes ya no pertenecían al mundo terrenal, estarían orgullosos de él.

Finalmente esta maravillosa joya reposaría en el Museo preciso para su custodia; justo al lado de una daga, que mantenía en su interior un poderoso Dije.

La muerte y la vida son parte de un recóndito acontecimiento; y el Emblema del Cristo Enaltecido es la prueba de todo lo que sucede al cruzar la línea. Pero el evento de las Tumbas Despiertas posiblemente sea eterno, hasta que la muerte lo decida. Es probable que en algún lugar del mundo vuelva a manifestarse.

El misterio de la muerte nadie lo conoce. Jamás se ha comprobado que hay más allá; pero muchos se han enfrentado a sueños que prevalecen en sus memorias, mostrando algo que puede significar el comienzo, o el final de la vida. Sin embargo, hay hipótesis que establecen que con asuntos pendientes en la tierra, el alma nunca se va, o tal vez... es la muerte quien la trae de regreso.

Damián A. Black

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