6. El Cristo Enaltecido
Dante es un eterno sirviente del Dios del inframundo: "Hades". Sin embargo, no siempre fue así. Él era un ángel del Olimpo que se encargaba de guiar a las almas extraviadas.
Dante se enamoró perdidamente de Hestia, quien era denominada como la Diosa de fuego. Hija de Cronos, uno de los Titanes más fuertes del Olimpo.
Una mañana, el joven ángel observó a Hestia caminando por el área exterior del Olimpo. Ese era el momento propicio para acercarse a ella.
—El Olimpo irradia belleza, solo con tu sublime rostro, Hestia —dijo Dante a la hermosa Diosa.
—No deberías estar aquí, Dante. Si mi padre se entera...
—No tiene por qué suceder.
—A Cronos no lo engaña nadie. Él lo sabe todo.
—No pretendo engañarlo. Solo quiero estar contigo.
—Sabes que es imposible, Dante. Una Diosa jamás puede ser igual a un ángel.
Dante tomó a Hestia de su brazo y la besó, como ningún Dios lo había hecho.
—¿Qué hiciste? —preguntó Hestia.
—Lo que debí hacer hace mucho tiempo.
Los días pasaron, y ambos se veían a escondidas. Ella utilizaba algunos de sus poderes para evitar que su padre los descubriera. Sin embargo, Cronos era muy difícil de eludir.
Dante y Hestia, lograron consumar su amor, y así sus lazos se unieron con más fuerza. Pero una mañana, mientras hacían el amor sobre un frondoso jardín del Olimpo, Cronos los descubrió, saliendo de un portal justo al frente de ambos.
—¡Padre!
—Esto es una deshonra, Hestia. Una Diosa con un ángel guía. Han provocado una maldición eterna sobre el Olimpo.
—Cronos; yo amo a Hestia. Haría lo que fuera por ella.
—Espero que sea cierto, porque tendrás que perseguirla hasta el inframundo.
—¿Qué? Papá, espera...
Cronos tomó a Hestia de su brazo, y la arrojó al inframundo; desterrándola del Olimpo.
—¿CÓMO PUDISTE? —gritó Dante.
—Ve y sálvala —dijo Cronos, acercándose a él.
Dante lo miró con odio, y voló detrás de ella. Así, ambos cruzaron los límites y llegaron al borde del Limbo. Cayeron sobre un espeso barro negro. Luego, Dante se levantó y observó a Hestia desmayada.
—¡Hestia! Reacciona, por favor.
—No creo que eso pase —dijo Hades, apareciendo frente a Dante.
—¡Hades! Te lo imploro, no te la lleves. Yo la amo.
—Es increíble. La hija de un Titán en mis dominios. Fue desterrada por Cronos, gracias a ti.
—Ella es inocente de todo, Hades. Yo soy el único culpable.
—¿Cambiarias tu lealtad por ella?
—¿A qué te refieres?
—La dejaré ir, solo si tú te quedas...
—Pero no puedo vivir sin...
—No... No lo digas. La vida es para los humanos. Nosotros somos Dioses. La eternidad es nuestra mayor virtud.
Luego, Hades formó en su mano un enorme círculo azul.
—Escúchame bien, Dante. Necesito a alguien como tú en este lugar. Un poderoso ser que guíe a las almas.
—Tú no necesitas a un guía en El Limbo.
—¡Te equivocas! ¿Ves aquel lago?
—Sí. Lo veo.
—Todas las almas perdidas caen en ese lugar. Ese es el Lago Estigia. Sin un guía, no sabré jamás quien merece la salvación, o el sufrimiento eterno.
—Eso es imposible. Yo he guiado a todas las almas.
—No a todas... Los Dioses del Olimpo mienten, Dante. Solo guías a las que tienen salvación. Pero hay algunas que pueden ser absueltas, y sin embargo, no gozan de ese privilegio.
—Eso explica muchas cosas.
—Este es el momento de elegir.
—¿La volveré a ver?
—¡No! Pero la salvarás de su destierro.
—¿Qué debo hacer?
—Entrégame tu alma eterna, y ella será libre.
—¡Bien!
Dante le dio un enorme beso a Hestia. Luego, introdujo su mano en el pecho, y extrajo una luz radiante de color azul, rodeada con un sutil humo negro.
—Tu alma eterna no es tan pura después de todo —dijo Hades—. Perteneces a este lugar.
—Aquí tienes.
Hades tomó el alma eterna de Dante, y la introdujo en el círculo brillante que tenía en sus manos. De pronto, se transformó en un hermoso cristal azul.
—Colócalo en su mano, y así saldrá de aquí —dijo Hades.
—Siempre te amaré, Hestia —dijo Dante, mientras ubicaba el cristal en su mano, y la cerraba lentamente.
El cuerpo de Hestia comenzó a levitar, y se cubrió de una radiante luz azul, hasta desaparecer por completo.
—¿A dónde se fue? —preguntó Dante.
—Regresó al Olimpo, Caronte.
—¿Cómo me llamaste?
De pronto, Dante comenzó a cambiar de forma. Se convirtió en un ser extraño. Su cuerpo se volvió plateado, su rostro se cubrió con un vendaje negro, y sus ojos relumbraban como dos faroles de color azul. Ahora se había convertido en el guía de las almas de Hades.
—Bienvenido, Caronte. Tú serás el guía eterno del Limbo. Aquí tendrás mucho más poder del que poseías en El Olimpo. Las almas te temerán.
Ahora Dante pertenecía al inframundo. Estaba destinado a servir a Hades por toda la eternidad. Hestia regresó al Olimpo; pero jamás sería perdonada por su padre.
Mientras caminaba por El Olimpo, se acercó al borde del Edén, tomó el hermoso cristal azul, y lo arrojó hacia el planeta tierra. Así cayó dentro del mar, y se hundió lentamente.
...
Era el año de 1704 en Europa. Un orfebre de nombre Adriano Sorrentino, se hallaba caminando cerca del mar, con la esperanza de encontrar piedras preciosas, u otros objetos de valor. De pronto, enterrado en la arena, observó el hermoso cristal azul. Se veía tan reluciente, que sus ojos se maravillaron con su belleza. Adriano lo tomó, lo colocó en una bolsa de su traje, y lo llevó a su casa.
Esa noche fundió plata, e hizo un bello crucifijo de ocho centímetros. En el centro, incrustó la resplandeciente joya. Así le otorgó el nombre del Cristo Enaltecido; porque pensaba que una reliquia tan hermosa, solo podía haber caído del cielo. Lo que no sabía, es que estaba uniendo a dos universos de distintos Dioses.
Así nació esta Reliquia de la Eternidad. Un artilugio que fue buscado por siglos, y que ahora se encontraba unido a un crucifijo. Todo aquel que lo poseyera, tenía la virtud de regresar de la muerte, sin efectos secundarios en su humanidad.
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