EPILOGO: Félix

     Cada día era más aburrido que el anterior. España no estaba mal, pero no era la Plaza Francia, ni se asemejaba a mis tardes de lectura con Pequitas. Esperaba profundamente que hubiera encontrado la carta que le escribí en cuanto supe lo que mi tía quería de mí. Se lo había contado todo en un papel, que había dejado sobresaliendo de debajo de la puerta de mi casa para que lo encontrara cuando fuera a buscarme. Porque sabía que lo haría. Y me esperaría. Hasta que pudiera regresar a ella.

    La hermana de mi madre y yo nunca habíamos tenido contacto, y la rabia me había invadido cuando apareció mágicamente de la nada dispuesta a llevarme a otro continente. Si no hubiera escuchado a mi padre hablar de ella alguna que otra vez, hubiera temido que alguien estuviera intentando secuestrarme. Me había pagado el pasaje. No podía decirle que no. Menos cuando no tenía trabajo y el dinero se había agotado.

    Tan pronto como regresara planeaba implorarle a Tarso que me dejara ayudarlo en la librería, aún si tenía que pedirle de rodillas que me perdonara por haber roto todas sus instrucciones aquella noche... Así conseguiría un empleo y no tendría que marcharme de Buenos Aires.

    Mi único entretenimiento de todo el mes había sido el libro de relatos que Elena me había confiado. No lo hacía nada mal. Escribir, claro. Sentía que todo lo que ella era y representaba estaba volcado en esas páginas arrugadas y amarillentas. Deseaba haber podido decirle lo bien que escribía, y que, si realmente se proponía a terminar una novela, lo conseguiría. Porque talento le sobraba.

    El primero de marzo había tardado en llegar, pero cuando finalmente lo hizo me sentí la persona más feliz del mundo. Sí, España era el sueño de muchos, pero no el mío. Me sentía muy solo, incluso si Zafira intentaba presentarme gente para que hiciera amigos. Todos me desagradaban allí. Mi sueño estaba cubierto de pecas y del otro lado del mar. Me esperaba. Estaba seguro.

    Regresaría y todo volvería a ser como antes. Comenzaría la universidad. Como ella había dicho, tendría la oportunidad de empezar de nuevo. Con la hoja en blanco. Pero también había cosas que no quería que cambiaran nunca. Ella, por ejemplo.

    Cuando estuve sentado en el avión, finalmente, sonreí por primera vez desde que había comenzado el mes de febrero.

    Era hora de volver a casa. Y lo primero que haría al llegar sería correr a nuestro banco en la Plaza Francia, y esperarla allí con un libro en la mano. 


¿Continuará? Solo si se me da la gana de escribir la secuela. Besitossssssssss. Los quiero. Espero sus mini reseñas del libro. ¿Qué les pareció?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top