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Al mirar a Sebastián reír, sentí una mezcla de alivio y vergüenza. Mi corazón latía con una rapidez inusual, y el silencio de la biblioteca parecía haberse vuelto más denso. No sabía qué decir para contrarrestar mi torpeza, así que me limité a mostrar una sonrisa nerviosa, esperando que él no notara lo abrumado que me sentía.

—¿Te gustaría tomar algo? Podemos ir al café de aquí a lado—pregunté finalmente, intentando romper el hielo y, de paso, desviar la atención de mi pequeño lapsus.

Sebastián asintió, todavía sonriendo;— Pero, y la biblioteca ¿La vas a dejar haci?.

— No suele a ver mucha gente a esta hora, así que está bien.

**

Sebastian se sentó en una de las mesas cercanas al mostrador. Mientras lo observaba acomodarse, me di cuenta de que su presencia, a pesar de ser pequeña, llenaba el espacio con una energía vibrante.

— ¿Han decidido que ordenarán? – pregunto con amabilidad una de las mesaras. Ah, no sabía que está cafetería tenía la temática de sirvientas para las meseras...

— Sip, un café estaría genial. ¿Qué me recomiendas?—dijo, echándose hacia atrás en la silla, aún con una expresión relajada.

Miré el menú detrás de mí. No era muy amplio, pero tenía varias opciones interesantes. Me dispuse a ordenar un café americano con un toque de canela, uno de los favoritos de los clientes regulares.

— Seria todo, ¿Verdad?.

Nos miramos y asentimos al mismo tiempo. Mientras la chica se iba, me pregunté qué podría decir para suavizar mi primer encuentro tan torpe.

—¿Vienes por acá seguido?—pregunté mientras dejaba la carta sobre la mesa.

Sebastián se encogió de hombros, como si la respuesta no fuera tan importante, pero lo hizo con un aire de desenfado.

—Sí, me he estado viniendo por un tiempo. Tengo clases por la mañana, y esta es mi forma de escaparme un poco. Además, me gusta cómo se siente el lugar—dijo, mirando por la ventana con una expresión de aprecio.

Lo mire con atención y aclare mi garganta a los segundos, haciendo que el me mirase.

— Espero que lo disfruten. Si necesitan algo más, no duden en decírmelo— dijo la mesera antes de irse.

El castaño tomaba un sorbo, y al instante sus ojos se iluminaron al probarlo.

—¡Está perfecto!—exclamó, y pude notar un tono de sinceridad en su voz.

La conversación fluyó con mayor facilidad a medida que pasaban los minutos. Me habló de sus estudios, su pasión por los comic's y cómo encontraba en la biblioteca un lugar de paz en medio del caos académico. Me sorprendió lo apasionado que se mostraba al hablar de su hobby.

— También quise aprender sobre fotografía, pero nunca me decidí—confeso, mientras daba otro sorbo a la taza.

—Deberías probar—dije con entusiasmo—. La fotografía es una forma increíble de ver el mundo desde una perspectiva diferente. Y si alguna vez quieres probarlo, estaría encantado de ayudarte.

Mi oferta lo sorprendió, y por un momento, me sentí impulsado a compartir mis pensamientos más profundos con él. Sin embargo, me contuve. Aún no estaba seguro de cuánto estaba dispuesto a abrirme.

—Gracias, lo tendré super en cuenta—respondio con una sonrisa.

Pasaron un par de horas más en las que Sebastián se quedó en la biblioteca, a menudo interrumpiendo su lectura para conversar sobre temas diversos. Hablamos de música, de nuestras películas favoritas, y hasta de algunas experiencias vergonzosas. Me di cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba disfrutando genuinamente de una conversación.

Cuando el reloj marcó la hora de cierre, Sebastián se levantó para irse. Me sorprendió cómo el tiempo había pasado volando mientras estábamos ocupados en nuestra conversación.

—Bueno, me tengo que ir—dijo Sebastián, recogiendo sus cosas—. Pero ha sido genial conocerte, Ivan. Gracias por el café y la charla.

—El placer fue mío—respondí—. Y gracias a ti por hacer que el día fuera menos... Aburrido. Espero verte por aquí pronto.

—Claro—dijo él, sonriendo una vez más antes de dirigirse hacia la puerta—. ¡Nos vemos!

Mientras veía cómo Sebastián se alejaba, me sentí extraño. Había disfrutado mucho su compañía, y no pude evitar pensar que, quizás, este encuentro inesperado podría llevar a algo más. La posibilidad de una conexión genuina con alguien era algo que no había anticipado, pero que ahora parecía emocionante.

Esa noche, mientras cerraba la biblioteca y apagaba las luces, me sentí diferente. Algo en mí había cambiado, y no podía negar que el día había sido más significativo de lo que había imaginado. Me despedí de las paredes llenas de libros con una sensación de esperanza, preguntándome qué más me depararía el estar cerca de ese chico.

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