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Todo está igual que cada día, incluso hoy, martes. Volví a levantarme segundos antes de que suene el despertador.
Tomo cualquier cosa del armario, no importa, después de todo escogí la ropa de tal manera que cada prenda combinara con cualquier otra, ahorrando la molestia de pensar en lo que usaré cada día.
sigo mi camino a la salida sin desayunar por qué me da asco comer después de cepillarme los dientes y justo a díez para las ocho salgo de mi casa, para comenzar otro día.
Está mañana llovió tanto, que tuve que tomar otro recorrido de mi casa al trabajo, uno en dónde ví a la señora Morris - mi vecina - alimentar a los gatos del vecindario, me saludo e invito a comer tarta de manzana más tarde a lo que conteste que talvez iría luego a acompañarla. Seguí mi camino hasta llegar a la avenida Fellingstonraun, cuyo nombre es demasiado largo para mí gusto.
Grupos de jóvenes con sus uniformes planchados y un par desalineados, yendo al colegio en la dirección contraria a la mia.
Hombres de la tercera edad o menor abriendo sus negocios puntualmente a las ocho de un martes nublado, nada nuevo, es cosa que debería estar haciendo yo, pero soy demasiado flojo y me levanto un poco más tarde que ellos.
Nada nuevo se veía en las calles, tan ellas, tan llenas y a veces tan solas.
El parque de enfrente está rebosante de niños que irradian alegría, más haya los padres observan encantados a sus pequeñas criaturas, que en un futuro tomaran su lugar en la sociedad, ante está vista hay algo que me molesta, que es irritante, un mal augurio, como si alguien acechara la felicidad de otros, otra vez decido ignorarlo.
La sencilla cafetería con temática asthetic de al lado de mi biblioteca está casi llena, como cada martes debido a su famoso menú especial: "Compra un Americano y te llevas mi número"¿Es una estafa? Probablemente, pero aún así no les va mal, lo cual significa que en esta ciudad hay muchos idiotas desesperados por el número de una chica.
Camino un par de pasos y aquella imponente puerta de madera de caoba con detalles de rosas y margaritas¹ - el decorado que eligió mi padre - me recibe, meto la llave y al instante la puerta se habré, el olor a libros y flores es lo primero que identifico, al igual que un casi imperceptible aroma a cítricos y cafeína - de café obviamente, ya tengo suficiente con mi vida como para caer en las drogas -.
Nueve de la mañana, es lo que marca el reloj de mi muñeca y yo solo me dedico a limpiar y esperar, después de todo no tengo empleados con los cuales conversar o pedir equis cosa, ahora que lo pienso debería de contratar a alguien medianamente hablador para que llene este impenetrable silencio aún que igual no me molesta.
No sucede nada relevante en las siguientes tres horas, a parte de las personas que entraban y salían de vez en cuando a la biblioteca, a lo que decido sacar mi almuerzo: unas sencillas empanadas veganas que saque de un anuncio en internet.
Y asi pasan dos horas más.
Y por fin lo veo. Un pequeño castaño de lentes con ropas poco formales, siempre solo como cada martes. Hoy no se ve muy bien, pero sigue en su burbuja impenetrable, una en dónde yo no entró, dónde no soy relevante. Nuevamente veo hacia la ventana a la espera de algo nuevo...
Espera...
¿Que hace este tipo? ¿Por qué se acerca al mostrador? Ay no, hoy me vesti con mis peores fachas ¡¿Que hago?!.
- Disculpa, ¿Puedo saber tu nombre? - me pregunto el precioso cuatro ojos frente a mi.
-...
- Si no quieres está bien, adiós - se despidió y vi una notoria decepción en marcada en su rostro. Ay no ¿Por qué no le conteste? Soy un estúpido.
- Ivan, mi nombre es Ivan, lo dice mi gafet - puta boca mía, no era necesario decir lo último.
- Un gusto Ivan. yo soy Sebastián - responde rápidamente y ensancha una sorisa que se le nota hasta en los ojos, estira su mano en frente mío para estrecharla, a lo que correspondo y es en ese momento que me doy cuenta que es un poco bastante enano - ¿Que?.
Nos miramos por unos segundos desconcertados y puta madre tiene los ojos más bonitos que había visto en mi puñetera vida, ¡BASTA IVAN! no es momento de ponerse hormonal.
Cubrí rápidamente mi boca al darme cuenta de que dije aquella infamia en voz alta ¡me quiero matar! ¡Tragame tierra!Posiblemente tenga - habria tenido - una hermosa historia de amor con el amor de mi vida la cual creo que ya no será por qué lo llamé enano, fin de la historia, que pasen los créditos.
Y ahora toca arreglar el error de mi bocota, aún que seguramente el enano de nombre Sebastián - creo - está muy enojado conmigo lo que aumenta las probabilidades de que me mande a la mierda, lo cual es algo que me merezco. Ah, ya entre en la paranoia.
- Lo siento mucho, no quise sonar grosero - suplique su perdón en mi mente y le resé a todos los dioses existentes y por existir.
- No pasa nada, traga aviones.-dijo entre risas entrecerrando los ojos.
Solo entonces me permiti sonreír por primera vez en años, porque tenía a la criatura más hermosa creada en la tierra cerca mío, sonriéndome. Y un pensamiento fugaz, pero egoísta traspasó las murallas de mi consciencia, solo lo ignore nuevamente.
En ese momento supe que talvez mi vida tendría ligeros cambios, para bien o para mal, los tendría y talvez yo también pueda soñar con ese final feliz que siempre se menciona al terminar una historia.
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