∆Capítulo 2∆

—Perdone, profesor, no volverá a pasar —murmuro bajando la cabeza.

—Sentaros, anda, apenas había empezado a hablar. —Hace un gesto con la mano.

Cece se sienta con Lola y yo me dirijo a Abby, que me lanza una mirada acusadora.

—¿Qué pasaba?

—Aún no te lo puedo contar. —Esbozo una sonrisilla, consiguiendo que me mire peor.

Nos volvemos hacia el profesor de Matemáticas, que sigue hablando:

—Como iba diciendo, este trimestre es vuestro último como estudiantes de instituto, antes de que comencéis a estudiar lo que queráis de verdad. Algunos de vosotros, de hecho, ya habéis sido admitidos en alguna universidad y otros no habéis recibido noticia. Soy vuestro tutor, así que cualquier duda que se os ocurra podéis consultarla conmigo. Estoy aquí para eso.

Desde la otra punta de la clase, Cece me mira, emocionada por lo que acabo de contarle. Quizás debería haber elegido a Abby, mucho más calmada y con menos relación con Jake.

—Antes de continuar con un pequeño anuncio, quiero volver a darle la bienvenida a nuestra Sophie, que tras un trimestre en Nueva York, ha decidido volver con nosotros.

Me giro, tratando de no parecer la niña del exorcista. Una joven rubia nos mira con una sonrisa ensayada. Creo que me va a entrar un tic en el ojo.

—Por supuesto que debía volver. Vosotros sois mi hogar. —Abre las manos con tono dramático.

No puede ser... No puede ser ella... Parece tan... como todos me dijeron. Tan pija, tan dramática, tan reina del instituto...

Busco la mirada de Jake mientras esa rubia sigue dando un discurso digno de un presidente. Él me mira y encoge los hombros, no lo sabía. Su mirada transmite pena, como si se lamentara de que yo tuviera que pasar por esto. Yo también lo lamento.

—Gracias Sophie. Demuestras mucha devoción por esta pequeña ciudad.

La veo fingir una sonrisa y responde:

—Por supuesto, profesor.

Apoyo la cabeza sobre la mano, mirando sin interés a la pizarra. Jake tiene razón al mirarme así.   ¿Por qué me tiene que tocar a mí lidiar con ella?

—Lo siguiente es una carta que tengo que leeros. En realidad, hay dos, pero pone exactamente lo mismo para dos alumnos de esta clase.

Hace una pausa dramática mientras abre el sobre. Todos están atentos, eso pretendía nuestro amado tutor.

—Bien, empecemos:

"Estimada señorita Anabel McClain:

Durante los pasados meses hemos estado observando con lupa todos sus movimientos, sus notas, sus trabajos; dándonos cuenta de que tenemos una auténtica mente brillante ante nosotros, que muy pocas personas poseen.

Por todo ello, nos complace invitarle a la Reunión Anual y Nacional de Altas Capacidades y/o SuperdotadosLa invitación será para usted y toda su clase, más su tutor. Esperamos fehacientemente su confirmación.

La Reunión se realizará del 15 al 21 de abril en Las Vegas, Nevada.

Atentamente,

Presidente de la Reunión Anual y Nacional de Altas Capacidades y/o Superdotados"

Genial, todos me miran ahora.

—En la otra carta pone lo mismo, pero para Max.

En la primera fila, Max se da la vuelta para mirarme. Le brillan los ojos por la emoción. Pero mi ilusión es nula.

—No quiero ir a eso.

—¿Qué? —Me suelta toda la clase.

—No me gusta, siempre me siento como un bicho raro.

—Bel, ahí todos son como tú. —Me pellizca Abby.

No, ahí todos son muy listos. Yo tengo memoria fotográfica, que es otra cosa. Pero eso solo lo saben mis padres, mis amigas, Max y Jake.

—No voy. De todas maneras, ¿qué más os da? Está claro que Max está emocionado por ir. Podemos ir toda la clase con él.

—Hay un pequeño problema. —Miro a mi tutor, que parece tan culpable como un niño robando una piruleta.

—¿Qué?

—Ya he confirmado la asistencia de los dos.

Mierda asquerosa. Odio mi vida.

—Está bien, lo haré.

Cece se pone a aplaudir como loca. Yo simplemente agacho la cabeza para darme cabezazos contra la mesa. Abby me acaricia el pelo.

—Ahora que está todo hablado como tutor, continuemos con lo que llevábamos visto del último día de clase. Sophie, si tuvieras alguna duda, estoy segura de que Bel te las resolverá. Es muy buena.

Eso, profesor. ¡Bravo! Dale motivos para que me haga bullying. O casi peor, para pasar tiempo con ella.

A partir de ahí, empieza a copiar cosas en la pizarra mientras sigue hablando. Me olvido de la ex-novia rubia que ha vuelto y me centro en mi asignatura favorita.

—Podía habérselo dicho a Max. Pero no...

Abro mi taquilla, molesta. Abby trata de tranquilizarme.

—Tranquila, Campanita. Te puedo asegurar que no te pediría ayuda por nada del mundo. Y más cuando se entere de que eres la novia de su ex.

—Eso es justamente lo que me da miedo. Que se entere y tome represalias.

Abby cierra su propia taquilla con los libros de historia y me mira.

—Eres Anabel McClain. Salvaste a Cece del bullying, uniste a cuatro chicas totalmente opuestas, hiciste que una mierda de equipo ganara un campeonato regional. Puedes con esa tía, te lo aseguro.

—Es mucho más guapa que yo.

—¿Y? —Al menos, es sincera—. Tú eres más simpática, más inteligente, más divertida y sobre todo, más buena persona. Ahora vamos, no me apetece que por alabarte lleguemos tarde a clase. Seguro que las otras tres ya están allí.

—Eso nos pasa por tener nuestras taquillas tan lejos. —Sonrío.

Una vez han acabado las tres primeras horas, pido a las chicas que vayan a la cafetería mientras yo voy a mi taquilla. Hasta me ofrezco a dejar las cosas de Abby, porque luego se empieza a quejar de que soy muy pesada.

Tarareando una canción, lo guardo todo. Busco mi almuerzo, metido muy al fondo de mi mochila, cuando me tocan por detrás. Me doy la vuelta y exhalo un suspiro.

—¡Jacob, casi me matas del susto!

—Perdona, señorita drama. El señorito asustador solo quería ver a su novia en un lugar tranquilo.

Me fijo, por los pasillos no hay nadie. Todo el mundo va a la cafetería, así que le beso, tratando de ser suave y silenciosa.

—¿Por qué no estás en la cafetería con tus amigos? —le susurro al oído.

—Es más divertido besarte.

—Mejor vete, no quiero que empiecen a pensar que somos los típicos novios que no se separan —murmuro a duras penas, me está besando el cuello, el muy mala persona.

—Hecho. —Me da un pico y se va.

Sacudo la cabeza para quitarme el calor del cuerpo y saco mi almuerzo. Una vez lo tengo, me vuelven a tocar la espalda.

—Jake, te he dicho que te fueras con los otros...

Me doy la vuelta, no es Jake. Ese pelo rubio, esos brazos cruzados... Sophie.

—¿Querías algo?

—Pensabas que yo era Jake.

—Pues claro. Acaba de estar conmigo.

—¿Qué te hace pensar que puedes estar con mi novio?

Pero ¿será zorra? ¿Qué se habrá creído? Belmátala.

—Sophie, ya no es tu novio. Tú rompiste con él, ¿recuerdas? —Pongo una mueca, el eufemismo de la cara de asco que pensaba dedicarle.

—Vaya. Las cosas vuelan.

—Jake me lo contó.

—Jamás pensé que vería a Jake así, enrollándose con una chica. ¿Por qué cambió de opinión? —Se cruza de brazos, arqueando una ceja.

—Supongo que se enamoraría...

—Enamorarse, ¿eh? —Me coge del cuello del jersey y me sube unos centímetros del suelo—. Te lo voy a explicar una sola vez, Bel. Jake y yo vamos a estar juntos, quieras tú o no, ¿lo pillas? Así que más te vale empezar a alejarte, si no quieres sufrir por ello.

Por una vez en toda mi vida, me quedo callada hasta que se va. Entonces, pego una patada a la taquilla. Se va a acordar de quien es Anabel McClain.

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