Capítulo 14
Sería muy bonito decir que me despertaron los rayos del sol, posándose delicadamente sobre mi cara... Pero el caso es que eso me sucede... En las películas, es bonito. En la vida real, no es tan agradable.
Tras desperezarme, decido mirar mi despertador. Las diez y media... ¡Las diez y media! Ay, dios... El partido es a las once menos cuarto. Salto de la cama y cojo unas mallas. Me pongo una camiseta y una sudadera por encima. Con los zapatos en la mano, me encuentro bajando las escaleras de mi casa a gran velocidad.
Tiro los zapatos al suelo y me meto cereales en la boca a presión. Mordisqueando, me ato los zapatos y salgo de casa. Ahora la parte graciosa, el polideportivo está en la otra punta de la ciudad.
¿Caminar?, no, tendré que correr hacia el polideportivo. Son las diez y cuarenta. Ya está, no llego. Mi padre me mata.
Corre, puedes hacerlo.
¡Anda, ahora me anima y todo! Mi conciencia es una caja de sorpresas.
Llego, pero no escucho a nadie jugar. Entro a gran velocidad al vestuario, encontrándome a todo mi grupo mirándome raro.
—Siento mucho llegar tarde. Me quedé dormida. —Apoyo las manos sobre mis piernas, tratando de recuperar el aliento.
—¿De qué hablas? Llegas a tiempo. Queda bastante para que empiece el partido. —Me sonríe mi padre.
Miro el reloj. Me pone que son las once menos cinco.
—¿Sabéis la hora que es?
—Pues las diez menos cinco, minuto más, minuto menos —dice mi padre tras mirar el reloj.
—Eso es imposible... Aquí pone... Vale, está claro que tengo que poner mi reloj en hora.
Me miran como si estuviese loca. Al fin, tras sopesarlo, deciden darse la vuelta y ponerse a entrenar. El partido está cerca. Me cruzo de brazos mientras los observo entrenar. Driblan el balón bastante bien, su bote ha mejorado y han mejorado mucho. ¿Será suficiente? Al cabo de un rato me doy cuenta de que mi mirada se va sola a Jake, así que aparto la mirada. Se me nota demasiado.
Antes de que me dé cuenta, ha empezado el partido. Decido reservar a Jake para el segundo cuarto, simplemente para ver como va el resto. No pueden vivir de él. Tomo nota de eso. Además, necesitan mejorar su tiro, pero roban balones y hay oportunidades suficientes para que vayamos ganando al final del segundo cuarto. Ya no chupan, eso es bueno, hay que mejorar todavía, pero para el partido en el que nos encontramos, basta y sobra.
—Escuchad, chicos, vamos bien, pero no nos relajemos. Recordad en qué partido estamos, es muy importante ganarlo si queremos llegar al campeonato.
—¡Un! ¡Dos! ¡Tres! —chilla Ed.
—¡Por la Miss! —gritan todos a la vez.
No sé que es peor, que me llamen princesa o Miss. ¿Me van a considerar una señorita para siempre?
—¡Vamos! ¡Podéis hacerlo! ¡Pásala bien!
En eso se basa la segunda parte, yo gritando como nunca. Hay varios momentos en los que ellos se ponen por delante en el marcador, luego somos nosotros, o empate... Me van a volver loca.
—Quedan diez segundos y tenemos posesión.
—Gracias, papá. Información valiosa en este momento —le digo, mordiéndome el labio.
Ed tiene el balón, se la pasa a un chico del que nadie me ha dicho el nombre... Este se la da a Jake en mitad de la pista.
—Vamos... —Soy consciente de que estoy saltando sobre mis pies como una niña pequeña.
Puede hacerlo. Confío en él. Tira debajo de la canasta en el último segundo y vemos como entra en la canasta. Todo parece estar a cámara lenta. Esa felicidad que te invade cuando consigues algo que cuesta tanto. Así se siente esta victoria por dos puntos. Abrazo con fuerza a mi padre y a los jugadores del banquillo. Se nota que Jake está aliviado. La última vez perdimos en el último segundo por su "culpa".
Tras las felicitaciones de los padres, se van a la ducha y mis cuatro amigas me acorralan.
—Dime que estás con mi hermano. —Cece me mira, y grita.
—Sí, pero no es algo para comentar.
—¿Qué no? Un novio siempre es algo de lo que hablar.
—¿La cita fue bien? —Veo a Abby impaciente.
—Fue un desastre. ¿Y vosotras cómo lo sabéis? Creía que lo había mantenido en secreto
—¿Pero no estáis juntos? —Pasan de mi cara descaradamente.
—Creo que está siendo sarcástica. —Cece la codea.
-No estoy siendo sarcástica. Fue un completo desastre. Estamos juntos porque hablamos
—Enemigo a las doce —murmura Lola.
—¿Qué?
Tardo unos dos segundos en darme cuenta, cuando Jake me coge de la cintura y me besa, ante la mirada atónita de mis amigas.
—¿Nos vamos?
Intento no pensar en la cara de tonta que tengo y sonrío.
—Claro...
Me despido con la mano y me voy con Jake. Vale, las que tienen las caras de tontas son ellas. Están flipando.
—Ha sido un partido genial —le comento una vez fuera del polideportivo.
—Pues yo me alegro de que haya acabado. No había estado tan estresado en mi vida.
—No te exijas. —Acaricio su espalda—. Lo has hecho genial, no es necesario forzarse.
—Se nota que no conoces a mi padre.
—Por lo que he visto no me pareció...
—Es muy duro. Se toma peor las derrotas que todo el equipo junto y se ilusiona aún más las pocas veces que ganamos.
—A partir de ahora, habrá más veces. De eso me encargo yo.
Le sale una sonrisa, probablemente una de las más sinceras que le he visto desde que lo conozco. Me pongo de puntillas para darle un pico, pero él me arrastra a un beso más profundo. Casi me dan ganas de agradecer a mis amigas por lo de la rana Gustavo.
Siento mi espalda mojada y me separo. Detrás de mí, veo a Cece con un cubo lleno de globos de agua. Parece feliz.
—¿De verdad quieres jugar a eso? ¡Ahora verás!
Corro detrás de ella, la tía es rápida, y yo no lo soy.
No te engañes. Eres más lenta que un caracol y el caballo del malo juntos
Gracias, querida conciencia...
Va tirando globos por el camino, cosa que aprovecho para llenarme de munición.
—¡Te vas a enterar de lo que vale un peine!
—¡Menos de cinco euros, seguro! —Esquiva mi globo.
Ay, dios... El globo va a parar a Ed. Ya la estoy liando...
—Perdón... Te juro que no te he visto. —Me tapo la boca.
Sin decir nada, le pide con la mano un globo a Cece y me tiro al suelo a tiempo.
—¡Me cago en la madre que os parió a todos!
—Perdón, tío... No iba a ti.
Ed se está muriendo de risa. El pobre Jake ha recibido su globo. Parece enfadado.
—Bel, globo, ya.
¿Demasiado infantiles para una pelea de globos de agua? Que va... Somos de la edad perfecta.
Solo sé que media hora después, hemos conseguido que toda la plaza participe en la guerra de piques. ¿Nadie tiene buena puntería aquí?
Te recuerdo que Cece te dio a ti.
Cállate, si no quieres que te pegue.
Nos sentamos al borde de la fuente. ¿A quién le importa que estemos a finales de enero y que estemos empapados? A las madres seguro que sí.
—Dios, ha sido flipante. —Se ríe solo Ed.
—Tenemos que repetir. —Cece sacude la cabeza.
—La próxima vez, mejor en verano. Gracias...
Y nos echamos a reír. Da gusto tener amigos con los que reírse un rato.
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