Capítulo 11
—Tío, deberías hacerlo.
—No tiene ningún sentido.
—Que sí, ya verás como te dice que sí.
—Solo pregúntaselo.
—¿Para qué? ¿Para qué me diga que no? Paso, gracias.
Y estaba yo tan tranquila en mi cama, dormida plácidamente, cuando empecé a escuchar esta conversación. ¡Fiesta de pijamas de chicos! ¡Bien! Ironía... Esto de que mi padre organice quedadas nocturnas para que se compenetren me pone de los nervios.
No se callan, de verdad. Voy a tener unas ojeras por la mañana monstruosas. Ahora mismo no puedo ni cerrar los ojos de lo loca que me llevan. Se la van a cargar.
Me recojo el pelo en una coleta y me acerco. Desde aquí no distingo las voces, pero uno de ellos quiere preguntarle algo a alguien. Siguen discutiendo un buen rato, pero supongo que gracias al sueño, no distingo voces como suelo hacer.
Al final, me harto y pego un grito:
—¡Callaros de una vez!
Y, como la puta ama que soy, me acuesto de vuelta, deshaciendo mi coleta. Esta vez, surge efecto. Me duermo en unos minutos.
Cuando me despierto, recuerdo que dejé la ventana abierta. Me estoy congelando viva. La cierro y me pongo una bata. Bajo las escaleras de mi casa y me dirijo a la cocina. Es relativamente temprano, tengo tiempo antes de ir a clase.
Me preparo el desayuno. Unos deliciosos huevos fritos, con una tostada de aceite y un vaso de leche con Cola Cao. Me estiro, olvidando que hay gente en casa.
—¿Qué haces? —Me sobresaltan.
Pego un grito del susto que me llevo. Miro, es Jake. Menuda vergüenza...
—¿Yo? Nada.
—Ah, creía que te estirabas. —Pone su mejor sonrisa.
—¿Estirarme? ¿Yo? Jamás.
Asiente, pero estoy segura de que no se lo cree. Resoplo. Soy un desastre andante.
—¿Qué tal vas?
—Genial... Tu hermana tiene planeado ir este fin de semana a pegarle una hostia a mi ex, así que bien.
Se ríe ante mi broma. Han pasado ya dos días. Creo que estoy bien. O con eso trato de autoconvencerme.
—Genial. Estaba deseando que la metieran a la cárcel de otro estado.
—Pobre... Cece lo hace con buena intención.
—Pues a mí no me vale. La quiero en la cárcel.
Sonrío. Espero que sea una broma, porque lo he visto muy serio.
—Oye... —Me atrevo a preguntar.
—Dime.
—¿De qué hablabais ayer?
—¿Qué? —Arruga su frente morena.
—No sé, es que ayer no parabais de hablar. Simple curiosidad.
—Oh, nada. Una tontería sin importancia. —Baja la cabeza.
—Esa tontería te ha puesto colorado. —Le señalo.
—En serio, no es nada.
Pero mi observación ha hecho que se ponga aún más colorado. ¿Qué pasará?
Al final del día...
El día pasa muy lento. Seré demasiado cotilla, pero de verdad necesito saber lo que estaban hablando. Quizás hablando con otro del equipo... Decido esperar al final del entrenamiento para llevar a cabo mi plan.
Los chicos mejoran cada vez más, la camadarería entre ellos es estupenda. Confían los unos en los otros y ya no chupan la pelota. Sabía que haría de este un gran equipo. Bueno, no, creía que sería un desastre, pero el caso es que ahí están.
Al final del entrenamiento, me dirijo a hablar con el mejor amigo de Jake, pero mi padre me para antes de llegar hasta él.
—Tengo que irme. ¿Te importa recoger?
—Pero papá... —Protesto.
—Buena chica.
Me da un beso en la mejilla y se va. Veo a mi plan irse con Ed.
Recojo las pelotas y limpio el suelo con la mopa. Ahí es cuando vuelvo a notar unos susurros.
—Tío, díselo.
—Que no, joder...
—O tú, o yo.
Pero bueno, ¿esto de qué va? ¿Pedir qué? ¿A quién? Juro que esta vez me contendré para que no dejen de hablar. Quiero saber qué mosca les ha picado.
Entro en el almacén para dejar las pelotas. Voy a ir y los voy a encarar. Me da igual que crean que soy una metida, pero ya es necesidad.
—Hola.
La obsesión de este chico por asustarme es increíble.
—Hola Jake...
—¿Te ayudo?
—Esto... Solo es meter las pelotas en la jaula. Pero si te apetece... —Hago un gesto para que se acerque.
Me pongo a organizar otra cosa, por no estar sin hacer nada. Por primera vez, el silencio es incómodo.
—Bel.
—Jake —digo su nombre a modo de broma.
—¿Puedo preguntarte una cosa?
—Ya lo has hecho.
Tarda en pillarlo, pero acaba sonriendo.
—A ver... Sé que no nos conocemos de mucho tiempo, pero...
—¿Qué pasa? —Me intereso.
—No es importante, en serio. Mejor me voy.
Pestañeo. ¿Y a este qué le pasa? De repente, vuelve a entrar. Definitivamente, se ha vuelto loco.
—¿Quieres salir conmigo?
Se me caen los balones del susto. ¿Y ahora yo qué le digo? Menudo miedo, solo pensar en liarla... Pueden pasar muchas cosas, y no todas tan buenas. Sí, me gusta, pero si intentara besarme, le haría la cobra y no me gustaría. Trago saliva. A la mierda mi egoísmo.
—Vale, salgamos. ¿Qué tal el viernes?
Asiente y se va. Este tío es bipolar. Al menos es viernes, si algo sale mal, hay hasta el domingo para que se recupere para el partido. Porque está clarísimo que la voy a liar. Después de esta cita, no querrá saber de mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top