∆Capítulo 1∆
Entre sueños, me doy la vuelta en la cama. Suspiro y me acomodo bien, pero choco con algo. Al abrir los ojos, me encuentro a Jake mirándome con mala cara.
—Buenos días... —digo con una sonrisa—. ¿Por qué estás vestido?
—Porque hoy hay clase. Y queda poco para irnos.
Me cambia la cara de golpe. Miro el despertador, ¡ya deberíamos estar en clase! Salto de la cama y voy al baño con la ropa que ayer me preparé. A los dos minutos salgo, ya vestida.
—¿No te vas a peinar?
—Es más importante que lleguemos a clase cuanto antes.
—Nunca pensé que te oiría decir algo así.
Me coge del brazo para detenerme y me mira con la ceja arqueada. Lo comprendo inmediatamente. Pongo mi peor cara de enfado, a pesar de que sé que no me durará mucho.
—Querías que me diera prisa...
—Sí, pero no tanta. Aún quedan cuarenta y cinco minutos para que empiecen las clases, pondré tu reloj en hora, pero peinate, reina de la selva.
Le saco la lengua y vuelvo al baño. Me peino y me maquillo un poco. Con antiojeras y brillo de labios soy feliz, aunque lo de maquillarme es algo nuevo.
—¿Ya estás contento? —Salgo del baño, paseándome cual súper modelo.
Me mira arrugando la nariz.
—Te prefería cuando creías que llegábamos tarde.
Adorable...
Ni un poquito, conciencia. Le doy un golpe suave con la mochila que me acaba de dar.
—Eres malo. —Lo apunto con el dedo.
—Y tú una dormilona. —Me repite.
—Me he despertado cuarenta y cinco minutos antes de que empiecen las clases.
—Gracias a mí, por supuesto.
Sonrío, negando con la cabeza. Paso las manos alrededor de su cuello y le beso muy despacio, saboreando sus labios sabor menta. No sé cómo lo hace para estar perfecto por las mañanas. Seguro que mi aliento sabe a muerto.
Suspiro cuando nos separamos. Estos son nuestros pequeños momentos, nuestros segundos para disfrutar. Tenemos que tener cuidado hasta que yo sea mayor de edad.
—Tengo hambre. Desayunemos.
Me coge de la mano y bajamos corriendo. Mi padre está enfrascado en el microondas. Necesita urgente clases de cocina.
—Os he preparado el desayuno.
—Gracias, señor McClain.
Mi padre saca lo que tenía en el microondas, un tazón humeante de chocolate. Y nos deja a nosotros los cereales.
Es un tragón...
—¿Os llevo a clase? —Se cruza de brazos.
—Papá, Jake tiene la moto aquí. Iremos en ella.
—¿Seguros? Mira que los accidentes de moto se multiplican y...
—Papá, todo está bien.
Mi padre es más liberal en ciertas cosas, como pasar mis vacaciones en Miami con Jake a solas o dejarlo dormir en casa, pero con respecto a la seguridad... Nunca cambiará.
—Anda, vamos.
Recojo mi mochila del suelo y vamos hacia la moto aparcada junto a la casa.
—Usted primero, señorita. —Me pasa el casco.
Me abrazo a su espalda y arranca. Hoy empieza nuestro último trimestre antes de empezar la universidad. No podía estar más emocionada.
Me bajo de un salto y le doy el casco una vez llegamos.
—Tengo que saludar a mucha gente. ¡Te veré luego!
Nada más entrar en el instituto, veo a los chicos. Empiezan a gritar y a ovacionarme. Me muero de vergüenza. Un día de estos, los mataré. Los abrazo a todos, y me sorprende encontrar a Max entre ellos. De todas maneras, lo abrazo también.
—¿Qué tal las vacaciones, Bel? —Nos quedamos hablando mientras los neandertales siguen a lo suyo.
—Interesantes. ¿Y las tuyas con Lola?
—Extrañas, como ella misma. —Me río, ambos son extraños, por eso se complementan tan bien.
—¿Qué? ¿Nuestra entrenadora estrella nos va a llevar directos a Nueva York? —Me giro al escucharlos.
—¡Por supuesto que sí!
Sonrío. Gracias a mi intervención, ganaron la final de la competición del estado de California. Ahora tendremos que ir a Nueva York para los nacionales de baloncesto, el mismo mes de mi cumpleaños.
—Chicos, el triunfo es vuestro. Os lo merecéis.
Jake aparece por detrás y me agarra la cintura, con delicadeza.
—¿Tú no ibas a saludar a mucha gente?
—¿Pero tú has visto cuántos hay aquí? Tengo muchos amigos, querido —digo de broma.
Jake sonríe y me da un pequeño beso, para después susurrarme:
—Anda, ve a por las chicas.
Los chicos han ovacionado el beso, sé que estoy roja como un tomate. Odio tanta atención.
Lo primero que hago es ir a la sala de profesores. Una mujer morena sale en ese momento.
—¡Tía Clara!
—Bel... Mi sobrina favorita...
—Yo también te quiero —digo mientras me espachurra en un abrazo.
—¿Qué tal la semana de vacaciones? —pregunta, pícara.
—Bien, nada especial. —Me encojo de hombros.
—Oh, vamos, me la pasé con tu padre todo el tiempo. Sé que te fuiste a Florida con Jake. ¿Qué tal todo?
—Bien, todo normal.
—Bel... —Arquea su ceja.
—Sé lo que me vas a decir. Soy menor de edad, no he mantenido relaciones sexuales con nadie en toda la semana. Tengo cuidado, tía Clara.
—¿En serio? Yo que hubierais tenido mucho mambo durante toda la semana. —Hace un puchero y luego se ríe al verme roja—. Una pena.
Me da un abrazo y me manda fuera. Lo siguiente que hago es ir a mi taquilla a guardar la mochila. Dejo solo los libros de Matemáticas.
—¡Bel!
Me sobresalto al escuchar un grito, aunque sé perfectamente de quién se trata.
—¡Mi amor!
Cece me abraza con fuerza, espachurrándome más que mi propia tía. Detrás vienen las tres. Cuando consigo separarme de esa lapa humana, me abrazo una por una a Abby, Lola y Emily.
—¿Qué tal las vacaciones? —pregunto tras soltar a Emily.
—No hay mucho que contar.
—Seguro que menos entretenidas que las tuyas. —Abby mueve las cejas alternativamente.
—Bueno, las mías tampoco han sido increíbles. Solo ha sido un pequeño viaje a Florida.
—Con Jake —puntualiza Cece.
—A solas —continúa Abby.
—Nos hemos pasado toda la semana bañándonos en la playa y durmiendo en el hotel.
—¿Solo durmiendo? —Me miran, pícaras.
—Sí, solo durmiendo. Tías, el sexo con menores de edad está penado. Ya siendo novios corremos riesgo, imaginaros si se nos ocurriera...
—Ya, ya. La señora responsable siempre ahí. ¿No la puedes dejar descansar por una vez?
—Me sorprende que digas eso, siendo tu hermano. —Cierro la taquilla y empiezo a caminar.
—Es mi hermano, no mi hijo, y quiero lo mejor para él. Tú eres lo mejor para él. No puedo ni imaginarme qué pasaría si apareciera Sophie y Jake volviera a caer engañado.
—Seamos realistas. —Habla Emily—. Ella es una pija resentida, no iba a quedarse mucho más en un lugar como San Diego. La he conocido lo suficiente, creedme.
—Y yo que me alegro de eso. Una vez pasada la fase del bullying... —Suspira Abby.
—Si volviera, no dejaríamos que se te acercara, rubita. Yo le pegaría un puñetazo. Me quedaría a gusto.
—Lola, mejor no te metas en líos.
Todas me miran. Sé que están pensando en Doña Perfecta, evitadora de problemas. ¿Qué quieren? Soy así.
Cojo del brazo de Cece antes de que entre a la clase.
—Vamos a llegar tarde. ¿No te dará un patatús?
—Necesito contarle esto a alguien, así que voy a ignorar tu burla.
La meto en el baño de las chicas y cierro la puerta.
—Me han aceptado en Standford.
Cece se me queda mirando, alucinada.
—¿Standford? ¿Una de las mejores universidades privadas de todo Estados Unidos?
—Y lo más importante de todo, en California.
—A Jake lo han aceptado en la Universidad Estatal de San Francisco.
—Lo sé. Me lo dijo en Florida.
—Eso significa...
—¡Que no vamos a separarnos! —Pego un salto, emocionada.
—¡Eso es genial! —Me abraza, contenta.
—Ya lo sé. Yo aún no se lo he dicho, porque me enteré de la carta de admisión ayer, cuando volvimos. No sé cómo hacerlo...
—Seguro que no es para tanto. Estará tan emocionado... Está a media hora o así de San Francisco.
—Y en cuanto aprenda a conducir, podríamos compartir piso, o en Standford o en San Francisco.
—Mientras no te saques el carnet, mejor Standford, que Jake tiene coche nuevo. Aunque el muy idiota prefiere su moto.
—Dios, no me creo que vayamos a estar tan cerca.
—Es el destino, que os tiene muy unidos.
—No seas tan cursi. —Me pongo roja—. Deberíamos volver a clase.
—¡Ya ha sonado la campana! —grita mirando la hora.
Corremos a la clase. El profesor nos mira, ceñudo.
—McClain, Jones, espero una buena excusa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top