38: La mordida de un condenado

Adara

El bosque se ve más oscuro, como si no fuera de día. Quizás haya sido una estupidez entrar aquí, pero tampoco es que tenía muchas opciones. Perdí la señal del celular. Además, ¿qué sé yo cuál es la parte del bosque en la que está Triana? Sin embargo, una corazonada me atrajo hasta aquí.

Hay un símbolo dibujado en el suelo, entonces me agacho a inspeccionarlo. Está hecho con ramas y moho, parece una estrella. Lo bueno es que el líquido no es sangre, ya tuve suficiente de asesinatos.

—Adara...

Es la voz de mi amiga, así que me levanto, entonces observo para todos lados, buscándola.

—¿Triana? ¿Dónde estás?

«Adara», vuelven a llamarme, pero son las voces de mi cabeza.

Las sombras están aquí.

Comienzo a correr, pues les tengo más miedo que a los propios demonios. Además, hay que ignorar la parte en la que me acosté con uno.

Mientras avanzo, hallo más dibujos en el suelo y al visualizar el último, encuentro a mi amiga. Me dirijo hasta ella, tiene mucha sangre en todo su cuello. Cuando intento ayudarla, una larga garra en forma de humo, toma mi muñeca, y a su costado unos dientes me muerden. Logro soltarme mientras sangro. Creo que me han dejado agujeros. Aunque presto más atención a la cantidad de ojos que han aparecido en el pasto, alrededor del dibujo.

¿Cómo mierda la saco de allí?

Lo peor es que me siento rodeada, no es la única cosa que me está observando. Después de todo, querían que viniera a esta zona del horrible bosque.

—Libérenla, ya estoy aquí —aclaro, recordando lo que Triana me dijo mientras hizo la llamada de teléfono.

Las garras la empujan, sacándola del círculo. ¿No van a hacer nada más? Será mejor que nos larguemos antes de que se acuerden de que me querían a mí. Me agacho, rodeo el brazo de mi amiga en mi cuello, entonces intento avanzar con ella a cuestas. Mi muñeca me arde mucho, quizás era eso lo que buscaban.

Avanzo, mareada, pero no me detengo, ya puedo ver la carretera a unos pasos más. Aunque también escucho algo acercarse a gran velocidad. Cierro los ojos cuando un extraño ser negro, humanoide, pero para nada sólido, quiere saltar sobre nosotras. Escucho el sonido de la sangre, pero no es la de ninguna de las dos. Abro los ojos, entonces me encuentro con Elerick. Atraviesa al monstruo con una cola como de lagarto, y la hace desaparecer cuando el monstruo se desvanece. Mi cuerpo queda manchado de un líquido color verde.

—No sabía que tenían cola —murmuro.

—Nos volvemos a ver, extraña —expresa con su característica tranquilidad, luego agarra a Triana, levantándola entre sus brazos—. Ojalá estarías muerta, me ahorrarías todas estas situaciones sospechosas.

—Diría lo mismo, pero me salvaste.

—Lo que sea. —Se gira y lo sigo—. Ya puedes volver con tu depredador, yo me encargaré del resto.

—Ni hablar, debes manejar y alguien tiene que sostener su hemorragia. —Rompo mi pantalón mientras la apoya en la parte trasera de su coche—. ¿Cómo nos encontraste? ¿También le pusiste un rastreador? —pregunto, ya que no me responde.

—Adara Kyleth, sube al auto y deja de molestar.

Lo ignoro, entonces me introduzco en el vehículo e intento cubrir la herida de mi amiga. Una vez que arranca, procedo a interrogarlo de nuevo.

—¿No prefieres llevarla al hospital? —consulto, viendo el camino.

—No tienen lo necesario, es una mordida de un condenado.

—¿Un condenado? —Quedo confundida, entonces observo la herida de mi muñeca—. ¿Y qué hace?

—Almas que vienen del infierno, cruzan gracias a otros —explica, tranquilo, luego mira mi mordedura por el espejo retrovisor, entrecerrando los ojos—. A ti parece que no te hace nada.

—¿Y qué se supone que debería pasarme?

—En primera, volar de fiebre como lo está haciendo Triana. Los condenados muerden para robarle la vida a los humanos. Me parece muy extraño que estés en una sola pieza. Si fueras un demonio, no te mataría, pero sí te afectaría, sin embargo, te ves bastante saludable.

Creo que le molesta.

—Vine por mi amiga, fui a ayudarla —le aclaro—. No me veas como si fuera mi maldita culpa.

Detiene el vehículo.

—No tengo idea de qué hacía Triana ahí, pero sé que es tu culpa. Es evidente que el condenado te mordió para enviar un mensaje.

—¿De qué estás hablando?

Sale del coche y me doy cuenta de que llegamos. Rodea el vehículo, entonces abre la puerta para agarrar a Triana, sosteniendo su herida. Aun así, camina hasta el clan Mareum y lo vuelvo a seguir.

—Ya puedes irte, me encargaré desde ahora. —Continúa avanzando, pero le sigo los pasos—. Por favor —pide, gruñendo.

Se le muere la paciencia.

—Tú y yo somos las únicas personas que la queremos viva, así que deja que te ayude —insisto.

Se detiene, me observa muy fijo, lo que me asusta, luego bufa, cansado.

—Bien, pero avísale a Cainán que estás aquí, no quiero más problemas.

Asiento, entonces volvemos a caminar. Mientras avanzo, marco el número del demonio mencionado.

—Hola, quería contarte que estoy entrando al clan Mareum. Surgió algo y Elerick me exigió que te informara.

—¡¿Otra vez?! —chilla B.

—Pásame con A.

—En este momento A no puede atenderte, deje su mensaje después del tono, pip.

—Lo que sea, cortaré —aviso.

—Un segundo, explica qué pasó.

—No sé cómo explicarlo, solo puedo decir que algo llamado condenado mordió a Triana.

—¿Y a ti te mordieron?

—Sí, pero...

—¿Y estás bien?

—Sí, solo que...

—Entonces ya sal de ahí, no tienes razón para estar en ese lugar.

Frunzo el ceño.

—¡Claro que sí, es mi amiga! —grito.

—Hay que atender la herida, no entres a ese edificio.

—Ya entré. —Le cuelgo.

Elerick no hace ningún comentario de mi conversación con Cainán, se mantiene callado mientras avanza. Una vez ingresamos al cuarto, apoya a Triana en un sillón, busca algo en el armario, hace alguna mezcla, luego la pone en una gaza y la apoya en el cuello de mi amiga, la pega con cinta. Acto seguido me lanza el recipiente, así que lo atajo lo mejor que puedo.

—Deberías ponerte esa mierda —aconseja el pelinegro—. Aunque no creo que te sirva de mucho.

—Gracias —digo por lo bajo y agarro una gaza para mi muñeca.

Mientras me limpio hay un silencio sepulcral. Elerick solo se limita a cruzarse de brazos, apoyar su espalda en la pared y mirar a Triana. Jamás podría adivinar en qué está pensando, aunque es notable su preocupación y su odio hacia mí. Incluso, a pesar de todo, mantiene la calma.

—Cambié de opinión, no voy a hacer tu vida miserable. —Corta el silencio, haciendo una sonrisa maligna—. Mejor te arranco el corazón y me lo como, seguro Cainán estará furioso.

Reacciono.

—¿Qué?

Se separa de la pared, entonces se me aproxima y yo retrocedo.

—Eres un problema y los problemas se cortan de raíz. Esos, los tiene que resolver uno. No más mafiosos, no más intentos de que él te coma, yo me haré cargo. Si quieres hacer algo bien, debes hacerlo tú mismo. —Me empuja, agarrándome del cuello y golpea con fuerza mi espalda con el concreto. Su tercer ojo se abre, entonces veo sus dientes, luego su otra mano se convierte en garra—. No es personal —agrega en eco.

Estoy asustada.

—¡¡Elerick, no!! —De repente, Triana está en medio de nosotros—. No... no lo hagas —expresa, mareada.

El demonio se queda con sus ojos bien abiertos, lleno de sorpresa.

—Tity, tú no entiendes, no es como tú, es peligrosa, debo eliminarla para que no haga algo peor.

—Es mi amiga —expresa, angustiada.

Oh, cielos, la escucha y retrocede. Aunque no se ve de buen humor ante la aclaración. Gruñe, lo que hace que ambas nos asustemos.

—Así que va a ser así —declara con un gesto afligido—. ¿Para qué mierda me preocupo? ¿Para qué mierda te protejo? ¿Sabes qué? Todos tienen razón, eres comida podrida, y la comida podrida no se come. —Se acomoda la corbata, calmándose, intentando controlarse—. Se desecha.

—¿Qué dices?

La boca de Elerick tiembla, mira al suelo un momento, luego alza la vista, angustiado.

—Te libero.

Una masa de chispas comienza a ocurrir alrededor de mi amiga, entonces de la nada, ella cae de rodillas al suelo, así que me agacho a sostenerla.

¿Qué acaba de pasar? ¡¿Destruí su trato?!

Adara acaba de destruir mi shipp favorito, la tengo cancelada hasta nuevo aviso 😂

Saludos, Vivi.

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