37: Enfrentar los miedos
Adara
Se escucha el sonido de la ducha, reviso la temperatura del agua, entonces entro a bañarme. Lavo mi cabello y noto el líquido recorrer mi cuerpo. Cierro los ojos, sintiendo la calidez. Entonces, mi mente divaga.
¿Debería quedarme? ¿Puedo confiar en Cainán? ¿Qué es esta sensación que crece en mí? Puedo notarlo, siento que algo me está observando y no creo que sea el hombre de mis fantasías. Abro los ojos, entonces veo mi reflejo en el vidrio. Hay como unas líneas negras en mi cara, mis pupilas son alargadas, mi iris brilla.
Cierro con fuerza, evitando mirar.
—No, no, no, cállate...
«Adara».
Sabía que iba a hablarme.
—Cállate —repito.
Una sombra pasa por el frente de mis párpados, me sobresalto y de nuevo abro los ojos, pero me encuentro con mi reflejo normal. No obstante, la mala sensación sigue y ahora lo que veo es un humo negro.
¿Es de lo que hablaba Cainán?
Los vidrios comienzan a tener rayones como de garras, entonces me apresuro a salir de la bañera. Quiero gritar, pero no me sale la voz, no puedo pronunciar ni un solo sonido.
—¡Adara! —Entra Cainán al baño—. Tu corazón...
Aclara sobre lo que percibió, pero se calla cuando lo abrazo por completo desnuda.
—Hay algo en la ducha —declaro con mis labios temblando.
—No veo nada —expresa en un tono serio y su mano pasa de mi hombro a mi cintura, en un desliz bastante lento—. La comida está servida. —Y sé que es B el que acaba de comentar lo último.
Le pego y luego me alejo, molesta.
—¡Deja de tratarme como un pedazo de carne! —le recrimino.
—Corrección, debí haber dicho la comida está lavada, todavía no la he metido al horno.
Me cruzo de brazos.
—Deja de soñar y fíjate si hay algo en la ducha.
Camina hasta allí, entonces lo revisa.
—Lo que dijo A, no hay nada.
Me aproximo, entonces lo examino también, ni los rayones tiene.
—Me estoy volviendo loca —me lamento.
Recibo una nalgada, entonces me giro a mirarlo y le muestro el dedo mayor.
—Esto es serio, imbécil.
Se ríe.
—Te serviste en bandeja, ¿qué quieres que haga? —Enarca una ceja.
Bajo la mano, presionando el puño.
—Te pido un mínimo de comprensión, estaba asustada.
—Y por eso vine, pero no le pidas empatía a un demonio, eso sería raro.
—¡Agh! —chillo, molesta, camino hasta donde se encuentra mi ropa y comienzo a vestirme—. Me largo.
—Creo que ya tuvimos esta conversación.
Me subo el cierre de la chaqueta y cuando me dirijo a la puerta, él se pone en medio de mi camino para que no pueda continuar.
—Apártate —exijo.
—Quédate. —Sonríe, tranquilo.
Enarco una ceja.
—¿Para qué?
—No necesitas vivir en lo de Akil, puedes permanecer aquí.
—No confío en ti —le recuerdo.
—¿Y en él sí? Yo creo que es muy sospechoso, te dio un arma para herirme.
—Para defenderme —lo corrijo.
—Es igual, pudiste lastimarme.
—¡Ja! ¿Yo? ¿Por qué no te miras un poco el culo? Yo soy la que está en desventaja, tú eres un maldito demonio, puedes matarme cuando quieras.
—Y no lo he hecho —declara con altanería.
—Bien por ti. —Intento empujarlo—. Déjame pasar.
Toma mis manos que están en su pecho.
—Adita... —murmura—. No te vayas con Akil.
—¿A qué le temes? —Alzo una ceja otra vez—. Ya te aclaré mis sentimientos.
—Sí, bueno, pero me gusta marcar territorio. —Se ríe.
Me aparto, yendo hacia atrás.
—No hace falta. —Bufo, luego hago una pausa, pensativa—. ¿Tú qué sientes por mí?
—¿Por qué me estás preguntando eso? —consulta sin importancia, luego se relame los labios—. Sabes que me gustas, sobre todo tu carne.
—¡A eso me refiero! —Lo señalo, acto seguido bajo la mano—. Solo... ¿Solo quieres comerme? ¿Ese es el camino que quieres elegir para nosotros?
—¡Wow! —Levanta las manos—. Esto se está volviendo muy formal. ¿Quieres convertirte en mi comida podrida o algo así? Eso es como si fuéramos Elerick y Triana, qué asco.
Me quedo tildada.
—No, yo...
—Exacto. ¿Ves? Es bastante raro.
—No podemos ser como ellos, porque él no acepta sus sentimientos por ella. Puedes llamarlos comida podrida o lo que quieras, pero tampoco es el camino que deseo. Ni sé para qué te estoy preguntando, tengo que resolver este caso e irme, este es un romance pasajero o algo así.
Hace una pequeña risa.
—¿Y crees que Norville te deje ir? —se burla.
—¿Me estás escuchando al menos? —me quejo.
—¿Por qué las humanas lo hacen tan complicado? Debí haber terminado tu tatuaje cuando tuve oportunidad, ahora ya ni sé si puedo meterte la lengua en la boca, seguro me tiras un rayo láser.
—¡Deja de inventar tonterías! —chillo y vuelvo a intentar empujarlo—. ¡No se puede hablar contigo, déjame pasar!
—¿A dónde vas?
—¡¡No te importa!!
—No había notado tu ropa deportiva.
Bufo y cuando voy a separar mis manos de su torso, vuelve agarrarme las muñecas. Me resigno, así que decido responder a su pregunta.
—Iba a salir a correr, necesito despejar mi mente y aclarar mis ideas.
—Ah, hubieras empezado por ahí —se burla, entonces me suelta—. Adelante. —Hace un espacio para que pase.
—Eres un imbécil, y tus celos me parecen una mierda.
Antes de largarme, vuelvo a mostrarle el dedo medio, entonces me lanzo a trotar para empezar mi mañana. Mientras avanzo, ato una coleta alta y continúo por el costado de la carretera. Intento mantener la distancia entre los árboles y yo. Ese bosque siempre me genera estrés. Mi celular suena, pero no dejo de correr, solo atiendo mientras sigo mi recorrido.
—Adara...
Es la voz de mi amiga, pero la escucho entrecortada.
—¿Triana? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—Estoy en el bosque —confiesa y me detengo—. No puedo salir y me dijeron que solo tú podías sacarme.
—¿Qué? —Quedo en shock—. ¿Quién te dijo? ¿Hola?
Miro el tenebroso bosque, luego a mi celular, el cual de repente se ha quedado sin señal. ¿Qué mierda? Hay sombras allí y me están llamando. Trago saliva y sin pensarlo dos veces, corro hacia la profundidad en busca de mi amiga, corro a enfrentarme con mis peores miedos.
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