60. Epílogo

Si la historia te gustó, no olvides dejar una estrellita y un comentario. Me gustaría seguir creciendo en la plataforma y necesito tu colaboración para que suceda. ¡Muchas gracias! ♥


8 años después.

Llovía.

Clara sonrió viendo las gotas deslizarse a través del cristal de la ventana.

Afuera, algunas personas caminaban con pilotos y botas aptas para el agua, otras llevaban paraguas y un puñado corría porque el clima los tomó desprevenidos. Nunca le disgustó la lluvia. De hecho, le traía buenos recuerdos que revivía con sabor a nostalgia y guardaba en lo más profundo de su corazón. Se cruzó de brazos y sonrió. Aún quedaba un largo día por delante. Giró hacia el recibidor, luego echó un vistazo al panorama del local: la mayoría de las mesas estaban ocupadas por clientes. Otros tantos, recorrían sigilosamente las estanterías repletas de libros.

Solía ser una sencilla librería. Cinco años atrás, Clara conoció a su dueña, una anciana que había perdido a su marido recientemente. Se hicieron amigas. Poco después, la viuda le confesó que planeaba cerrarla —las ventas no eran buenas, tampoco tenía suficiente energía para encargarse ni hijos que lo hicieran por ella— y, la noche después de esa confesión, Clara no durmió. Era un lugar de estructura antigua y descuidado, no lo negaba, pero le parecía un diamante en bruto en medio de cientos de librerías modernas que pertenecían a cadenas del mercado capitalista. Así que, desvelada y sacudida por la inspiración, Clara pasó la madrugada en vela y escribió un plan. Su experiencia en la Biblioteca Café, sumado a su pasión por los libros y sus estudios de bibliotecaria, dieron como resultado ese espacio que llamó la atención de cientos de lectores, artistas y simples mortales que apreciaban el poder de la literatura junto a un buen café.

Marta, la viuda, la convirtió en su socia. En aquel entonces, la anciana se había marchado a unas vacaciones por El Caribe y Clara, quedó completamente a cargo del negocio. Allí ponía su amor, fuerza y pasión. Aunque comenzó ejerciendo como camarera, ya no lo hacía. Más bien, se ocupaba de mantener el orden y la organización, designaba las tareas y los roles. Tenía especial simpatía por sus empleadas, chicas jóvenes estudiantes, en las que veía reflejada la persona que alguna vez fue. Sin dudas, se había convertido en una mujer independiente. A sus treinta años, tenía un título, un negocio y su propio hogar. Tenía buenas amigas y un par de pretendientes, aunque no le interesaba ninguno en particular. Era difícil. Días atrás, había borrado el número del último chico con el que mantuvo una especie de relación que se tornó tóxica y, en cuanto supo verlo, lo dejó al instante.

—¿Clara? —una de las trabajadoras la llamó.

—Sí, Niki. Dime.

—Un cliente necesita asesoramiento con los libros. Está en las estanterías de romance. Jane Austen, para ser exacta.

—¿Te animas a echarle una mano? —preguntó. Nikole era estudiante de segundo año de filología. Clara consideraba que estaba capacitada para llevar su trabajo de camarera un poco más allá. Sin embargo, la joven negó.

—Pidió por ti.

—¿Por mí? —se desconcertó.

—Sí. Eso ha dicho.

Durante un instante, Clara imaginó que se trataba de ese último novio tóxico que no entendía un «no» como respuesta. Inspiró, se armó de paciencia y caminó con determinación hacia el sector. Siendo su parte favorita, estaba decorada con ramitos de flores secas y en un rincón, un sofá que se asimilaba al que estaba oculto entre las estanterías de la Biblioteca Café. El repiqueteo de los tacones sonó a través de todo el recinto y entonces, lo vio. Tuvo que sostenerse con una mano de la estantería porque creyó que se desplomaba allí mismo.

—Luca —pronunció sin respiración. Luca. Su nombre en voz alta sonaba irreal. ¿Estaba soñando?

Él volteó hacia ella. Estaba cambiado, más los años le habían jugado a favor. «Es como el vino» pensó tontamente y se sonrojó. Tenía barba de unos cuantos días, finos sectores grisáceos entre el cabello aún espeso y oscuro, vestía un saco negro de pana que le sentaba como a un galán de película.

—Clara —le sonrió. Su mirada emanaba a gritos «perdón»—. Hola.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Leí el artículo en el períodico digital —confesó. Pertenecía a una sección acerca de mujeres emprendedoras y hablaba de la exitosa restauración de la librería que Clara llevó a cabo. Había salido a la luz una semana atrás—. Desde que te vi en esa foto no he podido parar de pensar en ti.

A pesar de que su corazón se endureció los últimos años, Clara tuvo que esforzarse por contener las lágrimas. Él era su gran debilidad.

—¿Hace cuánto que regresaron?

—La sentencia se dictó hace seis meses —comentó rápido. Para aquel entonces, los culpables estaban presos. Ya nada ponía en peligro la vida de Luca o Jazmín—. Somos libres.

Durante un instante, se sintió como viajar al pasado. Él estaba dándole una buena noticia que luego celebrarían juntos. Presa de aquella sensación, Clara se aproximó y se hundió entre sus brazos. Él la recibió como si estuviera recuperando una porción de su vida que había perdido por mucho tiempo. Una profunda grieta en su corazón se suavizó. No obstante, ella fue precavida y enseguida regresó sobre sus pasos. 

Ya no era esa chica frágil.

—Papá, ven aquí. ¡Encontré la colección de clásicos! —desde la otra punta de la estantería, apareció una adolescente aún un poco niña—. No estaban en ninguna parte. Dime que podemos comprarlos, por favor.

Impresionada, Clara deslizó la vista hacia ella. Tenía el cabello largo hasta la cintura, una chaqueta de abrigo color cielo y una bufanda de arcoiris. Le costó asimilar lo que veía.

—Ella es... ¿Minni? —la contempló tierna.

—Sí. Es Jazmín —afirmó con orgullo—. Claro que sí, cariño. ¿Puedes venir un momento?

—¿Qué pasa, papá? —A regañadientes, Jazmín se acercó. Estaba tan entusiasmada con los libros que no quería apartarlos.

—Mira quién está aquí.

La menor deslizó la vista hacia la mujer que estaba de pie frente a su padre y ladeó la cabeza, intentando recordar. Lo hizo de inmediato.

—Clara. Eres Clara, ¿no?

Ella asintió.

—¿Te acuerdas de mí?

—Sí. Me cuidaste cuando era pequeña y me obsequiaste mis primeros libros. Aún los tengo —respondió con una sonrisa.

—Oh, es  increíble —inconsciente, Clara se llevó una mano al corazón.

—Le encanta leer —agregó Luca. Consideraba que, a pesar del poco tiempo que compartieron juntas, ella le había transmitido esa pasión. Y le encantaba—. Tiene una biblioteca gigante en casa.

—En ese caso, te encantará el segundo piso —se trataba de un lugar exclusivo que había ideado para los clientes más cercanos—. Está repleto de libros de segunda mano y ediciones especiales que ya no se consiguen. ¿Quieres echar un vistazo?

Al instante los ojos de Minni denotaron ilusión.

—Sí, por favor. Me encantaría —accedió animada—. ¿Puedo? No tardaré demasiado, lo prometo.

—Está bien. Tranquila. Tenemos todo el día libre —recordó, dejándola ir. Jazmín marchó con alegría hacia la escalera caracol que había a un costado del recinto—. La última vez que visitamos una librería se pasó explorando estanterías más de tres horas.

—Bueno, no está mal. Es un pasatiempo sano —se encogió de hombros.

—Lo sé. Solo lo decía porque es probable que allí arriba se pase el doble —bromeó.

—En ese caso, tendrás que sentarte a esperar.

—¿Tienes tiempo para un café?

Clara observó a su alrededor. El ambiente estaba en orden, los clientes satisfechos y bajo control. Podía tomarse un rato libre. Es más, lo había hecho en otras ocasiones solo que, esta vez, el encuentro repentino con Luca le causaba cierto temor. Apenas sabía sobre su nueva vida. Quizá tenía una novia, estaba comprometido o casado. Deseaba que estuviera feliz pero, al mismo tiempo, no soportaría saber que compartía su vida amorosa con alguien más.

—Sí. Por supuesto —respondió. Lo hacía en honor a la historia memorable que habían tenido—. Niki, ¿podrías llevarnos dos cafés a la mesa de la ventana, por favor? Gracias.

Guió a Luca hasta la mesa que se hallaba pegada a un ventanal que daba al exterior, desde allí podían contemplar la lluvia, la calle mojada y un delicado jardín a la orilla de la acera. Él también tenía miedo. Era consciente de las probabilidades de que Clara estuviera con alguien más. Eso hacía a su corazón latir de melancolía. Pensó que la había superado, pero verla confirmó sus sospechas: nunca dejó de amarla.

—Así que... Minni es casi tan alta como yo —rompió el silencio—. Tiene catorce, ¿no?

—Cumplirá quince en tres meses. El tiempo vuela.

—Lo sé —reconoció—. Pero has hecho un trabajo increíble. Tu hija es un encanto, Luca. Me alegra tanto saber que las cosas salieron bien. Consiguieron estar juntos. Se convirtieron en una hermosa familia.

—Sí, pero no lo conseguí solo. Todos me dieron una mano, en su momento. Estabas tú, Cora, Federico. Nunca olvidaré lo que hicieron por mí —se encontraba profundamente agradecido—. ¿Tú cómo estás? Este lugar es una maravilla. Leí la historia, lo creaste prácticamente tú sola.

—Algo así. Las cosas han ido bastante bien, a pesar de todo. Tuve empleos, me gradué, transformé esta librería y me convertí en socia —comentó rápido—. También hice algunas amigas.

Nikole llegó con dos tazones de café que dejó sobre la mesa pero ninguno se inmutó. Estaban perdidos el uno en el otro.

—¿Te enamoraste? —se atrevió a indagar.

Tal vez no debía, pero ¿qué más daba? No tenía nada qué perder. Clara bajó la mirada, buscando la respuesta correcta. Por orgullo, podía minimizar lo que habían vivido y fingir que encontró nuevamente el amor en otros brazos. Sin embargo, no había nada bueno en decir mentiras. ¿Para qué? Estaba sola y bien, quizá un poco amargada, más se guardaba todo el romanticismo para los recuerdos que vivían en su corazón.

—De la forma en que me enamoré de ti, no —admitió—. Lo siento, rompí la promesa. No conseguí superarte. ¿Viniste hasta aquí para saber eso?

—No. Viene hasta aquí porque te debo una disculpa. Un millón, en realidad. Perdón, Clara. Lo siento tanto. En aquel entonces, estaba agobiado. Quería proteger a mi hija, protegerte a ti, las cosas se me fueron de las manos. Solo traté de hacer lo mejor pero nunca, jamás, quise herirte.

Ella bebió un sorbo de café para tranquilizarse. No había rencor en su interior, en realidad, estaba enfadada por qué no dejaba de preguntarse lo que podrían haber sido juntos. La maravillosa vida que tendrían de no haberse separado.

Suspiró.

—No tienes que pedirme disculpas, Luca. En realidad, tengo que agradecerte —murmuró. Él elevó las cejas—. Sí. Gracias. Me amaste de un modo incondicional. Fuiste atento, cariñoso, me diste alas y ánimos para luchar por mis sueños. Tú me enseñaste que no merecía menos que eso. Todo ese amor que me diste me hizo sentir valiosa. Fuerte. Y cada vez que me crucé con alguien que decía amarme pero luego me maltrataba o me hería de algún modo, entonces sabía que no tenía que quedarme ahí y no dudaba en alejarme. Eso no era amor. Yo merecía algo mejor. Algo como lo que tú me diste —finalmente, Clara se quebró. Un par de lágrimas se abrieron paso por sus mejillas y él se las quitó con naturalidad—. ¿Qué hay de ti, señor misterioso?

Él sonrió mirándola con ternura.

—Estos últimos ocho años le dediqué todo el tiempo a mi hija —dijo sincero—. Ella tomó una parte de mí corazón. La otra siempre la tendrás tú. No hay sitio para nadie más.

—Luca... —se echó hacia atrás. Había encontrado un punto estable en su vida y temía ante el repentino suceso. Conociéndose, su corazón se había ilusionado en un parpadeo. No podía ser tan torpe y poco precavida cuando se trataba de él. ¿Y sí algo fallaba otra vez? ¿Si volvía a salir lastimada? No estaba segura de poder levantarse de nuevo—. Él día después que te fuiste mi mundo se derrumbó. Sé que no lo hiciste adrede, pero me costó mucho sudor y lágrimas salir adelante. No sé si estoy lista para esto —largó con una mezcla de angustia y enfado. Luego, se puso de pie—. Tengo que irme.

Clara se dirigió a la salida, que atravesó hacia el exterior. Luca, inquieto, no se quedó en su lugar. Fue tras ella. No le importó las condiciones climáticas. Ya la había perdido una vez, no repetiría la historia.

—Tuve que dejarte ir una vez —largó. Ella se detuvo a mitad de la acera y giró hacia él—. No dejaré que pase de nuevo. ¿Sabes? El día que dictaron la sentencia, lo primero que pensé fue en ti. No tenía idea acerca de tu vida, pero semanas después empacamos todo y llegamos a esta ciudad. Tenía miedo de molestar o invadir, así que fantaseaba con encontrarme contigo de casualidad, en alguna parte, volver a verte. Luego, leí el artículo —mencionó desesperado por demostrarle lo que sentía—. Vine en busca de otra oportunidad, Clara.

—¿Están viviendo aquí?

—Sí. Y estamos encantados con esta ciudad —admitió sin rodeos.

—No lo puedo creer —moduló entre sonrisas de asombro—. ¿Viniste aquí por mí?

—Sí. Vine aquí por ti —repitió—. Y a buscar el «tú y yo, para siempre», que una vez te prometí. ¿Recuerdas? —ella asintió con los ojos humedecidos—. Aún está intacto en mi corazón, preciosa.

Sin palabras, Clara se dirigió hacía él a paso rápido y, en cuanto lo alcanzó, rodeó sus hombros dándole la respuesta en un beso impulsado por la ansiedad, la pasión y los deseos pendientes. Luca se aferró a su cintura con fuerzas, la atrajo con firmeza hacia él y la apegó a su cuerpo tanto como fue posible. Llovía, pero el agua no impidió la cercanía ni el gesto, inmortalizó el recuerdo. Lo volvió único. Entonces, lo supieron de inmediato: el «tú y yo, para siempre» nunca perdió sentido. El amor estaba intacto, firme, como si el tiempo no hubiera transcurrido jamás.


『♡』•『♡』•『♡』

NOTA DE AUTORA:  ¡Gracias! Gracias por acompañarme en el trascurso de esta historia. Gracias por leer, votar y comentar cada actualización. Saber que alguien está leyendo lo que escribo desde cualquier parte del mundo, me hace muchísima ilusión y en parte es lo que mantiene viva mis ganas de escribir. Sin ustedes, lectoras, no sería lo mismo contar una historia. 

Sé que algunas no estaban de acuerdo con la separación de Luca y Clara y lo entiendo pero, ¿no es increíble como su amor superó cualquier obstaculo? Eso es justo lo que quería reflejar al final. El amor de ellos permaneció intacto a pesar de todo. 

Espero que hayan disfrutado este final y ojalá, todas hayan terminado de leer con una sonrisa. 😊💗

Muy pronto tendrán novedades de una historia nueva porque, mientras haya aunque sea una persona interesada en leer, voy a seguir escribiendo. 

¡Las quiero! Un abrazo 🥰🥰


























Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top