58.
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—No. No pueden pedirme algo así —renegó—. No iré a ninguna parte. Aquí está mi vida.
—Lo siento, Luca —Federico lo intentó calmar—. Siéntate, ¿quieres? En ese estado no conseguirás nada.
Luca obedeció, ocupó una porción del sofá aunque no consiguió relajarse.
—El juez tomó la decisión. A mí parecer, su propuesta es lógica y sensata. Lo propondría si estuviera en su lugar —expresó honesto—. Jazmín estaba involucrada en una red de trata, ¿comprendes? Tú la sacaste de ahí. Te expusiste. Eric huyó, Pía también lo hizo. ¿Sabes por qué? Porque saben lo peligroso que es. Quienes realmente encabezan esta organización están sueltos por ahí. Tu hija es pequeña pero es probable que haya visto cosas o tenga información, o simplemente la quieran recuperar por venganza.
—Puedo contratar seguridad.
—Bueno, espero que tengas una cuenta bancaria con fondo infinito. Es imposible saber cuántos años tendrás que tener un guardia personal —dijo irónico. Temía por la vida de su mejor amigo y, consecuente, su pequeña hija. Quería protegerlo a cualquier costo; incluso si eso significaba ser duro para abrirle los ojos—. Hazle caso a la justicia, Luca. Ingresarán al programa de testigos protegidos. Los enviarán a un lugar seguro hasta que las cosas se solucionen. Mientras tanto, disfruta de tu hija. Merece una vida tranquila lejos de toda esta mierda, ¿no lo crees?
Luca apretó la mandíbula. Era evidente que Federico era la voz de la razón. Jazmín era su prioridad e iría a donde fuera necesario para mantenerla segura. Al mismo tiempo, tenía que aceptar que ese problema escapaba de sus manos. Él no era un superhéroe. No podría vencer a una mafia organizada de la noche a la mañana. Probablemente acabarían con su vida antes. Y no quería más riesgos. Lo único que deseaba era ser un buen padre para su hija. Darle una familia y un lugar seguro donde crecer. Devolver cada una de las sonrisas que le arrebataron el día que decidieron robarle su identidad.
—Lo sé —reconoció—. Aquí está Clara. No puedo dejarla —tragó saliva, afectado. La simple mención golpeó su corazón de un modo brutal. ¿Cómo lo haría lejos de ella? Prácticamente, eran familia.
—Quizá puedan llegar a un acuerdo.
—Mañana se marcha a la universidad —recordó—. Le prometí que la apoyaría en esto.
—Luca, lamento decir que no podrás hacerlo todo. Tienes que tomar una decisión. Si te quedas aquí, olvídate de Jazmín. La enviarán a un sitio seguro con o sin ti.
Era la condición del juez. Tendría la tenencia de la niña, bajo la condición de ingresar a un programa de protección de testigos. Ambos tendrían que iniciar una nueva vida en el lugar del mundo designado por la justicia. Todavía le parecía una locura tal decisión, pero si pensaba con la mente en frío, tenía lógica. Era lo apropiado. Más allá de todo, se trataba de su hija. No había dudas que Luca haría hasta lo imposible por quedarse a su lado.
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—¡Envíale saludos a todos de mi parte! —exclamó Clara apoyada sobre el recibidor de la Biblioteca Café—. No puedo creer que ya no vendré aquí cada día.
—Lo haré —aseguró Lola—. Este lugar será extraño sin ti. Por cierto, me encanta como te queda el cabello.
—Gracias —sonrió animada. Horas atrás, había pasado por una peluquería. Eligió un corte por debajo de los hombros y rizos en las puntas. Se veía aún más bonita de lo usual—. Peinado nuevo para un nuevo comienzo —bromeó.
—¿Luca? ¿Qué ha dicho sobre la universidad?
—Está feliz por mí. Podremos vernos los fines de semana, él viajará o vendré a visitarlo. Por el momento, ese es el acuerdo —comentó. Además, estaba el tema de su hija. No lo mencionó para mantener su privacidad, pero no dejaba de pensar en la reunión que Luca mantuvo con el juez. Estaba ansiosa por llegar a casa y escuchar las novedades—. Creo que funcionará. Bueno, él siempre consigue que todo funcione.
—Tú sí que elegiste bien —respondió—. Te ahorraste toda la etapa de salir con imbéciles que ni siquiera saben cómo tocar a una mujer.
Clara sonrió, divertida. Y también se sintió afortunada. La Biblioteca Café le había dado grandes dolores de cabeza, pero fue un sustento cuando no tenía nada y, principalmente, el lugar donde encontró al amor de su vida. Nunca se arrepentiría de haber sacrificado parte de su juventud entre aquellas cuatro paredes, de hecho, lo haría todo nuevamente porque al final se encontraba su mayor recompensa. La historia de amor que siempre soñó.
En el departamento, las maletas estaban hechas. Paula, su profesora del taller literario, le había facilitado un listado de cafeterías y bibliotecas donde podía ofrecerse para trabajar, dado que usualmente aceptaban estudiantes de su edad. Y, si alcanzaba calificaciones altas en el examen de ingreso, tendría derecho a una beca económica que sería de gran ayuda para mantenerse. Si bien a grandes rasgos parecía estar encaminada, su interior presentaba vestigios de ansiedad. Había conseguido rentar un piso pequeño, monoambiente, por primera vez viviría sola —aunque el edificio estaba repleto de estudiantes en su misma situación—, lo que le hacía sentir entusiasmo y miedo, en partes iguales. Tendría que recordar cosas como abonar las facturas a tiempo, hacer la compra semanal y al mismo tiempo, estudiar para mantener las buenas calificaciones. Mientras que, por otro lado, la emocionaba la idea de decorar el espacio a su gusto; se imaginaba comprando cortinas de su color favorito, eligiendo flores para el centro de mesa o pegando una gigantografía de su película favorita en donde quisiera. Finalmente se sentiría como una chica independiente. Ya no tendría que torturarse con la idea de permanecer estancada en el puesto de mesera porque construiría una carrera para convertirse en una experta en libros como siempre fantaseó.
—¡Luca! Ya estoy aquí —alertó mientras ingresaba al departamento—. Ey, ¿cómo estás? —se asomó en su pequeña oficina. Él estaba allí, concentrado tras la pantalla de su laptop. Sin embargo, en seguida puso la mirada en ella.
—Oh, vaya. Si es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida —pronunció cerrando el aparato—. Estás preciosa, Clara —siempre lo estaba, pero ese día tenía un brillo especial.
Él se puso de pie y ella saltó a sus brazos, que la estrecharon con fuerzas.
—Te extrañé —pronunció tras besarlo en los labios—. ¿Cómo te fue con el juez? Cuéntamelo todo.
—De eso quería hablarte —dijo a duras penas—. Ven —sujetó de su mano y la guió hasta el sofá. Los dos se sentaron.
—¿Qué? ¿Algo salió mal? Me estás asustando, Luca. ¿Minni está bien?
—Ella está bien —aseguró—. Pero sí, hubo algo que no esperábamos —un nudo le atravesó la garganta. No sabía cómo iniciar la conversación pero tenía que hacerlo—. El juez... El juez está dispuesto a darme la tenencia de Minni bajo la condición de ingresar a un programa de protección de testigos.
Clara arrugó el entrecejo.
—¿Y eso qué es?
—Un programa de seguridad. ¿Sabes? Jazmín estaba dentro de una red de trata. Pía los delató y yo me expuse cuando fui a buscarla. Todo estalló a partir de eso. Ahora es probable que quieran de vuelta a la niña por venganza —largó e intentó ser claro a pesar del dolor que sentía—. El juez considera que debemos estar protegidos hasta que logren capturar a las personas que están al mando. Eso implica marcharnos a otro sitio. Quizá hasta tengan que darnos una nueva identidad.
—¿A dónde van a ir?
—Aún no lo sé.
—¿Y por cuánto tiempo?
—Tampoco lo sé —angustiado, Luca se arrodilló en el suelo, frente a ella y sujetó sus manos entre las suyas—. Lo siento tanto, Clara. Me destroza el corazón tener que hacer esto, pero no tengo opción. Es por mi hija.
Clara intentó con todas sus fuerzas no ser egoísta. Tenía que entenderlo. Tenía que encontrar la forma de asimilarlo aunque en ese momento todo fuera caos.
—Llevame contigo, Luca —pidió con voz frágil.
—No puedo. Tendríamos que estar casados legalmente para que lo permitan.
—Entonces pídeme que me case contigo. Lo haré.
—Clara...
—Solo sería adelantar lo que en algún momento haremos. Casarnos, ¿no? —trató de llevarlo por un lado positivo, pero la expresión de Luca no decía lo mismo.
—Siempre soñé con casarme contigo —admitió—. Pero no de esta manera, preciosa. Aún tienes una carrera por delante. Tienes que disfrutar de la universidad, vivir otras experiencias —pronunció con dulzura—. No pienso destruir tus planes. Se trata de tu sueño. Y si no lo puedes cumplir, en el futuro me odiarás por haberte arrastrado conmigo.
—Esto no es justo, ¿sabes? —insistió hecha un mar de lágrimas—. Ya no me importa la universidad. Quiero ir contigo, Luca. A donde sea. Tú y yo, para siempre ¿recuerdas? Tú lo dijiste.
—Eso no cambiaría, Clara. Todo lo que vivimos se quedará para siempre entre nosotros, nunca podrán arrebatarnos eso —acunó su rostro desbordando amor—. Te amo, linda —apegó su frente a la contraria—. Por favor, hazme caso. Es lo último que te pido.
«Perdón. Perdón. Perdón» Luca repitió en su cabeza, una y otra vez. Aún no comprendía de dónde había sacado la valentía para dejarla ir. Sin embargo, todo se trataba del amor incondicional que le tenía. En un futuro, Clara se lo agradecería.
Ella intentó reponerse. Lo apartó, salió del sofá y caminó hasta el otro extremo de la sala. El silencio desgarrador carcomía cada parte de su corazón. No había imaginado un futuro sin él. No concebía la idea de iniciar una nueva vida lejos, sin saber el uno del otro. ¿Qué clase de pesadilla estaba viviendo? No debía ser así. Él era su mundo. Él siempre encontraba el modo de arreglar las cosas. ¿Por qué ya no?
—¿Puedo pedirte algo? —levantó la mirada húmeda. Él la contempló afligida y su corazón se partió por milésima vez.
—Lo que sea.
—¿Podemos vivir esta noche como si nada de esto hubiera ocurrido? —pidió desconsolada—. Partiré mañana por la mañana. Y no sé. Esto no se siente como algo real, pero si esta es la última noche... —su voz se quebró—. Quiero el mejor de los recuerdos, Luca.
Él caminó hacia ella con decisión. La capturó entre sus brazos, la despegó del piso y la besó con pasión hasta que su cuerpo se encontró con la pared. Clara envolvió las piernas alrededor de su cintura y dejó que sus besos la devoraran como lo merecía. A pesar del dolor, la forma en que se demostraban lo mucho que se querían y deseaban, hizo que se iluminaran en medio de tanta bruma. El fuego se incrementó e hizo lo suyo. Era inevitable, entre ellos existía un incendio prácticamente imposible de apaciguar.
Y, el resto de la noche, se amaron bajo el impulso de sus corazones, como si el mundo estuviera a punto de acabarse.
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NOTA DE AUTORA: Espero que puedan perdonarme. 🥺💔
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