44.

NOTA DE AUTORA: ¡Hola! Espero que estén muy bien. Quería contarles que la historia de a poquito empezó a crecer. Aumentaron las lecturas y casi todos los días aparecen nuevas lectoras, lo que me emociona e ilusiona muchísimo. Así que también quería agradecerles por su apoyo, sin ustedes esto no sería posible. 

Ya estamos en la recta final, pero no se preocupen, estoy trabajando en una nueva historia (más adelante les voy a contar de que se trata). Mientras tanto, disfrutemos de lo que queda de Clara y Luca. 

Las dejo con el capítulo. Mucho amor para ustedes ♥.



Dejó la taza de café vacía dentro del lavavajillas y presionó el entrecejo en un intento de calmar el ligero dolor de cabeza. Luego, echó un vistazo al móvil y notó que no había ninguna novedad, así que releyó el último mensaje de Clara solo para encontrar un poco de confort. Ella se había marchado a su trabajo al amanecer, pero no dejó de estar pendiente de Luca. Le escribía cada vez que tenía algún minuto libre, —aunque estos eran escasos porque la Biblioteca Café estaba plagada— era sumamente importante para ella asegurarse de que él seguía bien. «No puedo esperar a salir de aquí para estar contigo» fue lo último que escribió.

Una vez que se consideró mentalmente preparado, se integró en la sala de estar dónde se encontraba su hermana y Federico, que había trabajado desde temprano en la denuncia que harían y en otros asuntos —como contactar a un fiscal de confianza que pudiera intervenir—. Estaban seguros de que no podían confiar fácilmente en las personas, así que no dejarían nada librado al azar. Ocupó un sofá libre, se dio cuenta el modo en que se callaron en cuánto él apareció. Le recordó a las viejas épocas, cuando Cora y Federico salían a escondidas y hablaban en voz baja cuando estaban a solas pero sabían que él rondaba cerca.

Miró a su amigo dejando entrever que no estaba dispuesto a armarse de paciencia. No otra vez. Su amistad estaría en problemas si él volvía a lastimar a su hermana.

—¿No ibas a contarme qué tengo una sobrina? —ella cortó la tensión. La expresión de Luca se suavizó enseguida.

—Sí, quería decírtelo pero es bastante reciente. Me enteré hace unos meses.

—¿Y qué? Una de las primeras cosas que deberías haber hecho es levantar el teléfono y hablar conmigo —dictaminó un tanto enfadada. Cora sintió que se había quedado fuera de la vida del único familiar que tenía y eso no le agradó para nada.

—Lo sé —admitió—. Hice lo que pude. Perdón, hermanita.

—Ya estás perdonado porque lo que te pasó a ti fue peor —consideró—. No puedo creer que Pía haya hecho algo así. ¿Estás seguro que es tu hija?

—Sí. La historia tiene sentido. Los números cierran.

—¿Y eso qué? Pía te mintió más de una vez. ¿Qué te garantiza que no lo haya hecho de nuevo?

—Es lo que intenté hacerle ver —interrumpió Federico—. Antes de hacer cualquier cosa deberías asegurarte de que es tu hija.

—Tienes que hacerte una prueba de paternidad —Cora no depositó un ápice de confianza en Pía. Había visto sufrir a su hermano durante mucho tiempo por esa mujer que se marchó sin previo aviso. El rencor la cegaba—. No dejarás que te engañe de nuevo.

—¿De qué le serviría hacerme creer que tenemos una hija? —increpó a los dos—. No tiene sentido. Entiendo que pueda sonar como una locura, pero lo sentí. Lo siento. Jazmín es mi hija. Quiero sacarla de ese lugar tan rápido como sea posible.

—¿Y si resulta que no lo es? —insistió su hermana. En ese instante, era la única capaz de pensar con la cabeza fría y hablar con dureza. No iba a permitir que su hermano volviera a sufrir por la manipulación de esa mujer—. Sabes que existe la posibilidad, Luca.

—Lo sé, pero no me importa. Si no lo es, al menos habremos salvado a una niña que corre peligro. Es un buen motivo para hacer las cosas, ¿no les parece? —Cora y Federico asintieron, mientras sus miradas conectaron y surgieron sonrisas de complicidad—. ¿Qué es lo gracioso, eh?

—Nada, Robin Hood —pronunció y consiguió sacarle una sonrisa a su hermano. A pesar de todo, un poco de humor nunca estaría de más.


『♡』•『♡』•『♡』


Clara se acomodó entre los brazos de Luca, que permanecía sentado a lo largo de una banca de madera sobre el mirador del lago. No era la primera vez que disfrutaban del atardecer ahí. Ese lugar había sido testigo de las primeras conversaciones profundas que tuvieron cuando apenas se estaban conociendo. Todavía lo hacían, aunque ella podía leer sus expresiones en silencio y él también podía darse cuenta del significado de sus miradas. Después que la recogió de sorpresa al final del taller de literatura, él pidió ir a cualquier sitio, excepto a su casa. Necesitaba distender su mente por un instante; recargar energías para seguir.

—Así que tu hermana y Federico... Pasó algo entre ellos, ¿no?

—¿Cómo lo sabes? —Luca la miró impresionado—. ¿Ella te habló de él?

—No. Solo lo supe —sonrió ligeramente—. Ya te olvidaste que pasé casi toda mi vida leyendo historias de amor, eh. La hermana menor con el mejor amigo de su hermano. Es un clásico —bromeó y le contagió la sonrisa a Luca—. Cuéntamelo todo. La historia completa —pidió entusiasmada.

—No tiene un final del todo feliz.

—Eso es porque aún no tiene un final —justificó—. Por la forma en que se miran es evidente que tienen algo pendiente. Te molestaste con ellos cuando te enteraste, ¿no?

—No.

Clara tiró la cabeza levemente hacia atrás y frunció un poco el entrecejo.

—No tienes que mentir.

Él volvió a sonreír. Ella lo había descubierto.

—¿Eso también lo aprendiste leyendo?

—Obviamente —aseguró—. Vamos, en serio. Cuéntame.

—No recuerdo exactamente cómo empezó. Creo que hay ciertos detalles que elegí olvidar —dijo un tanto en broma—. Federico tenía una familia problemática, así que pasaba mucho tiempo en casa. Mis padres lo trataban como un hijo más. Y él era muy protector con Cora, lo que pensé que era normal, que la veía como a una hermana. Al principio éramos dos tontos que nos divertíamos espantando a sus novios, hasta que un día ella nos puso los puntos, maduramos y dejamos de hacerlo.

—Cora merece un premio por haberlos soportado a los dos —murmuró divertida—. ¿Luego qué pasó?

—Él técnicamente no dejó de hacerlo. Ella empezó a salir con alguien. Iba en serio. Y Federico se empecinó en enumerar las razones de por qué no era un buen partido, quería que fuéramos a darle un susto. Le dije que no. Cora ya no era una niña, había cumplido veinte años. Así que no hizo nada durante un corto tiempo, hasta que ya no resistió. Por lo que sé, él se lo confesó en una fiesta, días después.

—¿Y tú cuándo te enteraste?

—Muchísimo tiempo después. De hecho, cuando Federico me lo contó borracho y al borde de las lágrimas, todo había terminado.

—¿Qué? —Clara levantó las cejas—. ¿O sea que no los encontraste besándose a escondidas?

Luca rió ligeramente.

—No. Por suerte no. Prefiero evitar esas imágenes —arrugó la nariz.

—¿Crees que estén haciendo algo ahora mismo? —Clara volteó a mirarlo y en seguida rompió a reír—. Lo siento, solo estoy bromeando.

—Te contestaré igual. Siendo sincero, espero que no. Federico está en pareja hace años —pensarlo le causó un sabor amargo. No quería hablar mal de su mejor amigo, así que prefirió cambiar de tema—. Mejor cuéntame algo sobre ti. ¿Cómo te fue en el taller?

—Bien. Muy bien. Las cosas cada vez marchan mejor ahí, ¿sabes? Mi profesora me facilitó el papeleo que tengo que rellenar para inscribirme en la carrera de bibliotecaria. ¿Recuerdas lo que te comenté?

—Por supuesto. El curso de ingreso es dentro de dos meses, ¿no? —mencionó. Clara quedó gratamente sorprendida. No podía creer que, a pesar de todos los problemas que rodeaban a Luca, él recordara ese tipo de detalles.

—¡Sí! ¿Cómo te acordaste?

—Tú eres sumamente importante para mí. Por ende, todo lo que tenga que ver contigo es importante —reforzó su abrazo. Ella dejó caer la cabeza suavemente sobre su hombro—. ¿Lista para hacerlo?

—Bueno, creo que sí. Al principio tendría que viajar bastante seguido. Y si ingreso a la carrera, es probable que tenga que mudarme —largó rápido. Le costó decir que tenía que irse a otra ciudad. Por un instante temió que las cosas entre ellos se rompieran—. Tendría que organizarme con el trabajo. Quizá tenga que dejarlo y conseguir otro allá. Como sea. Son cosas que resolveré más adelante, no te preocupes por nada de eso ahora. Olvídalo.

—Ey, tranquila —habló suave—. Lo haremos funcionar. Si tienes que mudarte, está bien. Te acompañaré a ver apartamentos y encontraremos uno perfecto —ella sonrió de forma genuina—. Por ahora ocúpate de la inscripción. Luego resolvemos el resto. Todo a su tiempo, ¿está bien?

Clara asintió sin perder la expresión risueña. Aún no comprendía que había hecho tan bien en la vida para caer en los brazos de un hombre generoso y repleto de buenos valores como Luca. Nada egoísta. Capaz de darle el impulso suficiente para dejarla volar hacia sus sueños.

Sentir que tenía esa libertad reforzaba sus ganas de cumplir sus metas para luego volver hacia él. Siempre a él. 





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