38.

Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥


La mujer que un día estuvo a punto de convertirse en su esposa, lucía irreconocible.

Siete años después.

Su mirada, donde alguna vez encontró calidez, había mutado a una superficie gélida imposible de leer. Por alguna razón, recordó los ojos de Clara. Lo fácil que era reconocer cada emoción a través de ellos. Sin embargo, Pía tenía un motivo detrás de su hermético caparazón. Había sido engañada y maltratada; inducida en un mundo que acabó aceptando porque no encontró otra opción. Luca trató de decirse a sí mismo que debía regir la empatía pues desconocía la clase de infierno que ella aún vivía pero reconoció que ser comprensivo y paciente en aquella situación, le costaba. Era un ser humano emocional; su instinto paternal —que apareció en cuánto escuchó las palabras «tienes una hija»— estaba por encima de todo. Incluso tenía la sensación de que se anteponía a su propia vida.

Un nudo gutural permaneció a mitad de su garganta e impidió que el aire llegara a sus pulmones con normalidad. Su respiración de pronto era superficial y complicada. Su ansiedad también se trasladó a sus pulsaciones; si no supiera reconocerla, creería que su corazón estaba a punto de detenerse y que caería ahí mismo.

—¿Por qué no te sientas? Te preparo un café, té... Lo que quieras. Ponte cómoda —sugirió.

Pía negó acelerada.

—No tengo mucho tiempo —explicó. Luego, comenzó a hurgar en el interior de su cartera. Allí, encontró un papel doblado en cuatro partes que le extendió a Luca—. Ten.

—¿Esto qué es? —lo sostuvo sin animarse a leer.

—Información de nuestra hija —pronunció con firmeza. En el fondo, Pía no tenía dudas que la beba que parió siete años atrás era de Luca—. Está su nombre. No conseguí la dirección exacta de donde encontrarla, pero sí una de las zonas donde suele trabajar. Es probable que viva por ahí.

—¿Trabajar? —Luca sintió que su corazón se detuvo en seco.

—Tengo entendido que vende cosas en la calle. Es parte de un grupo —alcanzó a murmurar. De un solo movimiento, se quitó algunas lágrimas con las palmas de la mano.

Él, conmocionado, tardó en reaccionar. La realidad dolió. Lo partió en mil pedazos.

—¿De qué estás hablando, Pía? ¿Dónde conseguiste esto?

—No importa. Me tengo que ir —se inclinó con intenciones de marcharse, pero Luca le detuvo sujetando ligeramente su brazo.

—No. Quiero una explicación. La merezco, ¿no lo crees? Necesito entender —exigió. Estaba harto de la incertidumbre.

—La otra noche emborraché al dueño y me lo confesó—escupió sin ánimos de dar detalles. Aunque le pareció justo tener que darle una explicación—. Él se la llevó cuando nació. Durante estos años me tuvo amenazada. Si no hago lo que quiere, la va a lastimar. Así que haz algo, Luca. Búscala y llevala lo más lejos posible, ¿sí? Cuidala, por favor.

—¿Y tú?

—Yo me metí solita en esto —asumió la responsabilidad—. No quiero que hagas nada. Es realmente peligroso. Lo sabés. Si eres un estorbo, te van a eliminar. No les temblará el pulso para hacerlo —moduló una especie de sonrisa irónica.

—Quédate aquí. Hagamos la denuncia.

—¿Para qué? —volvió a modular aquella sonrisa sarcástica—. Cuando esto comenzó, lo hice. ¿Sabes lo que pasó? Me subieron a un móvil y me regresaron al burdel. Entre ellos se cuidan la espalda —se encogió de hombros resignada—. Ya se hizo tarde para mí pero no para nuestra hija. Aún estás a tiempo de liberarla. Ella no tiene la culpa.

—La encontraré —prometió—. No lo dudes.

—Lo sé. Es justo lo que me da tranquilidad —después de todo, lo conocía. Sabía la manera apasionada que tenía Luca cuando se trataba de luchar por sus asuntos, por la gente que apreciaba. Estaba segura de que lo conseguiría—. Me amenazan, a veces —carraspeó—. Nunca me dejaron conocerla ni saber dónde está, pero dicen que le harán daño cada vez que me niego a hacer lo que me piden. Necesito que ella esté a salvo primero. Contigo. Luego, quizá pueda considerar lo de huír.

Atónito, Luca asintió lentamente. Tenía una multitud de sentimientos encontrados. Pía le mintió durante tanto tiempo... ¿Cómo pudo ocultarle lo de su hija? Estaba furioso. Repleto de una bronca dolorosa que escocía en medio del pecho pero no fue capaz de gritar o expresar su frustración porque el dolor lo mantuvo sedado.

—Ya me voy —anunció.

Él simplemente se hizo a un lado. No fue capaz de decir algo más.

Tras verla atravesar la salida, peleó contra su intención de protegerla. Aún le importaba. Era la madre de su hija a pesar de todo. Quería decirle nuevamente que podía quedarse, que algún lugar seguro para ocultarla mientras planeaban una estrategia. Pero otra parte de sí mismo le recordó que no sería inteligente enfrentarse a un aparato mafioso sin ninguna clase de protección o herramientas. Ni siquiera sus habilidades de abogado podrían salvarlo de tal impunidad.


『♡』•『♡』•『♡』


En el pasillo de ingreso al piso, Clara se topó con la mujer que provenía del apartamento de Luca. Algo se volvió pesado justo en medio de su pecho. La sonrisa enamoradiza se esfumó de repente, en su reemplazo apareció la confusión.

—Pía, ¿cierto?

Ella asintió.

—¿Tú quién eres?

—Clara —carraspeó a la defensiva—. Aún... ¿Aún tienes algo pendiente con Luca? ¿Qué pasa con él? —se atrevió a preguntar.

Confiaba en su novio, pero... ¿por qué aún seguía tan aferrado a esa mujer? Como si no pudiera desprenderse totalmente de ella. Le dolió imaginar que quizá continuaban entrelazados como ese tipo de parejas que a pesar de las separaciones, siguen encontrándose en el tiempo. Destinados a estar juntos.

Pía le dio un vistazo de pie a cabeza. Estudió su perfil y acabó sonriéndole con rasgos de ternura.

—Así que tú eres su novia —dedujo—. ¿No eres muy jovén para él? Olvidalo. Si te eligió tendrá sus motivos. Él es un tipo responsable y racional —intentó bromear.

—Tengo veintitrés —aclaró—. No respondiste a mí pregunta.

—Oh, no. La respuesta es no. Quedate tranquila que lo nuestro terminó hace mucho tiempo.

Clara apretó los dientes. Era una de esas situaciones donde su voz interna repetía «tienes que fingir, tienes que fingir, tienes que fingir».

No resistió.

—¿Entonces por qué sigues apareciendo? —indagó a la defensiva—. No sé exactamente qué pasó entre ustedes pero Luca se pone muy mal cada vez que se trata de ti. ¿No te has dado cuenta? Lo lástimas.

—Lo sé. Esta acaba de ser la última vez que lo vi —juró. Seguido, pasó a un lado de Clara y se dirigió a la escalera que conectaba con el hall del edificio en planta baja.

Paralizada, se trató de calmar. Creía en él. Aunque no pudo evitar preguntarse ¿por qué tantos encuentros? ¿que hacían viéndose si supuestamente la historia se había acabado hacía tiempo? ¿de qué hablaban? Ni siquiera eran amigos. De hecho, él se derrumbaba al pronunciar su nombre. Deliberó el impulso de irse. Hacerse a un lado. Dejar un espacio en el tiempo antes de tener una conversación sobre eso. Caminó hacia la salida, hasta que pensó en aquella tristeza que invadía la mirada de Luca, que vivía en sus ojos como una inquilina fija. Naturalmente formaba parte de él, lo que le rompía el corazón. No merecía ese sufrimiento. Entonces, presintió que lo correcto era subir. Buscarlo. Tenderle su mano si la necesitaba.

Luca había hecho tantas cosas por ella... Se quedó a su lado hasta medianoche en el café para protegerla. Enfrentó a su jefe. La protegió de lo que ella nunca pudo: su propia familia. Le dio los mejores momentos de su vida. La hizo sonreír incontables veces de maneras inesperadas, un sinfín de instantes felices. No quería alejarse, por nada del mundo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top