37.
Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥
Aunque un divorcio en malos términos era un caso recurrente en la vida de un abogado, Luca necesitaba idear una estrategia para representar los intereses de su cliente. De acuerdo a su historial profesional, había defendido con éxito situaciones similares, obteniendo los resultados deseados. Su experiencia indicaba que debía resultar sencillo idear una estrategia. Sin embargo, se sentía como un adolescente que no era capaz de concentrarse en sus responsabilidades. Era cierto eso de que el amor volvía a las personas distraídas y exentas de preocupaciones, al menos en el primer período, donde todo se sentía como la primera vez. Aún no podía asimilar que la esperanza había llegado a su corazón en un abrir y cerrar de ojos, cuando pensó que jamás llegaría. Simplemente quería irse a casa y adelantar el tiempo para encontrarse con Clara.
Entonces, el celular sonó y su sonrisa de enamorado mutó a una línea recta tras leer que se trataba de Pía. Enseguida atendió, no podía hacer oídos sordos a las cuestiones que lo atormentaban —lamentablemente, el amor no era capaz de eliminar los problemas—.
—Hola, Pía. ¿Qué tal estás? —preguntó. Sus expectativas hacia ella eran nulas, pero mantenía viva una diminuta esperanza.
—Apurada. Necesito decirte algo.
—Está bien. Te escucho.
—No —interrumpió—. No puede ser por teléfono.
—¿Quieres venir al estudio? Te espero en mi oficina.
—No. El estudio no. Ellos ya saben que trabajas ahí. Tiene que ser en tu departamento.
Luca tragó saliva, desconcertado. Pía hablaba rápido y aceleradamente, como si estuviera en aprietos.
—De acuerdo. ¿Cuándo?
—Ahora. Tiene que ser ahora. Por favor —pidió.
—Nos vemos ahí —aseguró.
De inmediato, acomodó los papeles y se puso de pie. Pasó una mano a través de su cabello negro azabache y resopló, abrumado. Todo lo que rodeaba a Pía hacía que su corazón se encogiera. La angustia de pronto reinaba; ¿cómo era posible que una persona a la que supo amar profundamente le causara sentimientos tan negativos? Tenía la sensación de que había vivido dos vidas completamente diferentes.
—Eh, ¿por qué esa cara? ¿problemas en el paraíso? —intentó bromear Federico que se lo encontró a la salida.
Negó con la cabeza,
—Es Pía.
—¿Todavía te preocupa esa mujer?
—Quiere verme.
—No vayas, Luca.
—Ella puede tener información de mi hija. Creo que la tiene. Estoy casi seguro.
—No lo sabemos. A estas alturas, ya no confiaría. Quédate acá, podemos seguir investigando por nuestra cuenta... —sugirió. La expresión de Federico emanaba preocupación—. En serio, no vayas. Después te angustias.
—Tengo que ir. Nos vemos mañana —se despidió e hizo caso omiso a los consejos de su mejor amigo.
Federico no estaba errado. Luca lo admitió en su interior. No obstante, había algo que lo impulsaba más allá de cualquier cosa. Más allá del dolor. Pía podría tener información valiosa para encontrar a su hija, ese era un motivo más que suficiente para darle una oportunidad.
Sus largas noches de insomnio explayando múltiples posibilidades sobre el estado de su hija, quizá, estaban cerca del final.
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