35.

Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥


En la oficina de Andrés Lombardi, la secretaría le comunicó que el hombre tenía un retraso de cuarenta minutos. Ofreció posponer la reunión, pero Luca decidió esperar. Después de todo, eligió ocuparse de ese caso por su escasa complejidad y además, lo ayudaba a distraerse. Así era como evadía los pensamientos recurrentes que, de igual manera, lo interceptaban cada noche antes de dormir. También aparecían de manera repentina desatados por detalles inimaginables en cualquier momento del día. Entonces, la tortuosa secuencia se reproducía en su cabeza, como una película que ya había visto cientos de veces pero que nunca conseguía entender. Empezaba con Pía recogiendo sus pertenencias para marcharse sin previo aviso; luego el vacío con el que tuvo que lidiar durante años y de pronto, cuando parecía haberlo superado, ella regresó y disparó una vez más. La herida se abrió nuevamente. Más que nunca. Le resultó imposible adaptarse a la idea de que tenía una hija en alguna parte de la que no sabía absolutamente nada. No sabía cómo se veía. Tampoco el nombre que le habían elegido. No sabía si era una niña feliz o de lo contrario, su vida no era buena. Aquello lo desesperaba. El desconocimiento. La incertidumbre. El hecho de que, si lo hubiera sabido a tiempo, no habría permitido que la separaran de ella. La habría protegido y educado, se aseguraría cada día de hacerla sonreír. No la conocía, tan solo sabía de su existencia pero aún así, sabía que la quería con cada parte de su corazón.

La secretaría ofreció servirle algo de tomar mientras esperaba, pero Luca desistió y le aseguró que regresaría dentro de un rato. Tenía cosas que hacer. Por ejemplo, recorrer la librería de la esquina para buscarle un regalo a Clara. Los últimos tres días la descubrió llorando a escondidas por la situación con su familia. Aunque se encargó de abrazarla y quedarse a su lado, sabía que los libros también le darían un momento de felicidad. Así que eso hizo. Compró una colección especial de Jane Austen que llevaba tiempo deseando obsequiarle. De hecho, intentó hacerlo una vez que paseaban por la zona y la vieron en un escaparate pero Clara le insistió en que lo hiciera porque la estaba «malacostumbrando y consintiendo demasiado». Dejó el obsequio en el maletero del auto, comprobó la hora y se dio cuenta que aún restaban treinta minutos. Suspiró y tras armarse de paciencia, se encaminó a la cafetería que se encontraba frente al restaurante.


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—No. No tenemos nada. Quizá si vuelves antes de que anochezca podrías encontrar algunas sobras —murmuró el camarero—. Ahora tienes que irte. No puedes quedarte aquí.

Luca, que bebía tranquilamente su café en una mesa al lado de un gran ventanal, levantó la mirada. Era la misma niña que semanas atrás le pidió ayuda cuando un hombre la culpó erróneamente de haber robado su móvil. Llevaba prendas de vestir un par de talles más grandes. Lucía cansada. Sin embargo, tenía una mirada particular. Ojos grandes, brillantes y, a pesar de la realidad, repletos de inocencia. Puso una mueca de decepción ante la indicación de la camarera hasta que su mirada encontró a Luca y le sonrió tímidamente. Él la saludó con la mano.

—Ey, ¿te gustaría comer algo? —ella asintió—. Ven. Aquí hay un lugar para ti.

—Hola.

—Hola —Luca la miró con ternura—. Aquí tienes. Puedes elegir lo que quieras —extendió la carta.

Deslizó lentamente la mirada a través del listado de comidas.

—Uhm, no sé leer —confesó.

—¿Cuántos años tienes?

—Tengo seis.

—¿Aún no te enseñaron en la escuela?

—No voy a la escuela —arrugó la nariz—. ¿Puedes leer tú?

—Está bien. Veamos... —Luca puso atención en el menú infantil— ¿Qué tal un licuado de frutilla? —Ella asintió encantada—. Y para comer... ¿Quieres dulce o salado?

—Dulce.

—¿Waffles? ¿Muffins? ¿Galletas?

Abrió los ojos impresionada.

—Me gustan los tres.

—Listo. No se habla más. Pediremos los tres —aseguró. Acto seguido, llamó al camarero y ordenó—. ¿Sabes algo?

—¿Qué?

—Aún no me has dicho tu nombre.

—Me llamo Minni.

—¿Minni? ¿Cómo la ratona de Disney? —mencionó ligeramente divertido. Ella sonrió de inmediato.

—¡Sí! Es mi dibujito favorito en el mundo —contó con ilusión—. ¿Tú cómo te llamas?

—Soy Luca. Dime una cosa Minni, ¿vives por aquí? —ella negó—. Pero vienes bastante seguido, ¿no?

—Cuando tenemos que trabajar por aquí. Sí.

—¿Vienes con alguien más?

Minni asintió con la cabeza.

—Tengo hermanos. Y hermanas.

—¿Y tus papás?

Ella se encogió de hombros.

—Tengo hambre. ¿Falta mucho?

—No, no. Ya lo traerán. No te preocupes —Luca sonrió con tranquilidad. Poco después, el camarero apareció con el pedido completo. Lo depositó sobre la mesa y la niña, evidentemente hambrienta, empezó a comer. La silla le quedaba grande y apenas alcanzaba la mesa. Era realmente pequeña para transitar las calles sola; él no lo podía comprender. Ella se extendió para sujetar una galleta, el abrigo se movió y descubrió su antebrazo, donde tenía una venda que lo rodeaba—. ¿Qué te pasó ahí?

—Me hice daño con agua caliente —dijo tras darle un bocado a la galleta.

—¿Un pequeño accidente?

—Más o menos. Me dolió mucho.

Luca tragó saliva, abrumado. Nunca estuvo en sus planes la opción de quedarse de brazos cruzados. No conocía demasiado esa posición. Cada vez que presenciaba una injusticia o derechos vulnerados, tenía la imperiosa necesidad de hacer algo para arreglarlo.

—Escucha, se me ocurrió un plan. ¿Sabes? —habló intentando sonar entusiasmado—. Cuando termines de comer todo esto, ¿puedes llevarme a conocer a tus padres? Me gustaría mucho hacerlo. En serio —pidió. Quería conocer su entorno antes de optar por una solución traumática como llamar a la policía.

—No puedo —cercioró—. Y umh, me tengo que ir —observó a alguien tras su espalda. Luca volteó, alcanzó a observar a un joven que le hizo una seña para que se diera prisa—. Es mi hermano.

—Minni, espera. Llévate la comida. ¿La puedes envolver, por favor? —pidió a la camarera, que enseguida accedió. Mientras tanto, Luca sacó su bolígrafo y un bloc de notas que siempre tenía a mano por si acaso. Apuntó su número y dirección—. Ahí puedes encontrarme si alguna vez necesitas algo. Lo que sea. ¿De acuerdo?

Ella simplemente asintió. Guardó el papel en un bolsillo de su pantalón, sujetó el envoltorio con la comida y se marchó tras el joven que había tomado la delantera. Luca no tardó en arrepentirse de su forma de actuar. Probablemente era una niña que corría alguna clase de peligro y él la dejó ir en lugar de acudir a las autoridades. Se lo reprochó a sí mismo el resto del día. De hecho, cuando llegó la hora de la reunión, no consiguió pensar en otra cosa.

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NOTA DE AUTORA: AAAAAAAA *grito de emoción* "Tú y yo, para siempre" superó los 10k de lecturas y está bien posicionada en varias listas. ¡Gracias a ustedes, lectoras! De verdad, gracias. Ver esta historia crecer me da muchos ánimos y de a poco voy recuperando la ilusión por escribir.

Gracias por la paciencia, los votos y comentarios, por seguir ahí esperando los capítulos. Significa mucho. Les dejo un abrazo a todas. ♥

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